Con una expresión perfectamente sería en su rostro, Fran llegó a la destilería. Para la gente que lo conocía a él, pero no quién era la nueva encargada, les pareció extraño ver al normalmente tranquilo joven andar con tal expresión de pocos amigos, y para aquel grupo que conocían al menos de oídas cuál era la historia que ambos jóvenes compartían, habían fingido una enfermedad, para de ese modo retirarse temprano y no estar presentes en lo que sea que fuera a ocurrir.
El joven duque Fran Lumiere, y Colette Enix, segunda hija del conde Callahan Enix, estuvieron comprometidos. Eso fue lo que revelaron todos aquellos que no fueron capaces de irse a sus casas temprano ese día. Su compromiso fue largo, había durado desde que Fran tenía 15, edad en la que tuvo que asumir el título de duque por la muerte repentina de sus padres, y había terminado hace poco más de 2 años, casi 3.
El que ocurrió para que ambos jóvenes tomarán caminos separados, fue algo en que todos estuvieron de acuerdo, en contar una versión diferente. Traición, engaños, infidelidad, el descubrimiento mutuo de ser los responsables de la muerte "accidental" de los anteriores duques, y tramas cada una más enrevesada que la anterior, lo único que uno podía sacar en claro al escuchar todas las historias que se contaban, era que los únicos que sabían cuál fue la razón de haber terminado su compromiso, eran ellos mismos.
Abriendo la puerta de la que solía ser la oficina de Morgan Enix, hermano mayor de la actual cabeza de la familia Enix, el chico encontró una habitación bastante cambiada.
El viejo Morgan era un fumador empedernido, al punto que haya donde fuera, una gruesa nube de humo lo seguía, y todos los muebles de su oficina, estaban prácticamente impregnados con tal olor a tabaco, que podía sentirse aunque el propio Morgan no estuviera en la habitación. Como era obvio, todos los muebles habían sido cambiados por muebles pino de Haley, manufacturados obviamente en Irica. Del fuerte olor a tabaco, solo quedaba un tenue ápice, quizás de los tablones del techo, porque hasta las paredes y el piso habían sido cambiados, un tenue olor cítrico era lo que dominaba ahora la habitación, y sin tener que buscar mucho, una vela aromatizada se hallaba encendida en medio del escritorio.
Para una persona ordinaria, llegaría a pensar que el objetivo de la vela era luchar contra la restante peste a tabaco, sin embargo, Fran que conocía bien a la dueña, sabía que está no tenía problemas con en el olor. Lo que es más, el tabaco le producía cierta nostalgia al venir de un hogar donde todos fumaban. En cambio, siempre había encontrado levemente molesto los olores cítricos, y la única razón del por qué esa vela estaba encendida en el medio del escritorio era porque Fran detestaba el olor
Cuando el duque entró, la chica se puso de pie e hizo una elegante reverencia, podía ser la encargada de la destilería, pero Fran seguía siendo el duque, y sería una falta de respeto recibirlo sentada.
Intercambiando saludos aparentemente cordiales, la escena que se desarrollaba era cuando menos extraña, la chica se mostraba gentil con una sonrisa amable en los labios, y Fran, tan serio que rozaba lo incómodo.
Una vez sentados, frente a Fran una taza de té fue colocada por la propia Colette, y apenas el olor a té negro llegó a la nariz del muchacho, la chica declaró.
– le ofrecería café mi duque, pero conociéndolo, habrá estado bebiendo un promedio de 20 tazas al día, y su nana, digo, la señora Mirta, se lo habrá prohibido. Y como conozco bien a esa mujer, no deseo ir en contra de sus mandatos.
Sin responder, Fran tomó la taza y dio un sorbo. A lo mucho, el té estaba endulzado con lo que imaginaba eran dos cucharadas de miel. Siendo el té negro la variante que menos le gustaba, la miel el peor edulcorante a su gusto, y el limón el peor olor a su nariz, todo el ambiente había sido preparado de antemano para hacerlo sentir lo más incómodo posible. Así que levantando la taza bebió el contenido al completo de un solo trago.
Manteniendo su sonrisa, la chica abrió un cajón del escritorio, y frente al duque, colocó 4 trozos de papel, elegantemente doblados por la mitad.
– ¿Qué es esto?
Preguntó el muchacho manteniendo el rostro estoico.
– Ya lo verá, solo le pido que no lo abra hasta que le indique.
Ignorando todos los intentos de la chica por tentar a su paciencia, Fran se limitó a mirarla de frente y declarar.
– Señorita Enix, es un honor y un placer tenerla en reemplazo del señor Morgan Enix, cualquier problema que se presente en la administración o fabricación de la cerveza tradicional de Lumiere, que sepa que mis puertas siempre están abiertas para brindar apoyo o dirección.
Ensanchando levemente su sonrisa, la chica levantó la mano, y apuntó con un único dedo al primer papel en la mesa.
– ¿Podría hacerme el favor de leerlo?
– ¿Por qué?
– Se lo pido por favor.
Tomando el papel, Fran lo desenvolvió, y al abrirlo, con una elegante caligrafía había escrito...
