Organizando sus pendientes del día, como una excepción hoy no estaba tan ocupado, el día de ayer había hecho un esfuerzo adicional para liberar lo más posible su agenda, y por lo tanto solo le quedaba un compromiso.
La historia del porque, era larga y venía más de la necedad de todos los duques anteriores a Fran, que en la búsqueda de un producto local, viendo su incapacidad de cultivar las uvas necesarias al vino, se centraron en la fabricación de cerveza usando las escasas zonas aptas para el cultivo de la cebada.
Fue más de un siglo de arduo trabajo, de experimentos y fracasos, de descubrimientos y pequeñas victorias, pero al final, fueron capaces de destilar una cerveza que dejaba en ridículo a cualquiera que se fabricará en el reino o sus alrededores, sin embargo, fue el propio abuelo de Fran, que apunto de cerrar un contrato, se detuvo con la pluma sobre el papel, y volvió la vista atrás para contemplar el camino que habían recorrido.
La madera provenía de los bosques de pinos de Haylen, y los hábiles artesanos de Irica habían fabricado los barriles, con la cebada provenida de Bocua, transportada en tiempo récord por los fuertes pura sangre criados en Barieca, aquella cerveza que se destilaba en la capital, se había convertido en algo más que solo un producto, era el sabor y la esencia del ducado de Lumiere, un pueblo que se sentía olvidado y hasta menospreciado por todo el reino.
Rompiendo el contrato que tenía delante suyo, el entonces duque, hizo una declaración, la cerveza de Lumiere, se queda en Lumiere, y solo será disfrutada por los ciudadanos de la misma. Ese fue su decreto, aunque criticado al principio, con el paso de los años, todos estuvieron de acuerdo con la decisión del duque, esa cerveza era demasiado buena para que saliera de sus fronteras, donde probablemente será disfrutada por alguien que se llenara la boca criticando injustamente al ducado.
Contemplado el cielo, Fran pensó en su único pendiente, al ser los Enix de Crambella, la única familia y ciudad que no había participado de ninguna manera en la fabricación de la cerveza, hace mucho se había decidido que ellos manejarían la destilería y la distribución, y hace relativamente poco, el último capataz de la destilería se había jubilado, y los Enix habían de enviar hoy a quien sería su reemplazo.
Con la cabeza llena de mil y un cuestiones, tanto del ducado como la situación de Nereida, Fran dio un pequeño sobresalto cuando una voz de su pasado se escuchó detrás suyo.
– De todos los hombres que conozco, eres el último al que esperaría ver llevando de compras a una mujer.
Dando media vuelta, detrás del duque había una joven, su largo cabello pelirrojo, característica típica de la familia Enix, llegaba hasta su cintura, su vestido blanco impoluto, dejaba al descubierto unos hombros delgados, y una piel blanca, que al contraste de su cabello, le daba un tono rosado.
Esbozando una leve sonrisa, con sus labios pintados de un tenue tono de carmín, la chica miró a Fran y este le devolvió la mirada.
– Señorita Enix, no sabía que había vuelto…
Declaró Fran mientras su expresión adoptaba la dureza de una estatua.
– Si, cosas pasaron, y tengo un asunto familiar que resolver en la ciudad, quizás me deje ver en más ocasiones.
Ensanchando más su sonrisa, y conociendo lo bueno que era el duque guardando sus opiniones, y sus preguntas innecesarias, la chica continuó hablando.
– ¿De paseó con su prometida? He escuchado historias de ella, sin embargo, nunca creí que tendría la oportunidad de conocerla tan pronto.
– La señorita Hammer necesitaba ropa para el frío que se avecina, y al no conocer la ciudad, he decidido acompañarla.
Al rostro serio del muchacho, que parecía casi hacer un esfuerzo por no mostrar emoción alguna, lo contrariaba la sonrisa suave en el rostro de la chica, sonrisa que parecía indicar, que su dueña podía leer con facilidad todo lo que el duque intentaba ocultar.
