El sueño que lo cambia todo

Al día siguiente, el cielo estaba gris y hacía más frío que el día anterior. Cuando Carmín abrió los ojos, Sara y Dani estaban comiendo lo que había quedado del cereal de chocolate, aún con los cabellos despeinados y los ojos llenos de lagañas.

—Buenos días —dijo Carmín tallándose la cara.

—Hola Carmín, te acabas de perder ver a Ema en pijama, con su pelito todo despeinado y los ojos hinchados.

—Dani, primero espera a que nos cuente por qué se mueve tanto cuando duerme, ¿tienes pesadillas o qué?

—Pues no son pesadillas, pero son sueños muy extraños y parecen muy reales. Ahora soñé que había dos mujeres y un hombre que se convertían en algo así como tigres para llevarse algo que yo tenía. Me despertaste justo a tiempo.

—Pues de nada.

—Chicas voy a abrir —interrumpió la subdirectora asomando la cabeza dentro de la casa.

—Si maestra, adelante.

—¿Cómo están? ¿Todo bien?

—Sí, todo bien.

—Qué bueno. En media hora vamos a salir a almorzar al centro, guarden sus cosas porque lo más probable es que llueva y vamos a dejar todo lo que se pueda en el camión. Solo se quedan las casas de campaña. ¿Entendido?

—Sí, entendido.

—Por cierto, tápense bien, hace frío.

Los profesores iban de aquí para allá, regañando a los que ya se estaban peleado y cuidando a la que le había dado una alergia. Todos los demás jugaban y se divertían, incluso había una nueva pareja de novios en el grupo.

—Lo que faltaba, que lloviera en noviembre —dijo Dani saliendo de la casa—.  Miren a esos dos, se están besando.

Carmín y Sara casi se cayeron por intentar salir primero.

—¿Sofía y Beto? Pero, ¿qué no andaba con Laura?

—No, ya habían cortado. Pero ayer Sofía iba en el camión con Marco, hasta se agarraron de la mano.

—¿Tú los viste Dani?

—Iban al lado de nosotras, pero tú ni cuenta te diste por estar embobada con el Ema. Ya nada más te faltó darle el cereal en la boca.

Carmín se echó a reír junto con Sara y Dani, después subieron sus cosas al camión y esperaron a los demás en medio del frío que no cedía ni un poco.

La caminata de poco más de una hora, se hizo ligera porque el sendero era realmente lindo y fotografiable, pero una vez en la cabaña que hacía de restaurante, todo se volvió una locura.  Por más que los profesores intentaron poner orden, ese almuerzo fue un caos. Adolescentes hambrientos y en grupo era una combinación que hubiera hecho perder la paciencia a cualquiera, a cualquiera que fuera adulto porque ellos solo se divertían.

—Pensé que iban a empezar a aventar la comida —dijo el profesor César mientras caminaban de regreso—.  Me dan miedo estos salvajes.

—Si las quesadillas no hubieran estado tan buenas no dudes que es justo lo que habrían hecho —contestó la subdirectora agarrándose la cabeza.

De pronto unas gotas empezaron a caer mojando poco a poco la tierra, todavía estaban lejos del campamento, así que los profesores les pidieron caminar más rápido, pero antes de que terminaran de hablar un aguacero ya los estaba empapando.  La mayoría empezó a correr, pero la lluvia y el aire eran tan fuertes que no se podía distinguir nada a un metro de distancia. Tampoco se escuchaba otra cosa que no fuera el agua mojando absolutamente todo.

Carmín sintió la necesidad de correr igual que todos los demás, la adrenalina ya había acelerado su corazón y una emoción surgió desde algún lugar dentro de ella.  Mientras corría bajo la lluvia, una sensación de éxtasis la llenó de poder, jamás se había sentido tan viva y de un momento a otro ya estaba adentrada en un mundo en el que solo existían ella y su magnífica esencia. 

No se podía explicar lo que acababa de vivir, pero cuando llegó al campamento se sentía tan plena que no le importó el frío, ni Emanuel, ni sus amigas.

Varias casas de campaña estaban de cabeza y otras ya se habían volado. Todos los que iban llegando se resguardaban bajo el único techo en el campamento, algunos estaban asustados y los profesores no se veían por ningún lado, pero lo bueno era que la lluvia ya se había convertido en una ligera llovizna.

—¡Carmín! —gritó Sara detrás de ella—.  ¿Viste a Dani? Se me perdieron las dos.

—No, no la vi, ni a los profes tampoco.

—No manches, me caí y Emanuel me levantó después de pisarme. Creo que me rompió el brazo.

—¿Qué? —preguntó Carmín en medio de una risa.

—Mira, ahí vienen Dani y los profes.

Cuando la lluvia se detuvo por completo y el sol se asomó de entre las nubes, las carcajadas y los relatos de la experiencia se escuchaban por doquier. El brazo de Sara no estaba roto y todos estaban bien.

Como gran parte del área estaba inundada no iban a poder dormir en el mismo lugar, habían movido las casas de campaña a donde estaba el techo, pero no cupo más que la mitad de ellas, así que estaban todos amontonados.

—Ahora somos damnificados —dijo uno de los chicos.

—Es parte de la aventura —respondió el profesor, deseando estar en su casa más que nadie.

Carmín vio a Emanuel sentado en una de las esquinas, lo habían dejado solo las otras chicas con las que había estado jugando, así que se apresuró a preguntarle si no se había lastimado el pie cuando le pasó por encima a Sara.

—Estoy bien, gracias por preguntar. ¿Ella está bien?

—Está un poco adolorida por el pisotón, pero todo bien. ¿Estuvo muy loca la lluvia no?

—Sí, de repente ya no se veía nada, pero fue divertido. ¿Tienes frío? Estás temblando.

