13. Dame media hora

—"Habíamos quedado en que este fin de semana saldrías conmigo".

Gustavo miró al sonriente rubio junto a él, y luego repasó el mensaje que Jhosep le había enviado, le había quedado mal a Jhosep, y lo había hecho en dos oportunidades seguidas.

—"Dime de una vez. ¿No te intereso? Así yo dejaré de molestarte"

—"Sí me interesas" —Gustavo respondió sintiendo su corazón latir a mil por hora. Era tan difícil mantener una conversación con él teniendo a Alejandro a su lado.

—Gustavo. ¿Puedes guardar el celular? —Alejandro alzó su voz sin apartar su mirada del juego—. Me estresas.

—Solo escribo algo más y lo guardo. —El moreno fingió una sonrisa, y algo nervioso volvió a centrar su atención en su móvil—. "¿Qué te parece si nos vemos mañana?" —le escribió a Jhosep, alzando su mirada enseguida para rectificar que Alejandro no saltaría hacia él para quitarle el celular como muchas veces lo había hecho antes.

—"¿Por qué no hoy?" —Jhosep le respondió al instante.

—"No puedo. Estoy en casa de un amigo".

—"Hoy en la noche".

—"Dormiré en casa de mi amigo".

—Gustavo, comienzas a molestarme —Alejandro volvió a hacer sentir su voz y un nuevo mensaje de Jhosep también se hizo sentir:

—"¿Un amigo? ¿Qué tan amigos?"

—Solo respondo este mensaje y ya, ¿sí?

—Eso mismo dijiste hace un rato.

—Pero no me has revivido. ¿Qué quieres que haga? ¿Que solo te vea jugar?

—¡Hoy estás muriendo más rápido de lo normal! Apaga el celular y concéntrate en el juego.

—Vale, ya lo apago. —Gustavo leyó el último mensaje de Jhosep y con una curiosa sonrisa le dio una pronta respuesta—. "Sí, solo amigos. Él es hetero".

—"¿Cómo tú el primer día que nos vimos?" —Jhosep respondía realmente rápido, y lanzaba preguntas que le ponían aún más nervioso.

—"No, él es hetero de verdad".

—"Confiaré en ti porque pareces un buen chico, pero aún no me siento tranquilo".

—"¿Crees que si sucediera algo fuera de lo normal te diría que pasaré la noche con él?"

—¡Listo! Ya te reviví, ¡suelta esa maldita cosa!

Fernando aseguró la casa y apagó las luces luego de que pasaran las diez de la noche, no era la primera vez que Gustavo dormiría en casa, como tampoco era la primera vez que les dejaba jugar hasta tarde en la noche. La nueva confesión de Gustavo no era algo que al mayor le preocupase mucho, lo conocía desde que usaba pañales, sabía qué clase de persona era, y por esto, no tenía ningún problema en dejarle cerca de la persona que más amaba en el mundo. Es más, le pareció muy gratificante que su hijo abandonase su repudio y homofobia, y se hiciera una persona más tolerante y comprensiva.

Algo aburrido y pensativo se dejó caer en la cama, sacó el celular de su bolsillo y comenzó a curiosear lo que su hijo había hecho con este: Dos llamadas a Santiago, y una de estas había durado más de dos horas y cuarenta minutos. En cualquier otra oportunidad se hubiese enfadado por el abuso y lo castigaría mandándolos a dormir. Pero ahora le parecía divertida la idea de que su hijo tuviese tanta confianza con su primer "enamorado" oficial. Santiago era lindo, carismático, tierno, le daban ganas de cuidarlo, protegerlo, abrazarlo, besarlo también, pero no podía hacerlo, estaba demasiado mal verlo de esa manera, pero él no podía mandar en lo que sentía, en lo que quería.

Aun dudando de su proceder, marcó el número del moreno con un solo fin: escuchar su voz.

—Alejito, no me digas que ya conseguiste la nueva apariencia, porque te juro que me paso toda la noche jugando hasta tener la mía.

—Interesante plan para un sábado en la noche —Fernando no sabía qué le pasaba, pero hablar con ese chico le arrancaba genuinas sonrisas, más allá de sus comentarios y metidas de pata, había algo en Santiago que le hacía sonreír aunque éste estuviese en completo silencio—. Santiago, ¿sigues ahí?

—Quedé como un idiota, ¿cierto?

—Uno muy adorable. —Fernando rio burlón, tomándose un gran respiro para volver a hablar—. Pasar todo un sábado por la noche jugando es mejor plan que pasárselo llenando planillas así que...

