—Gustavo —su madre se acercó a su habitación justo cuando éste terminaba de hacer sus tareas—. Te llaman en la puerta.
—¿Alejito?
—No. Es otro chico.
Curioso, Gustavo hizo a un lado sus cuadernos y pudo ver justo en la puerta de su casa a un alto y lindo rubio que no era Alejandro, y un lujoso auto aparcado justo al frente. Sintiéndose extrañamente nervioso, Gustavo limpió sus manos con su ropa y salió a la calle mirando a Jhosep algo confundido.
—Hola.
—Esta es la única forma que existe para hablar contigo. —El alto chico comentó entre cómico e irónico, luego alzó su mano para saludarle con un sonoro y fuerte apretón—. ¿Qué haces?
—Tareas, pero ya terminé, ¿y tú?, ¿qué haces por aquí?
—Como siempre me cambias por tus amigos y ya ni respondes mis mensajes no me quedó otra opción que preguntarle tu dirección a Catalina.
—Pero yo he respondido todos tus mensajes —Gustavo habló con una sonrisa de oreja a oreja y el alto rubio negó con su cabeza.
—Hoy en la mañana te mandé un par de mensajes, y los viste apenas los mandé, y aun así me dejaste en ignorados.
—Pero yo no... —Gustavo cayó en cuenta enseguida de que en las horas de la mañana era Alejandro quien tenía su celular y entre ansioso y asustado sacó el móvil de su bolsillo rectificando las palabras de Jhosep, sí, habían un par de mensajes allí y estaban en vistos, pero él no los había leído, quien lo había hecho era Alejandro, pero, él no le había dicho nada al respecto—. Yo —Gustavo fingió una sonrisa—, yo me habré confundido.
—¿Qué harás ahora?
—Más deberes hasta que llegue la hora de dormir.
—Entonces. ¿No puedo invitarte a comer algo?
—Ayer dormí afuera. —Gustavo se escuchó a sí mismo y se sintió terrible, luego miró le ceño fruncido de Jhosep y se sintió peor. ¿Cuántas veces más iba a negarse a salir con él? Era guapo, le gustaba, estaba interesado en él, compartían gustos, era perfecto—. Pero mañana —Gustavo agarró su antebrazo como si con esto intentase trasmitir seguridad, aunque cierto era que estaba preso de los nervios—. Mañana al salir de clases yo podría invitarte a comer algo, ¿qué piensas?
—Tú sí que sabes reivindicarte. —La sonrisa de Jhosep cambió por una más sincera y terriblemente hermosa, y él se sintió mucho mejor consigo mismo aunque un tanto más ansioso. Le estaba invitando a una cita, y también, estaba a punto de liberarse de lo que sentía por Alejandro.
—Te llamo entonces...
—Sé un niño bueno y termina tus deberes. —Jhosep se despidió tal cual le saludó, y sin parar de sonreír subió a su auto y se marchó. Jhosep se había ido dejándole con muchas cosas en qué pensar, pero más allá de la cita que tendrían, lo que más carcomía su cabeza era el porqué Alejandro no le había dicho nada acerca de sus mensajes, era obvio que los había leído, y era aun más obvio que esos no eran los típicos mensajes que se mandaban entre amigos, porque ni siquiera con toda y la confianza que se tenían, no imaginaba a Alejandro enviándole un mensaje que dijese: "¡Buenos día Tavito! ¿Adivina? Recién me levanto y eres lo primero que se cruza por mi mente ¿Cómo amaneciste, lindo?".
Tal vez Alejito lo había olvidado, eso pasaba, no debía darle demasiadas vueltas, o tal vez aún no se acostumbraba a la idea de que él estuviese coqueteando con "chicos", o, y muy probablemente, Alejandro estuviese esperando que él le contase acerca de Jhosep, y por eso había sido tan enfático en la mañana en el hecho de no estar ocultándole nada. Pero, ¿cómo hablaría de esas cosas con la persona que más le gustaba?
