Era algo extraño que Alexander permitiera que alguien lo tocara. Pero nunca encontró molestas las manos de Mireya. En parte se debía a que había una toalla entre sus ásperas manos y su piel. Pero es que le gustaba aspirar el aroma de flores que nunca dejaba su mente.
La resaca de anoche comenzaba a desaparecer mientras la sirvienta secaba su cuerpo. No la dejo ir más abajo porque no la soltó. Apoyó su cabeza en su hombro respirando. Su aliento frío erizaba la piel de Mireya, no la besó o mordió como hizo otras veces, pero sus nervios eran igual de altos.
—¿Dónde te tocó?
—¿Qué…?
—El maldito jardinero, ¿Dónde te tocó?
—Ah… no recuerdo bien, solo… solo levanto mi vestido… creo.
Alexander la levantó desde su cintura y la recostó en su cama con cuidado. Aprisiono sus manos sobre su cabeza sin lastimarla mucho. Mireya no dijo nada, era difícil articular alguna palabra cuando no paraba de mirar ese rostro. “Es hermoso…” pensaba sin darse cuenta lo sonrojada que estaba “¿Cómo puede haber un hombre tan apuesto?”
—Si me miras así, me dan ganas de comerte —dijo Alexander.
—¿Comerme? —Mireya cambió de expresión al oír eso—. Señor, ¿usted come personas?
—Increíble… —Alexander apoyó su cabeza sobre su pecho, cuando ella bajó su mirada se encontró con una pequeña y encantadora sonrisa de su señor—. Chiquilla ingenua…
Alexander soltó sus manos para desatar el listón de su cabello y quitarle el gorro. El cabello castaño oscuro había crecido, ahora llegaba más debajo de sus hombros pero seguía lejos de su cintura. Pero verla con el cabello suelto fue algo nuevo para él, le gustaba más.
—No te cortes el cabello —ordenó autoritariamente—, me enfadaré mucho si lo haces ¿Oíste?
—Sí, señor…
—También te ordeno no morir —la miro a los ojos tan cerca que sus alientos se mezclaron—. Si veo que estás muriendo, te aseguro que te salvaré y te encerraré para siempre vigilando cada cosa que hagas. Así que, no te atrevas a morir. ¿Te quedó claro?
—Ah… pero…
—No me preguntes el porqué, solo obedece. ¿No es eso lo mejor que haces? ¿Obedecer? Pues obedece mi orden y comienza a quitar las absurdas ideas de morir.
—Sí, señor… —Mireya no parecía muy convencida, evadió su mirada y aceptó su orden.
Alexander no estaba convencido, pero sabía que ella no se atrevería a desobedecerlo. Quería creer que ella cambiaría de parecer sobre morir con el tiempo “¿Por qué me sigue importando?” se preguntó “¿Por qué…?” No obtuvo una respuesta, tampoco la quería en ese momento. Recordó por qué la llamó y bajó su mano hasta el final de su falda. Introdujo su mano y se sorprendió que no usara medias. “Tampoco tenía medias esa vez que el maldito la tocó”. Deslizó sus dedos con cuidado, siempre atento a las reacciones de Mireya.
—No te atrevas a olvidar a usar medias. ¿Acaso no sientes el frío? La próxima vez que no uses medias, morderé tus piernas hasta dejar marcas por todas partes.
—Sí, si… lo siento.
“Está ordenando cosas raras” pensó Mireya “¿El señor estará mal?”
El duque tocó sus piernas solo hasta sus muslos, retiró su mano y se levantó. Le pidió que trajera su desayuno, Mireya obedeció rápido. De camino a la cocina, sus piernas no olvidaban la sensación de antes. “Daba miedo antes…” recordó a su padrastro y Thomas “¿Por qué no me asuste esta vez?” No se dio cuenta que su señor la distraía con sus pedidos, que no lastimó sus piernas con agarres fuertes o que no subió de más. Tan solo deslizar sus dedos tiernamente sin apresurarse.
