Campamento

Unas semanas después, llegó el primer día de noviembre y el ambiente olía a Copal, Carmín desayunaba, comía y cenaba pan de muerto.  Las ofrendas estaban por todos lados y la casa de Carmín no era una excepción, habían puesto un altar dedicado a la abuela Josefina y a los padres de don Leo.

Lo que a Carmín más le gustaba del día de muertos era que no tenía clases, podía levantarse a una hora decente y quedarse todo el día en pijama.

—Ya me mandaron la lista de lo que van a ocupar en el campamento —dijo su mamá mientras desayunaban.

—¡El campamento! Ya no me acordaba, ¿es la próxima semana verdad?

—Ajá, hoy vamos a comprar el sleeping y una chamarra gruesa por si hace mucho frío.

Carmín sonrió imaginando su primera noche en un bosque, tal vez y solo tal vez, si la vida se apiadaba de ella, podrían volverse realidad sus sueños con Emanuel ese fin de semana.

Pasaron el día comprando lo necesario, también algunas playeras y pantalones en la tienda de ropa barata, lo que a Carmín no le gustaba porque si a la mujer no le gustaba lo que ella elegía, intentaba convencerla de que no era la adecuada, y Carmín terminaba enojada escogiendo ropa que no le gustaba y que pocas veces se volvía a poner.  Al final de la tarde Carmín tenía una chamarra gigante que le parecía estorbosa y sin chiste, y un sleeping de un anaranjado tan brillante que jamás podría perderlo de vista. Antes de regresar a casa, Carmín y Doeni pasaron a visitar la gran ofrenda del centro comercial, recordando los años en los que Carmín se disfrazaba para salir a pedir dulces, ahora solo miraba los disfraces de los niños a los que les repartía dulces cuando tocaban su puerta.

Después del día de muertos, las clases en la secundaria siguieron su curso igual que siempre, todos estaban emocionados por el campamento y solamente hablaban de lo que esa aventura significaba: tres días con amigos en medio del bosque, chicos y chicas conviviendo sin ningún padre cerca, comida chatarra, total libertad, desmadre.

La espera terminó y el gran día había llegado. Esa mañana no había más que risas en la puerta de la escuela. Algunas mamás platicaban un tanto arrepentidas de haber firmado el permiso para que sus criaturas se fueran lejos de ellas. Sin un cuidado estricto y con las hormonas en su esplendor no se podía saber lo que pasaría, pero ya era demasiado tarde, todo estaba en manos del destino.

Ese viernes el aire era frío y parecía que el cielo estaría nublado todo el día, cuando Carmín subió al autobús, Dani y Sara estaban juntas casi hasta el fondo, atrás de ellas estaba Emanuel, sentado en el asiento de la ventana. Quedaban pocos lugares así que esa era la oportunidad perfecta, Carmín miró a Emanuel señalando el asiento, él movió su mochila dándole a entender que podía sentarse, luego sacó su celular mientras ella aguantaba la risa, al tiempo que trataba de ignorar las burlas de Sara y Dani.

El camión se llenó después de unos minutos y comenzaron su camino.

Carmín jugaba snake en su celular mientras Emanuel miraba por la ventana, sentía que el tiempo se le escapaba y que probablemente esa sería la única vez que se verían obligados a estar juntos por varias horas, entonces se animó a sacar una bolsa de cereal para compartirla con él y así romper el hielo. Abrió la bolsa y se la acercó haciendo un sonido que acompañado de un gesto se entendía perfectamente. 

Carmín miró su cara, estaba tan cerca que sintió que el corazón se le subía a la garganta y después a la cabeza, se aceleró su respiración y sus orejas se llenaron de un calor que se convirtió en un color rojizo en sus mejillas. La conmoción llegó cuando los ojos de Emanuel buscaron los suyos, logrando que todo dentro de ella se desmoronara y se construyera de nuevo cuando acercó la mano, sacó un puño y dijo un precioso “gracias”.

—De nada ­—contestó Carmín con la voz cortada­—.  Aquí lo voy a dejar por si quieres más.

—Va, gracias ­—dijo Emanuel sonriendo, pero sin mostrar más atención.

