Catorce: Mamá, ayuda

Estacionó el auto en la misma calle donde se encontraba la casa de Isabelle Martin, mi mamá. Sentí como el motor se apagó ¿Y ahora qué?, ¿cómo se supone que me presente frente a mi propia madre para que crea que soy su hija? No debería de estar viviendo esto, ni pesando esto, ni pasando nada esto ¿Qué hacen las mujeres de cuarenta años?, ¿debería estar trabajando, viviendo en mi propia casa?, capaz estar casada manteniendo a un hijo.

—Elizabeth, ¿estás lista? —preguntó Ray sobresaltándome un poco, lo miré y sonreí ligeramente.

—No, tengo miedo— admití— Pero si quiero vivir en paz, tengo que— amplié mi sonrisa.

— ¿Tu mamá era buena con vos? — ¿Mi mamá?, mi mamá era la mejor.

—Ella me defendía cuando papá me gritaba sabiendo que terminaría a con maltrato físico, me cubría para que pueda ir a fiestas o reuniones con mis supuestas amistades, pagaba mis clases de pintura porque mi papá estaba completamente en contra, de chica me contaba cuentos, jugaba conmigo, era mi luz cuando todo estaba oscuro estando todo oscuro también para ella— me abracé a mí misma— Sí, ella era la mejor persona conmigo— él me sonrió.

—Entonces, le va a poner fin a todo este caos— abrió la puerta e imité su acción.

Salimos del auto y al alejarnos se puso el seguro. Parados frente al portón miramos la casa, no era muy grande, pero tampoco muy chica, era de color rosa ponche con divisiones y bordes marrones; el jardín de al frente era algo chico, pero tenían muchos tipos de plantas, como la enredadera que cubría casi toda una pared; parecía tener dos pisos, desde donde estábamos parados parecía larga y estrecha.

—Una casa fuera de lo común— comentó.

—Sí, muy estilo de mamá, de seguro por dentro tiene vinilos decorativos floreados o con mariposas, hojas de árboles cayendo, macetas con distintas flores, debe de oler dulce— imaginé, a mamá le encantaba el estilo de mansión como en las épocas antiguas. Miré las columnas del portón— Mira en esa columna— señalé un aparato raro en una de estas, el pelirrojo se acercó y apretó un botón.

— ¿Hola, Isabelle Martin? — dijo cerca del aparato, me acerqué a él curiosa.

— ¿Quién habla? — una voz femenina nos contestó cortante, parecía ser alguien mayor.

—Hola, sí, soy Ray White y, ah…— me miró y yo a él— Elizabeth Nilsson, su hija— terminó de contestar— Tenemos que hablar con usted con urgencia— agregó esperanzado.

—Si esto es una de sus otras originales bromas más vale que se vayan o voy a llamar a la policía—nos amenazó notablemente enojada. Me alejé mirando alrededor y vi cámaras encima de las columnas ¿Ella me puede ver?

—No sé quién sería capaz de hacer tal desagradable broma, pero le juro que es completamente…— Ray dejó de hablar y me di vuelta para verlo, extendí mi mano nerviosa queriendo que entienda que quería ir junto a él. Se acercó a mí y entrelazó sus dedos con los míos.

Entramos, el camino a la puerta principal fue demasiado corto o así me pareció, tenía la vista al frente. Apreté nuestro agarré y me miró sonriente y le devolví el gesto solo que yo estaba bastante nerviosa. El portón se cerró y se escuchó la cerradura de la puerta que estaba adelante, miramos al frente esperando a ver a mamá, pero al abrirse la puerta un elegante hombre vestido de esmoquin se dejó ver.

—Buenas tardes, jóvenes, la señora los espera en el invernadero, por favor, síganme— se hizo a un lado para que podamos pasar.

Sin soltarnos las manos, entró primero Ray y después yo. Esperamos a que el hombre nos guíe y lo seguimos. Yo caminaba unos pasos más atrás que él, mi mano empezó a sudar, el que la tomaba parece que se dio cuenta porque se detuvo para verme. No dije nada porque se me había formado un nudo, se acercó a mí y me abrazó pasando sus brazos por arriba de mis hombros, frotó mi espalda de arriba abajo con su mano, este chico se hará el muy serio y todo, pero sabía bien qué decir y como actuar en estas situaciones. Respirando hondo, tratando que el dolor en mi garganta por los nervios desapareciera, pasé mis manos por arriba de su cintura devolviéndole el gesto con agradecimiento. Unos segundos después me alejé un poco de él sin sacar uno de mis brazos, le sonreí y seguimos caminando tras el hombre que nos esperaba a un metro de distancia mirándonos con indiferencia.