Cerca de la entrada, Alejandro esperó impaciente que Gustavo llegara al instituto, para como era costumbre, ir juntos hasta el salón de clases, pero su alegría se fue a pique apenas vio como Catalina se acercaba al de cabellos negros y caminaba a la par de él, Alejandro odiaba a esa chica, era chismosa y entrometida y últimamente quería estar todo el tiempo pegada a Gustavo, cosa que empeoró durante el tiempo que ellos duraron peleados. El rubio suspiró fastidiado y antes de ser visto se dio media vuelta y fue en busca de su salón él solito, como se estaba acostumbrando a hacer. Era paradójico que cuando estaban separados Gustavo parecía estar con más gente, mientras su núcleo de amigos parecía disminuirse, y sabía que él mismo propiciaba esto, porque habían días que estaba tan hastiado que no le provocaba hablar con absolutamente nadie, y todo pintaba a que ese sería uno de esos tantos días.
—¡Alejito! —Gustavo le sorprendió por la espalda dándole un fuerte abrazo. Su respiración estaba agitada, y se veía un tanto agotado. Había corrido para poder alcanzarle.
—¡Tavito! —Con una enorme sonrisa Alejandro le recibió y se abrazó hombro a hombro con él, mientras juntos caminaban hasta el salón de clases. Ya no habían malas vibras, él día que pintaba traer una fuerte tormenta ahora estaba adornado por un radiante sol y pajaritos en el aire. Literal, o así lo sentía, porque estaba demasiado feliz como para ver defectos a su alrededor
—Mi madre te mandó saludos.
—Dile que iré a visitarla en estos días.
—Avisa con tiempo para que te prepare algo rico.
—Entonces mañana desayunaré en tu casa.
—Me gusta cuando desayunas en mi casa —Gustavo habló con una enorme sonrisa—. Mi madre siempre prepara sus mejores platos cuando tú vas.
—Es porque me quiere más que a ti.
—He comenzado a sospechar eso. —Y como los caracterizaba, ocuparon sus puestos uno junto al otro y se sumergieron en su propio mundo por eternas horas, era esa la primera vez que Alejandro lo percibía de manera tan palpable, cuando eran Gustavo y él no cabían los demás, a menos que ambos estuviesen de mutuo acuerdo en dejarlos entrar pero solo por leves momentos. Tenían una amistad consolidada con el tiempo, su amistad era una de las grandes cosas que se negaba a perder.
—Gustavo, quiero comprar algo de ropa, ¿me acompañas al centro comercial?
—Bueno yo... —Al finalizar las clases, caminaron juntos hasta donde tomarían la ruta acostumbrada, pero Gustavo se detuvo a mitad de camino y comenzó a vacilar con algo a lo que nunca decía "No". Asesorarle en sus compras.
—¿Saldrás con tu mamá otra vez?
—Voy a salir, pero no precisamente con mi mamá.
—¿Es muy importante?
—Para mí lo es.
—¿Conseguiste empleo?
—Saldré con un "chico" —Gustavo quiso sonar lo más natural que pudo pero le fue inevitable no hacer hincapié en esa última palabra.
—¿Hoy lunes? —Alejandro enarcó una ceja y le miró con cierto aire divertido—. Venga ya, dime la verdad.
—Tendré una cita hoy lunes, porque los fines de semanas no he tenido tiempo.
—Perdón por ocupar tu maldito tiempo tratando de reparar nuestra amistad y no dejarte espacio para que te veas con chicos. —Pese a sus palabras, el rubio hablaba con aparente tranquilidad.
—¡No quise decir eso!
—¿A qué horas es tu cita? Porque si sigues hablando conmigo llegarás tarde, y otra vez me echarás la culpa a mí.
—Alejito. ¿Por qué eres así? Vas a hacer que me sienta mal.
—Él no me cae bien —Alejandro habló evitando a toda costa una mirada directa—. ¿Cuántos años tiene?
—Veinte.
—Y tú quince.
—Él me gusta mucho Alejito —Gustavo sintió su corazón quebrarse al decir esa parte justo frente a él, él a quien tanto quería, a quien aún amaba—, y para mí sería un gran honor que tú lo aceptaras.
—¿No puedes conseguirte otro? —En esta oportunidad, el rubio sí fijó su intensa mirada en sus ojos y Gustavo sintió morirse. Conocía a Alejandro mejor que nadie, sabía cuándo iba de broma y cuándo no, y se notaba a kilómetros la seriedad en sus palabras—. Él me cae mal, no me da buena espina.
