Quince: Casi en el final

— ¿Por qué buscan a Richard? — me atreví a preguntar aprovechando que Elizabeth se estaba bañando. Isabelle me miró y se le asomó una pequeña sonrisa. La llamada ya estaba hecha, iban a venir a interrogarnos para tratar de sacar su ubicación y arrestarlo, o desaparecerlo.

—Bueno, ya sabes cómo es el gobierno, entregó los resultados de su experimento después de diez largos años, vieron que funcionó y se lo quitaron, pero Richard no lo iba a permitir, lo amenazaron, no escuchó y ahora vive escondiéndose— así que lo traicionaron.

— ¿Pero por qué mantener a su hija congelada si ya sabía que funcionaba? —no esperaba una respuesta, sabiendo cómo fue con ellas es algo obvio.

—Para ver cuánto funcionaba su amada máquina, o, simplemente, porque Elizabeth es su única hija y se dio cuenta de que la perdería para siempre— apagó su cigarrillo en el cenicero de piedra pulida que tenía en la mesa del comedor, donde estábamos— Se comportó como un monstruo, pero al final es humano, esposo y sobre todo padre. Capaz que pensó que la protegería mantenerla en esa cápsula, donde nadie podía hacerle nada, ni él— lo justificó, no me sorprende, probablemente siga sintiendo algo por Richard, estuvieron muchos años juntos— Deberías de ducharte vos también, relajarte un poco, esta debió ser una semana bastante movida para ambos— me sugirió.

—Sí, creo que me vendría bien. Con permiso— asintió y subí al cuarto que me había asignado, estaba al lado del de Elizabeth.

Era algo oscuro, la mitad de la pared para abajo era de madera oscura, y la otra mitad tenía un papel tapiz con flores campanillas violetas con un fondo turquesa algo oscuro, la puerta, ventana y madera de la cama hacía juego con el color inferior de la pared. Había un enorme ropero negro que parecía ser antiguo, la luz amarilla que iluminaba el cuarto estaba cubierta por una esfera de vidrio opaco a la mitad. La cama estaba ordenada con sábanas, almohadas y un acolchado color vino. No había cuadros ni fotos colgados en la pared, pero la única ventana tenía cortinas del color de las flores, eran largas hasta llegar al piso; y el suelo, el suelo estaba completamente cubierto por una alfombra marrón oscuro.

Busqué mi ropa en el bolso que dejé sobre el banquito acolchonado que estaba al final de la cama, también saqué mi toalla y me metí al baño. No puedo creer que sea casi el final de todo esto, el FBI, o quien sea, va a llegar mañana teniendo seguro que no nos iba a pasar nada porque Isabelle tiene protección por haber atestiguado en contra de Richard, le prometí a Elizabeth que me iba a quedar después, pero, ¿cómo la voy a presentar ante mi mamá?, parece que se llevaban bien, se volvería loca si la ve, y no sé si se va a comer el cuento que les puso a mis abuelos. Como sea, no debería de estar pensando en esto ahora, solo espero que salga todo bien y se termine.

Salí del baño ya cambiado, sequé mi pelo lo más que pude, colgué mi toalla en la puerta abierta del ropero y bajé, una madre y su hija me esperaban para cenar. La que más hablaba era la rubia, contando desde que se despertó hasta cuando se sentó en la silla en la que está ahora con emoción, parece que su única aventura antes era ir al colegio, la entiendo, me pasó lo mismo, solo que a mí lo único que me detenía era yo mismo.

La mucama levantó los cubiertos, platos y vasos, conversamos un poco más hasta que di las buenas noches para irme a dormir, o tratar. Me puse el pijama y me acosté tapándome con el acolchado. Tenía sueño, pero no podía dormir, lo peor es que todo se sentía tan… solo, capaz soy yo, me acostumbre tanto a la compañía de Elizabeth que, aunque sé que vamos a estar unas horas más juntos, la extraño. De seguro ella se va a venir a vivir con su madre y esta casa está a como seis horas de donde vivo yo, los estudios de ambos nos van a mantener ocupados, vamos a vernos una vez por mes máximo, ¿Por qué estoy pensando en esto?, capaz en el futuro ni hablemos.

