Capitulo 3. El estudio.

Después de darse un buen baño y con el estómago lleno, Nereida se enfrentó una vez más al problema que la había estado atormentando desde que llegó: ¿qué hacer el resto del día?

En el marquesado, rara vez tenía ratos libres. Pasaba sus mañanas entrenando con su padre o con la guardia de la mansión, y las tardes en interminables lecciones de etiqueta, música, canto y otras clases que su madre le obligaba a tomar. El ocio era algo que anhelaba, sin embargo, su familia lo repudiaba al punto del asco, y por eso casi cada segundo del día estaba ocupado en trabajo o formación. Es por eso que tener tanto tiempo libre al principio le pareció maravilloso, pero más rápido de lo que pensaba, llegó a estar muy aburrida de no hacer nada.

Harta de dar vueltas en su cuarto, pero sin nada de dinero para una salida a la ciudad, sin mucho más que hacer, salió a dar un paseo por los alrededores. Había recibido un recorrido por la mansión por parte de la jefa de sirvientas y sabía cómo llegar a los lugares importantes, es decir, desde su cuarto al patio, del patio al baño y del baño al comedor.

Recorriendo la mansión, no tenía un objetivo claro. No había nada realmente que deseara ver, así que solo empezó a caminar por los pasillos intentando no perderse.

Siendo honesta, la mansión del duque Lumiere era más pequeña que la mansión de su familia e incluso parecía un poco deteriorada. Sin embargo, la mansión estaba decorada con buen gusto, con cuadros bonitos adornando las paredes y jarrones de cerámica en perfecta simetría a cada lado del pasillo.

Además de repudiar el ocio por motivos religiosos de parte de su madre y por tradicionales de parte de su padre, su familia también repudiaba el lujo excesivo. Si bien era verdad que ella tampoco era fanática de las cosas ostentosas, la austeridad autoimpuesta por parte de su familia le daba a su casa un aspecto triste e impersonal.

Es por eso que, admirando la mansión, una amplia sonrisa apareció en sus labios. A su alrededor, no había nada de esos pasillos de piedra lisa y paredes de aspecto sobrio, sino bonitas, aunque un poco viejas, alfombras y adornos que le daban vida al lugar.

La mansión Lumiere, aunque un poco pequeña y vieja, se sentía llena de vida. Incluso los empleados eran alegres y amables, siempre la saludaban al pasar y se les veía bastante animados. Nada de esos fríos y serios sirvientes que, por orden de su madre, trabajaban en perfecto silencio y con la eficiencia como prioridad.

Mirando a su alrededor, Nereida se dio cuenta de que se había perdido. Había llegado a una parte de la mansión en la que nunca había estado y, hacía rato que no veía a nadie. Dando media vuelta, tampoco podía recordar por cuál pasillo había llegado. Pensando que la mejor opción para ubicarse era encontrar a alguien que pudiera indicarle el camino, se dispuso a intentar abrir puertas. Si encontraba a un sirviente haciendo la limpieza, bastaba una pregunta para saber cómo volver.

Abriendo puertas, las que no estaban cerradas, daban a lugares vacíos. Después de llamar para comprobar que no había nadie, volvía a cerrar para seguir buscando. Después de varios minutos de búsqueda fútil, Nereida llegó a una habitación extraña. Había muchos de los que parecían cuadros cubiertos con sábanas blancas. Creyendo que era un sitio importante y no lo suficientemente curiosa como para entrar a revisar, volvió a cerrar la puerta y se alejó cerca de 10 pasos antes de dar media vuelta y regresar.

Había olvidado llamar y quizás, solo quizás, esa habitación tenga a alguien.

– Disculpen…

Declaró la chica con voz queda mientras abría un poco más la puerta y metía la cabeza. Al hacerlo, notó que cerca de las cortinas había un caballete con un lienzo igualmente cubierto. Es por eso que volvió a llamar.

– Hola, ¿hay alguien?

