Mireya respiraba lenta y dolorosamente, abrió sus ojos poco a poco. Lo primero que vio fue una araña caminando delante de ella, esta se quedó quieta al ser observada, pero ante un soplido débil, se fue rápido. La joven de 22 años tosió fuertemente, su pecho le dolió pero aun así hizo el esfuerzo de levantarse.
—Agh… —gimió ante el dolor de sus piernas, brazos y estómago.
Su hermano menor de 7 años se había caído al correr mientras ella lavaba la ropa. Cuando su padrastro se enteró, gritó a su esposa, quien culpó a su hija. Así que la arrinconó a su habitación y comenzó a golpearla mientras le recriminaba no haber cuidado a su hermano menor.
—¡¿Por qué descuidaste a mi hijo?! ¡Maldita desagradecida! —primero la golpeó en el rostro, luego agarró el palo de la escoba vieja para golpear violentamente sus brazos y piernas. Cuando Mireya cayó al suelo, la pateó en el estómago una y otra vez— ¡Cuide de ti a pesar de no tener mi sangre! ¡Desagradecida!
Mireya gritaba y suplicaba a su padrastro, su madre la ignoraba en la cocina mientras calmaba a su hijo de su pequeño dolor de rodillas. El niño lloró porque no le prestaban atención. El ruido era molesto: llantos de un niño, maldiciones, gritos de una joven y golpes a una hijastra. Esos ruidos eran tan escandalosos que los transeúntes pasaban de largo diciendo que no deberían involucrarse.
Cuando dejó de golpearla, se retiró de la habitación luego de mirar sus piernas blancas descubiertas. Almorzó con su esposa e hijo y se fue a trabajar. La madre salió con el niño al mercado, nadie fue a ver a Mireya ni porque se quedó callada. Después de tantos años, era lógico pensar que una terrible golpiza como la que tuvo no la mataría. Ha sido tratada así desde muy joven, así que aún debería vivir.
Mireya se levantó cuando nadie estaba, camino lento y cojeando hasta el pozo de afuera. Para su suerte, había un balde con agua, se lavó la cara y bebió solo para escupir de dolor con sangre. Se apoyó en el pozo y miró al cielo despejado, recordó a su abuela y la extraña leyenda sobre su destino.
“¿De un rey?” se rió internamente “No vengo de un rey, solo tengo mala suerte”.
Mireya ya no creía en las palabras de su abuela, se conformó con que le tocó vivir esa vida y ya. Así que, como si fuera lo más normal del mundo, se paró y caminó hasta el otro lado de la casa para seguir lavando la ropa. Terminó tarde en la noche, ni su estómago gruñendo la hizo parar. Al entrar a casa, todos dormían, en la mesa no había más que platos sucios que lavar y sobras. Comió lo poco que había: pedazos de pan, pollo, algunos frijoles y sorbos de sopa. Lavo rápidamente los platos y bajó al sótano para dormir. Su cama era el suelo, una almohada de paja, una sábana con agujeros y delgada. El frío entraba al sótano, pero al menos había un horno que la calentaba.
Al día siguiente despertó por el balde de agua que su madre le tiró. La regañó por despertarse tarde y no tener el desayuno listo. Sus brazos aun le dolían, cojeaba del dolor, pero no se quejó. Pidió perdón y se apresuró a subir para comenzar a preparar un delicioso desayuno que al final no podría comer. Lo único que le preocupaba era cometer un error mínimo y ser golpeada por su padrastro.
—¿Puedes creer que aumentaron los impuestos? —se quejó su padrastro ante su madre mientras su hijo querido desayunaba avena y pan envuelto en deliciosa mermelada.
—¿Otra vez? —preguntó su madre indignada— Esos nobles arrogantes hacen lo que se les dé la gana. Aumentan los impuestos y nunca pagan bien. Trabajamos en sus tierras, construimos sus casas y cuidamos a sus hijos, pero siempre estaremos por debajo de ellos. ¡Que se pudran! —siguió diciendo un montón de maldiciones hacia los nobles—. No olvides recoger la ropa… —le dijo a su hija mientras veía los moretones de sus brazos—. Parece que hoy lloverá y aleja tu cara horrenda de aquí, asustas a mi hijo.
—Si… perdón —respondió Mireya.
—Sírveme más avena —le dijo su padrastro justo cuando ella quería irse. Mireya tomó su plato y sirvió la caliente avena, el aroma entraba por su nariz y su estómago gruño. Un sonido que todos escucharon—. Aquí está… perdón… —tuvo miedo de ser regañada por sentir hambre, ya una vez le golpearon por ese sonido—. Iré a… meter la ropa…
—Espera —la detuvo la voz fuerte y aterradora de su padrastro—. Llévate avena y come.
