9.

Sosteniendo el M16 en su mano derecha con trabajo ya que tenía el brazo izquierdo enyesado, Zoe caminó apresuradamente hacia el elevador en el fondo del corredor cuyas puertas estaban cerradas y no funcionaba. Aún quedaba algo de energía proveniente del generador de emergencia pero por alguna razón que ella desconocía, el elevador no funcionaba por mucho que ella apretara el botón de subir o de bajar.

Pero iba a averiguarlo.

No estaba dispuesta a quedarse encerrada en este hospital sabe Dios cuanto tiempo, encerrada con un reo que no dejaba de ponerle los pelos de puntas y rodeada de sangre y putrefacción por todas partes. Su nariz ya se había acostumbrado algo al fuerte olor pero no dejaba de ser inquietante y desagradable.

Se suponía que ella no debería acostumbrarse. No iba a permanecer aquí, viviendo tranquilamente sin saber como se encontraba su familia o si estaban bien.

No lo iba a hacer.

Enganchó el rifle en su hombro izquierdo y sacó del bolsillo de su bata de hospital el teléfono móvil que antes había encontrado en recepción. Lo encendió y rápidamente marcó el número de su madre con la esperanza de que las líneas ya no estuvieran saturadas.

Zoe esperaba escuchar la molesta voz de la contestadora, pero al final resultó ser la característica voz de su madre:

—¿Hola?

...(...)...

—¿Mamá?

Al escuchar la voz titubeante de su hija, el corazón de Bri se detuvo literalmente al igual que todo a su alrededor. Le costó unos escasos segundos reaccionar y entender que no se trataba de un sueño. Las lágrimas corrieron de sus ojos a pesar de que Bri no era una mujer que llorara mucho.

—Oh cielos... ¿Zoe, cariño?

Al otro lado del audífono, la voz de Zoe se escuchó emocionada e incrédula:

—Dios mío no lo puedo creer. He intentado contactar contigo desde que desperté pero las líneas estaban saturadas y no podía comunicarme. No puedo creerlo.

Al escuchar el nombre de su hija, Jon de inmediato dejó de vendar el muslo herido de Bri en la parte trasera de la camioneta y miró a su esposa sin poder creerlo.

En aquel momento Bri tenía deseos de conversar más con su hija y disfrutar de este glorioso momento a pesar de las circunstancias, pero desgraciadamente no había más tiempo:

—Escúchame Zoe. Tenemos que hablar antes de que las líneas vuelvan a caer. Tienes que decirme donde estás ahora mismo...

—Estoy en Seattle, dentro de un hospital.

Bri en cierta forma se sintió aliviada al escuchar aquello.

—Bien, eso lo sé. Tu padre y yo también estamos en Seattle. ¿Estás segura? ¿No haz tenido ningún contacto con algún infestado?

—No. Estoy sana.

—Bien. Eso es bueno. No te preocupes ¿ok? Tu padre y yo vamos a buscarte.

—Tengo mucho miedo mamá. No sé que está pasando. Desperté del coma hace rato y toda el ala del hospital estaba vacía. No había ni enfermeras ni médicos y las... —de imprevisto la línea volvió a caer y perdió contacto completo con Zoe.

Bri maldijo entre dientes y tiró el teléfono celular hacia el asiento delantero con furia.

—Al menos sabemos que está bien. —admitió Jon intentando calmar a su alterada y adolorida esposa.

Luego de lo sucedido en Seattle, los militares los expulsaron de la ciudad como perros mugrosos y ahora era prácticamente imposible entrar y superar los pocos cientos de soldados que resguardaban los límites de la ciudad. Tuvieron mucha suerte de que no los encerraran.

Aunque ahora que lo pensaba, no era algo muy bueno tampoco. Eso significaba que la civilización y el orden que antes lo caracterizaba, estaba cayendo lenta pero segura. Pronto sería cuestión de tiempo para que el sistema eléctrico del país fallara enteramente.

—Pero no puedo evitar sentirme así —refutó Bri interrumpiendo los turbios pensamientos de su esposo— Lo siento mucho Jon. Siento que hayas visto ese lado de mi. Me volví completamente loca.

Jon sonrió y terminó de vendar el muslo de su esposa:

—Lo único que vi fué una madre intentando salvar a su hija; aunque debo admitir que la forma era la equivocada y fuiste muy impulsiva. Si hubieses consultado conmigo primero, podríamos haber hecho un plan mejor.

—Tienes razón como siempre. Lo siento mucho Jon...

—No te disculpes más. Voy a seguir amándote por muy loca que estés —Bri no pudo evitar reir por el comentario de Jon—. Ahora vamos, tenemos que idear un plan para entrar a Seattle sin ser descubiertos.

—Ese trabajo te lo dejo a ti.

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