Preguntó, abriendo aún más la puerta y metiendo medio cuerpo. Ahora podía notar que debían haber por lo menos 20 pinturas y, más curiosa aún, se dijo que no había llamado con suficiente insistencia.

– ¡Holaaaaa! Me he perdido y yo…

Declaró la chica mientras directamente entraba.

- ¿Qué haces aquí?

Preguntó una voz seria a su espalda, y la chica no pudo evitar dar un sobresalto.

Dando media vuelta, vio que detrás suyo estaba la jefa de sirvientas, una mujer que, según recordaba, su nombre era Mirta.

- Eh, disculpe señora Mirta, es que yo me perdí y estén…

Mirando con expresión completamente seria, la anciana mujer se limitó a asentir.

- Sígueme, no deberías estar aquí, es más, me sorprende que este lugar esté abierto, pero creo que ese muchacho habrá venido en la noche y se olvidó de cerrar.

Siguiendo a la mujer, la duda en la mente de Nereida no desaparecía.

- Disculpe, si no es indiscreción, ¿qué era ese sitio?

- El antiguo estudio de la señora. ¿No llegaste a ver los ventanales? Se puede ver desde el exterior.

Haciendo memoria, Nereida recordaba un gran ventanal circular que se podía ver desde afuera. A la vez que recordó que ambos duques habían muerto en un accidente hace varios años. Si la madre de Fran era artista, tenía sentido que las vistas le ayudaran.

- Oh, entonces el señor Fran debía ser muy cercano a su madre.

Declaró la chica con algo de tristeza. Aquella mujer solo podía referirse al joven duque cuando decía "muchacho", y si este venía a este lugar en las noches con tanta frecuencia que la anciana no encontrara raro que estuviera abierto, entonces Fran debía extrañar mucho a su madre…

- No.

Declaró tajante la anciana, contradiciendo los pensamientos de Nereida.

- Esa mujer era una artista, no una madre. Esa fue la razón del porqué me contrataron en primer lugar.

Caminando en perfecto silencio, la respuesta que le había dado la anciana solo le había generado más dudas. Y a riesgo de ser indiscreta, preguntó.

- Bueno, había escuchado que los artistas son raros, y también que muchas mujeres nobles dejan que sus hijos sean criados por nodrizas. Sin embargo, el señor Fran debía querer mucho a su madre, ¿verdad?

- Desconozco qué siente el joven duque por su madre. Si quiere saberlo, pregúntele a él. Cada cabeza es un mundo, señorita Hammer. Solo podemos estar seguros de lo que hay dentro de la propia.

- Entonces, ¿qué opinión tiene usted de la duquesa? - preguntó Nereida, todavía más confundida.

Sin detenerse ni inmutarse, la anciana declaró:

- No me agradaba, eso es todo. Pintaba muy bonito, pero nunca me gustó nada esa mujer.

Dispuesta a seguir preguntando, Nereida se tuvo que detener de golpe para evitar chocar con la anciana, y ésta, por su parte, se limitó a levantar una mano y señalar:

- Siga aquel pasillo y la llevará al gran salón. De ahí, ya es perfectamente capaz de encontrar el camino a su habitación. Debo retirarme, no he concluido con mis obligaciones.

Con esas palabras, la mujer dio media vuelta y regresó por el pasillo del que habían venido.

Más confundida, Nereida no estaba segura si le agradaba la jefa de sirvientas. Era la única en toda la mansión que era fría y tajante con ella, pero atribuyendo su conducta a la de las personas mayores, no le dio importancia y se dispuso a volver a su habitación. Sin embargo, la caminata le había dado algo de hambre y aún era temprano para el almuerzo.

Deteniendo a un grupo de sirvientas que vio pasar cerca suyo, les preguntó si podía tener algún aperitivo, y éstas estuvieron encantadas de ir a buscar.

***Este trabajo esta bajo contratado con NovelToon y la piratería, como la reimpresión sin permiso, están estrictamente prohibidas.***

***¡Descarga NovelToon para disfrutar de una mejor experiencia de lectura!***