Los salvajes de Treunel del este siempre fueron un problema para el imperio Karxtrein. Pero, una catástrofe dividió la tierra de los salvajes con el imperio y creando el Mar Bendito. Sin embargo, el mar era menos estrecho por el norte, ese pasaje se llamó El Quiebre y los enemigos del este trataron de invadir el imperio a través de ese pasaje. Pero, se encontraron con el ejército de Aenker y su comandante al frente: el duque de Rouwrey.
Libraron batallas desde entonces y hasta ahora son 7 los intentos de los salvajes de invadir Karxtrein. Pero nunca pudieron pasar más allá del ejército del norte. Aquella larga e interminable guerra pareció encontrar fin cuando el padre de Alexander decidió atravesar el Quiebre e ir al este. Se dice que sus fuertes batallas rindieron frutos con las cabezas decapitadas de los jefes de al menos seis clanes de Treunel.
Tal vez fue ese acto heroico lo que el emperador no pudo soportar. Menos cuando permitió el viaje del duque por los sobornos de sus aliados. Pues esperaban que muriera apenas desembarcara en el este. Sin embargo, contrario a sus planes, el duque obtuvo la victoria y regresó a salvo como un auténtico héroe y protector del imperio. El tiempo para que averiguara las trampas de los nobles de la capital disminuía cada vez más.
—Mi pequeño Alexander… —le decía su dulce madre—, ¿tienes sueño?
Cuando comenzó a entrenar con la espada, su madre siempre le esperaba con un refrigerio. En la primavera, se recostaba en el regazo de su madre para descansar. Y siempre terminaba dormido cadaque esa dulce y cariñosa voz le cantaba la famosa canción de la leona.
Una vida tan diferente a la de Mireya. Alexander era como un príncipe, incluyendo los malos hábitos. Como le daban lo que quería, era natural que se volviera algo difícil en su infancia. El orgullo por su padre era enorme, así que nunca toleraba que alguien lo menospreciara. Una actitud que sus padres decían que pronto se le pasaría. Y sucedió cuando conoció a una niña un año menor a él. Alexander tenía nueve cuando conoció a Jazmín Dalman Jassein por primera vez, la hija adoptiva de un marqués en la capital.
En el noveno cumpleaños de Alexander, todos los niños de su edad se acercaban a él adulándolo. Su arrogancia infantil terminó cuando una niña no pudo evitar chasquear la lengua muy aburrida y molesta. Intento ignorarla, pero cuando ambos tropezaron y sus bebidas los ensuciaron. Ambos se gritaron el uno al otro, exigiendo disculpas y cuando empezaron a discutir, pasaron a pelear.
—¡Discúlpate!
—¡Discúlpate tú, idiota!
Fueron separados por sus padres y regañados por su comportamiento. Ambos creyeron que nunca se llevarían bien, menos al encontrarse tantas veces por la amistad de sus padres. Contrario a sus pensamientos infantiles, poco a poco dejaron de discutir. Alexander quedó fascinado con la personalidad extrovertida y caótica de Jazmín. Contrario a lo que el resto creía, era su amiga quien lo metía en problemas. Eso llevó a que ambos amigos tuvieran muchos secretos. Así que la cercanía entre ambos se volvió especial.
—¿Por qué no puedo? —preguntó Alexander de diez años a sus padres mientras iban en el carruaje camino a su villa.
—Mmm… —su madre estaba encantada con la situación—. Mi niño, es decisión de la señorita Jazmín sobre con quién casarse. Además, no puedes proponerle matrimonio cuando ni siquiera es mayor de edad. Espera un poco…
—Pero yo si quiero casarme… —la insistencia de su hija le sacó una gran risa a sus padres. El pequeño se sintió avergonzado, pero su padre le habló.
—Sé que te gusta mucho, hijo. Pero para empezar, el marqués Jassein vive en la capital y quiere mucho a su hija como si fuera suya. Tienes que ser paciente y demostrarle a mi amigo que puedes ser digno de su hija.
—Pero soy tu hijo, papá… ¿Eso no es suficiente?
—Para un hombre como el marqués Jassein, no. Y tampoco deberías creer que por tener nuestro apellido, eres mejor que todos. Recuerda, Alex: no es el nombre, sino las hazañas de nuestros ancestros y las nuestras. Dependiendo de lo que hagas y la clase de hombre que seas, serás digno o indigno ante los ojos del mundo.
Ese fue el último consejo de su padre antes de ser atacados en su viaje. Justo en el décimo cumpleaños de Alexander, que esperaba que fuera otro año más en su perfecta y acomodada vida.
