En la capital Caleshen del imperio Karxtrein, la vida lujosa en el palacio imperial podía verse, hasta olerse, desde antes de ingresar por sus grandes puertas. Y nadie gastaba el dinero tan locamente como la única princesa que vivía dentro de esos lujosos muros.
Casandra Luz Vaitolin tenía 24 años, nació el 5 de abril por pura suerte. Su madre era la única esposa legítima del emperador. Obvio que su familia materna también buscó la forma de controlar la corona mediante un príncipe heredero. Por eso ocultaron bien el embarazo de la emperatriz. Sin embargo, cuando dio a luz, no solo murió por el parto, sino que nació una princesa.
Solo por enfurecer a la familia de la emperatriz, su padre la dejó vivir. Se dio cuenta lo útil que era tener una hija que pueda usar para derrocar a cualquiera que le moleste. Pues si hay una familia que le fastidie, el emperador solo tenía que enviar a la princesa a hacer el mayor número de actuación con algún miembro varonil de tal familia.
Escándalos de intentos de asesinato y hasta de abuso han sido los motivos para enviar a familias inocentes a la horca. Todo mientras el emperador se reía a carcajadas y la princesa nadaba en sus recompensas. Pero eso no afectó su reputación. Casandra creció hasta ser lo suficientemente lista como para cuidar su nombre en el mundo social.
Nadie en el imperio puede mencionar a alguna mujer que sea más hermosa que la princesa Casandra. Heredó el cabello y ojos rojos de la familia imperial, tenía modales perfectos, una piel tan cuidada, un cuerpo delgado con proporciones adecuadas para una señorita. Según, claro, estándares de la sociedad en la capital.
—¿Acaso existe alguien más hermosa que la princesa?
—Fue bendecida con una gran belleza.
—Mirarla es un precioso regalo de la vida.
—A su lado te sientes como una piedra junto a un resplandeciente rubí.
Respecto a su personalidad, el mundo la conocía como alguien gentil, inteligente, delicada y justa. Pero en la privacidad del palacio, ella relucía su verdadera persona. ¿Qué más puede ser alguien que creció rodeado de mimos, lujos y sirvientes? Era arrogante, cruel, cínica y hasta loca. Toda una niñez y adolescencia con todo lo que quería, castigando a quien quería, comiendo lo quería y desechando lo que quería. Así de simple era su vida y ahora así de complicado es tratar con alguien como la única princesa del poderoso imperio de Karxtrein.
—Nuestra princesa realmente es la más hermosa.
—Su rostro inspira a los artistas de todas las áreas. ¿Cuántos cuadros pintaron de ella? ¿Cuántas canciones se escribieron en su honor?
—Todos los caballeros quieren el honor de servirla.
“Exacto, soy la más hermosa”. Comentarios así alimentaban su enorme ego. Y Casandra no podía evitar ahogarse con placer en ese mar de adulaciones “No hay nada que no pueda tener, mi padre me da todo lo que deseo y todo aquel que se atreve a menospreciarme, termina muerto”.
—No soy merecedora de tales adulaciones —y como siempre, fingía inocencia para ganarse aún más el corazón de todos a su alrededor.
“Todos son tan insoportables”. Y se dio cuenta lo insignificante que eran el resto de las personas cuando solo la adoraban. A sus ojos rojos egocéntricos, todos eran insectos que deberían besar hasta el suelo que ella pisa. Pero cayó de su pedestal en el cumpleaños de su padre, un hombre había llegado sin invitación dando como obsequio la cabeza de un líder de clan del este.
—¡¿Cómo se atreve a darme una barbaridad como esta, duque Aenker?! —su padre temblaba de miedo y del asco ante la cabeza que fue arrojada a sus pies. Solo en momentos así, dejaba de ser un emperador para convertirse en un patético cobarde.
—¿Cuál es el problema, majestad? Es la cabeza de un enemigo del imperio, debería reír y beber más ante la realidad de que esos salvajes disminuyen cada vez. ¿Por qué no se alegra de la seguridad de nuestra gente, majestad? Ande, beba más, ría fuerte y halague a los que arriesgan su vida en el campo de batalla para que usted haga todo lo que mencione.
