Los cuatro nobles más leales a su señor, el duque Rouwrey, estaban impacientes por la inesperada reunión a la que fueron convocados. Había más señores vasallos, pero estaban en situación difíciles o muy lejos como para llegar a tiempo. Los cuatro presentes eran lord Hansel, lord Mirent, lord Valmek y lord Guiles.
—El emperador sospecha —dijo lord Mirent, un hombre mayor de alrededor 60 años—. ¿Por qué otra razón envió un espía para averiguar sobre la casa de seguridad?
—El mensaje no fue enviado —respondió lord Guiles el más mayor de ellos con 80 años pero con la fuerza suficiente para seguir liderando a su familia—. Así que aún está a salvo, por ahora hay que seguir con el perfil bajo o llamaremos la atención del marqués Jassein. Él es la cabeza de todo esto, sabemos bien que el emperador está ocupado bebiendo y acostándose con prostitutas.
—Evitamos que nuestras cabezas sean decapitadas —dijo Alexander—. Pero es necesario una revisión y limpieza por todo el ducado. No quiero a ningún espía de Jassein ni a kilómetros de mi ciudad. ¿Quedó claro?
—Sí, mi señor —afirmó lord Hansel de 30 años—. Déjeme los alrededores de su ciudad, actuaré precavido para que el marqués Jassein no sospeche.
—Preparare la nueva casa de seguridad y dejaré unos hombres en la antigua casa—dijo lord Valmek de 50 años—. Les dejaré una trampa para atraparlos vivos.
—Bien —Alexander sonrió—, ahora continuemos.
Fue una larga reunión de cuatro hombres mayores siguiendo a uno que era menor a ellos. Alexander tenía 27 años, pero era igual de alto que los lores mayores. Su personalidad arrogante y autoritaria dejaba en claro que era él quien mandaba. Nadie podía juzgarlo por su edad, antes de intentarlo recordaban porque lo llamaban “Lobo Demonio”.
Se sabe, en cada rincón del imperio, que el duque no es del agrado del emperador por su popularidad. El duque es un héroe de guerra, un gran caballero, noble y respetado. ¿Y el emperador? Un tirano lujurioso y bebedor quien aumentaba los impuestos para enriquecerse junto a sus aduladores. No tenía un heredero porque temía que sus enemigos lo usaran para arrebatarle la corona. Tan solo tenía una hija consentida que servía para arruinar a los opositores en la capital y que, tal vez, podría controlar al duque.
La misma princesa había expresado, con una sonrisa inocente, que estaba fascinada con el duque. Nadie se opone, ambos se veían como la pareja perfecta. Pero aún no era momento de un matrimonio. El marqués Jassein no iba a acercar al duque al trono, sabía que podría matar al emperador y tomar la corona. Por ello, ideaba una forma de controlarlo mediante ese matrimonio. Algo así no era sencillo, tanto el duque y el marqués se obstaculizaban entre sí. Pero ambos sabían la verdad: tan solo jugaban lanzándose piedras, luego serían rocas cada vez más grandes hasta que su guerra silenciosa estallara en una rebelión auténtica.
Seguirán así un tiempo, tal vez un par de años más. Con cada roca o piedra que se tiraban, cambiaban las piezas en el tablero. A veces uno tenía la ventaja, luego otro y así era cada cierto tiempo. El momento de atacar sería cuando alguno dejará una abertura, un momento idóneo para que el otro plantara la semilla de su caída y dejarla crecer pacientemente hasta que decida terminar el juego y obtener la victoria. ¿El premio? La corona, el poder del imperio Karxtrein y el futuro de los reinos que lo componían. Estar en la cima de la monarquía.
“Aún no es el momento” pensó Alexander al finalizar la larga reunión “Hasta entonces, seguiremos atrapados en este absurdo juego, Jonathan Victor Jassein”.
Mireya despertó luego de cuatro días. No estuvo feliz, pero se sintió tranquila al despertar en su cuarto. James llegó poco después para revisarla y explicarle su situación. Le dijo que debía tomar más medicina pero con cuidado, ya que su cuerpo no estaba acostumbrado a las medicinas fuertes.
—¿Cuánto tiempo debo descansar?
—Bastante tiempo —le respondió—. Dos meses ya no son suficientes, pero como veo que te gusta trabajar, puedo decirte que si te cuidas por dos meses, podrás hacer tareas poco pesadas. Tus dedos tardarán en sanar, así que ten cuidado ¿de acuerdo?
