7.

—¿Qué estás...?

Empezó decir una Megan asustada y llorosa pero Bri le gritó en el oído, pegando aún más el cañón a su sien:

—¡¡Cállate!! ¡Bajen las armas ahora mismo o le reviento la cabeza a la puta Shepard!

Los soldados titubearon sin saber que hacer pero mantuvieron su posición.

—Por favor señora, no a... —el sonido del seguro del arma detuvo el intento de persuasión de Megan a medio camino y esta comenzó a respirar sonoramente con sus fuertes latidos tamborileando en sus oídos.

—¡Bri! —la llamó su esposo sorprendido por las acciones locas de su esposa desde la multitud expectante. ¿De dónde había sacado un arma?—. ¿Bri, qué diablos estas haciendo?

—¡Voy a traer de vuelta a nuestra hija! —respondió con decisión la madre.

—Esta no es la forma...

—¡Cállate! —le gritó a su esposo apretujando con más fuerza el brazo retorcido de Megan, amenazando con romperselo en cualquier momento—. ¡Nuestra hija está ahí adentro viva... sola! —un sollozo se liberó de lo más profundo de su pecho. Miró a la asustada Megan y le siseó en el oído con la voz llena de ponzoña—. Vas a decirles a tus soldados que bajen sus armas.

La doctora asintió e hizo lo que le ordenaban. Cuando los soldados bajaron sus armas, Bri volvió a refutar en voz alta.

—Ahora... vas a abrir ese portón... y vas a permitir que pase hacia la Zona Muerta.

—Es una locura...

—Vas a hacer lo que te digo si no quieres una bala en tu cerebro. Te aseguro que no saldrás libre de esa.

—No... no puedo hacer eso —la voz le temblaba, pero bien sabía que era mejor mantener esas puertas cerradas. Ella también tenía hijos y no estaba dispuesta a arriesgar todo el resto del país por los deseos egoístas de una mujer.

Bri se quedó en silencio por unos segundos. Lo único que Megan podía escuchar era su alterada respiración y por un momento ella creyó que la había convencido... pero se equivocó. Bri ahora mismo no actuaba como ella misma, lo único que veía era rojo y más rojo. El estrés la estaba llevando a hacer esta locura y de alguna forma Bri se sintió nuevamente en Afganistán.

—Entonces no me dejas opción... —colocó su dedo índice en el gatillo del arma dispuesta a disparar; pero un francotirador acostado encima del muro de contención dispara hacia el muslo de Bri atravesándolo por completo. Esta cayó al suelo de inmediato con la sangre salpicando por todas partes y un doloroso grito saliendo de lo más profundo de su garganta.

El dolor la hizo reaccionar y recapacitar en lo que estaba a punto de hacer... pero a un grave precio.

...(...)...

9:30 p.m

Cuando Alex llegó a casa junto con Ben,  su hogar aún continuaba a oscura. Sus padres aún no habían llegado de Seattle.

Alex se preguntó porqué tanta la demora, ¿habría sucedido algo con ellos?

No podía esperar a ver a Zoe, estaba más que preocupado por ella.

Afuera las calles estaban oscuras y desiertas. La gente se mantenía dentro de sus casas debido a los horrores que ponían en las noticias y nadie se atrevía si quiera a asomarse por la ventana.

Alex debía admitir que también tenía miedo.

Estaba sólo en casa con un niño de nueve años. Ben no dejaba de preguntar por sus padres y Zoe pero Alex no sabía que responder porque ni el mismo sabía. Intentaba llamar una y otra vez al móvil de sus padres pero las líneas continuaban saturadas y era casi imposible comunicarse.

Encendió la televisión para por lo menos pasar el tiempo viendo las noticias pero al cabo de varios minutos la electricidad se fué y toda la casa se oscureció. Por encima del murmullo de la noche en el exterior se escucharon varios gritos y alaridos de molestia ante el imprevisto apagón.

Ben se acurrucó junto a su hermano asustado al verse sumido repentinamente por la oscuridad.

—Tranquilo... —intentó calmarlo Alex, acariciando su espesa cabellera castaña—. No tengas miedo, sólo es un apagón. Voy a buscar las velas...

Se dispuso a levantarse del sofá pero Ben lo agarró con fuerza del brazo.

—No por favor quédate. Tengo miedo...

—No hay de que temer. Los monstruos no existen... Sólo voy a buscar algunas ve... —un fuerte golpe proveniente de la puerta calló de inmediato las palabras de aliento de Alex y provocó que ambos hermanos se sobresaltaran en su lugar por el susto.

Ben se aferró con más fuerza de su brazo pero Alex retiró sus manos con suavidad y le pellizcó un cachete para relajarlo:

—No hay de que temer.

Se levantó del sofá y caminó hacia la entrada de la casa donde alguien continuaba golpeando la madera como si quisiera destrozarla. Sin pensarlo mucho, Alex agarró un bate que se encontraba a un lado de la puerta y lo levantó con su derecha mientras que con su izquierda quitó el seguro a la puerta y la abrió lentamente, pero lo que vió no era lo que esperaba.

