Once: Caminando

—Una persecución más y llegábamos— al final terminamos caminando por nuestra propia seguridad y la de mis abuelos, después arreglaría el asunto del auto de mi mamá, al menos lo dejé en el estacionamiento de un motel

—Sí, a la cárcel— bufó molesta. Íbamos por el costado de la calle, yo adelante y ella atrás

— ¿Al menos trajiste agua en esa mochila? —no esperó una respuesta que se acercó, abrió la mochila y buscó— Gracias a Dios, no sos tan tonto— suspiré fuertemente ignorándola y seguí caminando, por su parte se apresuró a estar a mi paso— ¿Ingeniería ambiental es difícil? —preguntó de la nada, la miré de reojo.

—Más o menos, ¿por qué? —cerró la botella y negó con la cabeza.

—Es que nunca había escuchado de esa carrera— hizo una pausa— Yo iba a estudiar arte, pero mi papá no estaba de acuerdo, me decía que me iba a morir de hambre— comentó.

—Bueno, eso depende de cada uno, ahora es popular vender arte, solo hay que saber promocionar y tener el talento, creo que también cuenta la originalidad. Cuando salgas de todo este lío podrías vender por línea— le aconsejé, sentí su mirada.

— ¿Vos pensás que todo esto va a terminar? —la miré, parecía estar buscando consuelo, después de todo no soy el único que está pasando por esto, a ella le quitaron la oportunidad de crecer en los años que debía, de golpe porrazo todo en el mundo cambió y no es como la última vez que estuvo consciente. Debe de estar asustada, sentirse sola.

—Sí, solo hay que buscar la forma— respondí tratando de sonar confiado. No sabía de qué forma estaba hablando, pero tenía que haber una.

— ¿Y cuál es esa forma? —una ligera sonrisa se dibujó en su rostro, miré de nuevo para al frente sintiéndome algo avergonzado, ¿qué me pasaba?

—No sé, pero ya se nos va a ocurrir algo— quedamos en silencio.

— ¿Te gusta pintar? —negué.

—Soy pésimo, prefiero leer— confesé.

—Una vez intenté leer un libro, pero todo me distraía, entonces me rendí y lo dejé— otra vez silencio ¿A qué venía este interés de la nada hacia mí?, pensé que en su mundo solo era ella y nada más que ella— ¿Sigue existiendo Hello Kitty?

—Sí, es más, está muy de moda.

—Que bien, al menos algo que conozco— la miré, parecía estar desanimada, capaz esté cansada, llevamos caminando una hora, y a este paso es difícil saber cuánto nos falta.

Media hora más y me dolían los pies, nunca había caminado tanto en mi vida, hasta la rubia los arrastraba para caminar. Más al frente visualicé un mirador, miré al cielo agradecido, después de tanto íbamos a poder descansar. Tomé a Elizabeth de la muñeca y apuré el paso ignorando sus quejas. Cuando llegamos, lo primero que hicimos fue sentarnos en el sol, por el frío, y mirar la vista. Ambos estábamos con las manos dentro del bolsillo de las camperas, recostados en el espaldar del banco de concreto, hasta esto era cómodo.

Estábamos en silencio, solo se oía la naturaleza, pasamos por una persecución, necesitábamos esto, estar sentados, relajados y tranquilos. Cerré los ojos por un momento disfrutando el momento de paz. Después de tanto, o por al menos para mí era mucho, mi vida solo se basaba en estudiar en casa o leer en mis tiempos libres, ni siquiera tengo amigos como para poder salir, no sé, a la plaza. A veces quisiera tener mi grupo de amistades con el poder hablar, pasar el tiempo, pero no, prefiero estar solo, los humanos no somos de fiar.

Inhalo y exhalo suavemente, abro los ojos y agarro a Elizabeth mirándome, rápidamente mira para otro lado, se veía un poco decaída, con el entrecejo fruncido, hasta podría decir que estaba confundida, ¿querrá decirme algo?

— ¿Pasa algo? —preguntó y seguía sin levantar la mirada.

—No— contestó después de segundos— Solo, me preguntaba por qué me ayudaste si nunca nos vimos, ni hablamos— me miró. Qué pregunta, la verdad ni yo lo sé bien.

—Emm, bueno…— suelto aire fuertemente algo nervioso— Va a sonar raro, pero te me aparecías en mis sueños, nada pervertido. La verdad no le daba importancia hasta que te vi en la foto escolar de mi mamá y me dio curiosidad, te busqué en Google y me enteré de tu repentina desaparición entonces…

— ¿Soñabas conmigo? —me interrumpió— ¿Qué soñabas? —se acomodó en su lugar.

—Ahora que lo pienso, situaciones similares, la vez que te pusiste mis anteojos de sol, también una donde me despierto en mi auto y vos estabas sentada en el baúl…— aunque eso último no pasó.

— ¿Me estás diciendo que soñaste el futuro?

—Dudo que eso sea posible— volví a la pregunta principal— La cosa es que, no soy de meterme en cosas que no me incumbe, pero algo en verdad me llamaba en tu caso— admití.

—Capaz yo te llamaba telepáticamente— empezó a hacer un sonido raro con su boca mientras acercaba su mano hacia mi cabeza moviendo los dedos, pude agarrar su mano y bajarla antes que me tocase el pelo. Sonrió y se fijó en mi pelo— ¿Tu pelo es naturalmente así de rojo o te lo teñiste? —me peiné con la mano.

—Nadie tiene el pelo naturalmente tan rojo, es teñido.

—El mío es rubio natural, antes me lo planchaba, pero me gustan mis ondas— me contó agarrándose un mechón para mirarlo— ¿Debería teñirlo? —sonreí, parece ser algo insegura.

—No, está lindo como está— la elogié sinceramente, me sonrió tímidamente.

—Gracias— agradeció casi en susurro dejando su pelo en paz. Nos miramos por unos segundos estando cómodos, sus azules ojos brillaban y sus pupilas estaban algo dilatadas, su humor parece haber mejorado. Reaccioné mirando para otra parte.

— ¿Estás lista para seguir? —hizo una mueca de disgusto.

—Solo estuvimos descansando durante tres minutos— se quejó.

Me levanté ignorándola, sacudí mis pantalones y miré la ruta. Fue cuando me di cuenta de que un auto de color bordó estacionó en la orilla del mirador, Elizabeth se escondió atrás mío. ¿Y ahora qué?

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