Al día siguiente, Mireya usó nuevas medias. La noche anterior se encontró con varias medias de lana en su cama. Al deslizar la prenda sobre su mejilla, se rió un poco por la suavidad y las cosquillas. Se las colocó disfrutando de cómo la protegían del frío invierno. El duque volvió a tocar sus piernas pero solo para revisar si usaba medias. “¿No era más sencillo que levantara mi falda un poco?” Pero decidió no preguntar, ver el rostro de su señor tan cerca comenzó a gustarle.
—¿Te gustaron las medias? —le pregunto. Estaban en la misma posición que ayer.
—Sí, son lindas y suaves… muchas gracias… —le costaba hablar al tenerlo tan cerca.
Dejó de tocar sus piernas para tomar sus manos, ya no le gustaba como se aferraba tan desesperadamente sin cuidar sus dedos. Luego, besó su cuello hasta dejar más de una marca. Mireya no tuvo tanto miedo, su mente también divagaba en cómo tocaba las manos del duque. Las únicas manos que tocó fueron las de su abuela cuando paseaban juntas.
Claro que Mireya no podía pensar en ciertos momentos al sentir besos tan ardientes en su cuello. De vez en cuando soltaba gemidos cortos, pero su respiración no era tan rápida. Alexander sonrió sutilmente al notar los cambios que tuvo.
—Si sigo hasta el final, ¿volverás a tenerme miedo, chiquilla? —preguntó, aunque no esperaba una respuesta—. Al menos… ¿Tienes idea de lo que quiero hacerte?
—No… no lo sé…
—Eso imagine.
Así eran sus días: él revisaba que usara medias, la acorralaba en su cama para hundir sus labios en su cuello. Lo hacía en las mañanas, nunca en la noche. Alexander sabía que no resistiría de tocarla en la noche. Además, de hacerlo, ella volvería a tenerle miedo y todo su avance no habría servido para nada. “Está bien, una vez que la tome, estas absurdas sensaciones se esfumaran”. Creyó que lo único que quería era que Mireya lo deseara en vez de temerle. Entonces, cuando ese momento llegue, dejara libre a su lujuria y tal vez dejaría de pensar en ella.
Septiembre llegaba a su final. Mireya ya había pasado más de un año trabajando para el duque. A diferencia del año pasado, pasó ese mes en el ala oeste así que no conocía lo importante que era el 25 de septiembre, ni lo peligroso.
—¿Alguien le dijo a esa harapienta lo que se hace hoy? —preguntó una sirvienta a sus compañeras—. Si no lo sabe, ¿no deberías callar?
—Claro, si comete un error este año, ¿acaso el duque la perdonará?
Una broma peligrosa se ideó entre las sirvientas del ala este. Mireya no hizo mucho, el duque le dijo ayer que no quería verla. Pensó que había hecho algo mal y estuvo divagando en qué error cometió. “¿Doble mal su ropa? ¿No limpie bien su habitación? ¿Su comida sabía mal?” Con esas preguntas, se fue a su habitación para dormir. Aunque apenas pudo cerrar los ojos, pasaron varias horas y su puerta fue tocada.
—¿Si? —Mireya abrió la puerta y se encontró con otra sirvienta que llevaba una charola.
—Mireya, ¿acaso no te dijeron que debes llevarle té al duque?
—¿Qué? Pero el duque no bebe más que vino por la noche.
—¿Y qué sabes tú? ¿Acaso te crees especial y ahora presumes saber todo del señor?
—No, no es así… pero es que…
—¡Deja de dar excusas para no trabajar! —le pasó la charola bruscamente—. Eres la sirvienta del señor, pues llévale el té. El señor trabaja mucho para mantener en pie el ducado, ¿y una harapienta como tú se queja de trabajar durante la noche?
—¡No…! —Mireya se disculpó—, le llevaré el té, muchas gracias por decírmelo.
—Claro… —sonrió victoriosa de lo fácil que era engañarla—. Hasta nunca…
Mireya se puso una manta sobre sus hombros y caminó con cuidado junto a una vela. Noto que, a diferencia de todas las noches, no había ningún guardia. Los pasillos se sentían más oscuros y tenebrosos aun sin la presencia de los altos y fríos guardias. “¿Dónde están todos?” Por más que se lo preguntaba, nada cambiaba. Llegó a la habitación del duque y tocó la puerta.
—¿Señor? Traje su té… ¿Señor?
