Una gran idea ︎

Lucía

Encima de mi regazo sostengo con firmeza la taza de porcelana, el chocolate divino desprende humo y me calienta los brazos y las llenas de los dedos. Esbozo una sonrisa y me cruzo de piernas; me siento enternecida al ver las fotos de los álbumes familiares. Mi suegra Eleonor me muestra foto por foto y me cuesta la historias detrás de ella y, lo hace llena de nostalgia, felicidad y tristeza.

-Aquí fuimos a Wisconsin, era invierno y Erick se moría de ganas por esquiar. Él y Hugo tenían ese entonces ocho y nueve años, Hugo tenía mucho miedo. Aquí fuimos a patinar, Erick lo hacia con destreza y daba vueltas y vueltas, mientras que Hugo solo se caía y se sostenía del suelo.

Me acerco más a la foto. Los dos hermanos están vestidos con ropa de nieve, Erick sonríe mostrando los dientes, pero Hugo solo esboza una sonrisa tímida e insegura.

-Eran tan bellos e inocentes. Su amor de hermanos era inquebrantable. Erick siempre cuidaba de su hermano y le defendía de aquello que querías lastimarlo, él siempre fue valiente en ese aspecto. Hugo siempre fue frágil, se enfermaba demasiado.

A medida que cambia de fotos, me percato de que no existe ninguna foto de Hugo con su padre. Las fotos donde aparece Domink son con Erick o con Evelyn, pero jamás Hugo. Por prudencia, no pregunto.

-Mis tres hijos piensan que no les quiero, pero la verdad es que son mi mayor tesoro, mi razón de vida, por su felicidad lo daría todo -cierra el último álbum y lo deja encima de la mesa

-¿Por qué piensa eso? Hugo la quiere mucho. A veces a los hombres les cuesta más demostrar afecto, pero ¿cómo no amar al ser que les dio la vida?

-Hay madre que no quiere a sus hijos. De verdad existen mujeres así. ¿Tú extrañas a ms tuya?

-Me hizo mucha falta, toda mi vida necesité de aquella figura materna que me aconsejara, con quien hablar de cosas. Mi padre se ofrecía a escucharme, pero sabía que no podía entenderme por qué era hombre, pues el corazón de una mujer es tan distinto al de ellos.

-Cuanta razón hay en tus palabras. Las mujeres somos más sensibles por naturaleza y somos más compasivas. Yo me arrepiento de muchas cosas, Lucía, cosas que hice y ojalá pudiera regresar al tiempo y volver a hacerlo todo asertivamente.

-¿Puedo saber que hizo?

-Ahora no tengo muchas fuerza para contarlo -niego moviendo los dedos y disimular su temblor. Me doy cuenta del nudo que se le ha formado y esconde su rostro de mí.

Antes de que pudiera decir alguna palabra, Erick se hace presente en el umbral de la entrada de la sala de estar.

-Buenas noches.

Eleonor se recompone y se irgue en el sofá de la sal de estar.

-Erick hijo, estaba preocupada. ¿En dónde estaba?

-Estaba con Kenzie hablando de un asunto sobre la boda, salió ahora con que quiere casarse antes de que nazca el bebé, se enojó cuando le mostré mi desacuerdo.

-Estás en todo tu derecho de dar tu opinión, pero pienso que debe de tener buenos argumentos para ello.

Erick asiente y desliza la mirada hacia los álbumes encima de la mesa y me coge de sorpresa cuando sus ojos verdes se topan con los míos, lasvío ls mirada rápido y siento el bombardeo fuerte en mi corazón que me recorre la médula, nerviosa me pongo de pie y me echo el pelo para atrás con un movimiento rápido.

-Ya es tarde, voy a retirarme. Adiós, Eleonor -le beso ambas mejillas y ella sonríe-, que tenga buena noche y si ve a Hugo por favor dígale que me llame

-Por supuesto, querida, y buenas noches para ti también.