Fue la primera vez que vio a alguien menospreciar a su padre de tal forma y seguir viviendo. Entonces supo quién era, su historia y lo viudo que se encontraba. Casandra le enviaba invitaciones a cada banquete con la esperanza de verlo más. Y con el paso del tiempo, se dio cuenta que nunca había deseado tener algo con tanta desesperación.
—Lo quiero… —susurro mirándolo desde la distancia—, tiene que ser mío.
Al lado del duque, todos los hombres parecían simples o feos. Nadie podía compararse con la reputación del duque de Aenker. Pronto fue el hombre perfecto a sus ojos y, por ende, el único que podía estar a su lado.
—Lo cierto es que, he estado interesada en el duque desde que escuche sus hazañas en el este —se confesó en el jardín sin algún testigo de sus palabras—. Me gustaría que el duque fuera mi acompañante en mi próxima fiesta, por favor.
“Seguro se sentirá halagado de que yo, la princesa del imperio, le confiese tales sentimientos. Así que, vamos, comience a adorarme como todos”.
—Lamento decirle que no he tenido ni el más mínimo interés en usted, princesa —pero el duque la rechazó de inmediato—. Tampoco creo poder asistir a otra lujosa fiesta, debo volver al norte donde pertenezco. Con permiso.
—¡Alto! —Casandra se petrifico ante lo que escucho—. ¿Me está rechazando? Pero soy la princesa, ¿acaso no soy la mujer más hermosa del imperio? Sinceramente, duque, no entiendo qué motivos tendría para no aceptar mi confesión. Debería sentirse halagado ¿no cree?
—¿Halagado? —su tono mostraba el asco que sentía en ese momento—. Los sentimientos infantiles de una princesa ¿deberían hacerme sentir halagado?
—¿Cómo…?
—Seré sincero, princesa —se acercó a ella para advertirle—. Puede ser la mujer más hermosa del imperio, pero también es la hija mimada e hipócrita del emperador. Aunque algo así no debería sorprenderme: de tal palo, tal astilla. Si el padre es un desastre y una deshonra para el imperio, su amada hija obvio que debe ser igual.
—Está insultando a la familia imperial…
—¿Y qué hará al respecto? ¿Matarme? ¿Amarrarme? ¿Torturarme? No es más que la débil e ignorante hija de un bueno para nada. Todo el mundo lo sabe, solo que yo no tengo porqué callar.
—Es un pecado insultar…
—Grábese bien esto en su cabeza, princesa: el norte no es la capital y el emperador es nada sin la fuerza de mi familia. Por eso, yo no tengo porque adular a un ebrio inútil a una princesa caprichosa.
Casandra cayó al suelo ante la poderosa fuerza del duque y sus sinceras palabras. Se quejó a su padre de inmediato y ambos creyeron que podrían hacerlo caer como a las otras familias. Así que ella se coló en la mansión del duque que tenía en la capital, entró a su habitación donde lo esperó desnuda bajo las sábanas. Su plan era acusarlo de secuestro e intento de abuso hacia la princesa, incluso había guardias afuera esperando entrar en el momento adecuado.
—Que desagradable vista… —pero solo se encontró al duque con su espada ensangrentada y un montón de cadáveres a sus pies.
La princesa fue arrastrada de la habitación con solo una sábana envuelta. El duque la esperaba molesto, asqueado de verla y con sus caballeros muertos.
—Puedo echarla a la calle, matarla ahora mismo o culparla de seducirme. Pero no hace nada de eso, porque me servirá para darle un mensaje al inútil de su padre.
Nunca se supo lo ocurrido públicamente gracias al marqués Jonathan Víctor Jassein. Uno esperaría que Casandra odiara al duque por tal humillación, pero contrario al pensamiento racional, se obsesionó con ese hombre más de lo que ya estaba.
—Bien… es divertido si seguimos jugando así, duque.
Tal vez no podía acusarlo de atacarla, pero si lograba ponerlo en situaciones difíciles. Lo orillaba para que la saque a bailar, soltaba rumores de regalos dados en su nombre, destruía la vida de cualquier mujer que se le acercara a tal punto de que el duque decidió alejarse de las mujeres nobles. Y por tal motivo, en la capital se rumoreaba que el gobernante del norte estaba enamorado de la princesa. Además, todos conocían los sentimientos de la hermosa hija del emperador hacia tal hombre. Eran como una historia de amor infantil muy apoyada.