—Bien… ¿y el señor? ¿No le molestara?
—No veo por qué, el me pidió que te salvara. Pero se ve bastante ocupado, no creo que lo veas por un tiempo. Así que puedes estar tranquila.
“¿Tranquila? Hubiera preferido morir… ¿Por qué me dejo vivir?” Mireya ya no se preocupaba por nada. Aún no podía superar ese momento antes de perder la conciencia: el deseo de morir. Nunca antes lo había sentido, aun cuando las torturas que recibió eran menores comparadas con las de su madre. Y ese fue el motivo: la odiaban desconocidos porque hasta su propia madre la odiaba con todas sus fuerzas. “Si mi madre no me ama ¿Por qué alguien tendría que amarme?” Cuando James se fue, miró por la ventana, no había sol, solo nieve y frío.
“Abuela, me dijiste cómo viviré toda mi vida: sufriendo por amor. Tal vez huir de mi madre fue el peor pecado. Si ella iba a matarme, debí dejar que lo haga y entonces todo habría acabado. Estaría contigo sin sufrir más dolor. Solo desaparecería y ya”. Cubierta por las mantas y en el silencio de su cuarto, derramó lágrimas sin hacer algún sonido “Dios me dice que vuelva para que mi madre cumpla su promesa y de no hacerlo, solo empeorara ¿cierto, abuela?”
Mireya se durmió sin dejar de derramar lágrimas. No soñó nada esa noche, ni la siguiente. Solo temía cada atención y cuidado que recibía, atenta ante los golpes que pronto cobrarían la deuda de cualquier rastro de felicidad. Había quedado tan maravillada por el mundo afuera de su pequeño pueblo que casi olvido que también había horrores. Y ya no quería ver más maravillas, ni sentirse tranquila o conocer nuevas sensaciones.
“Debo volver, dar todo el dinero que gane y tal vez mi mamá no me haga morir lenta y dolorosamente”. Se decía cada día, por eso obedecía las órdenes del doctor: para volver.
No vio al duque en dos meses, y lo agradeció. Comenzó a caminar para cuidarse a sí misma, traía el agua para su baño, su comida y compraba su ropa. Fue en esas salidas que vio nuevas advertencias en la entrada del castillo: seis cuerpos empalados sin lengua. Eran cinco mujeres y un hombre, en todos colgaba el letrero de “traidor”.
De no ser por Thomas, habría empeorado su salud. El joven jardinero seguía con su amabilidad: ayudándola y contándole chistes. Solo que Mireya comenzó a mostrarse distante con sus atenciones, ella ya aceptó que no debía recibir más de nadie. Solo debía concentrarse en recuperarse y volver.
—Mireya ¿hice algo malo? —preguntó Thomas— ya no te ríes de mis chistes…
—No hiciste nada malo, Thomas… solo… el problema soy yo —no sabía cómo decirle que estaba maldita, que debía alejarse de ella antes de que su amabilidad la dominara.
—Pero…
—Mireya… —dijo fuerte el ama de llaves. Ambos empleados miraron a la señora.
—¿Si, ama de llaves? —pregunto sumisa, aunque sin hablar rápido o balbucear.
—El señor quiere verte, está esperando en su oficina. ¡Apresúrate muchacha!
—Sí, ama de llaves.
Mireya caminó lo más rápido que pudo- Aun le dolía sus piernas, pero eso no la detuvo, tocó la puerta y escucho esa voz decirle que pasara. Al entrar, saludó respetuosamente con la cabeza hacia abajo y espero.
—Dos meses… —dijo el duque—. En otras partes del imperio, julio es el inicio de la primavera. Pero no aquí, estaremos en este frío hasta fin de año. Así que, no hay cosas como empleados románticos como en la capital.
—Señor, no entiendo…
—¿Te sigue gustando el jardinero, Mireya? Estás enferma pero pareces estar bien como para ser una tonta chiquilla saltando en la primavera.
—No entiendo, mi señor.
—¿No entiendes? —Alexander se molestó, se levantó de la silla y se acercó. Acorralo a la sirvienta entre sus brazos y la pared—. Te dejo descansar por lo que sufriste, pero dejas que ese muchacho camine alrededor de ti con su mirada atrevida sobre ti.
—¿Atrevida? —Mireya se puso nerviosa. No importaba que perdiera el miedo a la muerte, el duque nunca dejaría de aterrarle.