– Un pensamiento muy típico suyo, hubiera sido mucho más fácil pedirle a alguien que le enseñe la ciudad y sus alrededores, pero después de considerar todas las opciones, decidiste hacerlo tú mismo.
– Es algo así como mi invitada, el Rey y el general Hammer me "solicitaron" que me asegure que esté a salvo. Y las represalias de no cumplir esa tarea son demasiado elevadas como para no hacer el mayor esfuerzo posible.
Mirando levemente al interior de la tienda, la joven hizo una nueva pregunta.
– ¿Y dónde está ahora? Parece que será tu dolor de cabeza por algún tiempo, y al menos me gustaría decirle hola.
–Se la llevaron al interior de la tienda, no creo que termine por al menos una hora.
– Una lástima, había escuchado historias increíbles, ¿Será verdad que mandó a volar a más de 10 metros a un hombre que era el doble de su tamaño de un único puñetazo?
– Algunas partes han sido exageradas, o al menos eso es lo que me han contado.
Soltando una tenue risa, la chica dio medía vuelta, no sin antes despedirse del duque.
— Siempre es un gusto saludarle, pero he de retirarme, más tarde he de recibir a un invitado, y debo prepararme.
– Antes de que se vaya, tengo una pregunta.
Interrumpió Fran antes de que la chica tuviera la oportunidad de irse.
– ¿Conoce quién es el nuevo encargado que envió su familia? Se supone que he de encontrarme con el hoy, sin embargo, los Enix se han guardado su identidad como secreto de estado, y he decir que la duda ya empieza me a irritar.
Sonriendo de nuevo, la chica hizo girar su largo cabello mientras daba medía vuelta.
– ¿Ohh? Nadie me informó que debería ser un secreto, por lo que no veo motivo para no contarle, su nombre es Colette. Quizá la conozca, tengo entendido que solían ser muy cercanos.
Con esas palabras, la chica le dio la espalda al duque, y empezó caminar hasta llegar a un carruaje que abordó, y que a los pocos minutos, desapareció entre la multitud.
Después de ver a Colette alejarse, Fran se reclinó en la fachada de la tienda, cerró los ojos, y se cubrió el rostro con las manos.
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Con expresión aburrida, Nereida se encontraba de pie frente a un gran espejo, mientras un pequeño grupo de mujeres tomaban todas sus medidas. Para medir con precisión su altura, y medidas como el ancho de su cuello, o el amplio de su espalda, las mujeres tenían que verse ayudadas por un banquillo, y cuando fue necesario que mantuviera estirando ambos brazos, dos personas fueron necesarias para tomar la cinta métrica.
Mientras sus empleadas tomaban las medidas, e iban trayendo muestras de tela para que la chica vaya eligiendo, con expresión cansada, la dueña sentía una verdadera decepción por los gustos tan poco interesantes de la joven.
– En resumen, solo quieres la misma ropa que traías, pero en tela más gruesa para proteger del frío.
Declaró mientras miraba la lista que la chica había hecho.
– Eso y ropa de cama, camisones y medias largas, abrigos, ya sabe, ese tipo de cosas. Sé que en el ducado nieva en invierno, y yo solo había visto la nieve en una ocasión cuando niña, y recuerdo que me dio resfriado por no estar lo suficientemente abrigada.
Cambiando de la hoja donde había estado apuntando el encargo de la chica, la dueña volvió a un diseño que había estado bosquejado a carboncillo, el pedido de Nereida era lo más redituable que había tenido en lo que iba del año, y ella y sus chicas tendrían trabajo por varias semanas, sin embargo, por redituable que fuera, era extremadamente aburrido, y no ofrecía ninguna clase de reto.
– ¿Y no desea un vestido para salir? Siempre pueden ocurrir esas situaciones especiales donde requiera uno.
Preguntó la mujer mientras trazaba unas líneas al diseño que poco a poco iba tomando forma.