El Emperador y sus aliados estaban asustados por cada paso que daba el duque Rouwrey de descubrirlos, por eso decidieron optar por el plan de matarlo sin importar las consecuencias. La corona esperaba culpar a los salvajes de tal masacre, pero no contaron con el sacrificio de la duquesa para salvar a su hijo. Menos que aquel niño regresara vivo luego de tres años de haber vivido en el anonimato y la esclavitud.
“Los hare pagar…” juro Alexander en cada día de la esclavitud. Probó el hambre, la sed, el frío, la violencia y el odio “A todos…” la imagen de su padre luchando no desaparecía. Pero, lo que más le atormentaba, era haber visto lo que le hicieron a su madre antes de matarla “Me haré fuerte…” juro entre lágrimas “para no ser tan cobarde”. Se culpaba de todo, deseaba haber salido de su escondite y matar a esos hombres. Pero su madre le hizo jurar que, sin importar lo que vea o escuche, no saldría.
—Promete que vivirás, Alex… —ella le beso la frente, le abrazó por última vez—, debes vivir, mi pequeño hijo… ¡Júramelo!
Alexander se lo juro, por eso se cubrió la boca cuando sus gritos de rabia amenazaban con delatarlo. Hizo la mirada a un lado solo cuando comprendió lo que le hacían a su madre. Pero volvió a mirar cuando pararon, solo para ver como la decapitaban.
Muchos señores del norte aún eran leales, así que lo protegieron apenas dieron con él y lo escondieron por dos años. Entonces, con tan solo 15 años, Alexander regresó a su castillo y comenzó a eliminar a los traidores del norte. Sin embargo, no todo fue bueno, pues en su ausencia, los salvajes de Treunel lograron recuperarse.
El emperador destruyó por completo los esfuerzos de su padre y aliados. Alexander deseaba matar a ese tirano de una vez, pero tuvo que esperar. Comenzó con la limpieza, luego con los salvajes. Aún estaba lejos de lograr la increíble hazaña de su padre para atacar el este y poner fin a los jefes de Treunel. Le tomó cuatro años estabilizar sus tierras y poder. Tomó venganza al dar con cada uno de los asesinos de su padre, a ninguno le dio una muerte rápida ni el privilegio de rezar.
Por diez años, Alexander creció en un hogar cálido y sin que nada le faltara. Vivía en un gran y hermoso castillo, comía los mejores manjares, no pasaba frío ni dolor. Era amado por sus padres al ser su único hijo. Aquel niño estaba lejos de ser como su padre si seguía viviendo tan cómodamente, pero eso no pareció importarle al duque. Como padre, quería evitar que su hijo fuera a la guerra, por eso se esforzó tanto para terminar con los salvajes. Sin embargo, nada de eso sucedió porque no solo la guerra alcanzó a Alexander, sino el dolor, la soledad y el hambre.
A sus 20 años, fue a la capital por primera vez. Las miradas que recibía eran tan distintas a las que le daban a su padre. Él inspiraba heroísmo, honor y justicia. Pero las acciones de Alexander, aunque fueran por justicia y venganza, fueron deformadas en la capital por el emperador. Se le culpaba por el regreso de los salvajes, de no ser tan capaz como su padre y ser un desquiciado que no apreciaba la vida de otros.
El nuevo duque Rouwrey no quiso eliminar esos rumores. Si el mundo iba a verlo así, entonces al menos le temerían. Asesino a cualquiera que se atreviera a mencionar a sus padres o insultarlo con descaro. Desde entonces, todos en el imperio bajan la cabeza ante el duque del norte.
—¿Alexander? —Todos menos su amiga de la infancia.
Jazmín había crecido hermosamente. Su cabello rubio platinado era deslumbrante junto a sus ojos chocolate. Alexander visitó al marquesado Jassein para pedir el apoyo del viejo amigo de su padre. Olvidó quién vivía ahí también y fue recibido por su primer amor. Un sentimiento que no murió en todos los años que pasó sin verla.
—Jazmín… —susurro su nombre sin poder creerlo.
El viejo marqués Jassein estaba contento con su regreso y no negó su apoyo. Deseaba justicia para su amigo y no soportaba más la tiranía del emperador. Su resentimiento se debía a que el tirano había visto a su hija adoptada con lujuria. Logró evitar que la llamara al palacio con varias excusas, pero ya se le agotaban las ideas.
—Mi hijo, Jonathan… dijo que debía comprometerla con él. ¿Puedes creerlo? Mi Jazmín lo ve como su hermano mayor a pesar de no compartir sangre, pero no fue lo mismo para él. Por años intenté que mi hijo se casara, pero su terquedad me ganó. Aun así, no obligaré a mi única hija a un matrimonio incómodo. Por eso, Alexander, ¿Por qué no se casan?
