—No se preocupe, Victoria, sé que su hijo me quiere —bromeó Charlie, con esa sonrisa imborrable de siempre— Soy su único amigo. Suspiré.
—¿Se te ofrece algo? —pregunté, cambiando de tema sin disimular.
—Cierto, venía a avisarles que, si no van a pedir nada más, les agradeceríamos que liberen la mesa. Hay clientes esperando —dijo con amabilidad profesional.
—Oh, claro, cariño. Ya nos vamos —respondió mi mamá mientras nos levantábamos— Que tengas un lindo día, Charlie —agregó ella, sincera.
—Igualmente, a ambos.
Sostuve la puerta para que mi mamá pasara primero. Detrás de ella se coló una pareja de ancianos que nos agradeció con una sonrisa. Yo no saludé a Charlie. No por enojo, no hubo pelea, ni discusión, ni traición. Simplemente, no me agrada.
Quizá sea porque siempre fue como un chicle pegado a mí, bromista, exagerado, eternamente de buen humor. Nunca lo vi serio y mucho menos triste, jamás vulnerable. Me cuesta creer que alguien sea tan feliz todo el tiempo. Algo debe esconder, algo oscuro. Lo conozco desde preescolar, tiene un año más que yo y, sin embargo, en todos estos años, no supe una sola cosa personal sobre él. Nada. Y sé que no soy el único que lo nota y lo ve raro.
Pasamos el resto de la mañana y parte de la tarde juntos, éramos mamá y yo. Ella quería aprovechar cada momento antes de su viaje. Visitamos algunos lugares históricos del pueblo, esos que ya nadie frecuenta salvo por nostalgia o la gente de afuera por turismo. Pasamos frente a nuestra antigua casa, y caminamos por las calles del viejo barrio. El paisaje había cambiado, nuevas casas, nuevos negocios, nuevas vidrieras que parecían gritar que el tiempo avanza aunque uno no lo note. Y solo pasaron meses.
Nos compramos un helado, como cuando yo era chico. No hablamos demasiado, pero el silencio no pesaba. Era de esos momentos donde no hacía falta decir nada para entender que estábamos bien. Volvimos a casa cerca de las cinco, porque ella tenía que preparar las valijas. El tiempo, ese traicionero. Hacía mucho que no compartíamos un día así, supongo que, a pesar del cansancio, la pasamos bastante bien.
—Ray, ¿podés venir, por favor? —la voz de mi madre provenía desde la oficina. Caminé hasta el marco de la puerta y la vi agachada, revisando una caja con la espalda hacia mí.
—¿Qué pasó?
—¿Estuviste hurgando entre mis cosas? —se giró para mirarme, con el ceño levemente fruncido. Fue entonces cuando noté el nombre Victoria escrito en una de las paredes de la caja.
Me congelé. Tardé unos segundos en responder, sin saber muy bien qué decir.
—No… —contesté, pero incluso yo sabía que mi intento de mentira era pésimo.
—¡Ray, me sorprende de vos! —se levantó para encararme— Vos, que siempre hablás del respeto a la privacidad y que no hay que hacer lo que no te gusta que te hagan.
—Pero eran solo cosas de tu pasado, no vi nada malo —me defendí, encogiéndome un poco de hombros— Es que nunca me contás sobre cuando eras adolescente. No sé, qué hacías, qué te gustaba, nada.
Se cruzó de brazos y me sostuvo la mirada. En parte tenía razón, pero yo también. Después de unos segundos de silencio, suspiró.
—Vení —se arrodilló frente a la caja abierta y empezó a mover cosas con cuidado. Me senté a su lado, cruzando las piernas.
Decía que nunca tuvo tiempo, y lo creía. Trabaja en la oficina, y también en casa. Siempre con algo entre manos. Dice que ser asistente de un CEO es demandante, pero que vale la pena. Su jefe fue el único que le dio una oportunidad cuando nadie más quería contratarla por ser madre, joven, soltera y sin estudios universitarios. Aunque claro, esos estudios ya los tiene, presume el diploma enmarcado en la pared de la sala de estar.
Empezó a sacar objetos uno por uno, contándome su historia. Quién se lo regaló, dónde lo consiguió, cómo lo guardó, por qué lo conservó. Se le notaba el entusiasmo en cada palabra, era imposible no interesarse.
Cuando sacó la foto grupal, me tensé. Elizabeth estaba ahí.
—Yo también me gradué en tu secundaria —dijo, pasándome la foto. Ya la había visto, pero igual la tomé, fingiendo curiosidad.
—Debe tener sus años entonces —bromeé. Me gané un codazo suave.
—¿Viste la que más se destaca? —miré a Elizabeth.
—¿La rubia del medio?
—Sí. Ella era Elizabeth Nilsson. No solo era la chica más popular del salón, sino de toda la escuela —me contó— No llegamos a ser amigas, pero fue la persona más amable que conocí. Siempre dispuesta a ayudar. Y no exagero, tenía su grupito de admiradores —rió con nostalgia.
—Parece que era el combo —dije, sin pensar. El manotazo que me dio en la nuca no fue fuerte, pero sí lo suficiente como para que me quejara—¿Qué? —me froté la cabeza.
—No te refieras nunca a una mujer así. ¿Qué es eso de decir “combo”? No es comida, es una persona.
—Perdón, no quise ofender —bajé la mano, un poco avergonzado— Lo que quise decir es que parecía perfecta, linda, amable…— negó con la cabeza.
—También era inteligente, y le iba muy bien en gimnasia —agregó, tomando la foto para guardarla con cuidado— Solo espero que, donde sea que esté, esté bien.
—¿Por qué? ¿Le pasó algo? —pregunté, aunque no creía que supiera más que lo que se decía en internet.
—Fue un caso raro. Nunca se supo nada concreto. Nadie sabe si se fue, si el padre la hizo desaparecer… —comentó con un tono apagado— La última vez que la vi no se la notaba igual. Perdió ese brillo, parecía cansada, triste. Por eso todos sospechaban de él.
Asentí. Cerró la caja con cuidado y se puso de pie.
—Bueno, mañana a la mañana me voy y todavía no empaqué ni la mitad de mis cosas —suspiró— Hoy te toca hacer la cena— me apretó las mejillas con ternura y arrugó la nariz, antes de caminar hacia su cuarto.
Mientras ella iba a preparar su equipaje, yo me dirigí a la cocina. Tenía que pensar qué podíamos cenar, aunque una parte de mí seguía enganchada a esa historia. Mamá convivió con Elizabeth, compartieron aulas, pasillos, tal vez secretos que nunca dijeron. Aunque no eran amigas, estuvo cerca de ella. Eso me alcanzaba para sentirme aún más involucrado, más integrado.
La necesidad de saber qué le pasó se aferró a mí con fuerza. Tal vez eran las series policiales que vengo mirando y ya me estoy creyendo detective, como Horatio Caine.
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Updated 20 Episodes
Comments
Inirida Contreras
me encanta
2023-12-10
1