Casandra no podía evitar verse junto al duque, abrazarlo y que él la adorara. Se convenció a sí misma de que solo tenía que esforzarse para tomar el corazón de tal hombre. Por eso, se esmeró bastante en idear varias formas de atarlo a su lado para siempre.
—Me casaré con el duque —solía decir a sus sirvientas—, es el hombre más poderoso del imperio. Incluso mi padre luce como un ratón insignificante a su lado, merezco estar con un hombre así. Y sin importar que, yo seré su esposa.
Envió espías leales al castillo de Aenker para vigilar al duque y averiguar todo sobre él: cosas que le gusta o no, personas a su alrededor y hasta horarios. Así se enteró que solía acostarse con prostitutas rara vez. Apenas terminaba el acto, la mujer se iba y nunca regresaba. No tenía apego o interés a alguna otra mujer en el norte.
—Todas las que toquen al duque, merecen morir. Deberían haberse negado a acostarse con él sabiendo que es un hombre que pronto será mi esposo.
Nunca se tocó el corazón para torturar y matar terriblemente a las inocentes prostitutas. Sus leales sirvientes y caballeros se preguntaban, de vez en cuando, que si le hacía eso a mujeres que ni llamaban la atención del duque, ¿Qué le haría a cualquiera que en serio le gustara?
—No he recibido ninguna carta de Josefa, ¿a qué se debe eso?
—Mi princesa, acabo de averiguar que sus espías fueron descubiertos y asesinados —respondió su doncella más leal: Emiliana—. Sus cadáveres están a la entrada del castillo, empalados y con el letrero de traidor colgando.
—Pero que idiotas, ¿Cómo dejaron que las descubrieran? Bueno, supongo que tendré que actuar de una vez. No perderé más tiempo con tontas espías, iré al norte.
“Si, a diferencia de antes, ahora tengo una propuesta para el duque. Si quiere lo que tanto desea, deberá rendirse y amarme por el resto de su vida”.
Fue de camino a ver al emperador para anunciar su viaje hacia Aenker usando la excusa de que deseaba ayudar a las familias afectadas por los salvajes del este. Cuando se acercó, se encontró con el joven marqués Jassein, el mayor aliado de su padre. Un hombre adulto de 25 años, de cabello rubio y ojos verdes, una belleza tentadora en la capital.
—Buenas tardes, princesa —saludó cortésmente.
—Oh, es el marqués Jassein. Siempre lo veo por aquí, debería mudarse de una vez ¿no cree?
—Gracias por la recomendación, pero no soy más que un súbdito leal a la corona.
“Si como no, hipócrita” pensó Casandra “Quieres deshacerte de Alexander por tus patéticos celos. Pero no dejaré que eso pase, porque hasta yo me canse del inútil de mi padre”.
—Ya que, con permiso, marqués. Tengo algo importante de lo que hablar con mi padre.
—Hasta luego, princesa.
Casandra no tardó en convencer a su padre y evitar que le preguntara al marqués Jassein. Lo que ella menos quería, era que tal hombre se enterara de su viaje. Necesitaba alejarse de todas las conexiones del emperador para mostrar su determinación al duque.
“No más planes estúpidos, Alexander. Seré tu esposa o tus planes se verán frustrados”.
La princesa llevó los más lindos vestidos, las más llamativas joyas, el más costoso maquillaje y a sus más leales sirvientas y caballeros. Para cuando cruzó la frontera, la noticia de su viaje se anunció en la capital y tardó dos días más en llegar a oídos del duque. Algo que Casandra planeó, pues no quería darle a Alexander el tiempo suficiente para rechazar su estadía.
—Seguro que el duque se sentirá halagado de recibirla, princesa —le dijo Emiliana.
—Por supuesto, no voy a él únicamente por capricho. Debo ir para demostrarles a todos que la futura duquesa de Aenker soy yo, aunque eso será temporal por un tiempo.
—Son la pareja perfecta.