— ¿Ray, estás despierto? —sentí la cama hundirse atrás mío, me di la vuelta encontrándome con los azules ojos de la rubia en plena oscuridad. Me acomodé para mirarla mejor.

— ¿Qué pasó? —le pregunté en susurro, mi vista ya estaba acostumbrado a que no haya luz, así que podía distinguir su silueta, hasta su cara.

— ¿Puedo dormir con vos? —mi corazón se empezó a acelerar, creo que con tanto silencio se podía escuchar. Creo que hasta dejé de respirar por unos segundos.

— ¿Cómo?

—Es que la casa de mamá se siente tan sola y fría que pensé en venir con vos— en las últimas palabras pude notar que ya no se escuchaba tan segura— Si querés estar solo no hay problema, yo entiendo— se fue levantando.

—No— agarré su mano lo más rápido que pude, ella se quedó inmóvil viéndome desde su lugar, cuando me di cuenta lo que hice y mi tono me sonrojé completamente, gracias a Dios que estaba todo oscuro— No, está bien— bajé la voz de nuevo y la solté— También la siento algo vacía a la casa— me hice a un lado y ella se metió en la cama.

Ahí estábamos los dos, como estatuas sin saber qué hacer o qué decir, ambos boca arriba mirando el techo. No había pensado en esto cuando acepté, lo peor es que me había hecho consciente de mi respiración y era incapaz de hacerlo normalmente. Me mordí el labio inferior nervioso, pero traté de calmarme, solo estábamos acostados.

— ¿Me das la mano? —la miré, ella ya me estaba mirando, vaya a saber desde cuándo.

—Se nos van a enfriar— le dije.

—Por debajo de la colcha— sugirió— Es que estás pero no te siento— «yo te siento demasiado», sentí el roce de su mano en la mía dándome un escalofrío. Estoy actuando como un adolescente.

— ¿No me sentís? —pregunté fingiendo no entender.

—No como quisiera— volvió a rozar nuestras manos— Estuve pensado en vos últimamente, y eso que estaba muy ocupada sintiéndome lo peor por todo lo que pasó y estaba pasando— se acomodó poniéndose de costado, con su cabeza a levantada apoyada en su mano, mirándome mientras yo seguía en mi lugar petrificado.

— ¿Y qué pensabas? —logré formular.

—En lo mucho que te esforzaste en ayudarme sin siquiera conocerme, aunque sé que al principio no me soportabas— sonrió, no me había dado cuenta de que llevaba el pelo atado con una trenza— ¿Por qué?

—No sé, o te sacaba o iba con las autoridades sin saber si iban a creerme corriendo el riesgo de que te muevan de sitio— miré el techo— Pasó todo muy rápido, pero no me arrepiento— admití.

— ¿Por qué? —la miré.

— ¿Por qué, qué?

— ¿Por qué no te arrepentís?

—Porque mi vida era aburrida y repetitiva, porque, por más que tenía miedo, seguí con todo esto, lo enfrenté y no escape— le respondí y ella empezó a trazar líneas imaginarias en la sabana. Me tomó unos segundos reunir voluntad— Y porque te conocí— le dije y me miró sonriente. Se acomodó de nuevo boca arriba y esta vez me tomó por completo la mano, entrelazando nuestros dedos, apreté su mano suavemente.

—Buenas noches, rojo— sonreí ante el apodo.

—Buenas noches.

descargar

¿Te gustó esta historia? Descarga la APP para mantener tu historial de lectura
descargar

Beneficios

Nuevos usuarios que descargaron la APP, pueden leer hasta 10 capítulos gratis

Recibir
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play