Volviendo a su habitación, Nereida se dijo que hasta el momento todo estaba saliendo bien.
Fran estaría fuera hasta la tarde noche, había convencido a Denis que dejara abierta la puerta que daba al patio junto a la cocina, había hablado con las sirvientas y…
– ¿Usted está planeando algo?
Preguntó una voz que denotaba muchos años en su tono, y al mirar a la puerta, la jefa Mirta estaba en el marco.
– ¿Planear algo? ¿A que se refiere?
Preguntó Nereida intentando hacerse la loca, pero los ojos fríos de la mujer se le clavaban como agujas.
– El día de hoy faltó a su entrenamiento…
Comenzó a la mujer, a lo que Nereida seguía intentando no mirarla a los ojos.
– Ehh, hoy no me sentía con ánimos de entrenar y además…
– Tampoco nadie ha visto a la señorita Weints el día de hoy. Para esta hora ya se hubiera intentado colar al menos 3 veces en la casa.
– Ehh, quizás fue a hacer el trabajo que le asignó el duque. Ella me dijo...
– Nadie la ha visto visitar las parcelas, y usted muy de mañana, pidió a los guardias permiso para salir de la propiedad, supuestamente para ir a correr.
– Si, si, por eso no entrené, hoy solo quería correr, es lo que iba a decir hasta que usted…
Intentando tomar el mando de la conversación, apenas los ojos de Nereida se encontraron con la mirada fría de la jefa Mirta, la chica sintió ganas de rendirse, le tenía miedo a esos ojos, la jefa tenía la misma mirada acusadora de su madre, solo que la anciana era muchas veces peor debido a sus años extra de experiencia.
– Ehh, pues yo… no estoy…
– Si planea algo le pido que desista, esa chica Neza no da buena espina. Cuestione a quién le debe su confianza y…
A media frase de la anciana, detrás de ella dos sirvientas llegaron corriendo.
– Jefa, debe acompañarnos, ¡es una emergencia!
Mirando a las sirvientas a los ojos, vio la alarma en su mirada, pero también algo más.
– ¿Qué ocurre?
Preguntó aún sin moverse de su lugar, y las sirvientas insistieron con más fuerza.
– Es demasiado importante para que se lo contemos, debe verlo por sí misma. ¡Por favor! Debe venir con nosotras.
Aún con cierto grado de desconfianza, la anciana mujer dio un suspiro, y miró levemente a Nereida.
– Recuerde mis palabras, esa niña no merece su confianza.
Volviendo en dirección a las sirvientas, aunque estas le insistían que era una emergencia, la anciana mujer se alejó con el paso lento y digno que la caracterizaba, y quedándose atrás un momento, una de las sirvientas le guiño un ojo a Nereida en señal de complicidad, para luego seguir a la jefa Mirta.
Suspirando aliviada, Nereida casi cayó en su cama.
– "Recuerde mis palabras, esa niña no merece su confianza"
Repitió Nereida mal imitando la forma de hablar de la jefa Mirta, mientras le sacaba la lengua al final.
Volviendo a ponerse de pie, Nereida supo que había hecho bien en poner a las sirvientas de su lado. Al principio no estaba segura de cómo pedirles que le ayudarán, ellas tampoco tenían en la mejor estima a Neza, y no colabarian en un plan para juntarla a ella y al duque, sin embargo, cuando mencionó que quería invitar al duque a cenar a su cuarto, todas decidieron ayudarla en el acto.
"Debemos mantener alejada a la jefa Mirta" llegaron a esa conclusión las propias sirvientas, siendo exactamente lo que Nereida quería.
Con el grupo susurrando entre ellas, Nereida estaba bastante feliz con que hayan decidido ayudarla, sin embargo, varias cosas que no esperaba, pasaron.
En primer lugar, un par de horas antes de la cena, el grupo iría a su habitación para arreglar la misma, y ayudar a Nereida a alistarse. Por un momento, la chica quiso decir que sería algo informal y que no era necesario, pero antes de tener la oportunidad de decirlo, varias sirvientas salieron corriendo a su habitación, para revisar sus vestidos, y elegir el mejor para la noche. Incapaz de negarse, se vio forzada a aceptar.
El almuerzo ocurrió, y aunque la jefa Mirta siempre la atendía en la hora de la comida, en esta ocasión, debido a que la mujer estaba atendiendo una emergencia en que las sirvientas, no recordaban si las escaleras subían o bajaban, fue atendida por otra mujer, y con cierta prisa, devoró toda la comida en su plato.
Corriendo a la cocina, la encontró vacía, y encaminándose a la puerta que daba al patio, la encontró abierta tal y como había quedado con Denis.
Abriendo la puerta, sacó la cabeza, y dio un largo silbido, y de unos arbustos cercanos, Neza apareció y fue corriendo donde Nereida.
– ¿Todo va de acuerdo al plan?
– Casi…
Replicó Nereida mientras rebuscaba por la olla más grande que podía encontrar.
– ¿Como que casi?
preguntó Neza bastante confundida.