Estando al frente de una puerta doble de cristal, se podía ver a una señora de espalda sentada en uno de dos sillones con una mesa chiquita y redonda en medio, mirando por los grandes cristales. El señor se tomó la molestia de abrirnos las puertas y esperar a que entremos para volverlas a cerrar. La mujer al oírnos giró la cabeza para vernos. Sentía como el tiempo se hubiera parado al ver su rostro, era mi madre, pero con más años.

— ¿Beth, en serio sos vos? —preguntó, se paró para poder vernos frente a frente, sin darme me fui separando poco a poco de Ray — ¿O por qué te pareces tanto a mi hija? — me acerqué insegura ¿Por qué estaba dudando? Aceleré mi paso hasta que terminamos envueltas en nuestros brazos, yo siendo un mar de lágrimas y ella tratando de mantenerse firme, aunque no era capaz de contenerse.

ㅤㅤㅤ

Pasó un momento para que el encuentro emotivo de madre e hija termine, los tres nos sentamos en los sillones en donde nos esperaba cuando la vimos, hasta hizo traerle uno a Ray. La casa tenía su cocinera, su amo de llaves y hasta una mucama, pero por alguna razón se sentía vacía y solitaria, ni los muchos colores que tenía la casa ayuda a que ese sentimiento desaparezca, me duele saber qué mamá estuvo sola todo este tiempo.

—Nunca pensé que fuera posible congelar a alguien manteniéndola viva— habló de la nada mirando por sus plantas. Nadie había mencionado nada de lo que pasó conmigo.

— ¿Cómo sabes…?

—Richard venía con este proyecto hacía bastante, obviamente no me lo dijo, lo descubrí por mi cuenta— contestó antes que terminase la pregunta— Nadie quería ofrecerse y para convencerme de usarte a vos me dijo que si funcionaba íbamos a estar juntos para siempre. No acepté, ni estando tan loca como él aceptaría semejante cosa, pero tenía al gobierno de su lado, ¿qué podía hacer yo? — entró la mucama dejando las tazas y tetera arriba de la mesita redonda— Gracias Fran— se retiró— Me alegra que hayas podido escapar— sonrió sirviendo té en las tres tazas.

—En realidad Ray me salvó— lo miré y después a mi mamá.

—Ray— repitió su nombre, el pelirrojo puso atención— ¿Y cómo fue que sabías donde estaba? —le preguntó y él se acomodó en el asiento.

—Mi mamá, me contó la extraña desaparición de su hija cuando me hablaba de sus años en el colegio— respondió tranquilo. Se salteó lo de los sueños, supongo porque es raro, yo sigo pensando en ello ¿Me habré conectado inconscientemente con él en un intento desesperado de salir de ahí?, pero, ¿por qué con él?, nunca lo había conocido en mi vida, ni siquiera existía.

— ¿Tu mamá? —Ray asintió.

—Fue compañera de Elizabeth— pudo ser mi amiga por no ser que papá no me dejaba socializar con nadie en mis últimos años despierta, ahora tiene sentido.

—Es hijo de Victoria White— comenté yo— ¿Te acordás de Vicky? La chica bajita de ojos oscuros, su pelo era largo y lacio, color azabache— la describí, me miró sorprendida, supongo que la recordó.

—Sí, como me encantaba su pelo— miró de nuevo a Ray— ¿Cuántos años tenés?

—Veinte.

— ¿Veinte? Entonces ella te tuvo a tu edad si tiene la edad de Beth— quedó pensativa.

—Sí, fue difícil, pero tenía a mis abuelos ayudándola, o eso me dijo— mamá tomó una de las tazas y bebió un sorbo. Hice lo mismo.

— ¿Y tu padre? — Ray no agarró la taza que le correspondía.

—No lo conozco, se fue al enterarse del embarazo— contestó apurado— Con todo respeto, Señora Martin, traje a Elizabeth porque, en estos últimos seis días, estuvimos escapando de Richard y sus hombres, yendo y viniendo, tengo la esperanza de que usted pueda ponerle un alto a todo esto para que por fin podamos seguir con nuestras vidas— le explicó antes de que pudiera decir cualquier otra cosa. Las dos lo miramos, creo que ninguna de las dos lo esperábamos.

—Bueno— apoyó su taza en el platito que venía a juego— No sabía que estaban en apuros, esperaba que Richard se quedara quieto, ya que no recibe apoyo de arriba, es más, lo están buscando— alcé mis cejas con sorpresa— No se preocupen, estoy con ustedes.

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