– Tengo vestidos, no soy especialmente fanática de ellos, pero entiendo que pueden existir esas "situaciones especiales" así que mi madre se aseguró que los trajera, sin embargo, ahora que lo pienso, no estoy segura si tendrá el mismo problema de ser demasiado simples para el frío, ¿En Lumiere hay algún festival que ocurra en pleno invierno?
– Si y no señorita, no hay un festival oficial, pero el duque cumpleaños a finales de la temporada invernal.
Desviando su vista al techo, Nereida se quedó pensando un momento, hasta finalmente decir.
– Bueno, en ese caso es posible que pueda necesitar algo. ¿Puedo ordenarlo desde ahora?
Con media sonrisa en su rostro, la mujer dio un par de trazos más, y orgullosa de su diseño inicial, se acercó a Nereida para enseñárselo.
– Es solo un boceto, y muchas cosas pueden cambiar, sin embargo, ¿Qué le parece?
Ladeando un poco la cabeza, Nereida miró el dibujo que le mostraba la mujer, y no es que le pareciera feo, pero tenía un problema garrafal.
– Yo no puedo usar corsé.
Declaró mientras negaba.
– Vamos señorita, entiendo que a muchas personas le son muy incómodos, pero solo sería por un par de horas en una situación especial.
– Si, eso lo entiendo, y es verdad que tampoco soy una fanática de los corsé, pero ni aunque me lo proponga, no puedo usar uno.
Siendo el momento de la dueña para estar confundida, está también ladeó la cabeza y pidió una explicación.
– No entiendo a qué se refería señorita, ¿es por el amplio de su espalda? Hay incluso algunos hombres que usan corsé para mejorar su figura, por lo que también los tenemos en tallas más amplias.
Suspirando cansada, Nereida desvío otra vez su vista al techo, y se dijo que terminaría antes si enseñaba cuál era el problema.
– Creo no me van a entender hasta que les muestre, ¿Podrían traer un corsé por favor?
Con una señal con la cabeza de parte de la dueña, un par de empleadas salieron del probador y regresaron a los pocos minutos trayendo consigo varios corsés. A petición de la chica, un corsé con costura reforzada, hecho especialmente para esconder el estómago prominente de algunos caballeros no tan fanáticos del ejército, le fue colocado. Y una vez puesto, dio la indicación de que todas debían dar un par de pasos atrás.
Inhalando profundamente, Nereida exhaló despacio, y luego hizo tronar los huesos de su cuello. Relajando los brazos, la chica movió de forma circular los hombros, y juntó ambas manos delante de ella.
Al momento de juntar las manos, un leve sonido de "crack" pudo ser escuchado, y tensando los brazos, Nereida trabo los músculos de la espalda.
Con poderoso sonido de desgarre que hizo eco por toda la tienda, el corsé en su espalda prácticamente explotó, y retazos de tela y fragmentos de varillas salieron disparados en todas direcciones.
Ante el grupo de mujeres que se habían quedado mudas y con los ojos muy abiertos, Nereida usando uno de sus brazos para cubrir su pecho desnudo, volteó la cabeza en su dirección.
– Es lo que les estaba intentando decir, no puedo usar algo tan apretado como un corsé, si me muevo mucho o hago un poco de fuerza, se termina rompiendo.
Anonadada, la dueña miró su boceto en su libreta, e hizo una enorme equis encima, había encontrado el reto que tanto quería, y un sin fin de diseños ya circulaban en su cabeza.
Atraídas por el ruido, varias empleadas más de la tienda llegaron para ver qué había ocurrido, y después de intercambiar susurros con sus compañeras. Varias salieron corriendo del probador, y al volver, cada una tenía un corsé en sus manos.
– ¡¡¡Hágalo de nuevo!!!
Clamó el grupo, mientras miraban a Nereida con los ojos expectantes de niñas al ver un truco de magia.
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