—Marqués… ¿de verdad…?
—Eres un hombre más que digno para mi hija, Alexander. No importa lo que diga el emperador, yo sé por lo que has pasado. Cualquiera en tu lugar habría decido dejarlo todo para vengarse, pero no has olvidado a tu gente, tus tierras y deberes. Por esos pesados esfuerzos, yo sé que eres un hombre tan digno como tu padre. Desearía que hubieras crecido sin problema, pero estoy seguro que también serás un buen hombre.
“Se equivoca, no soy un buen hombre. Nunca seré como mi padre” pero Alexander no pudo decir esas palabras. Solo aceptó el matrimonio y agradeció su apoyo. Entonces, la desgracia volvió a tocar su puerta, de nuevo le quitaron a las personas que amaba.
El marqués Jassein falleció repentinamente antes de anunciar el compromiso de su hija. Aunque, sí había dejado un documento con su autorización. Pero dicho papel desapareció misteriosamente. Entonces, su heredero tomó el cargo y Jonathan Víctor Jassein se volvió el nuevo marqués.
Jonathan también fue un amigo de la infancia, por eso esperaba que lo apoyara. Pero contrario a los pensamientos de Alexander, su amigo cortó lazos y afirmó que no se rebelaría contra la corona. Luego, le menciono de su compromiso con Jazmín, pero su respuesta:
—¿Dónde está el documento que afirmé que deba entregarte a Jazmín como esposa?
Alexander y Jazmín trataron de persuadirlo. Era más que obvio que ambos estaban enamorados, por eso Jonathan los separó. No soportaba verlos juntos y nunca los dejaría. Durante años, creyó que su padre adoptó a esa bella niña para hacerla su esposa. Nunca importó las veces que le dijera que ahora tendría una hermana o que ella lo llamara hermano. Por eso se sintió traicionado al saber los sentimientos de Jazmín por Alexander y de que su padre permitiría tal unión.
La locura de Jonathan por no tener el amor de su hermanastra, lo llevó no solo a encerrarla en la mansión, sino a tirarla a la boca del lobo con la esperanza de que buscara salvación en él. No dudo ni cuando ella se aferró al suelo y suplico que no la llevará ante el emperador.
—Solo tienes que aceptarme, Jazmín… —esa fue la solución de Jonathan. Pero nunca consideró que su hermanastra jamás podría tolerar un beso de alguien a quien veía como un hermano. Menos cuando sus miradas obsesivas y sus abrazos lujuriosos le daban asco.
Cuando la noticia llegó a Alexander, ya era demasiado tarde. La mujer que amaba fue tomada bruscamente por el emperador. Jazmín fue la concubina favorita por casi medio año. Luego al tirano le comenzó a aburrir sus frías reacciones y la olvido por otra más joven y más atemorizada. Aquella joven del marquesado se había rendido con la vida hasta que descubrió que estaba embarazada.
El emperador no tenía hijos porque temía que sus enemigos usarán a cualquiera para destituirlo. Por eso, ante cualquier noticia de un embarazo, mataba a las concubinas y tiraba sus cadáveres. A Jazmín no le importó que su bebé fuera de aquel repugnante hombre, era su hijo y no necesitaba más razones para tenerlo en sus brazos. Así que huyó lo más rápido que pudo y no descansó hasta llegar con su antiguo prometido.
—Úsalo… —le suplico—, sé que puedes odiar al hijo de ese hombre, pero por ser mi hijo ¿puedes cuidarlo? Tendrás un motivo para derrocar al tirano. Pero, por favor, Alexander… ¡salva a mi bebé! ¡Te lo suplico!
Efectivamente, con un hijo varón del emperador, Alexander podría aumentar sus aliados hasta acorralarlo y poner al niño en el trono. Sin embargo, nunca deseo que tal situación ocurriera, menos para Jazmín. La levantó del suelo y la cargó hasta su habitación donde le juro que los protegería a ambos: madre e hijo. Aun así, no borraba la horrible situación en la que pondría a un infante.
Se casaron rápidamente, no en una boda hermosa y pintoresca como habían soñado antes. Pocos testigos, sin vestido de novia, en la noche fría y con un sacerdote uniéndolos. La noticia de su matrimonio llegó poco a poco a oídos de la capital. Pasaron dos meses para que Jonathan se enterara, viajó a Aenker y exigió que su hermanastra se le devolviera.
