Capítulo 11: ¿Cómo supiste que era yo?

Adám suspiró antes de tomar mi mano, al ver su expresión seria no pude evitar sentirme preocupada.

¿Qué estaba pasando? ¿Qué era lo que sucedía para que su expresión sonriente cambiará a este tipo de mirada?

— Pequeña jefa, es mejor si no te adentras en esa agua fangosa, así que no entraré en detalles, lo único que te puedo decir es que la relación entre el Pequeño jefe y el Gran jefe en el pasado era muy buena, aunque la mayoría de las personas no la veían de este modo debido a la apariencia fría del Gran jefe, sin embargo, ellos se llevaban de maravilla, en cuanto a porque es reacio el pequeño jefe a salir de la mansión supongo que es por el accidente automovilístico, ya que aconteció de camino a la montaña. Supongo que el Pequeño jefe aún no lo supera, quizás nunca lo haga.

Tras decir aquello, Adám se alejó rápidamente de mi lado como si estuviera huyendo antes de permitirme hacer otra pregunta.

¡Cielos!

Todo lo que pasaba con estos hermanos me tenía en una maraña de emociones, aunque había pensado en preguntarle a Aidan sobre su accidente al ver sus colapsos no pude atreverme, podía ver que aquel episodio era una herida que aún la tenía abierta, además era el meollo de su terquedad para realizarse la cirugía.

En cuanto a Edén, ese hermano era demasiado atemorizante, además de que cuando me contó la situación de su hermano omitió por completo los detalles del accidente, así que no me atreví a preguntarle.

Suspiré mientras veía el cielo azul antes de llegar a una conclusión.

Decidí dejar de pensar en esas cosas problemáticas y fui a la cocina a preparar un postre para compartir con Aidan, después de todo, no había nada que un buen postre no podía solucionar.

Cuando llegué a la cocina algunas mucamas se encontraban charlando de manera amena, sin embargo, al notar mi presencia rápidamente guardaron silencio.

Ante sus acciones no pude evitar sentirme divertida, debido a que esta era la primera vez que veía a alguien sintiéndose incómodo con mi presencia debido a mi nueva identidad, ciertamente, era algo hilarante.

— Hola chicas, no se preocupen por mí, sigan hablando, disculpen que las molestes solo vengo a hacer un postre — les dije mientras me acercaba a la refrigeradora para buscar los ingredientes que iba a necesitar.

Por suerte no me hacía falta nada.

— Joven ama, diga no más en que le podemos ayudar, estamos a sus órdenes — señaló una de ellas mientras se acercaba a mí.

Sonreí para mis adentros ante su curiosidad, estás chicas tan curiosas, bueno, les daría algo de qué hablar.

— Voy a preparar un postre para Aidan — les dije tratando de parecer avergonzada.

Aunque si era sincera si me sentía algo tímida.

— ¡Oh! — exclamaron con un claro brillo en los ojos.

Je.

— Yo lo quiero realizar para demostrarles mis sentimientos sinceros — dije bajando la cabeza para mirar mis manos.

Aquellas chicas se miraron entre ellas, como si estuvieran conversando telepáticamente.

— Lo entendemos — comentó la que parecía ser la líder — Sin embargo, cualquier cosa que necesite no dude en decirnos.

Tras decir eso volvieron a sus quehaceres, no sin antes echarme algunas miradas para nada discretas.

Ellas eran tan divertidas.

Bueno, dejé de perder el tiempo y busqué todos los ingredientes antes de ponerme manos a la obra, fui muy minuciosa a la hora de elaborar el postre de chocolate, a pesar de que no sabía si le iba a gustar a Aidan lo que estaba haciendo, sin embargo, eso no fue motivo para desanimar mi día.

Luego de un par de horas el postre estuvo listo, corte un buen trozo antes de decirles a las chicas que se quedarán con el resto, a lo que ellas se mostraron encantadas mientras me deseaban suerte.

Caminé durante algún tiempo por los pasillos antes de llegar a dónde había dejado a Aidan, por suerte él se encontraba en el mismo lugar.

Sonreí para mis adentros mientras me imaginaba su expresión al probar los que había hecho.

— Enfermera, deja de perder el tiempo y trae rápidamente ese postre fragante que tienes en tus manos — soltó Aidan haciendo que detuviera mis pasos.

