La primera parte del plan de Nereida empezó desde muy temprano. Habiendo saltado su entrenamiento, la chica llegó a la cocina cargando una pequeña cazuela de peltre gris. Aquella mañana, una docena de cocineros movían ollas y revisaban hornos, ocupados como es obvio en preparar el desayuno que sería servido en breve. Denis, el gigante jefe de los cocineros, por su parte, supervisaba la operación desde una esquina mientras, de reojo, veía hervir la olla con consomé que sería servido para el desayuno del joven duque.
Acostumbrado como estaba a prestar atención a muchas cosas a la vez, era perfectamente capaz de vigilar la cocina al completo, evitando de esa forma que cualquier olla llegara a quemarse o un cocinero fuera a pasarse siquiera en un gramo de sal. Es por eso que, en el momento en que la puerta se abrió y la actual "prometida" de su joven duque entró en su cocina, Denis volteó la cabeza en su dirección y miró expectante.
– Señor Denis, a usted lo quería encontrar.
Declaró la chica con una gran sonrisa en sus labios, y el gigantesco hombre ladeó levemente la cabeza en señal de desconcierto.
– ¿Me permite pasar? Tengo algo que quiero que vea, o mejor dicho, que pruebe.
Aún con cierta confusión, Denis asintió e hizo un gesto con la mano para que la chica se acercara, moviéndose a una mesa un poco apartada donde no estorbaran al resto de cocineros. Nereida asentó la cazuela que traía, pero no quitó la tapa para crear un poco más de expectativa.
– Esto es una señal de disculpa de la señorita Neza y mía...
Comenzó a explicar la chica, aún con una sonrisa en su rostro.
– Aún sentimos que le debemos algo por las molestias que le causamos, y por eso quisimos hacer algo por usted.
Moviendo las manos, Denis quería decir que ya no le daba importancia, entendía que él podía dar bastante miedo a veces, y su forma de actuar, agitando un cuchillo, tampoco fue la mejor manera para comenzar una conversación.
– Espero que aún no haya desayunado. Cuando me lo dieron, estaba saliendo del fuego, y aunque se ha ido enfriando en el camino, todavía está tibio.
Levantando la tapa, una masa de un uniforme color crema fue revelada. Antes de tomar su cuchara, confiando en su nariz, fue capaz de distinguir varios ingredientes como queso, ajos y nata fresca. Y aunque al principio creyó que era una especie de fondue, había un olor que le resultaba levemente conocido, pero que aún no era capaz de identificar.
– Según la señorita Neza, este alimento se llama Aligot, su base principal son las patatas en puré y queso derretido sin curar. Espero que le guste.
Tomando su cuchara, se dio cuenta de que aquel alimento tenía una consistencia espesa, y hasta un poco elástica ya que se resistió un poco a la cuchara, sin embargo, cuando se la llevó a la boca, sus dudas se disiparon.
El sabor le gustaba, le gustaba mucho, de hecho, no se había equivocado en los ingredientes, y aún con todo, combinaban bastante bien con las llamadas patatas.
Con su segunda cucharada, en su mente ya estaba analizando la posible receta, además de con qué otros alimentos quedaría bien.
De desayuno en unas tostadas, de almuerzo acompañado con salchichas asadas o algún asado de carne bastante jugosa, incluso solo con palitos de pan quedaría bastante bien.
Mientras Denis comía con bastante apetito, y su cabeza parecía estar sumida en sus pensamientos, a Nereida se le hacía agua la boca por el llamado Aligot, y por un momento casi se le olvida su propio plan. Se había levantado desde antes de salir el sol para ir donde Neza, y la había visto preparar el plato mientras todavía no había desayunado.
Agitando su cabeza para despejar su mente, se dio dos palmaditas en las mejillas para centrarse, Denis había picado el sedal, y era momento de tirar del anzuelo.