—¿De verdad eres tan estúpidamente tonta? Una auténtica chiquilla… —se alejó—. James dijo que estarías recuperada en otros dos meses más. Asegúrate de que así sea, te revisaré cuando el tiempo se acabe y espero no verte más flaca.
—Sí, señor…
—Una cosa más… —volvió a acorralarla entre sus brazos—, si te veo junto a ese jardinero otra vez, me atenderás desnuda cada noche en mi habitación. ¿Te quedó claro?
—Sí, señor…
La dejó irse con otra de sus fuertes advertencias. Mireya contaba los dos meses restantes para irse de una vez. Prefería tratar con los golpes de su madre que con el duque y su personalidad. Al menos sabía los motivos de su madre para atormentarla. ¿Pero del duque? No podía comprenderlo y algo le decía que nunca lo haría.
“Recupérate…” se dijo “Recupérate y vete, Mireya…”
Comenzó a sanar poco a poco, pero a diferencia de antes, sentía la mirada del duque sobre ella. Una vez lo sorprendió mirándola desde la gran ventana de su oficina mientras recogía el agua. Otra vez fue cuando cepillaba el piso de su cuarto. Noto que dejó la puerta entreabierta y, al voltear, ahí estaba él, mirándola sin parpadear.
El mayor susto fue cuando vio a la ardilla que alimentaba muerta. Le hacía sonreír ver comer al pequeño animal y un día no la encontró en su agujero. Mireya buscó al animal ese día, pero no halló nada. Supuso que cambió de árbol por el frío, pero cuando regresó al castillo, vio al duque a caballo con un arco en su mano y flechas colgadas en su espalda. Al bajar de su caballo, un sirviente tomó sus presas y, entre tantas liebres, distinguió a la ardilla que alimentaba. Fue justo ahí, cuando subió su mirada del animal muerto al cazador, que se encontró con esos ojos azules fríos mirándola, como si esperara que viera al animal muerto.
“Entre tantas liebres, ¿por qué cazo a mi ardilla? Su color era casi igual al de mi cabello, me gustaba. Como yo, estaba sola, buscaba su comida, se calentaba por su cuenta y sobrevivía”.
Decidió olvidar el incidente con la ardilla, porque esa mirada la aterro más que las otras. Trato de seguir todo como si nada, le era más sencillo ahora que nadie le molestaba. La versión detrás de la muerte de los seis empleados era que atormentaron mucho a la favorita del duque. Eso sólo aumentó el descontento por ella. Las miradas frívolas y envidiosas aumentaron aún más.
—¿Me llamo, ama de llaves? —preguntó Mireya en la oficina de Henrietta.
—Mireya, el duque te dejará descansar dos meses más por las molestias. Luego de eso tengo planeado darte una carta de recomendación, tu sueldo aumentado y un carruaje para llevarte a tu pueblo de regreso. Es más de lo que mereces considerando que mentiste sobre tu recomendación.
—Sí, ama de llaves —Mireya estaba feliz, pero no lo demostró. ¿Quién estaría tan feliz de morir a manos de su propia madre?
—Espero que entiendas que no debes decir nada de lo que pasó. Fuiste una buena carnada para que el duque atrapara a esas tontas traidoras. Pero ya no tienes uso, así que sé obediente y agradecida con el señor hasta que te vayas. ¿Quedó claro?
Asintió y luego se fue para encerrarse en su habitación, recordó las palabras del duque la noche en que Josefa y sus amigas la torturaron:
“—Fuiste una buena carnada. Con solo verte, sé que quieres morir ¿no es así? Es justo recompensar los buenos servicios, pero… extrañamente no quiero hacerlo. Desobedeciste mi orden, estas más flaca. Pero ya que fuiste útil, no te daré el castigo prometido. En cambio, seguirás viviendo, algo que no quieres. Eso sí es justo, al menos para mí”.
Él la había usado para atrapar a los espías de su castillo. Sabía que castigó a Josefa por algo más que torturarla. Pero comprendió que ella fue la carnada, aunque no sabía cómo lo fue y porque. Eso no era lo importante, sino que logró entender el comportamiento del duque: sus regalos y acercamientos, todo fue para provocar a las sirvientas traidoras.
“¿Sufrí por ser una carnada? Estoy maldita lo sé, pero… ¿Por qué? No hice nada, ¿Cuánto más tengo que sufrir por robar la carta?”
—No… —no quiso esperar más tiempo—, soy un pedazo de carne insignificante, pero al menos mi madre me odia… ella al menos siente algo por mí. ¡Ella al menos siente algo por mí!