—Claro que sí, Emiliana. No hay ningún hombre que merezca estar a mi lado, excepto el duque de Aenker. Ya no resisto de tan solo imaginar que ese hombre pronto será mío.
—Descuide, princesa, su plan es perfecto. El duque tendrá que pensarlo dos veces antes de rechazarla. Y también tendrá que besar sus pies para pedirle perdón.
—Pronto pasará… haré que ese hombre bese mis pies y me adore locamente. Estará a mi lado para siempre, como emperador y yo como su única emperatriz —Casandra sonrió peligrosamente ante su futuro—. Tendrá que amarme si quiere la cabeza de mi inútil padre.
El mayordomo del castillo Aenker corrió en busca del duque cuando le llegó la carta de la llegada de la princesa, la cual estaba a menos de dos días de llegar. Pero no encontró a su señor en su oficina, ni en su habitación, establos, campo de entrenamiento o en algún jardín.
—Creo que lo vi por la azotea, la que está más atrás.
Cuando llegó, se encontró con la puerta asegurada, así que tocó levemente mientras llamaba a su señor. Pronto escucho la voz molesta de su señor que le preguntó quién era y que quería.
—Mi señor, debo decirle algo sumamente importante, llegó una carta.
—Desliza la carta por abajo y vete.
—Pero es importante…
—Desliza la carta y vete —el duque le advirtió más enojado. El mayordomo hizo caso y se fue muy preocupado de que su señor no leyera la carta rápidamente.
Al otro lado de la puerta, dentro de ese pequeño ático, Alexander estaba recostado en una alfombra cálida con Mireya entre sus brazos. Ambos estaban desnudos y cansados luego de compartir el calor de sus cuerpos más de una vez.
—Parece urgente, señor… —le dijo Mireya somnolienta—, ¿no verá la carta?
—Luego, ahora quiero seguir.
—Pero… estoy muy cansada…
—Culpa al mayordomo que me despertó, yo estaba perfectamente dormido abrazándote. Y ahora que desperté y te veo desnuda entre mis brazos, quiero volver a tomarte.
—Señor…
Los encuentros entre ambos ya se hicieron una costumbre. El tiempo pasó desde la primera vez que compartieron el lecho y Mireya se entregó al duque. Desde entonces, era más que oficial que aquella joven sirvienta era la amante del señor del castillo. Y es que eran más las noches en que ella dormía en la cama del duque que en la suya propia.
Ahora, el cabello de Mireya llegaba hasta su cintura, para trabajar lo trenzaba y se lo soltaba cuando el duque se lo pedía. Su cuerpo ya no tenía moretones, desnutrición o heridas recientes. Incluso comenzó a cuidarse a sí misma para evitar la furia del duque.
—Por cada herida que vea en tu cuerpo, cortaré los dedos de los que te tocaron.
Tal amenaza funcionó y Mireya comenzó a evitar ser molestada o herida. Pronto dejó de sentir vergüenza o miedo cada vez que el duque revisaba su desnudez con cuidado. No tardó en caer rendida ante los encantos de Alexander, quien la besaba con cuidado y le otorgaba un placer cada vez más mayor que el anterior.
—Mireya… —y además le susurraba su nombre dulcemente al oído—, me encantas.
“¿Cuántas veces lo hicimos?” se preguntó Mireya mientras dejaba que el duque la tomara otra vez. “Siempre pierdo la cuenta y termino desmayada. Pero, no me atrevo a rechazarlo, me gustan sus besos y caricias. Así que, solo un poco más, que la maldición se tarde en venir un poco más. No quiero dejar de sentir este calor”.
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Updated 67 Episodes
Comments
Jehiel Ortiz Cruz
súper duper, caray la va a dejar coja. jaja pero se me hace que con la princesa de va a armar la de san quintín, jajaja pobresita la verdad
2023-01-05
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Lina Maria Casas Pastrana
Gracias por este capitulo. Por fa salúdame en el siguiente capitulo
2023-01-03
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Angi Jose
que bonito recibimiento de añooo😍😍😍😍😱😱😱 muero de felicidad! gracias autora, por este gran capítulo 👏😍 esperemos que si pueda actualizar más seguido 🙏🙏🎉🎉🎉🎉🎉🎉
2023-01-03
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