—¿Por qué juzgas a las personas antes de conocerlas?
—¿Te recuero cuál fue mi primera impresión de él? —Alejandro rio irónico—. ¡Te estaba dando a beber de una maldita botella de alcohol!
—¡Tú no eres quien para hablar sobre consumir o no alcohol, porque ese día Santiago te sacó de la fiesta casi a rastras!
—Santiago no me ve con malos ojos, pero..., ¿qué hay de ese tal Jhosep con respecto a ti? ¿Qué hubiera pasado si te hubieses emborrachado? ¿Crees que él te llevaría a casa como Santiago lo hizo conmigo?
—Jhosep sería incapaz de hacerme algo malo.
—¿¡Por qué lo defiendes de esa manera!? —Alejandro comenzó a alterarse y su tono de voz iba en aumento—. ¡Lo acababas de conocer ese maldito día!
—No tengo que conocer a alguien de toda la vida para saber qué tipo de persona es. Jhosep es un buen chico.
—No me cae bien, así de simple.
—¿¡Por qué mierdas eres tan cerrado de mente!? —Gustavo también subió considerablemente el tono de su voz, terminado de transformar su intensa conversación en toda una discusión—. Obviamente yo no iba a emborracharme porque yo no soy como tú.
—¿Y cómo se supone que soy yo? —Alejandro levantó ambas cejas al hacerle la pregunta mientras cruzaba sus brazos sobre su pecho—. Habla.
—Dejemos esto aquí, es lo mejor.
—No, a mí me dices de una vez qué es lo que piensas de mí, ¿o qué? ahora que confesaste que te gustan los hombres también perdiste los pantalones para tener el valor de decirme la verdad a la cara.
—Eres un niño mimado —Gustavo resopló fuertemente mientras apretaba sus dientes de la rabia—, eso eres.
—¿Y dime Tavito? —Alejandro se acercó peligrosamente a él, usando ese tono de voz que tanto hacía que las personas que no lo conocían lo odiasen a muerte, él estaba a punto de soltar veneno de su boca, estaba a punto de comportarse como un animal rastrero—. ¿Cómo se les llama a las personas que van de ofrecidos la primera vez que se encuentran con alguien que le gusta?
—¡A mí me respetas! —Como nunca antes había hecho en su vida, Gustavo golpeó con intención de hacer daño el pecho del rubio, y afortunadamente este no respondió a su ataque porque estaba tan alterado que sabía que todo podría terminar aún peor—. ¡Yo no soy ningún ofrecido!
—Oh miren, la parejita se está peleando. —Un grupo de compañeros de clases pasó cerca de ellos lanzando comentarios burlones y ofensivos, pero ambos estaban tan sumergidos en sus problemas que en vez de enfadarse, agradecieron internamente esa intervención que oportunamente redujo los ánimos de la discusión que sostenían.
—Tienes razón, dejemos esto aquí. —Alejandro habló sin mirarle, y sin esperar respuesta y a pasos acelerados comenzó a alejarse de él.
—¿La amistad o la discusión? —preguntó Gustavo con ligero quiebre en su voz, y al escucharle, Alejandro giró su rostro dirigiéndole una dura y fría mirada.
—¿No tenías una maldita cita? ¿Qué haces perdiendo tu tiempo hablando conmigo?
—Alejito... —El nombre que escapó de sus labios no tenía ningún tipo de fuerza, fue débil, e insonoro, como si quisiese y no quisiese llamarle, como si supiese que si Alejandro permanecía más tiempo cerca de él, solo terminarían haciéndose más daño, pero a su vez quería que estuviera, que no desapareciera, quería que se enterara de una maldita vez cuán importante era para él, pero no podía revertir lo hecho, no podía volver a estancarse en la nada.
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Comments
insomnio 1.0
Te pasaste Alejo
2025-01-31
1
Elizabeth Moreno
del odio al amor solo hay un paso ya declaren su amor
2024-07-31
1
brizlianan
Sabes a mi tampoco me da buena espina al que pretendes tener una cita, no lo sé Rich, parece falso, peor si es primo de la chismosa
2023-07-28
9