Metió sus cosas en su saco, aquel sucio y viejo saco. Solo su dinero recién desenterrado, algunas mantas. Tomaría comida al salir y no pediría más dinero, tenía más que suficiente. Y no tenía porqué llevar más riquezas a cambio de morir.
—Abuela… —susurró—, perdóname, pero no puedo más… Quiero verte o no… solo quiero que acabe, ¿lo entiendes? Que todo acabe… odio estar maldita. ¡No quiero seguir viviendo así!
Mireya salió del ala este sin problema. Pasó por el jardín para irse sin llamar mucho la atención. Pero justo cuando pasaba por los establos vacíos, se detuvo por la voz de Thomas. El jardinero la saludó desde lejos. Corrió hasta acercarse a ella quien solo lo saludó y siguió su camino.
—Mireya ¿A dónde vas?
—Ah… volveré a casa, el trabajo es muy difícil… —respondió evadiendo su mirada.
—Pero… ¿así de repente? ¿Por qué…? —el tono de Thomas cambió, ya no había rastro de amabilidad— ¿Acaso el duque te abandonó?
—¿Qué…? —Mireya se detuvo ante ese tono y pregunta. Miro a Thomas y se encontró con una fría mirada— ¿Thomas que…?
Antes de preguntar algo, Thomas cubrió la mano de Mireya y la arrastró dentro del establo. Su saco cayó al suelo, el jardinero lo tomó y empujó a la sirvienta al suelo. Ella estaba muy asustada como para preguntar, solo vio como su “amigo” revisaba sus cosas y tomaba su dinero.
—El duque sí que te paga bien por calentar su cama…
—No… no es así… —“Es mi dinero” quería gritar Mireya.
—¡Cierra la boca! —le gritó—. Estuve portándome amable como un idiota porque creí que sabrías algo. O al menos que serias de utilidad, pero solo eres una estúpida prostituta que ya fue echada. ¡Qué inútil! —a pesar de estar enojado, le gusto ver la cantidad de monedas—. Como sea… —miró a la sirvienta, su ropa se había levantado un poco revelando sus piernas—. No estás tan mal… ya que me hiciste perder el tiempo, ¿Qué te parece recompensarme?
—¿Qué?
—No te hagas inocente —se abalanzó sobre ella y comenzó a quitarse el cinturón de sus pantalones—. Sabes a qué me refiero, lo hiciste con el duque ¿acaso no quieres? Debes pagar todo lo que hice por ti: te defendí de los empleados, te compartí mi comida y hasta me porte como idiota solo para hacerte reír. ¡Pero tú…! ¡¿Te alejas de mí porque no soy el duque?! ¡Eres una zorra!
—No… no… —Mireya aferró sus dedos heridos al suelo y comenzó a rasguñar. Fue todo lo que podía hacer mientras Thomas levantaba su vestido y deslizaba su mano a su ropa interior.
“¡Quiero morir…” gritó internamente, apoyó la cabeza al suelo, lloraba y recordaba las manos de su padrastro tocándola de esa misma forma “¡Mátenme, por favor!”
Mireya estaba a casi nada de descubrir lo que los hombres, como su padrastro, el duque y Thomas querían de ella. Pero de una forma dolorosa y traumatizante, una herida que sin duda iba a marcarla el resto de su vida. Sin embargo, las puertas del establo se abrieron, ella no alzó la vista, solo sintió como el jardinero dejó de presionarla con su cuerpo. Escuchaba sus gritos junto al sonido de golpes, pero eso no la detuvo de lastimar sus dedos, seguía rascando desesperada la madera.
—¡Detente! —hasta que unos brazos la levantaron. El duque le gritó, la sacudió para que parara y tomó sus manos al ver que eso no funcionaba— ¡Basta!
Mireya salió del trance, aún seguía asustada como para alejarse del duque, el cual estaba muy cerca de ella. Su respiración comenzó a calmarse mientras se perdía en esos ojos azules. “¿Por qué…?” se preguntó “¿Por qué son tan azules?” Sintió esas manos tomar las suyas con cuidado por sus dedos ensangrentados “¿Por qué otra vez me salva?”
***¡Descarga NovelToon para disfrutar de una mejor experiencia de lectura!***
Updated 67 Episodes
Comments
AMANECER
😳🙈🥺
2024-01-13
0
AMANECER
jaja , celos ??🤭👍
2024-01-13
0
AMANECER
😔😔😳🥺👍
2024-01-13
0