No solo Mireya se sorprendió, su madre y su hermano menor también. No hubo tiempo de decir algo, la joven inclinó la cabeza, susurró un gracias, se sirvió avena y salió rápido para comer en caso de que su padrastro cambiara de opinión.
“Esta rica…” pensó Mireya mientras probaba cada cucharada de avena. Sonreía como si hubiera recibido el mejor regalo del mundo. Pero para ella así lo era, comer un plato completo de algo era un lujo que nunca despreciaría.
Al volver a la cocina con la ropa, su madre ya no estaba. Comenzó a acomodar la ropa, a paso lento, todavía le dolía el cuerpo. Cuando entró a la habitación de su hermano, sintió que la miraban, al voltear se encontró con la pesada mirada de su padre mientras bebía cerveza. Él estaba sentado en su sillón, con las piernas abiertas y la camisa abierta. Una imagen desagradable, pues el hombre tenía la barba sin rasurar, poco cabello en la cabeza y su estómago hinchado a la vista.
—¿Qué haces? —le pregunto al ver que Mireya se detuvo—. Sigue acomodando la ropa.
—Si… si… —Mireya se dio la vuelta, pero cada movimiento que hacía le era pesado. Sentía la mirada de su padrastro y escuchaba ruidos que provenían de él. Pero no se dio la vuelta, algo le decía que de mirar, pagaría un precio alto.
“¿Qué es ese ruido?” sentía que cada ropa era eterna “¿Qué es lo que hace?”
Cuando terminó de acomodar la ropa de su hermano, sabía que tenía que darse la vuelta, pero aun escuchaba esos ruidos extraños. “Ya basta… no quiero oír más”. Movió sus manos asustadas, comenzó a romper sus uñas poco a poco. Pero sus miedos pararon cuando su madre llegó, escuchó a su padrastro levantarse del sillón e irse con pasos pesados y lentos..
“Está bien… seguro no fue nada”.
Pero desde ese día pasaron varios momentos incómodos alrededor de Mireya. Las miradas pesadas siguieron, luego los pequeños favores: a veces él le dejaba comer avena o frutas y hasta le dejaba descansar. Un buen trato que por poco le daba esperanzas a Mireya, pero fue una noche en la que descubrió que todo eso era falso.
Una noche la despertaron ruidos de pisadas. Era su padrastro, pero fingió seguir dormida. Le alivió saber que no se acercó más, pero de nuevo escuchó esos mismos ruidos, se arrancó las uñas de a poco, hasta que uno de sus dedos comenzó a sangrar.
Desde esa noche, ciertos días, su padrastro bajaba al sótano, no la despertaba pero a ella no le gustaba ninguno de esos sonidos. Aun así, no dijo nada, quiso mantener distancia y como consecuencias la golpeó por ignorarlo.
—¡¿Aumentaron más los impuestos?! —gritaron las personas en el mercado al ver el nuevo anuncio— ¡¿Qué le pasa al emperador?!
El aumento de impuestos no era algo fuera de lo común, todos sabían de sus vicios, tiranía y hasta locura. Pero nadie se quejaba tan abiertamente, solo en pequeños pueblos tenían tal libertad de vez en cuando. Mireya compraba las verduras faltantes mientras escuchaba a la gente calumniar al emperador. Lo poco que sabía del mundo era gracias a esas platicas fuertes a su alrededor.
—¡No deberían aumentar los impuestos! —decía un señor mayor—. Nuestro señor, el duque Rouwrey, ganó la guerra contra los salvajes del este.
—Deberíamos celebrar el fin de la invasión de esos bárbaros —continuó su amigo—. Pero nos gobierna un tirano vicioso, Al menos no hay guardias ebrios y tontos que nos vigilen. Somos un pueblo pequeño. Ni siquiera pertenecemos a una gran ciudad.
“El duque ganó otra vez…” Mireya estaba por terminar sus compras. “Siempre gana cada batalla. Me pregunto, ¿Cómo será él?”
—¡¿Lo dices en serio?! —gritó una joven animada junto a otra— ¡¿Trabajaras en el castillo del duque?! ¡Eso es increíble!
—Lo sé —respondió la otra con una mirada orgullosa mientras agitaba una carta—. Mi tía trabajó en el castillo hace años. Al parecer requieren otra sirvienta, así que decidió enviarme la carta de notificación a mí. Lo único que debo hacer es poner mi nombre, tomaré un carruaje de la ciudad mañana temprano y llegaré en ocho días aproximadamente. Mi madre estaba alardeando de esto todo el día, me molesto al principio pero ahora entiendo porque lo hace.
