El palacio 8

El robo del Tonalli no era lo que Carmín había imaginado, no se trataba solamente de robar el poder de otra persona, había crueldad y dolor en ese momento en la que alguien lo perdía todo.

La piel de Citli tenía un color más rosado que de costumbre y destellaba igual que su Ópalo, que cambiaba de blanco a azul y de azul a verde.

—Un Balam escapó, tenemos a tres —dijo Itzel cuando Citli se giró a mirar el desastre.

Todos eran humanos en ese momento, Itzel sostenía a la mujer que había atacado a Carmín, dos hombres tenían a uno de los que embistieron a Arturo, y Citli tenía a sus pies a la mujer que se había lanzado sobre Alejandra en un principio.

—Ale, Carmín, ¿están bien? —preguntó Arturo que estaba sosteniendo a Mario.

—Yo solo tengo un raspón —contestó Alejandra revisando su brazo.

Las lágrimas de Carmín seguían cayendo y no pudo contestar, le dolía la espalda y aún podía sentir en su cuello la mano fría de la mujer que Itzel había hecho sangrar, Alejandra la abrazó contagiada por su llanto y después la tomó de la mano.

—Mario, entren a la ciudad y vayan al palacio 8, que los sanadores los revisen y si todo está bien continúen con su preparación.

—Si rectora —contestó Mario mirando a Citli con respeto y admiración.

Entraron a Mashonpe bajo la mirada del cardenal y cruzaron el muro repelente. Se dirigieron a uno de los edificios que se distinguía de los demás por no tener ventanales, era pequeño pero impecable.  El palacio 8, era otro tipo de sala, se sentía cálido y tranquilo, y además había un silencio reparador que quitaba un peso de encima. Por todos lados había hierbas, polvos y aparatos.

—Buenas tardes Tomás —dijo Mario cuando entraron.

—Buenas…¿Mario qué te pasó? —preguntó Tomás saliendo del pasillo de atrás—.  Se supone que debías descansar hoy. ¿Qué estuvieron haciendo Arturo?

—No lo vas a creer Tomás, cuatro Balam en el portal de la Sierra nos atacaron y entre ellos estaba Abi, quiso robar el Tonalli de mi hermana, lastimó las alas nuevas de Mario y si no hubiera llegado mi abuela no hubiéramos podido con ella ni con los otros.

—¿Abi? —preguntó Tomás encendiendo uno de los aparatos.

—Citli le robó el Tonalli —contestó Mario recostándose sobre el asiento.

El aparato se cerró en forma de cápsula y Tomás miró a través de ella, la anatomía de Mario se iba dibujando en la parte superior y Tomás la analizaba con atención, era una combinación entre un doctor y un chamán.

—Tomás, ¿qué está pasando? ¿Por qué Abi nos traicionó?

—Cuando Abi obtuvo el grado Caracol se atrevió a robar el Tonalli de su propia hermana. Su Ópalo se quebró y cuando Citli le dijo que no recibiría otra piedra no supimos más de ella, se alió con los de afuera.

—Pues consiguió el grado Balam, se convirtió en jaguar.

—Porque su hermana era una Balam. Las dos eran muy talentosas, es una lástima.

La cápsula se abrió y Mario se levantó sudado y somnoliento. Carmín y Alejandra no habían dicho una palabra, pero habían comprendido que la cápsula era una especie de radiografía que no existía fuera de ahí.

—Estás bien, pero debes descansar esta semana, ¿me oíste?  Aunque ya tengas alas debes ser cauteloso. Sigues tú Arturo.

Arturo obedeció entrando a la cápsula y mientras esperaban su diagnóstico, Mario sacó sus alas y Tomás revisó las partes que habían sido golpeadas, poniendo algunos polvos sobre ellas.  Después revisó el dibujo completo de Arturo y le dio una palmada en la espalda.

—Todo está bien, solo son unos cuantos golpes, nada serio. 

—Menos mal, mañana tengo una prueba de resistencia.

—¿Quiénes son ustedes dos? —preguntó Tomás con seriedad cuando se dio cuenta de las dos chicas que no habían hecho un solo ruido.

—Soy Alejandra la hermana de Arturo y ella es…

—Carmín.

—¿Carmín la nieta de Leo? ¿Y Alejandra la nieta de Citli? Parece el destino. Ya me habían hablado sobre ustedes y me da gusto conocerlas, aunque espero que no tengan que visitarme muy seguido.  Soy Tomás, uno de los sanadores de la Unión, bueno, ¿quién sigue?

Alejandra entró a la cápsula primero y al terminar le pusieron una compresa con algunas plantas donde tenía el raspón.

