Mireya se quedó quieta, mirando de un lado a otro mientras esperaba la orden de retirarse. Pero solo vio al duque quitarse su saco. Ordenó que la ayudara y ella se dio prisa. Acostumbrada, retiró las prendas superiores sin mirarlo. Alexander se quedó solo con pantalones y se lavó la cara. la puerta fue tocada por dos sirvientas que trajeron agua. Las dos mujeres vieron de reojo a la favorita y bufaron molestas mientras tiraban el agua caliente a la enorme bañera del duque. Cuando confirmaron la temperatura, el duque les ordenó que se fueran, pero no a Mireya. Alexander se quitó los pantalones y su ropa interior quedando desnudo. Se metió a la bañera suspirando de relajación. Luego, miró a Mireya y le dijo que se quitara las medias. No se perdió ningún movimiento suyo.
—¿Esperas una invitación? —pregunto sarcásticamente—. Toma la esponja.
Mireya camino para tomar la esponja y el jabón. Comprendió su orden de inmediato, pero era la primera vez que bañaba a alguien más grande que ella. Además, la bañera era tan grande que no había forma de limpiar el cuerpo del duque sin caer. La sirvienta suspiro y decidió resolver el problema sobre la marcha.
Se colocó de rodillas y detrás del duque, mojó el jabón con la esponja y comenzó a frotar la espalda de su señor. Aún no podía apartar la mirada de las cicatrices que había en el cuerpo de un hombre tan hermoso. Continúo con los brazos, las caderas y, avergonzada, tuvo que seguir en el pecho, estiró su mano lo más que pudo. Entonces, Alexander la tomó de la muñeca y la jalo a la bañera. El agua cayó y ella se lastimó los pies por la dureza de la bañera. Todo su cuerpo quedó empapado. Tosió el agua enjabonada y se frotó los ojos.
—Ibas a tardar una eternidad —dijo Alexander apoyándose—. Ahora sigue.
A pesar de que sus ojos ardían un poco, Mireya no dijo nada. Siguió con su labor y limpio cada parte del abdomen fornido del duque. Podría haberlo visto desnudo más de una vez, pero aún no se podía acostumbrar a verlo sin avergonzarse.
El duque la miró fríamente ocasionando que chocaran miradas de vez en cuando. Justo cuando Mireya iba a seguir con las piernas, él la tomó de la muñeca para obligarla a verlo.
—No te atrevas a desviar tu mirada —le advirtió y ella obedeció, aunque eso aumentó su temor—. Te ves mejor cada día, pero eso me molesta.
—Lo-lo siento…
—¿Te divertías con el jardinero? —pregunto claramente molesto.
—¿Cómo…?
—Sonríes como una niña tonta por su actitud de payaso. ¿Qué cosas te cuenta para que te comportes de esa forma? ¿O es acaso que te gusta tanto que buscas seducirlo?
—¡No, no…! —Mireya negó varias veces con la cabeza.
—¡Parece que he sido demasiado bueno contigo! —la tomó de la cintura y la colocó debajo de él sin ningún cuidado—. ¿Acaso olvidaste que te perdoné la vida? —Mireya negó asustada—. Entonces, ¿Por qué no eres más agradecida conmigo? Anda, sonríeme, como a ese idiota jardinero.
“No entiendo…” Mireya no sabía qué decir “¿Qué le sonría?
—Estoy esperando, ¿Por qué sigues siendo lenta? Maldita sea.
—Lo siento… —trago saliva y calmó su respiración— ah… —comenzó a sonreír. Obvio que era una sonrisa falsa, las expresiones de temor aún se podían ver en su falsa felicidad.
—Ja… —Alexander estiró sus labios para abrirlos—. ¿Cómo debo forzar una auténtica sonrisa? En serio eres una desagradecida… —no dejó que Mireya hablara, solo metió dos de sus dedos a su boca—. No apartes tu mirada, quiero que me veas a los ojos ¿de acuerdo?
“Pero el ama de llaves dijo que se molestaría”. Aún sin comprender, Mireya asintió. Alexander retiró sus dedos de su boca y comenzó a desabotonar los botones de su uniforme. La joven ya comenzaba a temblar hasta que el duque volvió a decirle que no apartara la mirada.
—Mírame… —le dijo—, quiero que veas claramente que soy yo quien te toca. Si te atreves a desviar la mirada o pensar en alguien más, no terminará bien para ¿entendiste?
—Si-si… —asintió nerviosa.
Alexander siguió retirando su ropa hasta dejar sus pechos al descubierto. Tomó la mano de Mireya, tan áspera como la suya, y la llevó a su pecho. Él tomó su otro pecho y comenzó a mover y pellizcar la punta.
—Haz lo mismo —le dijo—, cada movimiento que hago, hazlo.
