Dieciséis: Recuerdo olvidado

Un fuerte dolor de cabeza me hizo abrir los ojos, pero me vi obligada a cerrarlos de nuevo por una muy brillante luz blanca, me sentía mareada y confundida, ¿de dónde es esa luz? Puse mi mano frente a mi cara tratando de bloquearla para poder ver qué era. Traté de observar mi alrededor, paredes, piso y techo blancos, había una bandeja de plata a mi izquierda vacía, a mi derecha pude distinguir de esos aparatos que piden el pulso, el cual estaba conectada, ¿Estaba en el hospital?

Traté de mover mis brazos para ayudar a levantarme, pero algo me detenía, lo mismo pasaba con mis piernas. El no poder moverme me despertó por completo, estaba ataba a la camilla levemente inclinada hacia adelante con cinturones de cuero. Empecé a desesperarme al ver que no había forma de soltarme, ¿en qué clase de hospital te amarran? Dios mío, me secuestraron, lo peor es que no hay nada cerca de mí como para ayudarme a salir, aunque lo hubiera estoy atada, sería inútil. Fruncí los labios aguantando un sollozo, y por más que no quisiera, las lágrimas empezaron a rodar por mis mejillas. Se empezaron a escuchar pasos y voces acercándose, sorbí la nariz y otra vez empecé a intentar soltarme, al menos una mano.

Entraron por la puerta una mujer con una libreta en mano y un hombre, ambos vestidos con blancas batas, se detuvieron a mirarme.

—Despertó— habló él.

—Cariño, no pasa nada, tranquila— ella avanzó a mí.

— ¡No te me acerques! —le grité con el corazón latiéndome a mil moviendo mis brazos para todos lados intentando salir del agarre.

—Somos amigos de tu papá, no hay por qué alterarse— me explicó mientras buscaba algo en los cajones de los muebles.

— ¡No me importa, quiero que me suelten! — seguí gritando— ¡Suéltenme!

— ¡Busca la estúpida jeringa, Jacob! —le ordenó al hombre que seguía parado en la puerta, ¿jeringa?, ¿me van a drogar?

Aumenté la fuerza y velocidad de mis intentos, estaba a punto de soltarme, solo podía escuchar mis quejidos y el ruido de la camilla sacudiéndose. De la nada siento algo frío sosteniéndome los brazos, miró y era el hombre tratando de controlarme asustado.

— ¡Suéltenme! —seguí retorciéndome hasta que mi mano derecha se zafó del cinturón, lo primero que hice fue pegarle a la enorme lámpara que estaba al frente mío con el puño cerrado quemándome los nudillos y parte de los dedos, y cuando estaba por pegarle a él para que se soltase me agarraron del otro brazo. Era la mujer con la jeringa ya preparada— ¡NO! —empecé a moverme lo más que podía para que no pudiese inyectarme lo que sea que tenía eso.

—Quédate quieta— me exigió entrecortadamente, no hice caso.

Sentí un pinchazo, fue cuando por fin me quedé quieta, era mi fin. Con los ojos aguados la miré a ella, en un último intento de que se compadezca de mí y me saque, tenía una expresión triste.

—Por favor— supliqué— No voy a decir nada, solo quiero ir a casa con mi mamá— bajó la mirada.

—Perdón, solo hago mi trabajo— no volvió a mirarme— Lo que acabamos de inyectar en tu cuerpo es una mezcla de Clonazepam y Zopiclona, más o menos, en cinco minutos vas a sentir tu cuerpo pesado y mucho cansancio— me avisó, le hizo un gesto al hombre con la cabeza, me soltó y ambos empezaron a caminar hacia la puerta.

— ¡NO, NO PUEDEN DEJARME ASÍ! ¡SÁQUENME, POR FAVOR! — grité con todas las fuerzas, pero no me hicieron caso, salieron y cerraron la puerta detrás de ellos— ¡MAMÁ!

ㅤㅤㅤ

— ¡Elizabeth! —abrí los ojos sentándome de golpe, miré alrededor, el cuarto que mi mamá le dio a Ray, el chico que estaba enfrente de mí sentado en el borde de la cama mirándome preocupado— Estabas gritando y no te dejabas de moverte, que suerte que pasaba por acá cerca— lo ignoré y revisé mi mano derecha, tenía la cicatriz.

—Soñé un recuerdo que había olvidado— susurré.

Apoyé mi cabeza en su hombro, él me rodeó en sus brazos sin decir nada y, sin poder aguantarme, rompí en llanto. Agarré su campera con fuerza y él a veces dejaba suaves caricias en mi espalda.

Mi propio padre me secuestro y durmió veintidós años, ni siquiera fue capaz de aparecerse, cobarde, nunca le importé, solo quería moldearme a su prototipo de hija perfecta para poder contarle a los demás que éramos una familia perfecta. ¿Acaso sintió al menos algo de amor paternal hacia mí, o solo era alguien que podía controlar como él quería?

— ¿Dónde está mi mamá? —pregunté entre sollozos.

—Salió, pero dudo que tarde, si querés le aviso que la buscas— me tomé un corto momento para calmarme.

—No, mejor me voy a bañar— me separé de él con la cabeza agachada sintiéndome algo avergonzada, sequé mis ojos con las mangas del pijama.

—Bueno, le voy a avisar a Matilde, la cocinera, que te preparé un té— me avisó levantándose de la cama, pero antes de salir se detuvo dudando algo.

— ¿Pasa algo? —pregunté, esta vez subiendo la cabeza para verlo.

—No quiero alterarte o estresarte más, pero quería recordarte que hoy vienen los investigadores— sonreí.

—Gracias— me devolvió el gesto y se marchó.

Algo me dice que hoy va a ser un día aburridamente largo.

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