Para Carmín eso significaba el primer paso hacia la realización de su amor de ensueño, y mientras ella suspiraba los demás gritaban y jugaban tan incontrolables que el chófer se preguntó si esos mil quinientos pesos que había cobrado realmente valían la pena.

—Queremos barbacoa, queremos barbacoa… ­—cantaban cada vez que veían un anuncio en la autopista.

En menos de lo que se imaginaron, ya estaban en Mineral del Chico, rodeados del peculiar aroma a pino que hipnotizó a todos en cuanto llegaron. El bosque lucía tan verde y esplendoroso que se quedaron unos minutos a admirar los encinos y la presa que se alcanzaba a ver al horizonte.

Carmín y los otros 35 adolescentes estaban dispuestos a sacarle provecho a ese viaje, lo que un par de profesores de ninguna manera impediría.

—Hace un montón de frío —dijo Carmín poniéndose la chamarra nueva.

—Sí, demasiado —contestó Dani exhalando el vaho.

—Tienes la nariz roja Dani ­—dijo Sara temblando­—.  Qué mal que no dejaron venir a Said, a lo mejor ahorita estaríamos abrazados para calentarnos.

—Chicas, chicos vengan —les indicó la subdirectora que era quien estaba a cargo—. Pongan atención. Vamos a armar las casas de campaña de aquel lado, después vamos a caminar al bosque y luego iremos a comer, así que apúrense con sus cosas. Los que quieran ir al baño vengan conmigo.

Carmín, Sara y Dani armaron sin mayor problema la casa que compartirían gracias a que Sara ya había acampado antes y sabía perfectamente cómo se vivía la experiencia en la naturaleza. A Carmín no le interesaba mucho lo que su amiga le explicaba porque no podía evitar mirar al otro lado, donde estaba Emanuel con los demás chicos terminando de armar su casa.

—Cierra la boca —se burló Sara—.  ¿No qué ya no estaba tan guapo como antes?

Carmín se avergonzó al darse cuenta de que sí lo miraba con la boca abierta y se propuso dejar de ser tan obvia antes de que él la descubriera.

Después de la caminata y la comida tuvieron un rato libre para descansar y relajarse junto a la presa, luego fue la hora de la fogata. Asaron bombones y salchichas mientras contaban que la secundaria había sido construida sobre un panteón, y que a veces se escuchaban o aparecían niños jugando con una pelota.

Carmín estaba muy atenta a su deliciosa salchicha quemada cuando algo entre los árboles llamó su atención, entrecerró los ojos para distinguir mejor, casi estaba segura de que había visto un león, un tigre, una pantera o algún animal de ese tipo. Se puso nerviosa, pero no quería hacer un escándalo por algo que tal vez solo era producto de su imaginación, así que se quedó callada. Procuró no mirar hacia ese lado y trató de poner toda su atención en las historias y en los bellos ojos de Emanuel que estaba a unos cuantos metros. A pesar de que ya no volvió a ver nada extraño, su corazón se quedó inquieto, quizá por el misterio del bosque, la oscuridad y las historias.

Se fueron todos a dormir después de media noche, cuando no aguantaron más el frío. Afuera de las casas se escuchaba a César el profesor y a la subdirectora murmurar, se aseguraban de que no se siguieran pasando de listos, pues ese primer día ya habían decomisado una botella de tequila y una cajetilla de cigarros.

Carmín y sus amigas se contaron secretos y comieron chetos antes de dormir, Carmín no se dio cuenta del momento en que sus ojos se cerraron y se perdió en su propio mundo.

Al poco rato ya todos dormían y el bosque silencioso les daba tregua a sus visitantes.

—Carmín, despierta —murmuró Sara mientras la movía en la madrugada.

­—¡¿Eh?! —se quejó Carmín aún medio dormida.

—Estabas soñando y me estabas pateando. ¿Estás bien?

—Perdón, estaba soñando que un tigre me quería robar algo.

—¿Un tigre?

—¡Shhh! —se escuchó desde afuera.

—¡Shhh tú! —respondió Sara volviéndose a acostar—.  Mañana me cuentas.

—Sí.

descargar

¿Te gustó esta historia? Descarga la APP para mantener tu historial de lectura
descargar

Beneficios

Nuevos usuarios que descargaron la APP, pueden leer hasta 10 capítulos gratis

Recibir
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play