"Señorita Enix, es un honor y un placer tenerla en reemplazo del señor Fausto Enix, cualquier problema que se presente en la administración o fabricación de la cerveza tradicional de Lumiere, que sepa que mis puertas siempre están abiertas para brindar apoyo o dirección"
Mordiendo su lengua, ante la suave sonrisa de la chica, Fran rompió el papel en 4 partes, para luego tirarlas a la basura.
Logrando mantener su expresión estoica, Fran continuó hablando.
– Es un placer haberla saludado, si no tiene más asuntos que discutir conmigo, me retiro.
– ¿No desea hablar?
Respondió Colette deteniendo al muchacho.
– Si no es de trabajo, usted y yo no tenemos nada de qué hablar.
Con Fran apunto de levantarse de la silla, Colette desvío la mirada a su escritorio, y dijo con voz queda.
– Debe sentirse feliz, ¿No es verdad? Deduzco que debe conocer mis fracasos, y estos debieron haberle proporcionado paz.
Esforzándose para no alterar su expresión, Fran volvió a sentarse.
– Sentí más pesar que dicha, nunca le desee ningún mal señorita Enix. Usted deseaba una vida lejos de Lumiere, y aunque no lo comprenda ni lo comparta, lo respeto.
Estirando la mano, Colette apuntó al segundo papel en la línea, y sin pedir una explicación, Fran lo abrió, y en el mismo decía…
"Sentí más pesar que dicha, nunca le desee ningún mal señorita Enix. Usted deseaba una vida lejos de Lumiere, y aunque no comprenda ni lo comparta, lo respeto"
Suspirando por la nariz, Fran volvió a romper el papel y tirarlo al bote de basura.
Levantando la mirada, para ver de nuevo a Colette, está había recuperado su sonrisa, o quizás nunca la perdió.
– Es halagador que haya seguido mis desventuras, siempre es bueno saber que había alguien que siempre pensaba en mi. Y por sobretodo, me alegra encontrarlo tan bien, al verlo de compras con su nueva prometida y ver cómo seguía adelante habiendo superado nuestra relación, me proporcionó una verdadera paz. Conociéndolo, habría esperado que después de mi, nunca hubiera tenido otra relación en varios años, haciéndolo llegar peligrosamente cerca de los 25, y obligando a la corona de enviarle una prometida debido a su negativa de casarse.
Apretando sus rodillas debajo de la mesa, Fran sintió un regusto amargo en la garganta, y haciendo un esfuerzo aún mayor para mantener su expresión, declaró.
– Me afectó su partida, si tanto desea que se lo diga, entonces se lo digo. Sin embargo, debía seguir adelante.
Volviendo a sonreír, Colette miró a Fran a los ojos, y dijo.
– Yo también quiero seguir adelante. Por eso le pido que sea honesto, dígame la verdad y no use frases que habrá estado ensayando mientras venía aquí. ¿Todavía haces eso Fran? ¿Ensayar tus respuestas antes de una reunión importante?
Sin que se lo indicarán, tomando la tercera nota en la mesa, Fran la abrió, y dentro había exactamente la frase que iba a decir.
– Si, todavía lo hago, también recuerdo que tú solías escribir mis réplicas y discursos.
Desvaneciendo su sonrisa, Colette mantuvo firme la mirada en Fran.
– ¿Tiene algún problema con que yo esté aquí? Le pido que me diga la verdad.
– Mi opinión personal es irrelevante, mientras haga un buen trabajo, cosa que no tengo motivos para creer lo contrario, entonces no tendré ningún problema.
Cerrando los ojos, Colette reclinó la cabeza.
– A veces eres el colmo de la seriedad. ¿Tanto te cuesta dar una respuesta honesta?
Habiendo logrado llegar tan lejos sin alterar su expresión, Fran se decidió abrirse un poco y ser más honesto.
– Lo que opine es irrelevante, elegir al encargado y manejar la distribución es tarea de los Enix, y lo que yo opine de ti, también debería serte irrelevante. Supe en el instante en que la vi, que habías vuelto por cuestiones familiares y de trabajo, nunca por mí. Si quiere seguir adelante, lo respeto, solo le pido que me deje hacer lo mismo.
Permaneciendo callada, Colette desvío la mirada y evitó mirar a Fran, este por su parte, vio la papeleta final en la mesa, y la señaló.
– ¿Puedo abrirlo ya?
– No, si no es mucha molestia, le pido que se la lleve y la abra en casa o de camino a ella.
Sin más que discutir, Fran obedeció, tomó la papeleta, la guardó en el bolsillo de su sacó, y se puso de pie.
– Sin más que discutir, me retiro, si llegara a tener un problema, no dude en buscarme.
Asintiendo en silencio, Colette se despidió, y con la misma expresión mortalmente sería, Fran abandonó la oficina, cruzó delante de las personas que susurraban y contaban historias de él y su relación con Colette, y finalmente volvió a su carruaje.
Con las ruedas traqueteado en el pavimento, Fran sacó la papeleta del interior de su bolsillo, y al abrirlo, encontró una única línea que decía.
"Todavía siento algo por ti"
Suspirando, Fran estuvo apunto de romper la hoja de papel, sin embargo, reclinándose en el asiento, volvió a doblar y guardar la nota en el interior de su sacó, para después, usar sus manos para cubrir su rostro.
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