Diecisiete: Estrés

— ¿Me está diciendo que cometió allanamiento? —preguntó el detective Roswell con una libreta en una mano y en la otra sosteniendo una lapicera.

—No, fue una exploración urbana— en parte no mentía, fui a explorar— Escuché un zumbido en el sótano, bajé y fue cuando vi unas máquinas conectadas a una especie de cápsula enorme— mientras iba hablando él anotaba.

— ¿Y en la cápsula estaba Elizabeth? —asentí.

—Sí, amarrada adentro— agregué.

— ¿Y por qué la sacó de ahí en vez de llamar a las autoridades? —lo miré incrédulo.

—Sabía a quién pertenecía la mansión, todos saben que Richard estaba en cosas turbias, fue puro instinto— estaba confiado en mí, espero que ellos también lo estén de mis respuestas.

—Cuénteme, por favor, ¿cómo fueron sus días después de eso?

—Un día después, salimos para la casa de mis abuelos en el auto de mi mamá, el cual quedó en un motel porque nos estaban siguiendo; caminamos hasta un mirador donde nos encontró mi abuelo, nos llevó a su casa y nos quedamos unos tres días. Después mi abuelo nos prestó su auto y venimos para acá— traté de saltearme las partes que serían irrelevantes para ellos.

— Entonces, pasó una semana desde que encontraste a la señorita Nilsson…

—Martin, señorita Martin— lo corrigió ella, quien estaba al

lado mío ¿Una semana?, ¿ya pasó una semana?

—Señor White, ¿pasa algo? —miré al detective.

—Mi mamá volvía en una semana y ni siquiera la llamé— busqué palmeando mi campera y donde estaban los bolsillos de mi pantalón.

— ¿Su madre?

—Victoria White, salió de viaje por trabajo, se suponía que volvía en una semana —me levanté del sillón preocupado — Creo que dejé el celular en su auto —me agarré la cabeza —Estoy muerto —volví a sentarme en el sillón rendido. Elizabeth acarició mi espalda de arriba hacia abajo como consuelo.

— ¿Por qué dice eso?, ¿su madre lo maltrata? —fruncí el entrecejo.

—No, es una forma de decir —me masajeé las cien —Debe de estar preocupadísima. Habrá llamado a los abuelos y ellos de seguro le dijeron que me vine para acá con vos— suspiré.

—Perdón, no quería ponerte en problemas— miré a Elizabeth, creo que malinterpretó mis palabras.

—No, nada de esto es tu culpa, no te disculpes— dejé unas suaves palmadas en su rodilla.

—Gracias por su cooperación, la mantendremos al tanto del caso— el detective Roswell se dirigió a la señora Martin. Metió su mano en el bolsillo de su chaqueta y sacó como un mini control, pero con solo un botón— Esto es un botón de pánico con un rastreador, si pasa algo, aprieten el botón e iremos a su ubicación enseguida— nos dio uno a los dos— Que tengan linda tarde— se despidió y se fue junto con su compañero. Guardé el mío en el bolsillo interno de mi campera.

Cada vez se presenta un problema más, casi estamos liberados de Richard, pero ahora debe de estar como loca mi mamá. Una noche pude dormir bien, solo una, y probablemente mientras yo dormía mi mamá ni pestañeó porque no fui capaz de acordarme de algo tan simple como llamarla o escribirle un mensaje.

—Ray, si no fuera porque…

—Elizabeth— la interrumpí— No estoy de humor, me duele la cabeza— me levanté del sillón y caminé hacia las escaleras— Disculpen.

—Elizabeth— escuché la voz de Isabelle llamando a su hija mientras iba subiendo. Me encerré en el cuarto que me tocó.

«Falta poco, falta poco» me traté de tranquilizar apoyado en la puerta cerrada. Caminé a la cama con la idea de que una siesta podría mejorar o sacarme un poco el estrés que recién había notado que llevaba. Fue completamente inútil, solo daba vueltas en la cama pensando en qué estará haciendo mi mamá ahora, gritándole a la policía del pueblo o maldiciéndome en todos los idiomas probablemente.

¿Qué hubiera pasado si solo me quedaba en casa?, ¿estaría recibiendo a mamá?, ¿alguna vez encontrarían a Elizabeth?

Creo que estuve como unas dos horas suponiendo en qué sería de mi vida si no hubiera actuado tan impulsivamente, no es que me arrepienta de conocer a Elizabeth, pero es con ella llegaron tantos problemas. Bueno, no es su culpa tener de papá al típico científico obsesionado con su trabajo que no le importa nada más que descubrir nuevos avances en la tecnología. Supongo que aparte de ser avaricioso buscaba fama, algún famoso y exitoso proyecto con su nombre, no lo estoy justificando, considero terrible lo que le hizo a la rubia.

Bajé de nuevo a la planta principal, con vergüenza, pero bajé. No había nadie en la sala ni en la cocina, tampoco en el comedor o el invernadero. Salí al jardín trasero y encontré a Elizabeth sentada en un sillón que colgaba del techo, leyendo un papel cortado.

—Hola— saludé, ella se sobresaltó arrugando el papel, y así como estaba lo guardó.

—Ray, ¿te sentís mejor? —preguntó haciéndome un lugar para que me sentase al lado de ella. Miré el sillón con desconfianza — Tranquilo, hace un rato estábamos la jardinera y yo sentadas y no pasó nada— aseguró. Me acerqué y me senté sin confiar completamente.

—Quería disculparme, estoy un poco estresado y quería un tiempo a solas— la miré y ella me observaba con atención— Perdón si te hablé de mala manera— sonrió.

—No pasa nada, ambos pasamos por mucho y vos hiciste la mayoría— aunque su sonrisa no se borró, algo en su expresión sí— Debería ser yo la que se disculpara por dar tantos problemas y no hacer nada al respecto— su ánimo decayó.

—Creo que tenemos que dejar algo en claro, la culpa es de tu padre, por él estamos en esta situación— frunció el entrecejo.

—Sí, es por él, él lo arruinó todo— me acomodé en mi lugar teniendo cuidado de no mover tanto la hamaca para que no se rompiera, me daba esa impresión— Por su egoísmo no tuve la oportunidad de crecer como se suponía, de conocer la gente que debía ni tener la vida que merecía— apretó los puños mirando un punto fijo en el pasto— No bastó con quitarme la niñez y la adolescencia que ni siquiera me dejó pasar por la juventud ni adultez— podía notar muy bien que estaba enojada, furiosa mejor dicho.

No sabía qué hacer, si dejar que hablara o tratar de calmarla, así que solo pasé mi brazo por su hombro y le acaricié este reconfortándola en silencio.

ㅤㅤㅤ

Ya era de noche, casi las doce. Agarré mi pijama que estaba arriba de la cama y cuando iba a entrar al baño veo como una mano pasa rápidamente por al frente tapando con un pañuelo húmedo la boca y la nariz. Traté de sacármelo de encima, pero también sostenía mis brazos. No pude pelear mucho cuando empecé a sentir que los ojos se me hicieron pesados y mi cuerpo se fue aflojando.

«Oh, no, Elizabeth»

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