Ocho: En viaje

—Solo hay que llevar lo esencial— le avisé metiendo algo de ropa en la mochila. Elizabeth se tiró de espaldas con los brazos extendidos sobre mi cama, me miró, sacó mi celular del bolsillo y se puso a jugar como una nena chiquita. Dejé todo de lado, me acerqué a ella y se lo quité de las manos.

Había pasado un día desde que se enteró, lo negaba hasta que se acercó a mí para preguntarme más, le enseñé fotos de ella y leyó noticias, pero se quedó más fascinada con lo rápido que andaba la internet, lo delgados que se habían vuelto las pantallas y lo táctil del celular. Eran las ocho de la mañana y sé que es un momento difícil para ella, pero tenía un humor insoportable que estaba acabando con mi paciencia.

—Lo estaba usando— se quejó.

—Hay que ahorrar batería— lo guardé en el bolsillo de mi campera y busqué en la mesita de luz el cargador y plata.

—Me dijiste que tu auto tenía para cargarlo— se sentó en la cama y me seguía con la mirada.

—No significa que tengas que gastarla toda ahora— los guardé en la mochila. Comprobé que la llave del auto de mi mamá este en el otro bolsillo, cerré la mochila y la colgué en mi hombro.

—Pero…

—Nada de peros— ya estaba sonando como mi mamá— Vamos— escuché como bufó y al segundo sus pasos atrás de los míos. El viaje va a ser largo, más si tengo que aguantar sus caprichos todo el viaje.

— ¿Y yo qué ropa se supone que me ponga? —preguntó, otro problema más.

—Capaz compremos algo, pero por ahora no— llegamos a la puerta principal, la abrí y ella pasó.

—Yo no voy a aguantar más de un día sin bañarme— se cruzó de brazos y me miró seria en forma de protesta. La miré de arriba hacia abajo sin decir nada y cerré la puerta asegurándola con llave— ¿Me estás escuchando?

—No estamos en situación para pensar si podemos bañarnos cada vez que queramos, princesa— traté de sonar calmado, ya me había irritado su actitud— Pero vamos a escondernos un tiempo en la casa de mis abuelos y ahí veremos, solo mantenete callada cuatro horas más.

— ¿Perdón? —las puertas del ascensor se cerraron y empezó a bajar hacia el estacionamiento. Le di una mirada rápida por última vez y solo esperé llegar.

Al estar abajo caminamos, bueno, apuré a la rubia al auto mientras ella se quejaba, es que seguía paranoico. Yo de piloto y ella de copiloto, tiré la mochila en los asientos y encendí el auto. Miré por el espejo retrovisor cuando justo pasaron dos hombres altos vestidos de negro con anteojos oscuros, los seguí con la mirada, ¿Serán los hombres de Richard?

—Ray, ponete el cinturón y arrancá, ¿O querés que me secuestren de nuevo? —«y ya no tener que lidiar con tu actitud, capaz». Hice lo que ella dijo, pero porque tenía, no porque me lo haya ordenado.

Salimos del edificio en tranquilidad, nada de apuros, no queríamos levantar sospechas. Íbamos en silencio a través del pueblo, excepto por el ruido de afuera, ya saben, autos, gente charlando, niños jugando o gritando por algún berrinche, lo de todos los días. Elizabeth iba viendo por la ventana, parecía estar detallando cada parte, claro, habrá cambiado desde la última vez que estuvo despierta en el 2000, sus ojos parecían llorosos, con ese brillito de tristeza.

Prendí la radio para cortar el ambiente, sentí su mirada unos cortos segundos. Por el rabillo del ojo vi que subió los pies al asiento abrazando sus piernas, Dios santo, es el auto de mi mamá, si se llega a ensuciar me mata.

— ¿Podrías bajar las piernas? —le pregunté amablemente sin despegar la vista del camino.

—Estoy cómoda así, aparte tengo frío.

—Si tenés frío, prendo la calefacción, pero baja los pies porque el auto es de mi mamá, no mío— le di una mirada rápida y vi que me miraba expectante, como esperando algo— Por favor— agregué y me hizo caso. Prendí la calefacción como le había dicho y seguí concentrado.

— ¿Cuántas horas de viaje son?

—Cuatro si vamos al ritmo que estamos.

— ¿Dónde viven tus abuelos, en el medio de la nada? —suspiré.

—Casi, en un campo— se quedó callada, parecía que al fin había paz.

— ¿Trabajas, estudias o sos un nene mantenido? —no, todavía no llegó.

—Parece que nos levantamos muy preguntonas— dije entre dientes.

—Solo sigo tu ejemplo y sacio mi curiosidad— me sonrió inocente. Tengo ganas de dar la vuelta, ir a su casa y dejarla de nuevo.

—Estoy estudiando ingeniería ambiental— le respondí rendido— No trabajo porque mamá quiere que me concentre en mis estudios— esta clase de preguntas me hacen acordar a la amiga de mi madre que me obliga a llamarla tía, lo peor de ella es que me quiere juntar con su hija y ella no me atrae.

—Victoria, como mamá, es raro, una vez me dijo que ni loca se casaba ni tenía hijos— comentó, me lo veía venir.

—Casada no está, mi papá, si es que se puede llamar así, se fue ni bien se enteró del embarazo.

—Oh, bueno, los hombres son así, cobardes— dijo en un tono burlón, estoy seguro de que me quiere hacer enojar, pero va por un mal camino.

—Sí, eso creo— le seguí el juego y otra vez reinó el silencio.

—Contame— otra vez— ¿Cómo es Vicky de madre? —nunca me habían preguntado algo parecido.

—Es buena— dije simplemente.

—Pero, contame más— me pidió, quedé pensando.

—Es muy cariñosa y atenta, mantiene la mente abierta, pero sigue siendo algo inmadura— detallé concentrado en el camino.

— ¿A qué edad te tuvo?

—A los veinte— paré en el semáforo rojo y la miré, me sonrió.

—Ella te tuvo a los veinte y ahora vos tenés veinte, ¿Dónde está tu hijo, o seguiste el ejemplo de tu padre? —me reí sarcásticamente ante su pregunta.

—No tengo hijos y esa es la última pregunta que te voy a responder sobre mí— en su expresión había algo de maldad, esta chica nunca se calla, ¿y dónde está la bondad de la que mi mamá me habló? Lo que me espera de viaje.

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Comments

Scarlet Ojeda

Scarlet Ojeda

jajaja jajaja 🤣

2023-12-01

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