Mireya se concentró en el tacto del duque para poder igualar sus movimientos. Pronto soltó gemidos ante las sensaciones extrañas. Sus mejillas estaban rojas, soportaba no cerrar los ojos, algo difícil con la mirada azul del duque. Pronto volvió a sentir calor en su vientre, movió los dedos de su pie hasta que comenzó a chapotear en el agua. El toque en su pecho paró, entonces ella también. Alexander separó sus piernas, tomó una de ellas para colocarla sobre su hombro. Todo sin dejar de mirarla, perdido en la miel de sus ojos tan excitados y aterrados a la vez.
—Te haré una pregunta —dijo Alexander mientras la veía tomar un respiro—. ¿Qué es esto que hago? —pregunto para luego besar su tobillo.
—Creo… mmm… ¿Un beso? —no estaba segura porque fue en su tobillo. Y ella recordaba, según lo que oía o veía, los besos eran en las mejillas entre amigas y en los labios entre amantes.
—Sí, correcto… —deslizó su boca por toda su pierna hasta su rodilla mientras subía su falda—. Entonces, ¿esto qué es? —volvió a besarla, Mireya volvió a responder bien y Alexander la felicito—. Aquí… —besó su muslo con la falda en su cintura— ¿Qué es?
—Un beso… ¡ah! —comenzó a sentir esas succiones que una vez le dio en el cuello.
—Buena chica… —Alexander la tomó de la barbilla y sonrió satisfecho al notar que ya no tenía tanto miedo—. ¿Alguna vez te han besado?
—Ah, no-no… mi señor.
—¿Crees que un beso es malo?
—No… — “Mi abuela me dijo que los besos son una gran muestra de afecto” recordó.
—Y por ende, ¿hago algo malo al besarte?
—Yo…. —“no lo sé”—, ah… no sé… mi señor…
—Entonces deja de tener miedo —le dijo—, no haré nada más que besarte.
—¿Be-besarme? —pregunto nerviosa y más sonrojada— Pero… ¿Por qué…?
—Porque quiero… —respondió sin dudar—, quiero besarte en varios lugares —sus manos pasaron por su cuello, sus pechos, sus piernas pero nunca tocaron sus labios o mejillas.
—Ah… —el tacto le saco gemidos a Mireya— Mi señor…
—No cierres los ojos, ni se te ocurra pensar en otro infeliz. Que tu mente grabe bien quien es el hombre que besa tu cuerpo esta noche.
“No entiendo…” Mireya quería preguntar, pero se quedó callada.
—Bien… —bajo sus labios a sus pechos, comenzó a pellizcar uno de ellos mientras besaba el otro. La joven vio la lengua del duque pasar sobre la punta de su pecho y eso aumentó el calor de su vientre—. No apartes la mirada.
Alexander se apartó luego de un rato para volver a besar su pie desde el tobillo hasta su muslo. No subió más, pero estaba tan excitado que decidió romper su promesa. Tomó la cintura de Mireya, su entrepierna se deslizó con la suya. Comenzó a frotarse tomando las muñecas de la sirvienta y apoyándolas en el borde de la bañera.
—¡Uh! —Mireya no pudo tapar sus gemidos— ¡Mi señor…! ¡Espere, por favor…! ¡Ah! ¡No…! —siguió mirándolo— ¡Mi señor…!
—Solo mírame… ¡Ah! —continuó moviendo su cintura—, si sientes calor, es bueno…
—¿De verdad? —pregunto Mireya entre gemidos— No es… ¡Ah! ¿Malo?
—No, no lo es… —su inocente pregunta lo emociono aún más y aumentó la rapidez de sus movimientos—. Ah… es bueno, el calor es fantástico, sobre todo en esta parte… —tocó su entrepierna, su pulgar comenzó a manosearla al ritmo de su cintura.
—¡Ah…! —Mireya soltó gemidos fuertes, largos y seguidos sin parar— ¡Me siento rara…! ¡Por favor, mi señor…! ¡No sé qué me pasa…! ¡Ayúdeme, por favor…!
—Claro… —respondió contento meneando más cintura.
El movimiento continuó hasta que ambos llegaron al clímax juntos. Mireya no tuvo miedo, estaba más perdida en esa nueva sensación que olvido todo a su alrededor por completo. Ella respiró agitadamente, dejó de mirar al duque, de pensar en dónde estaba o lo que debía hacer.
—¿Lo sentiste? —le preguntó Alexander, ella asintió—. Bien, no te atrevas a olvidar que fui yo quien te lo mostro. Y recuerda, no es nada malo.
“¿Qué fue eso…?” se preguntó Mireya con la mirada perdida. Alexander comenzó a retirarle su ropa mojada sin que ella hiciera algo. Luego, la levantó en sus brazos. Solo ante esa acción, Mireya reaccionó asustada.