Ahí mismo se encontraba su exnovia con su vestido lleno de sangre, sus pies descalzos sucios y las lágrimas cayendo a mares por su rostro.

—¿Anna? Dios mío... ¿Qué te pasó?

La pobre temblaba de pies a cabeza y se envolvía entre sus delgados y desnudos brazos. El maquillaje estaba corrido y tenía un aspecto horroroso. Era difícil reconocer a la Anna que se encontraba frente a Alex.

—¿P-puedo pa-pasar? —preguntó con voz temblorosa y ojos completamente idos.

Alex miró la sangre en su vestido y de inmediato la invitó a pasar. De seguro le había ocurrido algo muy malo para tenerla en ese estado deplorable.

La trajo a la sala y le dijo a Ben que subiera a su habitación de inmediato. Ben obedeció a regañadientes.

Le llevó a Anna un vaso de agua y ella lo agarró con manos temblorosas y ensangrentadas. Cuando terminó de beberse toda el agua, dejó con demasiada fuerza el vaso en la mesa frente al sofá, dejando la marca roja de su mano en el cristal transparente. Esperó un rato a que se calmara y luego le preguntó:

—¿Ya estás mejor?

Anna asintió con la cabeza y Alex volvió a preguntarle:

—¿Qué te ocurrió Anna? ¿De quien es esa sangre?

Anna tragó saliva pesadamente y empezó a juguetear con sus dedos nerviosamente:

—Es-Es la sangre de-de m-mi pad-dre...

Alex la miró impactado sin poder creerlo. Sus ojos se abrieron como monedas.

—¿Qué?

Ante su incredulidad un relámpago seguido de un fuerte trueno atravesó el cielo oscuro de la noche, iluminando por breves segundos el interior de la casa. Anna gritó con fuerza y se cubrió las orejas con ambas manos, notablemente asustada.

Alex intentó calmarla. Sus manos tantearon en el aire buscando algún atisbo de piel que no estuviera salpicada en sangre para poder abrazarla pero al final desistió. No quería ensuciar su henguatada favorita.

Intentó calmarla verbalmente pero nada funcionaba. La chica continuaba gritando como loca a pesar de que el trueno ya había pasado.

Una mueca de molestia iluminó cada rasgo de su rostro y harto de escuchar los agudos gritos de la chica le gritó, superando por mucho el timbre de su voz.

—¡Anna maldita sea, calla de una vez!

La susodicha por fin dejó de gritar al escucharlo. Su espalda golpeó con fuerza el espaldal del sofá debido al susto que se había llevado ante el grito de su exnovio. Nunca había escuchado ese tono de voz en él, además de que en ese instante, su rostro normalmente aniñado y apacible había adoptado un tinte oscuro y fuera de si.

Temió más por él que por el mismo trueno. Todas sus extremidades se debilitaron ante su intensa mirada.

Alex se dió cuenta del temor que había causado en ella y de inmediato cerró los ojos, intentando calmar su mal temperamento. Cuando los abrió nuevamente, enseguida volvió a ser el chico guapo, amable y carismático que siempre había conocido.

—Lo siento... —se disculpó rápidamente— no quería gritarte.

Anna lo miró por breves segundos antes de bajar la mirada a sus pies descalzos y sucios que en ese momento los había subido encima del cojín marrón del divan.

—¿Me puedes decir que fué lo que pasó? —insistió Alex al notar que Anna no tenía intención de abrir la boca y alimentar su curiosidad.

Luego de otro silencio que parecía haber durado horas, estuvo a punto de perder la paciencia nuevamente, pero para su sorpresa Anna habló.

—Todo ocurrió tan rápido... —su voz sonaba débil y quebradiza de tanto gritar—. Mi madre había estado comportándose raro desde esta mañana. Se había sentido mal por lo que no se levantó de la cama. Cuando llegué de la escuela se veía muy enferma, su piel estaba muy pálida y el blanco de sus ojos se veían muy irritados. Parecía tener fiebre, pero extrañamente se veía con mucha energía... aunque de alguna forma me daba miedo.

>>Estabamos cenando tranquilamente en casa como era costumbre. Mi padre había vuelto temprano del trabajo y mi madre estaba feliz por lo que preparó pollo asado. Su favorito... —sonrió ante el recuerdo pero la sonrisa no duró mucho en sus labios. Desapareció y sus ojos se volvieron distantes—. De repente mi padre se sintió mal y decidió acostarse temprano. Mi madre se enfadó mucho con él  y empezó a discutir. Nunca la había visto tan enfadada en mi vida, parecía como si la hubiese poseído un demonio. Rompía todas las cosas a su alrededor, hasta incluso llegó a agredirlo. Entre el forcejeo agarró un cuchillo y... —Anna se cubrió la boca y empezó a sollozar— y... se lo enterró en el estómago, desgarrandalo... Todos sus intestinos cayeron en el suelo y ella simplemente se estaba riendo. Yo grité y grité y grité... intenté socorrer a mi padre pero murió en mis brazos. No sabía que hacer. Mi madre se volvió loca y empezó a decir cosas sin sentidos como que yo era la culpable de todo esto y... que tenía mucha hambre.