—¿Cómo te atreves a pedir a mi esposa? —Alexander lo echo mediante puño—. ¿Ahora piensas en las esposas de otros? —lo sacó de su castillo humillándolo.
—¡Jazmín llegó al marquesado para ser mi esposa! —escupió Jonathan.
—¡Esa era tu fantasía loca! ¡El marqués la adoptó porque quería una hija! ¡Accedió a nuestro compromiso! ¡Ahora estamos casados, las cosas están donde deben estar!
—¡Alexander Damián Rouwrey…! —Jonathan hizo una promesa ese día— ¡Pagaras muy caro por haber robado lo mío! ¡Te lo juro…!
Jonathan regresó a la capital dispuesto a proteger al emperador. A pesar de que sabía que ese tirano mató brutalmente a los amigos de su padre. Maldecía a Alexander mientras imaginaba lo feliz que era junto a Jazmín. Pero, contrario a sus imaginaciones, el matrimonio no era tan agradable.
Jazmín nunca pudo recuperarse del dolor ni del trauma. Amaba a Alexander, pero cuando intentó abrazarla, ella lo alejó mediante gritos y golpes. Luego, lloraba en su cuarto suplicando perdón a su esposo, solo en esos momentos podían abrazarse.
—¡Perdóname, Alexander…! —dejó que él la abrazara mientras secaba sus lágrimas— ¡Lo siento, yo te amo…! ¡Realmente te amo, pero…!
—Está bien… —él no lloraba a pesar de que su corazón le dolía—, está bien… —había olvidado llorar en sus años de esclavitud—. No te preocupes, Jazmín… nada es tu culpa.
A su esposa no le gustaba tener hombres cerca. Por eso el ala oeste se llenó de sirvientas, las escoltas femeninas eran pocas pero ayudaban a dispersar a las guardias en cuanto la duquesa salía. Y viéndose de vez en cuando, Alexander vio avanzar el embarazo de Jazmín.
Alexander creyó que odiaría al bebé por quien era su padre. Pero, ¿Cómo podría odiarlo si era el motivo por el cual su esposa sonreía entre tantas lágrimas y dolor? Esa criatura se volvió un puente para una pequeña cantidad de afecto entre los duques.
—¡Ah! Pateo… Alexander…—Jazmín tomó su mano y la guió a su vientre abultado—, el bebé pateó… ¡Increíble…!
El afecto era poco, pero fue suficiente para creer que podría ser feliz con esos pequeños contactos. Esos recuerdos eran su esperanza cuando ella volvía a enloquecer por el trauma. Y esos tristes momentos, aumentaron el juramento en su cruel venganza.
Cuando el bebé nació, era el vivo retrato del emperador: cabello y ojos rojos, símbolos de la familia imperial. Pero tanto Alexander como Jazmín vieron al pequeño con esperanza de que al fin el imperio podría salvarse de la tiranía. El duque los envió a un lugar seguro mientras preparaba el funeral de su esposa e hijo. Solo así ambos estarían a salvo del emperador y el marqués Jassein.
Una vieja amiga tocó la puerta del castillo: era la tragedia, otra vez vino a la vida de Alexander para endurecer más su corazón con el dolor y la pérdida. La villa segura fue atacada, cuando llegó ahí, tanto guardias como sirvientes fueron asesinados y aquel lugar fue reducido a cenizas.
—¡No! —Alex corrió a los restos de un lugar lleno de muerte— ¡Jazmin! —escuchó una débil voz entre los escombros— ¡Aún está viva, sáquenla! —tanto él como sus caballeros movieron escombros por varias horas hasta dar con la duquesa— Jazmín…
Jazmín estaba al borde la muerte, había sido apuñalada, el humo del fuego y los escombros sentenciaron su final. Con las pocas fuerzas que le quedaba, abrazó a su bebé, lo envolvió en una tela mojada y no dejó que muriera como ella.
—Alex… —susurro aliviada de estar en los brazos del hombre que amaba y ver que su hijo logró sobrevivir—, tu promesa… no lo olvides… —ni siquiera pudo tocar su mejilla, su débil mano cayó al suelo y el llanto de su hijo le siguió.
***¡Descarga NovelToon para disfrutar de una mejor experiencia de lectura!***
Updated 67 Episodes
Comments
Astrid
eso me imaginé cuando mencionaron de cambiar el lugar seguro
2024-06-07
2
AMANECER
😳😱😱
2024-01-15
0
Mayra Coaquira
😶🥺😔😣😖😫no voy a llorar😖😖😖...en todo eso el bebé está vivo...😖😖😖😣✨✨✨
2023-02-01
0