Ella escuchó varios ruidos, sabía que su señor estaba ahí así que tocó un poco más fuerte. Los ruidos pararon, pasos avanzaron hacia la puerta y esta fue abierta. El duque estaba ahí, con su camisa abierta, su cabello negro despeinado, sus ojos azules oscuros resplandecían locura.
—¿Señor…? —Mireya bajo su mirada y vio que tenía una espada en la mano— ¿Qué…?
La charola con el té cayó al suelo rompiéndose, Mireya fue arrastrada adentro sin que nadie la escuchara. Al estar adentro, vio la habitación desordenada: jarrones rotos, mesas volteadas, sillas destrozadas, pedazos de vidrio esparcidos por el suelo.
—Señor… alto…
Alexander la acorralo contra la pared, la ahorcaba con una mano. Antes habría dejado que la matara, pero ella tenía que obedecer. Le ordenó que no muriera y hasta ahora no le dijo lo contrario. Aferrarse a su vida fue un acto de obediencia, no por el temor a la muerte. Pero su lucha alteró al duque, quien la empujó al suelo dispuesto a matarla. Era claro que no estaba consciente de sí mismo, lo único que pasaba por su mente era en matar a quien tuviera enfrente.
“Ahora que recuerdo, hubo una vez que vi como sacaron a un muerto”. Pensó Mireya “Nadie habló nada, apuesto a que ni siquiera lo buscaron. ¿Yo también acabaré así? Nadie se acordara de mí, imagino que ni siquiera pensaran en donde enterrarme”. Mireya vio como el duque se acercaba cada vez más, su espada filosa estaba a nada de matarla. “Pero me dijo que no debía morir… entonces ¿también me salvara? ¿Aun cuando él es quien me quiere matar?”
Mireya se levantó y corrió al baño donde se encerró rápido y sin pensarlo mucho. Escuchó los fuertes golpes a la puerta. Tomó una repisa y con ella bloqueó la entrada, justo cuando acabó, la espada atravesó la madera. Gritó del susto y se apartó, pero eso no la detuvo de colocar lo que tuviera a la vista para impedir el avance de su señor.
—Señor… —dijo esperando detenerlo—, me ordenó que no muriera, así que —trago saliva—, no puedo dejar que me mate, señor… ¡Lo siento!
Estuvo quieta varias horas en el rincón del baño, observando cómo las cosas se movían por los fuertes golpes de la puerta. La espada atravesó la puerta más de una vez y eso aumentó su temor de que no tardaría en entrar. Pero, eso nunca pasó, Mireya comenzó a escuchar gritos de dolor. Se asomó con cuidado y vio, por uno de los huecos, al duque retorciéndose de dolor en el suelo.
—¿Señor? —lo llamó, pero él seguía sufriendo. Soltó la espalda para sostener su cabeza, intentó levantarse, pero parecía sufrir con cada movimiento. Entonces, comenzó a vomitar sangre— ¡No…! —Mireya movió las cosas rápido y salió— ¡Señor…!
Cuando lo ayudó a levantarse, notó su rostro agotado, sudaba mucho y era obvio que sufría. Lo acostó en su cama, una tarea difícil. Mireya estaba divagando sobre qué hacer, no sabía dónde encontrar al doctor James. Así que decidió gritar por todos los pasillos por ayuda, pero el duque la agarró de la muñeca. Su agarre aumentaba cada vez causándole dolor a la joven, quien comenzó a gritar. Alexander no paró, en su lugar, tomó a la sirvienta y la acorraló en su cama con él encima. Sus manos se dirigían a su cuello, pero no aumento el agarre, no aun.
—Señor… —Mireya sintió como sus manos la presionaban más—. Espere…
“¿Qué puedo hacer, abuela? ¿Qué harías tú?” Ni siquiera era capaz de tocar al duque, así que lastimarlo para huir no pasó por su cabeza. “Abuela… ¿Qué puedo hacer?” Un recuerdo le vino a la mente: cuando tenía miedo o sufría por alguna enfermedad, su gentil abuela le cantaba.
—¿Por qué cantas, abuela? —le pregunto.