—Es raro que seas tú quien llame.

—¿No puedo hacerlo?

—No es eso —Santiago resopló sobre su bocina—. Solo que es raro, solo eso.

—¿Cómo has estado Santi?

—Me he adaptado bien, aún no hablo con ningún vecino, pero por lo demás, todo va perfecto.

—¿Es un buen lugar?

—Es bastante acogedor, deberías conocerlo.

—¿Me estás invitando?

—No es mala idea. —Santiago volvió a quedar en silencio, y él también enmudeció sus labios, ir a visitar a Santiago, volverle a ver, disfrutar un momento más de su presencia, ese no era un mal plan, no lo era en lo absoluto—. Deberías venir y pasar toda la noche aquí.

—Creo que esta conversación está tomando un rumbo bastante peligroso.

—¿Y lo dice la persona que me robó un beso? —Santiago rio sarcástico—. ¿Te haces siquiera una idea de lo que siento en mi pecho? Todo es un desastre aquí Fernando, estaba totalmente convencido de que el destino me había cruzado con alguien inalcanzable, alguien que nunca me vería como a mí me encantaría que me viese, con un completo imposible. Pero tú fuiste lindo, y me besaste, y ¿por qué me besaste Fernando?

—Porque quise. —Su ineficiente respuesta le dejó con un mal sabor hasta a él mismo, así que rebuscó en su cabeza una mejor explicación. ¿Por qué le había besado? Él no era alguien impulsivo, él sabía bien lo que hacía y lo que quería, sí, quería besar a Santiago, pero era complicado aceptarlo, mejor era evitar pensar en el tema, aunque también le provocaba sacar todo a flote de una maldita vez, así no dormiría con tantos arrepentimientos—. Quería probar tus labios.

—¿Solo eso?

—Creo que mejor hablamos otro día.

—¿No puedes responder una maldita pregunta?

—No me hables así Santiago.

—Lo siento, pero es que yo...

—Yo lo siento Santiago, no debí haberte robado aquel beso, pero en su momento me pareció que estuvo bien hacerlo —Fernando miró la puerta de su habitación asegurándose de que estuviese bien cerrada—. No me gustan los hombres, y no hay forma de que de un momento a otro mis preferencias cambien tan abismalmente, pero me pareces un chico bastante lindo y encantador, y tuvimos una cita perfecta, ¿por qué no terminarla con un gesto agradable para ambos?

—Para mí no fue agradable.

—¿No? —Fernando rio incrédulo—. Yo pensé que te gustaba.

—Y me gustas —su seguridad al hablar era hilarante—, me encantas, y por eso odié ese beso, porque me dejó con ganas de ti, porque quise que durara un poco más, porque, mierda Fernando —Santiago resopló una risilla y Fernando comenzó a sentirse más y más intranquilo—. Quedé con ganas de tenerte, de abrazarte, de meterte en mi maldita cama.

—No uses palabras de mayores —Fernando le interrumpió aun sin poder creer lo que acababa de escuchar.

—Las uso porque soy mayor.

—¿Cuántos años me dijiste que tenías?

—Soy un hombre Fernando.

—Responde mi pegunta.

—Ven ahora mismo.

—Responde mi pregunta.

—¿Quieres una repuesta? —Santiago sonaba demasiado serio como para tomar esa intensa conversación a la ligera—. Pues ven ahora mismo.

—Son más de las diez de la noche.

—Es que lo que yo quiero hacer no tiene horario.

—Santiago. —El castaño respiró profundo y cerró sus ojos, necesitaba colgar el teléfono, debía hacerlo pronto, tanto él como Santiago habían emprendido una conversación que no tenía rumbo alguno—. Yo nunca podría...

—¿Entonces para qué me llamaste? —Santiago no le dejó terminar su frase—. No me digas que porque me extrañas, porque si de verdad lo hicieras estarías aquí y no allá.

—No me gustan los hombres Santiago.

—Es triste que te mientas a ti mismo.

—¿Insinúas que tú me gustas?

—Sí —respondió Santiago sin duda alguna y Fernando río en toda la bocina, luego ambos se mantuvieron en absoluto silencio, pero segundos después, todo dejó de parecerle divertido. A él nunca le había interesado un hombre, pero ya se hacía demasiado evidente que Santiago le gustaba, le gustaba mucho—. Yo sé que te gusto.

—Entonces, ¿qué es lo que quieres que haga?

—Que vengas.

—¿Y qué pasará cuando esté allá?

—Tú solo ven.

—Está bien, dame media hora.

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