– Tendrás que pasar un par de horas encerrada en mi armario, se que habíamos dicho que podías estar en mi habitación, pero varias sirvientas la estarán arreglando para la cena con el duque, pero pediré que no abran el armario y no creo que encuentren mientras no hagas ruido.
Asintiendo con un poco de mala gana, Neza vio como Nereida asentaba una olla gigantesca delante suya, y quitando la tapa, está dijo.
– Vamos, entra, están distrayendo a la jefa Mirta, pero tampoco debes ser vista por las sirvientas.
Un poco apretada, pero entrando perfectamente, la pequeña chica se acomodo en la olla sin mucho problema, y aunque su expresión era difícil de describir debido a lo incómodo de su transporte, todo se oscureció cuando Nereida puso encima la tapa.
Sin ningún problema, y aunque la olla ya pesaba por sí sola alrededor de 10 kilos, Nereida la levantó, y empezó a caminar devuelta a su habitación. Lamentablemente a medio camino…
– ¿Está apurada señorita Hammer?
Declaró la anciana voz de la jefa Mirta, y a Nereida un escalofrío recorrió su columna.
Dando media vuelta, ahí estaba la mujer, y no veía a ninguna sirvienta alrededor que pudiera ayudarla.
– Ehh, no… digo… si… digo, ¿Desea que le ayude en algo?
Por un largo minuto, en él por los nervios y la acusadora mirada de la jefa, Nereida había empezado a sudar, ambas mujeres permanecieron en perfecto silencio.
– ¿Qué lleva en esa olla?
Preguntó la mujer mientras Nereida era incapaz de devolverle la mirada y su frente estaba perlada de sudor.
– Eh, ¿habichuelas al vapor?
Respondió Nereida siendo lo primero que pasó por su cabeza.
– ¿Habichuelas al vapor? ¿Es una pregunta? ¿Me lo está preguntando a mí? ¿No sabe que hay dentro de la olla?
– Ehh, no... digo... si. Digo… Es solo por si me da hambre en la tarde…
Aún con su expresión acusadora, la jefa miró aquella gran olla en la que podría entrar un niño, o una mujer pequeña y delgada, y terminó por decir.
– Dudo que incluso usted sea capaz de comer tanto.
– No me subestime, el verano pasado mi padre y yo nos comimos un jabalí entero en una sentada.
Con otro largo silencio, en el que Nereida estaba buscando una salida, y la jefa Mirta solo la veía fijamente, este finalmente fue roto por un par de voces.
– Señora, por favor, ¡es una emergencia!
Declaron al unísono un pequeño grupo de sirvientas que llegaron corriendo.
– ¿Otra emergencia?
Preguntó en perfecta calma la anciana mujer.
– ¿Qué es ahora? ¿Han olvidado en qué dirección se limpian las ventanas? O ¿Ya no se acuerdan de cómo se tiende la ropa?
Mientras un par de sirvientas distraían a la jefa con una historia sobre si era correcto tener basura sucia, las demás le hacían señas a Nereida para que se alejara.
A pequeños pasos, la chica empezó a alejarse, esperando tener algo de espacio antes de empezar a correr, pero aún de espaldas, la jefa habló, y era obvio que se refería a ella.
– Niña, ya te he dado mis advertencias. Pase lo que pase, será tu culpa.
Con varios pasos hacia atrás, finalmente dio media vuelta y comenzó a alejarse a paso rápido. Nereida estaba segura de lo que hacía, ella quería ayudar a un amiga, era verdad que solo conocía a Neza de un par de días, pero eso no era motivo para no creer en su historia y no tener cierta lástima de su situación, además, el duque también tenía parte de la culpa, estaba siendo demasiado frío con la pobre chica, era verdad que está le había ofendido, pero que no presté atención a sus súplicas por una nueva oportunidad era bastante cruel de su parte.
Llegando a su habitación, dejó la olla en el suelo, y quitando la tapa, ayudó a Neza a salir.
– Bien, ¿Trajiste el contrato verdad?
Preguntó Nereida, pese a que podía ver que la chica tenía un pequeño maletín abrazando contra su pecho.
– Si…
Le respondió Neza sin mucho ánimo, mientras le desviaba la mirada.
Llendo al gran armario donde tenía su ropa, Nereida empezó a arreglar todo para que Neza pudiera esconderse.
– Sé que será difícil, pero le pido que evite hacer ruido, le daré la señal cuando pueda salir, y de ser necesario, evitaré que el duque se vaya. Además, siempre me ha parecido alguien razonable, si le explica su historia, creo que entenderá y acedera a firmar el contrato.
Con la mirada fija al suelo, Neza apretó con fuerza el maletín, y dando un largo suspiro, preguntó.
– Señorita Hammer… ¿Por qué me ayuda? No me conoce y quizás yo...
– Le ayudo porque parece necesitar ayuda.
Respondió Nereida interrumpiendo a Neza.
– ¿Se necesita otra razón para ayudar a alguien acaso?
Aún sin atreverse a mirar a Nereida, Neza se limitó a responder.
– Usted es muy buena señorita… le agradezco lo que hace por mí.
Sonriendo, Nereida continuó haciendo un espacio para Neza se esconda, y se dijo que no tenía mucho tiempo antes de que las sirvientas llegarán.
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