Tras colgarle a Fernando, Santiago comenzó a ordenar el desorden que tenía, para enseguida ducharse y vestirse de una mejor manera, había gastado cerca de una hora en ello y Fernando nada que aparecía. Quiso llamarlo, pero eso sería arrastrarse demasiado y a él aún le quedaba algo de orgullo. Ya le había dicho que le gustaba, que le necesitaba, que quería estar con él, Fernando sabía todo lo que él sentía y aun así le había dicho que iría. Ya las cartas estaban en la mesa y él no iba a presionar a nadie, si Fernando no llegaba, él simple y llanamente lo sacaría para siempre de su vida.
Pero la puerta sonó y su corazón comenzó a bombear más sangre de lo normal. Era él, nadie más iría a visitarle a las once de la noche. Con pasos torpes llegó hasta la puerta dibujando una tímida sonrisa en su rostro antes de abrirla.
—Buenas noches Fernando.
—Buenas noches Santi. —El castaño ladeó su sonrisa, y su corazón amenazó con comenzar a fallar, él de verdad hacía estragos en su pecho—. Traje algunas cosas que pensé necesitarías.
—Gracias. —El moreno tomó la bolsa y le invitó a pasar. El apartaestudio donde vivía era bastante pequeño, solo había una pequeña división en la cocina, y lo único que no podía verse desde la entrada era el baño, lo demás estaba todo a la vista, incluyendo su pequeña cama, y el juego de comedor conformado por una mesa y dos sillas de pasta.
—Cuando compré mi casa, tenía un juego de comedor parecido a este.
—Fue el más económico que encontré. —Algo apenado, Santiago comenzó a hablar siendo lo más sincero posible—. No tengo mucho dinero y había otras cosas por comprar.
—¿Piensas trabajar mientras estudias?
—Esa es mi idea. —El moreno terminó de acomodar las frutas y cosas para la cocina que Fernando le había llevado mientras el mayor se sentaba en una de las sillas sin dejar de reparar su hogar—. ¿Quieres algo para tomar?
—Solo quiero un poco de agua. —El moreno llenó el vaso y llevó sus pasos hasta donde Fernando se encontraba, no era capaz de mirarle a la cara, sentía que si lo hacía él terminaría de robarse su alma—. ¿Te vas a quedar de pie? —preguntó Fernando, y con nerviosismo a flor de piel, Santiago ocupó la única silla que quedaba libre y comenzó a sentir mucho calor, estaba hiperventilando y Fernando estaba notando que él no estaba bien—. ¿Eres la misma persona que habló conmigo por celular?
—No es tan fácil cuando te tengo así de cerca.
—Por lo menos mírame a los ojos. —Santiago buscó su mirada al escucharle y se arrepintió de haber fijado su vista en aquellos inquietantes y felinos ojos color avellana, él sabía que lo tenía a sus pies, por eso se estaba aprovechando—. ¿Estás nervioso?
—Un poco.
—¿Quieres que me vaya?
—No. —El moreno apoyó su palabra negando también con su cabeza—. Quédate un poco más. —Santiago cerró sus ojos buscando relajarse pero no podía, todo en su interior era un caos, se sentía bien por tener a Fernando allí, consigo, los dos a solas, que hubiese acudido a su llamado, pero a su vez, se sentía tan ansioso por lo que debería venir pero que a él le aterraba continuar, es que, él no había hecho ir al castaño hasta allí tras nada—. Fernando —Santiago titubeó un poco al hablar—. ¿Puedo besarte?
—Los besos no se piden, se roban.
—No me creo capaz de soportar tu rechazo. —Santiago resopló pesadamente, y no movió un solo músculo esperando una respuesta por parte de Fernando, pero no hubo palabras, lo que hizo el castaño fue rodar su silla para quedar más cerca de él y tras delinear sutilmente su rostro juntó sus labios con los suyos. Era tan diferente a aquel beso robado, este sí era un beso de verdad, este sí podía sentirlo, disfrutarlo, con este no habían dudas, este era un beso de alguien que le deseaba.