Tomo mi cartera y mi abrigo negro y cuando paso por el umbral, lo hago como un cachorro acorralado, pero no por miedo.

-Buenas noches, Erick.

Salgo de la mansión y me pongo mi abrigo en el camino, el viento de la noche me abraza las piernas y los brazos, mi cabello se agita y tengo que apartarlo de la cara, voy hacia mi coche y cuando abro la puerta, La figura de Erick está de pie en el costado del auto. Me ha seguido y no me he dado cuenta.

-Espera, Lucía. Necesito que hablemos.

-¿Sobre qué?

-Sobre lo que pasó entre nosotros aquella noche.

Un montón de sensaciones me invaden el estómago. Me quedo pasmada mirando su rostro, está serio y eso solo me hace sentir más nerviosa y ansiosa, de modo que me provoca el sudor en las manos y que el corazón se me quiera salir del pecho.

-Claro -contesto con la garganta seca.

-Vamos al despacho de la casa.

Asiento en silencio y cierro la puerta de mi vehículo, Erick y yo caminamos de regreso a la mansión, cuando entramos, todo está sombrío y la tenue luz de las lámparas en las paredes alumbran los pasillos. La casa está dormida y se oyen nuestros pasos.

-Mi madre ya se fue a dormir, todo están dormidos, así que, podemos hablar con libertad.

Cierra la puerta cuando estamos en el despacho. Este lugar, por una extraña razón me intimida, tal vez se bebe a su tan exótica decoración, sin duda, digno de un hombre poderoso. En las paredes había numerosos cuadros de los antepasados de esta familia, otros cuadros eran más formales y guardaban significados oscuros, hay una cabeza ciervo encima de la chimenea, dicha chimenea que Erick enciende y el fuego comienza surgir. Me dejó caer lentamente en sola chesterfield oscuro. Erick retira y viene a mí sin apartar sus ojos.

-¿Quiere tomar algo?

-No. -Contesto de inmediato.

Él asiente, también está nervioso.

-Yo tenía que hablar contigo sobre lo sucedido. Verás..., yo, necesito pedirte una completa disculpa, fue un error ir a tu departamento y entregarnos a ello. No estuvo bien.

-Te confieso que no he podido dormir desde entonces -digo subiendo un brazo al respaldo y cruzando las piernas forradas con unas botas.

Erick nos parpadea y repite mi acción de subir el brazo y nuestros dedos están en frente, casi rozan, muy cerca, tanto que puedo sentir su calor.

-Bueno..., te confieso que yo tampoco -el tono en el que lo dice es lento, bajo y grave. Su voz es única, tan varonil y masculino como su perfume que ahora mismo desprende. Entonces me imagino hundiendo las narices en su cuello-. Debemos de olvidarlo.

Su frase me saca de mi nube erótica. La repito nuevamente en mi mente. He de admitir que me siento increíblemente descarada teniendo este tipo de pensamientos, yo nunca le he sido infiel a mi novio, o al menos no físicamente y eso fue hace unos días. En mi mente, siempre pensaba que era Erick quien me tocaba y me hacía el amor. Pero después de que sentí sus manos en mi cuerpo, reconozco aquel perfume viril, me hizo delirar y aquella fantasía con Hugo siendo Erick pasó a segundo plano.

-¿Olvidarlo? ¿Enserió crees que eso será posible?

Carraspea.

-Debemos de intentarlo -dice y noto como descaradamente su mirada se pasea por mis piernas-. Seré padre en unos meses y me casaré.

Eso fue más que suficiente para que mi encanto se echara para atrás, aquel sentimiento desaparece y ahora irgo mi postura descruzando mis piernas sintiéndome avergonzada.

-Tú eres la novia de mi hermano y yo no puedo hacerle esto.

-Hablas como si ya tuviéramos una relación -contesto e intentado que mi voz no suene tan filosa-. Pero tienes razón, lo mejor será dejarlo todo atrás y seguir con nuestras vidas tal cual como ya lo estaban.

Me levanto del sofá y siento su mano en mi muñeca, impide mi paso.