>>De repente me atacó y me mordió en el brazo —Anna señaló la herida sangrante de su brazo izquierdo y los sollozos aumentaron—. Luego yo... luego yo... entré en pánico..., tomé el revólver de mi padre y... le disparé en la cabeza... —las palabras se cortaron y Anna comenzó a llorar con fuerza y dolor. Alex la envolvió entre sus brazos, aguantando la respiración para no absorber el asqueroso olor de la sangre, intentando calmar sus nervios y Anna se dejó consolar—. No tenía otro lugar donde ir... tenía tanto miedo...

—Shhhh... —la calla negando con la cabeza—. Tranquila, hiciste bien en venir... Hiciste bien...

Alex observó la herida en el brazo de Anna y le preguntó:

—Hay que curar eso... ¿no te duele?

Anna se miró la mordida y respondió con una lenta sonrisa:

—Apenas lo siento...

Alex frunció el ceño:

—Probablemente se está infestando.—se levantó del lado de Anna y corrió hacia el baño en el primer piso.

Con la linterna de su móvil abrió el armario de las medicinas y sacó un envase de alcohol junto con un rollo de vendas y unas tijeras de metal. Salió del baño rápidamente y volvió a la sala pero se detuvo en seco al ver que Anna no se encontraba sentada en el sofá. La buscó por toda la sala pero no la vió por ninguna parte:

—¿Anna?

Luego de buscarla por toda la casa, finalmente la encontró dentro de su habitación, observando la imagen de fondo de pantalla en el portátil de Alex.

Era una foto de Zoe y Alex juntos en la playa...

—Tu hermana es muy hermosa... —admitió Anna sin dejar de observar la foto con inexpresividad— Hasta yo querría follarmela...

—¿Qué estás diciendo Anna?

Anna retiró su vista de la foto y miró a Alex con ojos vacíos:

—¿Qué? ¿Te molesta que diga eso? ... ¿Acaso tu no te la follarias si no fuera tu hermana?

El espacio entre las cejas del joven se estrujaron y achacaron en el proceso sus ojos almendrados.

—¿Qué?

—No te hagas el tonto. Eres un ser humano, es normal que desees algo. Va en la naturaleza del hombre desear más aquello que no pueden tener...

—Ya empezaste de nuevo con eso. No hay tiempo para esto Anna, hay que curar tu herida...

—¡¡Te dije que no me duele!! —gritó de pronto tirando el portátil contra el suelo. Respiró profundamente y dijo esta vez en voz más baja— Ni siquiera siento el brazo...

Alex se dió cuenta de que Anna se veía extraña. Su piel había palidecido más de lo normal y unas enormes ojeras rodeaban sus ojos grises enrojecidos, sobresalientes de pequeñas venas. Sus labios se veían mordisqueados y les faltaba color, y su cabello rubio estaba desaliñado.

—Estas cansada por todo lo ocurrido Anna... Deberías descansar, mañana pensaremos en lo que haremos...

Anna frunció el ceño y se apretó con fuerzas las sienes con los dedos como si le doliera la cabeza:

—Tienes razón... creo que estoy agotada. Tengo una jaqueca terrible...

Alex no sabía que le estaba pasando. Tal vez el trauma de lo sucedido con sus padres la había afectado demasiado. Había visto este tipo de comportamiento en su madre después de Afganistán.

Tal vez se trataba de estrés postraumático...

Si... seguro era eso.

—Ven, voy a llevarte al cuarto de invitados.

Anna asintió y caminó hacia Alex sin dejar de masajear sus sienes. Alex envolvió sus hombros con su brazo izquierdo y la guió a la habitación en el fondo del pasillo. La acostó en la cama, le dió un ibuprofeno y luego la dejó dormir.

Mañana pensaría en lo que haría con ella, ya que las líneas estaban saturadas y no podía llamar a la policía. Mañana la llevaría al departamento del sheriff y todo esto acabaría en un santiamén...

Mañana...

Alex se tiró en su cama y cerró sus ojos, dejándose llevar por el sueño...j

Eran las 12:00 de la madrugada cuando despertó al sentir pasos caminando detrás de la puerta de su habitación. Siempre había tenido el sueño ligero, por lo que al sentir cualquier mínimo ruido, despertaba de inmediato.

Alex se levantó de inmediato de la cama y caminó lentamente hacia la puerta. Colocó su oído en la madera y esperó a escuchar algo más y el sonido de cristales rompiéndose proveniente de abajo le sorprendió.

Con lentitud y cuidado de no provocar ruido, bajó el picaporte de la puerta y la abrió con suavidad, provocando un leve graznido que apenas sería escuchado.

¿Será un intruso?

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2023-08-16

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