Cuando Carmín se sentó y se fue recostando poco a poco, aún tenía dolor en la espalda y se sintió incomoda al acostarse.  Al cerrarse la cápsula sintió un calor en los pies que fue subiendo hasta llegar a su cabeza, la sensación la hizo olvidar el dolor, hasta que el calor disminuyó y le vino un ligero mareo.  Al abrirse de nuevo, Tomás estaba sorprendido.

—Te dieron fuerte Carmín, tienes dos hematomas en la espalda.  Pero no te preocupes, no es grave, te inyectaré…

—¡No! —respingó Carmín—.  No es necesario, estoy bien gracias.

—¿Te dan miedo las inyecciones?

—¿Eh? No, pero es que no me duele tanto.

—Arturo sostenla.

Arturo la abrazó por detrás apretando sus brazos dejándola inmóvil, Carmín ni siquiera intentó soltarse, el orgullo estaba por encima del miedo, cerró los ojos y Tomás le inyectó un líquido rojizo en el hombro. Carmín gritó y apretó los brazos de Arturo, que la sostuvo con más fuerza.

—Listo, esto hará que mañana ya no sientas nada. Igual ayuda con el susto.

—Carmín me pellizcaste —le reclamó Arturo mientras Alejandra se alegraba de haber tenido solo un raspón—-. Gracias Tomás, ya nos vamos.

—Sí de nada, sean más cuidadosos la próxima vez.

 —Sí Tomás, gracias.

Carmín y los hermanos salieron del edificio y caminaron hacia la Calzada de los Muertos.

—Ya que todos estamos bien, vamos a la Plaza de la Luna, ayer ya no fuimos por el código águila, pero hay algo muy importante que debo mostrarles.

Carmín caminó más tranquila, el dolor en su espalda casi se había ido por completo, aunque las palabras de la mujer que la había atacado seguían taladrando su mente.

Al acercarse más a ese lado de Mashonpe, vieron a los jaguares practicando sus saltos y rugidos y del otro lado los que tenían alas nuevas volaban y aterrizaban con torpeza.

En medio de la Plaza había una plataforma sobre la que se erigía un bloque en forma circular hecho de malaquita y piezas de jade.  Había algunos adultos, niños, ancianos y adolescentes esperando su turno para asomarse a su interior.

—¿Nos tenemos que formar? —preguntó Alejandra.

—Sí, y mientras esperamos, tal vez a alguien le salga el mensaje del sacrificio. Ojalá que no sea a ustedes.

—¿A qué te refieres con el mensaje del sacrificio?

—Pues a eso literalmente, ¿no te han enseñado nada en la escuela?

Cuando llegó su turno, Carmín y Alejandra se asomaron por el bloque, había agua en un fondo negro en la que se reflejaba el cielo.  Arturo les dijo que pusieran la mano al mismo tiempo al ras del agua sin tocarla y un mensaje aparecería ante ellas.

«El sitio del trueno guarda el secreto del camino al Ópalo.»

—El sitio del trueno… sé a dónde ir, vengan.

Se dirigieron al costado de la pirámide lunar y entraron a un edificio en el que solo había seis puertas dobles doradas, como la mayoría de las puertas en Mashonpe. Cada una era un portal.

Se acercaron a la primera y Arturo pegó su placa en un borde, entonces la puerta doble se abrió.  Tras ella, no se veía más que una gran oscuridad, nada de cortinas de agua ni de túneles.

—Carmín, ¿sabes nadar? —preguntó Arturo con una sonrisa.

—No.

—Pues deberías aprender —dijo sin borrar la sonrisa y la empujó al vacío.

Carmín cayó sintiendo que se acababa su vida, el estómago le subió hasta la garganta y entró al agua fría de un golpe. Enseguida cayó Alejandra y después Arturo, que tuvo que ayudar a Carmín a salir del agua.

“Pinche wey” pensó Carmín cuando estuvo en tierra firme.

—Eres un salvaje Arturo, no manches —le reclamó Alejandra después de dejar de toser.

—Ay ya, no se enojen, así me aventaron a mí también, ¿a poco no se siente bien chido?

—Se me metió toda el agua a la nariz y mira a Carmín, creo que ya hasta se desmayó.

Carmín estaba tirada en la orilla preguntándose si así serían todos los días de su vida.

—Perdón Carmín, y perdón Ale por toda el agua que se tragaron por mi culpa.

—Eres el peor sinodal, ni siquiera nos has enseñado nada.

—Es el segundo día Alejandra no seas impaciente, además, claro que han aprendido cosas, pero lo que viene ahora es muy importante. Debemos apurarnos a tomar una barca.

—¿A dónde vamos?

—A Tabak.

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