—Pues claro, no cualquiera de aquí logra conseguir un trabajo en el castillo. ¡Y con el mismo duque, nuestro señor!
Ambas jóvenes siguieron alardeando junto a Mireya, quien fue ignorada por la vendedora para unirse a tal noticia. Las jóvenes cotorreaban sin parar presumiendo tal oportunidad de trabajo. Mireya quería decir que le dieran la lechuga, pues ya había pagado antes. Pero, ante cualquier sonido, era observada de mala manera. Decidió callar, bajar la cabeza y dejar que las jóvenes siguieran hablando y presumiendo. Aunque comenzó a asustarse, el tiempo pasaba y no debía llegar tarde. Cuando intento tomar la lechuga, la señora le detuvo.
—¡¿Qué crees que haces?! —le gritó— ¡Has estado parada como tonta y ahora quieres robar!
—Pero…pero… —tuvo miedo de ser observada por tantos ojos— le-le pague antes…
—¿Qué? —la vendedora se dio cuenta de su descuido—. Ah… —tomó la lechuga y se la pasó bruscamente a Mireya—. Bueno, aquí tienes, ¡ya lárgate! No debes escuchar conversaciones ajenas.
Mireya agradeció y luego se lamentó por molestarlas. Cuando se iba, escucho como hablaban sobre ella sin importar que aún estuviera cerca, no se molestaron ni en bajar la voz.
—Qué joven tan lamentable —comenzó la vendedora— ¿Sabían que su madre no estaba casada con su padre? El tipo la abandonó cuando supo que estaba embarazada. Gritaba sobre que no era el padre de la criatura.
—No me sorprende —continúo la que presumía de su nuevo trabajo—. Mi madre me dijo que su abuela no era de aquí. Esa mujer llegó embarazada de quien saben quién y dio a luz completamente sola. No es raro que su hija acabe igual, ahora seguro que ella terminará de la misma forma.
—Obvio que si —termino con la amiga de la afortunada—. Aunque su madre la está educando con mano firme para que no termine como ella y su abuela. Pero ¿Quién sabe? Esa clase de mujeres nunca cambian ni por más que las golpees todos los días.
Mireya apretó la bolsa, trato de ignorar los insultos. Ya estaba acostumbrada a que dijeran esas cosas. Su abuela había llegado embarazada, pago por un buen lugar, así que todos dijeron que debió ser la amante de algún noble que la echo. Su madre se embarazó de un mercenario, el cual la dejó apenas se enteró y usó la mala reputación de la mujer para afirmar que su bebé no era suyo. Por eso Mireya era odiada por su madre, ella siempre le recuerda que el hombre que amo la abandonó por su culpa.
“Todos esperan lo mismo de mí. Pero… ni siquiera he hablado con un chico”.
Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando esas mismas jóvenes pasaron corriendo y empujándola. La bolsa se le cayó y sus compras se esparcieron por el suelo. Aunque las dos culpables miraron para atrás, solo se rieron y continuaron corriendo. Mireya ni siquiera se disculpó, pero seguro que habría pedido perdón de haber tenido la oportunidad. La joven estaba más preocupada por las verduras, las recogió rápido antes de que alguien las pisara. Afortunadamente, era un pueblo pequeño y solo dos personas le pisaron la mano.
—¿Y esto?
Una carta se le atravesó en su camino, la miró de un lado a otro y reconoció que era la misma que aquella joven alardeaba. Mireya sabía leer poco gracias a su abuela, a pesar de que aprendió solo a sus seis años, reconocía la mayoría de las palabras y como escribir su nombre.
“Se le debió caer al correr. Bueno, no sé dónde vive, así que se lo devolveré mañana. Ahora debo darme prisa, me castigaran si llego tarde”.
Al regresar a casa, la encontró vacía, acomodó las verduras con cuidado hasta que la puerta principal fue azotada violentamente. Mireya dio un brinco del susto, su padrastro llegó más ebrio que nunca, con la camisa sucia y gotas de cerveza cayendo de su barba. Oculto la carta debajo de una repisa y regreso a lo suyo. Él se tambaleó hasta la mesa y miró a Mireya haciendo su trabajo.
—¡Dame agua! —le gritó escupiendo.
Mireya se apresuró en darle un vaso con agua, cuando su mano dejó el vaso, quiso alejarse rápidamente. Pero su muñeca fue atrapada, su padrastro la arrastró hasta él y le miró mientras ella intentaba ver a otro lado.
—¡¿Qué demonios te ocurre?! ¡¿Te atreves a ignorarme?! ¡¿Tú también piensas que apesto a alcohol?! —Mireya intentó decir que no, pero no pudo responder. Su padrastro la arrastró del cabello hasta el sótano donde la empujó para que rodara por las escaleras— ¡He sido bueno contigo estos días! ¡Ya es momento de que me lo pagues!
