Kuxeeban

Por la tarde del siguiente día, Arturo y Alejandra fueron por Carmín a su casa. Don Leo estaba cambiando sus plantas de maceta y Carmín estaba comiendo postre.

—Pásenle muchachos, están en su casa —les dijo el hombre al abrirles la puerta.

—Gracias don Leo.  La abuela le manda saludos.

—Gracias Arturo, dile que igual.

—¡Hola! —gritó Carmín desde la cocina— ¿Quieren pastel?

—Yo sí —contestó Alejandra lavándose las manos.

—Yo igual.  ¿De quién fue cumpleaños?

—Mío, ayer.

—¡Oh! —exclamó Alejandra sentándose en una de las sillas —.  ¿Por qué no nos dijiste?

—Sí Carmín, igual no te hubiéramos traído regalo, pero al menos una felicitación no hubiera faltado.

—¡Tienes unos patines! Yo igual tengo unos, deberíamos ir juntas a patinar.

—Sí, yo me apunto, pensaba llevarlos un día a Mashonpe — dijo Carmín mientras servía dos platos con grandes rebanadas de pastel.

—Entonces eres más grande que nosotros —comentó Arturo después de saborear un pedazo.

—¿Ustedes cuando cumplen?

—En dos meses exactamente, justo el día de la Candelaria —contestó Arturo orgulloso.

—Estás invitada Carmín, va a haber fiesta en la casa, voy a bailar un vals y una salsa con este chambelán.

—Ay no, yo no bailo ya sabes.

—Yo bailo contigo.

—Va, ya dijiste Carmín, solo por eso vas a poder comer doble tamal.

—No esperaba menos.

Comieron una rebanada más de pastel y cuando terminaron Arturo apiló los platos y los dejó en el fregadero.

—Vamos, ya es hora de irnos —dijo entusiasmado.

Siempre tenían la precaución de ir observando el camino cuando se acercaban al portal, pero conforme iban y regresaban en medio de la calma, el miedo cada vez era menor.  

—¿Qué están haciendo allá sinodal? —preguntó Carmín señalando a un grupo de personas que cargaban telas y joyas al templo de la Ciudadela.

—Los preparativos de la ceremonia del solsticio, es en unas semanas. Todos estarán aquí.

—¿Nosotras también podremos venir a ver? —preguntó Alejandra.

—Ustedes harán su prueba en el siguiente solsticio, tienen que ver la ceremonia para que sepan lo que van a vivir.

Carmín y Alejandra se miraron y suspiraron pensando si estarían listas para entonces.

—Como ayer fue tu cumpleaños iremos a Kuxeeban, me gusta mucho ir ahí también, allá tenemos algunos entrenamientos del Metl y hoy es el último juego de pelota del año.

Se apuraron a llegar al edificio que tenía las puertas dobles y Carmín se quedó atrás, temerosa de que Arturo la volviera a arrojar al vacío. Arturo se paró frente a la quinta puerta y puso su placa en el borde para que se abriera.

—Ven Carmín. ¿Qué haces hasta allá? —le preguntó mientras la puerta se abría.

—Y todavía preguntas —le contestó Alejandra antes de que Carmín dijera algo.

—Ya no las empujaré, lo prometo —contestó después de reírse.

Carmín se acercó y vio exactamente la misma oscuridad que había en la puerta que los llevó a Tabak, empezó a sentirse nerviosa y preguntó a modo de reclamo:

—¡¿Nos tenemos que aventar otra vez?!

—Hay unas escaleras escondidas, síganme. 

Arturo entró a la oscuridad pegándose al lado izquierdo, dio un pequeño saltó y ayudó a las dos a llegar a donde él estaba. A oscuras empezaron a bajar unas escaleras en las que tenían que calcular la medida de sus pasos para no tropezar.

Mientras bajaron escucharon a varios caer al agua y vieron a otros bajar volando.

—¿Nos falta mucho? —preguntó Alejandra desesperada de seguir bajando sin llegar al fondo.

—Ven por qué es más fácil aventarse.

—¿Y si nos aventamos? Nos agarramos de las manos y te ayudamos a salir Carmín.

—No es necesario, ya casi llegamos, miren ya se alcanza a ver el agua.

—¿En todas las puertas hay agua? —preguntó Carmín mirando algo extraño abajo.

—Sí, en todas. Si quieren ir a cualquier lugar se tienen que mojar, hasta que sean águilas y puedan volar.

—¿Y para bajar no podemos usar la cápsula esa que usamos para subir cuando regresamos de Tabak?  —siguió preguntando Carmín.

—No, ya les había dicho que esa solo sube.

—¿Y a dónde van las otras puertas?

—A Jabal, Ixten, Omkiz y Muluktuk. En mi primera salida fui a Jabal, no saben todo lo que vi allá.

—¿Nos vas a llevar a todos esos lugares?

—Sí algún día iremos.

