Capítulo VI -Temor y deseo

-Dante- al escuchar su voz se estremeció involuntariamente. El aludido se había sumergido en sus ensoñaciones después de devanarse los sesos y al tocar la puerta Víctor este lo había despertado - sé que estás allí- volvió a golpear la puerta.

-no es necesario que abras- dijo Víctor- solo quería saber si estabas bien. Mira, sé que estuve mal y lo siento... -pasaron varios segundos de completo silencio.

- ¿estás allí cierto? -preguntó Víctor, ahora no tan seguro de su acierto. Después de dudar por medio minuto si debía responderle o no, Dante contestó:

-sí.

-te dejaré un regalo aquí, ¿de acuerdo? -Dante no respondió. Víctor tampoco insistió en que lo hiciera.

Dante esperó incluso después de que se marchara para abrir la puerta. Le daba curiosidad ver cuál sería el regalo, sin embargo, al ver la bolsa que colgaba del pomo consideró tirarla sin molestarse por mirar el contenido. Pero al final le pareció una falta de cortesía y un desperdicio.

Tomó la bolsa y la abrió. Hizo una mueca cuando vio las chucherías con ingredientes que no daban ninguna gana de combinarlos: Galletas de coco, papas saborizadas de limón, yogur con trozos de duraznos y chicles con relleno ácido... Por un momento pensó en que se trataba de una broma y que Víctor quería generarle un dolor de estómago porque parecía haber agarrado de un supermercado lo primero que había visto. Entonces cayó en cuenta de que eran algunos de los comestibles que a veces consumía en los descansos de la escuela. Dante reflexionó en la manera en que siempre terminaban las situaciones entre ellos, cuando juraba no caer bajo el influjo de Víctor sucedían cosas como esas. Cosas que le conmovían.

...

Al día siguiente Víctor convidó a Dante emparedados y sodas. Se habría sorprendido de la aceptación de Dante si no hubiese anticipado que podría rechazarlo y por eso había comprado la comida antes de invitarlo. Sabía que Dante no era de los que rechazasen la comida, aun cuando fuera él quien se la ofreciera (a modo de disculpa). Aunque este último no parecía muy contento con el resultado, pues no lo miraba a los ojos y mantenía el ceño fruncido. Al principio creyó que estaba enojado, incluso nervioso o asustado. Lo cual era normal. Por lo que al aproximarse a él hacía un rato fue cuidadoso en no tocarle. No quería perturbarlo más. Sin embargo, luego de que se sentaran en los bancos de la escuela, Dante permaneció sin probar bocado y se sonrojó al descubrir su mirada sobre él. Luego apartó la suya. Reconoció entonces en el rostro contrario apocamiento y pudor. De todas formas, era evidente que Dante no se sentían cómodo con su cercanía.

- ¿no vas a comer? -preguntó Víctor.

-no quiero que me mires.

- ¿desde cuándo te preocupa lo que piense?

-siempre estás pensando en alguna cochinada-Víctor no se contuvo de reír.

-es cierto- “¿acaso es más consciente de mi presencia?” meditó Víctor sobre el comportamiento de Dante.

Repasando su historial de relaciones pasadas, en contadas ocasiones había tardado más de dos semanas en conseguir salir con una chica. Dante estaba batiendo el récord. Pero no contaba, ya que no era una chica. Y gracias a su acto iba a tomar más tiempo. Aunque Dante se mostraba más dócil (por decirlo de una manera) últimamente, lo cual no entendía si era fruto de su empeño o algo lo había llevado a cambiar de actitud. Víctor dirigió la vista a su objetivo a tan solo a un metro de distancia, observando el suelo con expresión distraída mientras él pensaba en cómo seducirlo y en cuál podría ser su próximo paso. Además, se preguntó hasta qué punto podía seguir sobornándolo con mecato.