—Por favor… —se arrastró hasta la pared—, no-no quise… yo no… —las palabras se trataban en su garganta—. Lo-lo… ha-hare… por favor…
—¡Ya cállate y deja de llorar! —se abalanzó sobre ella y comenzó a olfatear su cuello como un animal—. Siempre hueles bien, mejor que tu madre o cualquier mujerzuela de este pueblo.
—Yo-yo… no… no… por favor… —no luchó, nunca lo ha hecho porque olvidó como hacerlo. Tan solo sabía suplicar, pero sus manos nunca devolvían o detenían alguna agresión.
—Siempre estás afuera o aquí con el horno, pero hueles bien… —le lamió el cuello y ella se paralizó por completo. Comenzó a respirar rápidamente como si el aire se le escapara de sus pulmones—. Todas están viejas, apestan o están feas… pero tú siempre estás linda ¿Por qué será?
—No… no… por favor… —sus manos temblaban, pero se quedaban quietas en el suelo. Solo podía mirar el viejo techo de madera del sótano. Otra lamida pasó por su cuello y sus uñas comenzaron a rascar el suelo desesperadamente.
“Es mi culpa” decía entre lágrimas y aun respirando fatal “Todo es mi culpa… no debí creer que no pagaría las cosas buenas que recibí” sintió la gorda mano de su padrastro tocar su pierna y subir hasta su muslo “Es mi culpa… es mi culpa… es mi culpa”.
—¡¿Qué crees que haces?! —el grito de su madre paró todo. Su padrastro se levantó de inmediato y subió su pantalón— ¡Por eso eras tan bueno con ella, solo querías estar entre sus piernas, animal!
—¡¿Acaso es mi culpa?! —le grito y luego cacheteo—. Estás más vieja cada día, no me causa placer acostarme con una mujer como tú. ¡He cuidado de ti y de tu bastarda todo este tiempo! ¡Merezco ser recompensado por todo mi esfuerzo!
—¡¿Pero por qué con ella?! ¡Podrías buscarte una puta de la calle!
—¡¿Y quién la va pagar?! ¡¿Tu?! ¡Gano más que tú, desagradecida! —su padrastro comenzó a golpear a su madre. La aventó al suelo, la golpeó en el rostro y luego la pateó. Ella suplicó que se detuviera, pero él siguió hasta parar por el cansancio y la ebriedad..
—¡Zorras malagradecidas! —subió la escalera enojado— ¡Un bar es mejor que esta casa que yo mantengo! ¡Mañana tomaré a tu bastarda por todo lo que hice por ti!
Mireya se levantó con cuidado, vio a su madre llorando y se arrastró hasta ella. No hacía más que culparse por todo lo que sufrió, así que lloró más por heridas ajenas a ella.
—Mamá… —intentó alcanzarla, pero no pudo.
—¡No me toques! —ella apartó su mano bruscamente— ¡Eres una maldita zorra! —se levantó, pero cayó de rodillas por las heridas. Aun así, estaba más cerca de su hija, así que la agarró por su cabello y comenzó a lastimarla— ¡¿Cómo te atreves a seducir a mi marido?! ¡Haces que tu padre, el único hombre que ame, me deje por tu culpa! ¡¿Y ahora quieres robarme a mi marido?!
—¡No es así, mamá...! ¡Te lo juro, yo no hice nada! —grito por el dolor y llorando más fuerte— ¡Por favor, mamá, me duele! ¡Ya no más… por favor! ¡Me duele, duele…!
—¡¿Te duele?! —la empujo, se puso encima de ella y comenzó a golpearla en su cuerpo y cachetearla de vez en cuando— ¡¿Tienes idea de cuánto sufrí?! ¡¿Por tu maldita abuela que fue amante de un hombre casado?! ¡¿Por ti, maldita rata, robándome a dos de mis hombres?! ¡Debí haberte matado con mis propias manos antes de que nacieras!
—¡Lo siento, mamá, lo siento! —Mireya grito, lloro, suplico y siguió así— ¡Perdón…!
—¡Lárgate de aquí, o te juro que te mato yo misma mañana en la noche! ¡Prefiero matarte antes de que mi marido te tome como su mujer! ¡No dejaré que me reemplaces, antes te mato!
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Updated 67 Episodes
Comments
AMANECER
🥺😔
2024-01-12
1
🍒CHELI🍒
Que repugnante familia tiene la pobrecita chica 😡😡, su padrastro es un viejo asqueroso, pero la verdadera escoria es su madre 😡, se supone que tiene que ser el ser humano que tendría que protegerla.
2022-11-01
5