—Un poco nada más. Ya quiero que sea mañana para estar en el agua caliente.

—Sí yo también, ya quiero ir a nadar.

—Yo no sé nadar, espero aprender algún día.

—A mí me gusta mucho, pero más me gusta bucear.

—¿Sabes bucear?

—Sí, aún estoy aprendiendo, pero es lo que más me gusta hacer.

—¿Y dónde buceas?

—En la Prepa 33, los sábados y domingos.

—¿A poco puedes tomar clases aunque no vayas a la prepa?

—Sí, pero solo los fines de semana, además a los de la prepa no les cobran, a los que no somos de ahí sí. Por eso quiero entrar a esa prepa el próximo año.

—Ah, qué bien. Yo también estoy pensado en escoger esa prepa.

Platicaron por un rato más hasta que él se quedó dormido. Los profesores estaban tomando café mientras vigilaban, hablaban de sus desgracias y de sus sueños abandonados, dejando que los que quisieran seguir despiertos lo hicieran, siempre y cuando solo platicaran en voz baja.  Carmín permaneció cerca de Emanuel, por si de repente podían seguir su conversación, pero el cansancio la terminó venciendo y también se quedó dormida.

En sus sueños, Carmín estaba ahí mismo, perdida en medio del bosque, sintiéndose asustada porque era un lugar muy oscuro. De repente, hubo una luz en el cielo y al mirarla, Carmín se dio cuenta de que se encontraba en su propio sueño, dormida pero despierta.  Una oleada de emociones la impulsaron a alzarse en el aire y la sensación de volar se convirtió en algo aún más increíble que la lluvia, desde arriba todo parecía tan diferente que no querría volver a tocar el piso.

Estaba emocionada acariciando las copas de los árboles cuando volvió a ver a esos seres con los que había soñado el día anterior. Escalaban los árboles tratando de alcanzarla con sus garras, ella intentaba volar más alto, hasta que un hombre con alas le saltó por encima y la llevó al suelo.

“Despierta” se ordenó a sí misma, pero nada cambió.

Uno de esos seres se convirtió en una mujer que estiró su brazo tratando de alcanzar su cuello y poco a poco fue sintiendo las manos de los demás seres que intentaban mantenerla quieta. Carmín manoteó y se retorció tratando de zafarse, cerró los ojos y con todas sus fuerzas se concentró en salir de ahí.

En ese instante todo desapareció, y al abrir los ojos Carmín estaba en un lugar completamente diferente, el cielo que estaba lleno de estrellas lo que hacía que no hubiera oscuridad total.  Se dio la vuelta y encontró frente a ella una estructura gigante que la impresionó por las cabezas de serpiente color turquesa que sobresalían como vigilantes.

—¿Esto es una pirámide? ¿Cómo fue que vine a dar aquí? Esas cabezas…

Se sentó en el piso todavía asustada por la manera en la que todo había acontecido, resoplaba al borde de una crisis tratando de encontrar una explicación, cuando escuchó un susurro que venía de esa estructura tan pintoresca y majestuosa que mientras más miraba, más la impresionaba.

Se puso de pie y escuchó con más atención, pudo distinguir un túnel justo frente a ella al que se acercó cautelosamente hasta que llegó a la entrada; se asomó y pensó en huir en dirección contraria, quizá sería mejor idea que entrar y perderse en su sueño para siempre, pero el susurro la seguía llamando, entonces, se decidió por ir adentro.

Tan solo había recorrido unos metros y el miedo y la angustia se estaban transformando en una absoluta necesidad de descubrir el misterio en ese lugar, en sus sueños y en su vida.

El túnel era oscuro y estrecho, pero las pequeñas piedras brillantes incrustadas en el techo hacían que Carmín contuviera la respiración, era como si le hubieran escarchado diamantina y en menos de lo que imaginó había llegado al fondo, donde el brillo estaba también en las paredes y en el piso. Se preguntó si estaba descubriendo un nuevo mundo o si estaba llegando demasiado lejos a través de su imaginación y esa duda la llevó de nuevo afuera, donde estaban las cabezas de serpiente.

—¡Ay! —se quejó dándose la vuelta para ver a los demás lados— ¿Y ahora qué?

Ese lugar no era como algún otro que hubiera visto antes, parecía una ciudad de un mundo de fantasía, la estructura a la que había entrado no era la única, cerca de ella había algunos que parecían ser edificios, entonces caminó al primer edificio que estaba del lado izquierdo y al acercarse a la fachada notó que tenía dibujados símbolos que contaban una historia, los contempló tratando de entenderlos y luego se asomó al interior atenta a cualquier amenaza. Al no ver ningún peligro caminó de frente, hasta que llegó a un pasillo que recorrió lentamente.

Las pinturas de las paredes eran prehispánicas de eso estaba segura, en las clases de historia la maestra les puso un documental sobre eso, pero no entendía la luz amarilla que alumbraba desde el piso, ni el sonido que la hacía sentir como si estuviera dentro de un caracol de mar.

Al seguir avanzando, llegó a una sala muy grande en la que dos mujeres y tres hombres estaban reunidos en círculo hablando enérgicamente de algo que Carmín no alcanzó a escuchar.

Apenas entró y dio dos pasos para atrás, arrepentida de haberlos interrumpido.  Las cinco personas ahí se giraron para ver quién era la intrusa.

—¿Carmín?

—¿Abuelo?

—¿Cómo llegaste aquí?

—¿Abue qué está pasando? ¿Estoy soñando? No puedo despertar y me estaban persiguiendo, no sé cómo llegué hasta aquí…

—Sí, estás soñando, no te preocupes ya estás segura. Ven, dame tu mano y sigue durmiendo.

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