– Señor Denis…
Empezó a decir mientras observaba que el hombre estaba sumido en su propio mundo.
— Si quiere la receta, podría dársela con mucho gusto, pero necesito que me ayude con una pequeña cosa.
Asintiendo, Denis aceptó desde antes de que la chica dijera cualquier cosa, era la prometida de su joven duque, y si él confiaba en ella, entonces él no tenía ningún motivo para desconfiar.
Habiendo terminado el desayuno, Fran se preparaba para salir. Como era costumbre, el muchacho tenía la mente en sus pendientes del día mientras bajaba las escaleras, y antes de abrir la puerta de la entrada, una voz en su espalda le llamó la atención.
– Señor Lumiere…
Dando media vuelta, el joven vio que quien le llamaba era Nereida desde lo alto de la escalera, por lo que empezó a caminar en su dirección.
– ¿Desea algo, señorita Hammer?
Preguntó el muchacho algo extrañado por el comportamiento de la chica. Esta era la primera vez que lo buscaba para algo.
– ¿Hoy estará muy ocupado?
Preguntó Nereida mientras juntaba las manos levemente nerviosa.
– Un poco.
Respondió Fran aún sin entender qué ocurría.
– Volveré a la hora del almuerzo como siempre, pero tendré que volver a salir…
– ¿Y volverá antes de la cena?
Interrumpió la chica antes de que Fran pudiera terminar de explicar.
Aún confundido, el muchacho repasó sus pendientes y negó levemente la cabeza.
– No estoy seguro. He de reunirme con…
– Por favor, intente llegar para la cena.
Volvió a interrumpir la chica, esta vez con un tono de súplica en sus palabras.
Con su desconcierto en aumento, la curiosidad de Fran también aumentaba.
– Quizás podría hacer unos cambios en mi agenda, sin embargo, no entiendo el motivo de su insistencia y pido que me explique.
Jugando con las puntas de sus dedos, la cara de la chica se enrojeció y con algo de vergüenza dio una explicación a medias.
– Ehh, bueno, es que me gustaría cenar con usted...
Tal declaración tomó por sorpresa al muchacho, y perdió el aliento como si hubiera recibido un puñetazo.
– Ehh, bueno, yo…
– Por favor…
Insistió Nereida mientras abría mucho sus grandes ojos azules.
– Mañana tendré que volver a hacer voto de silencio, y pasado mañana es mucho tiempo. Por favor, se lo pido.
Sin saber cómo reaccionar a la actitud de Nereida, y sin tener una razón para rechazar el primer pedido directo que ella le había hecho, Fran sabía que su comentario de reorganizar su horario lo había hecho un poco a la ligera. No había nada que pudiera cancelar, y en especial la tarde la tenía bastante ocupada.
- Quizás pueda adelantar algo del trabajo de la mañana, pero dudo que pueda llegar a almorzar...
- ¡Así sería aún mejor!
Declaró la chica con cierta euforia, pero se corrigió a sí misma a media frase.
- Digo, así tendrá más hambre para la cena.
Por un momento, ese extraño comentario por parte de Nereida hizo que Fran desconfiara. ¿La chica planea algo?, se preguntó. Pero volviendo a mirar el rostro tan inocente que la alta chica tenía en el rostro, sus dudas se disiparon.
- Está bien, señorita Hammer. Es más que seguro que no llegue a almorzar, por lo que le pido que no me espere, al mismo tiempo que le doy mi palabra de que llegaré a la hora de la cena.
- ¡Perfecto!
Declaró la chica con bastante júbilo, mientras daba media vuelta y se echaba a correr.
- Lo espero sobre las 7 en mi habitación, por favor sea puntual...
Gritó Nereida mientras se alejaba, y debido a que el primer impulso del joven duque fue advertirle que no corriera en los pasillos, pasó casi un minuto antes de que el cerebro del muchacho llegara a procesar que Nereida lo había invitado a su recámara.
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