—No sé que estoy haciendo —Fernando susurró sobre sus labios buscando una vez más su mirada—. Tienes casi la misma edad de mi hijo.
—No soy tu hijo —aclaró Santiago antes de ser él quien tomara las riendas sobre el beso y comenzase a devorar sus labios de manera más intensa, justo como lo había soñado desde el día que lo conoció—. Ni soy un niño.
—No debí haber venido. —Fernando intentó pararse pero Santiago se lo impidió. No fue capaz de decirle nada, solo le atajó con una de sus manos antes de esconder su rostro en el cuello del mayor.
—Quédate.
—No creo que sea correcto.
—¿Y quién te está juzgando? —Con una indescifrable sonrisa haciendo presencia en sus labios, Santiago se separó de él con el único fin de mirarle a los ojos—. Aquí solo importa lo que tú y yo sentimos.
—Eres tan inocente...
—No soy inocente, no soy puro, he cogido antes. ¿Eso es lo que querías escuchar? —Santiago enarcó una ceja y Fernando rio por lo gracioso que se había visto al hablar así—. Ya te lo dije, no soy un niño, sé lo que estoy haciendo, sé qué es lo que quieres, y también sé que no viniste a estas horas solo para ver mi linda cara.
—Sí vine a ver tu linda cara.
Santiago le miró sin poder articular palabra y enseguida volvió a esconder su rostro en el cuello de Fernando. —Cuando actúas así de coqueto eres realmente irresistible.
—¿Por qué te ocultas para poder decirme eso?
—Porque me da vergüenza decírtelo a la cara.
—Eres tan adorable.
—¿Por qué siempre dices esas cosas? —Santiago frunció su ceño y volvió a separarse de él—. ¿Por qué no dices que soy sexy o cosas así?
—Porque no eres sexy. —Fernando habló con total naturalidad y Santiago molesto, intentó quitarse de allí pero Fernando le tomó fuerte de la muñeca.
—Suéltame Fernando.
—Solo bromeaba.
—Mientes.
—Te repito algo que ya sabes. —El castaño cambió el agarre por una sutil caricia—. ¿Crees que si te viese como a un niño vendría a visitarte a estas horas de la noche?
—Pero ya no me digas esas cosas.
—Lo adorable no te quita lo sexy. —Fernando volvió a acercarse a él mordisqueando de manera juguetona su labio inferior—. Ven, sube a mis piernas. —Santiago asintió y sin poder controlar del todo su ansiedad, se sentó en el regazo del castaño, pero dándole la espalda—. Así no podré besarte. —Santiago volvió a ponerse de pie y totalmente colorado se sentó a horcajadas sobre las piernas de un Fernando que no paraba de observarle a detalle mientras sonreía travieso, y cuando su mirada recayó sobre su pecho, la realidad volvió a golpearle bruscamente.
—No tengo tetas Fernando.
—No las necesitas. —Sonriente, el mayor volvió a unir sus labios mientras recargaba sus manos en sus caderas, apretando y acariciando estas con verdearas ganas, haciéndole sentir que de verdad lo deseaba, y que no todo era un espejismo.
El beso se prolongó varios minutos hasta que fue pareciéndoles insuficiente, Santiago de vez en cuando se separaba de sus labios para besar su cuello y el mayor poco a poco fue colando sus manos bajo su camiseta, hasta que consiguió quitársela. Cuando Santiago vio su pecho al desnudo, supo que ya no había marcha atrás. La persona que deseaba estaba a punto de cumplir lo que tanto quería.
—Santiago. —La mirada que Fernando posó en sus ojos fue totalmente diferente a cualquiera que le hubiese dirigido antes, Santiago pudo ver duda en sus ojos, pero también vio deseo, ansiedad, lujuria, Santiago vio a un hombre que deseaba su cuerpo—. ¿Vamos a la cama?
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Comments
insomnio 1.0
no qué no 👄
2025-01-31
1
Elizabeth Moreno
ahora si santy Fernando en tu cama que calor!!!!!
2024-07-31
3
Wallace_Ross
Madre mía 💥
2024-07-19
1