Mientras más se acercaban al agua, se iban notando pequeños puntos de luz que eran intensos del lado donde estaban las barcas y que iban iluminando el interior de la cueva.

—El agua está brillando —dijo Alejandra tocando con sus dedos las luces.

—Se llama bioluminiscencia.

Carmín cruzó por la orilla para no entrar a donde el agua era profunda.  Los tres tocaron con sus manos las luces en el agua tibia y ninguno dijo nada por unos minutos, estaban encantados por la imagen de esa playa serena y resplandeciente.

Subieron a la barca rodeados de otros dorados con los que platicaron del juego de pelota, todos iban al evento.

El camino a Kuxeeban fue un poco más largo que el de Tabak, el efecto del agua los hizo sentir que navegaban sobre un cielo estrellado que ilusionaba sus jóvenes corazones.

Su viaje concluyó en una playa en la que había caracoles y pequeñas conchas, se acercaron a la salida que era angosta y estaba perfectamente escondida en medio del cerro por el que apareció un camino de tierra dorada.  Caminaron unos metros y llegaron a una pared con adornos y glifos de colores, justo después de la pared encontraron a un par de mujeres que revisaban las placas de los dorados que iban atravesando sin perder el orden.   Saludaron a las dos mujeres que les dieron la bienvenida y después subieron por una larga escalera entre risas, juegos y malos chistes.

—Listo, llegamos —dijo Arturo frente a un paisaje de cerros que tocaban el cielo.

—Parece que estamos casi casi en las nubes —dijo Carmín con el aire despeinando su cabello.

En las estructuras predominaba el amarillo, el piso de toda la ciudad era de un color claro y había un olor a copal que venía de pequeños bloques colocados en el camino. 

La cancha estaba lista para el comienzo del juego, era completamente blanca y en las orillas había gradas llenas de personas de todas las edades que esperaban ansiosos el juego.

—Todos se ven tan nerviosos que hasta me siento igual —susurró Alejandra mirando a los que estaban a un lado de ella.

—Es que el juego es como un augurio de la Unión, es un ritual para que la tierra, el viento, la lluvia y la vida nos favorezcan. Es importante para todos ver un buen juego.

Los diez jugadores llegaron en fila por uno de los lados, estaban vestidos como en las ilustraciones de los libros de historia, el penacho y las joyas eran demasiado bellos y los hombres se veían tan grandes y fuertes como verdaderos guerreros.

Antes de entrar, ajustaron su calzado y sus prendas. Todos se levantaron cuando ingresaron a la cancha y hubo un total silencio. Un hombre pasó por cada uno de los jugadores con un incensario con copal, después se escuchó un sonido de pájaro y el juego comenzó.

Cinco jugadores de un lado de la cancha y cinco del otro, la pelota comenzó a moverse y los instrumentos musicales acompañaron el ritmo del juego.

Un jugador golpeó la pelota con su rodilla y esta rodó en el piso. El jugador de enfrente tuvo que sentarse para golpearla con la cadera lo suficientemente fuerte para elevarla y el siguiente corrió y subió unos pasos en el talud para alcanzarla y pegarle con la pierna.

Carmín, Ale y Arturo estaban cautivados con la destreza de los jugadores, la pelota jamás dejaba de moverse y no la tocaban ni con la cabeza, ni con las manos, ni con los pies.

—Ese jugador es el mejor —dijo Carmín señalando a uno de ellos.

—Es Ricardo Guerrero, grado Caracol. Es la estrella de la generación; habla mixteco, náhuatl y maya, es traductor, y además es el más talentoso del juego de pelota.

El sonido del pájaro anunció el fin del juego, las personas se pusieron de pie y aplaudieron a los jugadores por su gran esfuerzo.

A un lado de las gradas comenzaron a repartir bebidas en tazas de barro y los tres recibieron una.

—¿Qué es Arturo? —preguntó Alejandra antes de probar.

—Tejate, sabe a cacao, está rico.

Carmín se tomó la taza de un jalón y mientras Arturo y Alejandra terminaban la suya caminaron por los edificios de Kuxeeban.

—¿Saben qué es lo que más me gusta de la Unión? Que nos dan de comer y gratis.

—Pero no es gratis Carmín, al final del año te van a cobrar todo —le advirtió Arturo con un gesto de preocupación.

—¿En serio?

—No.

Alejandra y Arturo se rieron por la cara que había puesto Carmín.

—Ay no me espantes, ¿no ves que no tengo dinero? Para todo lo que me he comido no acabaría de pagar ni en un año.

—Deberíamos ir con Toño por tacos —comentó Alejandra terminando su tejate.

—Sí, vamos —la apoyó Carmín.

—Yo igual quiero, pero apenas tenemos tiempo para regresar. 

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Comments

elizabeth mejill

elizabeth mejill

Es una historia diferente. De fantasía pero me gusta hasta ahora.

2023-06-28

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