Realmente, por un momento pensé que él me estaba viendo, sin embargo, al notar las vendas en sus ojos, así como su posición de espaldas supe que todo era solo una conjetura sin sentido.

— ¿Cómo supiste que era yo? — le pregunté mientras me acercaba a él.

Aidan frunció los labios como si se sintiera reacio a decirme cualquier cosa, sin embargo, al final no tuvo más remedio que hablar.

— Por el sonido de tus pasos, aunque el sonido es algo distorsionado, siempre tiene un mismo patrón, tu manera de caminar es atroz que se escucha como el sonido de cascos de caballo — confesó.

¡Guao!

No sabía si sentirme ofendida o halagada con su comentario tan poco romántico.

Yo esperaba que dijera algo como que me reconocería siempre sin importar quién o por mi aroma o cualquier cosa romántica que se le pudo haber ocurrido, menos este tipo de palabras.

— Eres tan cruel — le dije — Mira, te traje un rico pastel que yo misma hice.

Aidan al escuchar mis palabras sonrió antes de arrugar el entrecejo.

¿Qué le pasaba?

— ¿Es seguro comer lo que haces? ¿Siquiera sabes cocinar? ¿No me dará indigestión o algo?

Ante el aluvión de preguntas que había hecho me dieron unas inmensas ganas de tirarle el postre en el rostro, al final pude contener mi mal genio porque sabía muy bien que solo me estaba tomando el pelo.

— ¿Quieres morir? — dije entre dientes haciendo que Aidan soltará una carcajada.

Era maravilloso verlo sonreír y no con aquel rostro decaído y llenó de una pesadumbre sin fin.

— No seas tonta, para mí es un placer probar algo que hayas hecho — mencionó con una sonrisa.

Negué con la cabeza mientras colocaba una pequeña cuchara en su mano, sin embargo, saque otra rápidamente y la hundí en el pequeño platillo.

— Di ¡Ah! — le dije.

— ¿Por qué? — cuestionó.

— Solo dilo — le pedí.

— ¡Ah!

Rápidamente, aproveché que estaba hablando para darle de comer.

— ¡Tú! — soltó haciendo que sonría.

— En realidad solo te quería alimentar y que tú me alimentes — dije en voz baja — Vamos dame de comer y dime qué tal estuvo mi postre.

El rostro de Aidan se tornó rojo ante mis palabras antes de hablar.

— Está rico — susurró.

— Sabía que te gustaría.

Luego, él tomó aquella cuchara y la hundió de forma delicada en el postre antes de levantar aquella cuchara y dejarla suspendida en el aire.

— ¿Acaso no piensas comer? — gruñó.

Me reí ante su aspecto huraño antes de acercar mis labios a aquella cuchara y saborear aquel postre.

— ¡Delicioso! — exclamé mientras miraba con admiración como el rostro de Aidan se tornaba rojo.

Él definitivamente era demasiado lindo.

¡Ah!

Dejé de perder el tiempo y lo ayudé a degustar el pastel mientras le explicaba como lo había realizado, en todo nuestro intercambio, Aidan se mostró interesado.

Este era otro rasgo que me gustaba de él.

Aidan era el tipo de persona que sabía escuchar a los demás hablar, que no era tan ególatra para querer hablar de sí mismo, es más, parecía disfrutar compartir anécdotas.

— Suena fácil de hacer, algún rato intentaré hacerlo — comentó haciendo que riera.

— No puedo imaginarte en la cocina — le dije mientras tomaba sus manos que eran algo callosas — Pareces tan noble que me es imposible hacerlo.

Aidan se rio entre dientes ante mis palabras.

— Pues déjame romper tu nube, enfermera, porque en el pasado solo pasaba en ese lugar, me gustaba cocinar para mi familia — soltó con una nota nostálgica — Aunque mis platillos no eran tan deliciosos como los que hace un chef, sin embargo, puedo decir que sabían bien.

Suspiré ante sus palabras.

— Me hubiera gustado probar alguna de tus comidas — le dije mientras me levantaba del asiento.

— Tal vez algún día haga algo para ti — sentenció mientras se levantaba.

— Entonces lo esperaré con ansias.

Luego de decir aquellas palabras lo guíe hasta la sala mientras recogía un libro de economía y me ponía a leer.