—Mmm… porque una linda canción alivia a cualquiera que esté triste. En cuanto la escuche, pensará en algo más que en su dolor, aunque sea por un momento. Claro que para eso, hay que cantar la canción correcta.
—¿Y cómo sabes cuál es la canción correcta?
—La verdad no lo sé, por eso siempre cantó esta. ¿No es muy linda la canción?
—Lo es y también divertida. ¿Cómo se llama?
—La canción de la leona. Y si, es muy linda y divertida porque habla sobre la valiente leona que debe lidiar con su aventurero y desobediente cachorro. Las madres la cantan para hacer dormir o reír a sus bebés, dependiendo del tono que usen. A veces, la cantan lento y suavemente mientras mecen la cuna de sus hijos. Otras veces bailan alegres cantando fuerte y rápido para sacar una risa.
—Pero, mi mamá nunca me canto…
—Oh, mi niña… por eso yo te la cantaré siempre. Cuando te sientas sola, triste, enferma o hasta enojada. Te cantaré para que te sientas feliz, para que el dolor se vaya o que dejes de estar molesta.
—Yo nunca voy a molestarme contigo, abuela. Nunca podría odiarte, te quiero mucho —abrazo a su abuela mientras giraban al compás de la canción.
“¿Qué más puedo hacer?” se preguntó Mireya. No tenía idea de cómo calmar al duque, ni sabía lo que le ocurría “Al menos lo intentaré, de todas formas no tengo salida”. Antes de que el agarre a su cuello aumentara, comenzó a cantar pero con pausas. Le dolía la garganta y debía resistir el aire que poco a poco se le iba. Así que la primera estrofa le costó bastante, pero a medida que seguía, el agarre en su cuello comenzó a disminuir.
Mi pequeño cachorro ¿correr a dónde?
Por ti siempre temeré,
pequeño y valiente león.
Con tus pequeñas patitas,
tu brillante pelaje del amanecer,
hermoso y frágil te veo.
El bosque… ¿Cómo te digo?
Praderas, bosques y montañas
Ríos, lagos y mares…
Hay manadas gigantes
¡No pases por ahí!
Pequeñas son tus huellas
Hay bardadas coloridas
¡No las persigas!
Al cielo no llegas tú.
Siempre llegas sucio,
hojas y barro tu pelaje ocultan
¿no oyes mi preocupado rugir?
Si vas a lejanos horizontes
te sigo porque de bañar te olvidaste
¿no ves ni mis lágrimas?
Aun en días de lejana distancia
Tus risas y bromas están en mis sueños
Porque tu mamá leona te ama.
Mireya no supo en qué momento las manos del duque ya no estaban en su cuello. Cantó la canción de la leona con los ojos cerrados creyendo que moriría. Al terminar, se encontró con el duque aun adolorido, solo que tenía la mirada perdida y estaba más agotado que antes.
—¿Señor…? —Mireya lo llamó pero él no reaccionó. En cambio, cayó rendido a su cama—. ¿Señor? —se sentó para verlo mejor: se durmió. Tenía pensado irse de una vez, pero los fuertes brazos del duque la tomaron y la tiraron a la cama.
Alexander, inconsciente, terminó abrazado a Mireya fuertemente. Su expresión mostraba que no tenía un lindo sueño. La sirvienta se apiado de él y otra vez canto. Con cada estrofa, él parecía calmarse un poco. Pero el agarre no disminuyó y con cada intento de moverse, el duque la abrazaba más fuerte, temiendo que se fuera.
“Siempre que lo veo, luce aterrador, serio y mandón” Mireya se dio por vencida. “Hoy lo vi débil, triste y sufriendo”. Al final, cayó dormida envuelta en los brazos del duque.
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Comments
Mayra Coaquira
amo la letra de la canción🥹💓💓💓
2023-02-01
3
juana cova
calmo a demonio 👿 que lleva dentro
2022-12-15
1
🍒CHELI🍒
Pero que le sucede a ese hombre 😦, parece tener personalidad múltiple 😅😅😅, es muy extraño, pero que bueno que la canción de cuna sirvió de algo. Me parece que la abuela de Mireya ya intuía algo, por algo le enseño la canción 🤔, sirve para dormir fieras 😂😂😂
2022-11-17
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