-Lucía, espera.

No me giro, sin embargo, siento su fuerte y grande presencia detrás de mí, como de un gran oso negro. Su mano abrazadora se topa con la mía y sus dedos acarician los míos y siento que voy a arder en llamas. Huele mi cabello, lo sé porque lo oigo suspirar, luego su nariz baja poco a poco hasta mi oreja.

-No te vayas aún.

Hace que me voltee y contengo el aliento, su respiración es cálida y choca con mis labios.

-Puedo saber en lo que piensas -susurra y cada vello de mi piel se eriza.

Ni hablar de cuando su coge mi cintura y la otra toca mi mejilla, se escabulle por mis patillas y luego la nuca, cierro los ojos para seguir soñando, pensar que es solo producto de mi imaginación. Pero cuando los abro, son sus ojos lo que me ven con admiración y fascinación con las pupilas dilatas.

-¿Alguna vez te he dicho lo bella que eres?

-Creo que no.

-Eres hermosa -sus manos van a mi mentó y me alza la barbilla y sus labios es tan cerca de los míos que siento el cosquilleo-. Yo tampoco puedo dejar de pensar en nosotros y creo que se me va a hacer muy difícil poder olvidarlo.

-Pero debemos de hacer el intento, no está bien que hagamos esto.

Me mira los labios y luego los ojos: -Tienes razón. Es lo mejor.

Maldición. Quiero que me bese una vez más, una última vez en mi vida. Solo dos segundos, sentir el calor sus labios junto con los míos... una última vez más. Por favor.

-¡Oh, Lucía, siento que moriré si no te beso ahora!

Erick parece leer mis pensamientos, porque se pasa la lengua rojiza por sus labios, humedeciéndolos y de un tirón atrapa los míos. Siento que voy a desmayarme porque me besa con tanta pasión que va a matarme. Sus labios se enredan con los míos y su lengua viperina se topa con la mía.

-Nunca pares de besarme, Erick -gimo sintiendo la humedad en mi cuello.

Me echa para atrás y caigo al sillón y él queda de pie, lo miro desde arriba y parece una figura inalcanzable.

-Te deseo, Erick.

-Yo también te deseo como no te imaginas. No sé que me pasa, pero de repente lo único en que pienso es en besarte.

Sube una rodilla entre mis piernas y con su mano me empuja al respaldo. Vuelve a besarme con la misma intensidad.

-Erick, Hugo puede llegar.

-No lo hará. Se irá directo a su habitación y no va a molestarnos.

Nos seguimos besando por un buen rato con sus manos acariciándome las piernas y tocándome hasta llegar al clímax. Sin embargo, nuestra burbuja sensual se explota cuando se oyen unos pasos.

-¿Lucía, estás aquí?

-Maldicion, es Hugo.

Saco las manos de Erick de mi cuerpo y me acomodo la falda, el hombre a mi lado parece ido y a la vez me mira ceñudo, como reprochándome por haberle apartado.

-¡Lucía! -Hugo entra sin tocar al despacho y al verme, sonríe-. ¡Pero aquí estás! Vi tu camioneta y supe que estabas aquí.

Su mirada viaja a Erick y no dice nada, ninguno dice nada.

-¿Qué hacían?

-Erick y yo hablábamos de... un problema que se ha presentado en mi empresa, George ha dejado su puesto de la vicepresidencia y venderá sus acciones, yo le estaba proponiendo a Erick que aceptase trabajar conmigo, es decir, que tome el puesto de George. -Titubeo y miro a Erick de soslayo.

-¿Y aceptó? -Hugo pregunta, no muy convencido.

-En eso estábamos.

Los dos miramos a Erick, él se pasa los dedos por los labios con la mirada perdida en un punto fijo. Al percatarse de nuestro silencio, vuelve en sí.

-¡Claro! Lucía y yo hablábamos de eso y... creo que ya tomé una decisión. Con mucho gusto voy a trabajar contigo, será un placer.

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