Aidan se mostró gustoso al notar mi iniciativa, aunque cuando me preguntó sobre lo que había hablado me lanzó una mirada enojada al ver que no había aprendido nada.

Bueno, la economía, sin duda alguna no era para mí, menos memorizar aquellas palabras técnicas y confusas a las que no les encontraba pies ni cabeza.

Al final, yo ya había decidido meterme a la escuela de medicina, mi sueño era ser doctora o enfermera y lo iba a realizar tarde o temprano, todo era cuestión de tiempo.

— ¡Tú eres imposible! — señaló Aidan antes de resoplar.

Realmente creía que si no fuera por su buena educación en este momento me estuviera gritando lo estúpida que era.

— No te enojes — le dije mientras dejaba un beso en su mejilla — Ya deberías haberte rendido, no me gusta la economía, no me gustan los números y sobre todo no quiero aprender.

Aidan crispó los labios como si quisiera decir algo, pero de nuevo su educación era demasiado buena para rebajarse a decir alguna grosería.

Quería reír al ver su aspecto gruñón, pero me contuve, aunque a duras penas.

Contemplé por un momento a Aidan antes de acercarme a su rostro y dejar un suave beso sobre sus labios.

— No te enojes — le dije tratando de parecer lamentable, aunque lo que deseaba era reír.

Aidan negó con la cabeza como si yo fuera un problema difícil de resolver.

— Un beso no soluciona nada — mencionó.

Rápidamente, le di dos besos más.

— Tal vez tres lo hagan — le dije antes de acercarme a sus labios por cuarta vez — No, creo que aún son pocos — añadí mientras lo besaba de nuevo.

Aidan se quedó quieto mientras se dejaba besar de manera suave cuando terminé de darle el vigésimo beso.

— ¿Ya terminaste de burlarte de mí? — cuestionó.

Sin embargo, no esperó mi respuesta antes de agarrar mi cabeza y presionar sus labios sobre los míos de una manera diferente a la que yo lo había hecho.

Ni siquiera se comparaba a ninguna de las veces que lo habíamos hecho en el pasado.

Mi esposo se había olvidado por completo de su acto de doncella y se había convertido en el gran pervertido que era.

Aidan me estaba besando de verdad, un beso que lo sentí en el alma, sus labios sobre los míos se movían en un vaivén que me hizo olvidar hasta mi nombre, lo único que tenía presente era el sentimiento de plenitud que me embargaba cada vez que estaba a su lado además de aquella chispa de deseo que sentí cuando su lengua tocó la mía con una timidez contundente que me hizo papilla.

Sentí que Aidan no me estaba besando, sino devorando, cada movimiento de sus labios sobre los míos se sentían como una tentación, no más bien una invitación a continuar sumergiéndome en esta relación que había empezado con mentiras y engaños.

Y yo estaba dispuesta a hacerlo.

Cuando terminamos de besarnos sentí que el aliento me faltaba por completo, mi respiración era errática, yo deseaba continuar, no, yo deseaba más.

Yo quería que sus manos recorrieran mi cuerpo, que sus labios me besaran hasta el cansancio, quería que estos sentimientos que estaba sintiendo nunca desaparecieran, quería unirme a él en cuerpo y alma.

— Me gustas — soltó Aidan mientras picoteaba mis labios — Me gustas demasiado que me duele.

Justo cuando iba a decirle algo más no pude hacerlo debido a la aparición de Adám.

Adám nos miraba con estupefacción, parecía que no esperaba vernos en tal situación, aunque pensándolo bien, quizás todo esto era un acto suyo.

Él era experto en eso, en hacerse la víctima.

— ¡Cielos! ¿Por qué no consiguen una habitación? Mis pobres ojos han sido corrompidos con sus actos inmorales — cuestionó Adám.

Yo quiero matarlo.

¿Por qué siempre ese guardaespaldas incapaz aparecía en los peores momentos?

No era científico.

Además, en dónde estábamos siendo inmorales, claramente, Aidan y yo éramos esposos.

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Comments

Martha Gomez

Martha Gomez

Llegó el sapo.

2024-06-18

0

KAMELIA

KAMELIA

🤣🤣🤣La víctima 😆😆

2023-12-11

3

Adriana Navas

Adriana Navas

no me gusta ese tipo

2023-11-21

0

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