Maldijo la hora en la que había dejado el bate en la sala.
Con cuidado de no provocar ruido, bajó las escaleras lentamente intentando ser sigiloso, lo cual no era una tarea nada fácil que digamos.
La sala estaba muy oscura, pero la leve luz de la luna que atravesaba el gran ventanal de cristal le permitió ver una delgada figura parada en un rincón al lado del televisor. No dejaba de golpear su cabeza contra la pared una y otra vez y una lámpara se encontraba destrozada a sus pies.
Su cabello rubio platinado lo reconoció de inmediato.
—Anna... ¿estas bien?
No recibió respuesta de la joven.
—Anna... —la llamó en un tono de voz un poco más alto que Anna pareció escuchar ya que de inmediato dejó de golpearse.
Alex empezó a acercarse lentamente hacia ella.
—¿Qué te ocurre? ¿Por qué estás sola aquí abajo? ¿Te sientes mal?
Anna no dijo ni una sola palabra...
Cuando Alex ya se encontraba a una pequeña distancia cerca de ella, levantó su mano derecha y la puso en su hombro desnudo pero al sentir su piel tan fría y gélida, retiró la mano de inmediato.
Anna comenzó a hacer unos extraños ruidos que enseguida lo pusieron en alerta. Lentamente empezó a darse la vuelta; su rostro estaba cubierto por su maña de cabello rubio y Alex notó que algunas zonas de su cabeza estaban calvas, como si se le hubiese caído el pelo.
—¿Anna? —volvió a mencionar su nombre.
Anna en respuesta gruñó y en un abrir y cerrar de ojos, se lanzó hacia Alex, provocando que este caiga de espalda al suelo.
—¡¿Qué diablos Anna?! —gritó mientras intentaba quitarsela de encima.
Anna intentaba morder el cuello de Alex con sus dientes pero Alex la agarró de los hombros y logró apartados varios centímetros. Estaba usando todas sus fuerzas pero la fuerza de la chica parecía haber aumentado. Los gruñidos y jadeos de Anna eran tenebrosos y horripilantes. Sus ojos habían perdido todo color y vida y sus pupilas sangraban. La sangre se desbordaba de sus ojos como lágrimas rojas y también de su boca, orificios nasales y oídos. La piel se le notaba extremadamente grisácea y gélida y las venas sobresalían como si le hubiesen pintado la piel.
Eso no era normal...
Alex subió sus pies hasta el estómago de Anna y con todas sus fuerzas la empujó y la sacó de encima de él...
Sin perder tiempo, se levantó del suelo, agarró el bate encima del sofá y cuando Anna se levantó del suelo con su boca abierta de par en par lista para morderlo, Alex agarró el bate con las dos manos y con todas sus fuerzas rompió el cráneo de Anna de un sólo golpe. La sangre salpicó en el suelo y las paredes y la cabellera rubia se tiñó de rojo.
Sin embargo eso no lo detuvo. Ya en el suelo continuó golpeándola con el bate una y otra vez, destrozando el rostro de Anna hasta convertirla en una mancha irreconocible de sangre, piel y huesos.
—Alex... —le llamó un asustado Ben desde el otro lado de la sala, cerca de la escalera, vestido con su pijama azul lleno de figuritas de autos.
Había sido testigo de lo que Alex había hecho...
...(...)...
10:21 p.m
El aire frío removió su larga cabellera negra de un lado a otro mientras observaba Seattle a través de la ventana de lo que por ahora sería su habitación. Al menos hasta encontrar una forma de salir del hospital.
Ese tal André le había dicho que las escaleras y las demás alas del hospital estaban llenas de gente infestada por lo que no podían salir.
La ventaja es que no tenían que preocuparse por la comida o el agua; el ala de cirugía tenía su propia cafetería abastecida y baños, por lo que podrían vivir los dos un bien tiempo, posiblemente meses. Pero ella no podía permitirse eso. Tenía que volver a casa...
¿Su familia estaría bien? ¿Mamá, papá, Alex... Benjamín?
—La puerta estaba cerrada por lo que no tenía ni idea de que estuvieses aquí dentro inconsciente —explicó André recostado en el marco de la puerta de la habitación con los brazos cruzados.
Zoe cerró la ventana y le preguntó:
—Dijiste que los demás pacientes y médicos fueron evacuados del hospital ¿cierto? —rectificó ella dándose la vuelta hacia el hombre latino.
—Si —concordó él—. Todos excepto nosotros dos...
—¿Por qué nos dejaron atrás?
André se acarició la nuca con expresión pensativa:
—A ti obviamente te dejaron porque eras una carga. Evacuar a una persona en coma es difícil, y más una persona en tu situación. Al menos la persona que te dejó tuvo la decencia de cerrar la puerta; pero en mi caso me dejaron simplemente porque les salió de sus putos y egoístas traseros. Yo estaba encadenado en una cama en la sala de emergencias cuando explotó el caos. Todos empezaron a correr, incluso el guardia que se suponía que debía vigilarme. Grité y grité por ayuda pero nadie vino. Nadie ayudaría a un reo... Al final tuve que ayudarme a mi mismo... como siempre.
La mirada de Zoe se ablandó un poco ante su explicación. De repente se sintió un poco culpable. Ella también en un principio lo había tachado de inmediato y lo había juzgado solo por su aspecto físico.
—Siento que te haya sucedido eso.
André sonrió, recuperando su buena onda de siempre. En el poco tiempo que había interactuado, Zoe había descubierto muchas cosas de él. A pesar de la precaria situación en la que se encontraban, él siempre se las arreglaba para tener una sonrisa pegada en el rostro. Se preguntó ¿cómo alguien como él había terminado preso en una institución correctiva?
—No es tu culpa niña. No tienes porqué sentirlo... Además, tu también estas en la misma situación que yo.
Al escuchar la palabra "niña" no pudo evitar molestarse un poco.
—Sabes que no soy una niña ¿verdad? Tengo 17 años.
—No deberías enojarte por eso. Hasta yo a veces desearía tener 17 años...
—No pareces ser muy viejo. ¿Cuántos años tienes?
—Veintiocho... respondió encogiéndose de hombros— Pero no tienes oportunidad conmigo, así que ni lo intentes. Eres demasiado "chiquita" para mi.
Las mejillas de Zoe se sonrojaron ante su broma de mal gusto:
—¿Y quien dijo que quiero intentar algo contigo? —caminó con pasos fuertes hacia el hombre latino y lo golpeó suavemente con su dedo índice en su pecho moreno— En primer lugar, ni siquiera me gustan los calvos...
André agarró el dedo de Zoe y lo acercó a sus labios con una sonrisa:
—Pero este calvo puede hacerte gemir de placer mientras te penetra con su grande y gordo pene... —abrió sus labios y seguidamente metió el dedo de en Zoe boca y lo chupó con firmeza.
Zoe boquiabierta con la acción de aquel tipo, se sonrojó aún más de lo que estaba y soltó su mano de un manotazo provocando que Andre riera aún más, como si Zoe fuese una broma en si.
—Cállate. —es lo único que se le ocurrre decir y luego se retira rápidamente de la habitación— Maldito pedófilo.
Lo rodeó para salir de la habitación y adentrarse en las penumbras del corredor exterior, escuchando su voz hilarante y burlona a sus espaldas:
—¿No dijiste que no eras una niña? —bromeó y comenzó a reír impulsivamente ante el enojo de la joven.
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