—¡Mi señor…! —No supo dónde colocar las manos, pero evitó tocarlo— ¡No tiene que…!
—Cállate —le dijo. Avanzo con ella hasta salir del baño. La dejó en su cama sin dejar de verla. Se colocó encima de ella para besar su cuello y dejar marcas por todos lados—. No te asustes, cumpliré mi promesa: solo te besaré esta noche. Pero no olvides que no hay nada de malo en eso.
Mireya se aferró a las sábanas de la cama con cada beso del duque. Gimió sin control, sus caderas se movieron de un lado a otro. Los dedos de sus pies se retorcían sin cuidado. Alexander siguió besándola en su cuello, sus pechos, su estómago, sus piernas y, para su sorpresa, comenzó a besarla en su entrepierna.
—¡Mi señor…! ¡No…! ¡Está sucio…! ¡Por favor! ¡Ah…!
—No lo está… —dijo—, acabamos de tomar un baño, ¿Cómo puede estar sucio?
—Eso… pero… ¡Ah!
Alexander no se detuvo y la beso sin parar. Mientras ella seguía aferrándose a las sábanas, él se aferraba a sus piernas dejándole marcas. Cuando se corrió, por segunda vez, Mireya comenzó a sentirse cansada y de nuevo olvidó todo. Pero se juró que mañana temprano se disculpará “¿De qué…?” se preguntó “Debo disculparme, pero… ¿de qué?”
—Oye… —Alexander noto que se quedó dormida—, genial…
Le dio igual que estuviera dormida, junto sus piernas para volver a frotarse. La miro dormida, con su cuerpo balanceándose por sus movimientos. Vio las marcas que dejó en su cuerpo y sonrió satisfecho. “¿Debería mostrárselas al tonto jardinero?” se preguntó “¿Pero qué tonterías pienso?” Se perdió en el placer, un pequeño placer que lo volvió loco y con ganas de entrar en ella.
—¿Qué cara pondrías? —le pregunto a la dormida Mireya—. Si entro en ti, ¿Qué cara pondrías? Ah… —aumentó la rapidez de sus movimientos al sentir que pronto acabaría—. Seguro huirás de mí, eres tan tonta que correrás por el dolor… ¿no es así? Ah… ¡Uh! —terminó ensuciando el vientre de la sirvienta. Se puso de pie y la vio por completo: dormida, piernas separadas y su esencia vertida en su estómago plano—. Te dejaré por hoy… Mireya.
Alexander la acomodó en su cama, él se durmió a su lado. Le dio la espalda tratando de pensar en otra cosa que no sea en la mujer desnuda a su lado. Pero no pudo, se imaginó encima de ella, pero no para besarla o manosearla. Quería tomarla por completo, despertarla de una vez para seguir escuchando sus gemidos mientras se hundía en ella. Luego, siguió pensando en más depravaciones que deseaba hacerle.
—Parezco un completo pervertido —se levantó para verla— ¿Cómo puedes dormir tan tranquila? Cualquiera podría devorarte y dejarte tirada al terminar, chiquilla tonta.
El duque no durmió en su habitación. Pasó toda la noche en su oficina trabajando. Cuando los primeros rayos de sol aparecieron, dejó los papeles y regresó. Estaba más tranquilo, así que se acostó al lado de Mireya, dándole la espalda y cayó dormido. Mireya se despertó horas después por una pesadilla. En cuanto recordó la noche anterior, notó su desnudez y se cubrió. Intentó levantarse pero fue sostenida por un brazo y recostada en la cama otra vez. Se encontró con el duque sobre ella, desnudo, mirándola fríamente con sus ojos azules. Tomó sus muñecas para restringir sus movimientos y así se quedó.
—¿Acaso eres una droga? —le pregunto sin cambiar su expresión—. No recuerdo cuándo fue la última vez que dormí sin problemas… —deslizó la sábana para mirar su desnudez con las marcas que dejó—. Es una buena vista ¿sabes?
—Ah… mi señor…
—Bañémonos… —se levantó y toco la campana. Un sirviente entró y el duque le ordenó traer agua para el baño. Mientras esperaban, Alexander se sentó y miró algunos papeles, escribía de vez en cuando o solo leía. Las sirvientas trajeron el agua, miraron indignadas a Mireya, quien seguía desnuda en la cama de su señor. Ella mantuvo la cabeza abajo al sentir el odio de sus compañeras. Se estremeció al escuchar la puerta cerrándose. Entonces, Alexander se acercó y la levantó, igual que anoche.
—¡Mi señor…! ¡No tiene que…!
—Deja de decirme lo que tengo o no que hacer.
Era algo inesperado para la inocente joven bañarse en compañía del duque. Más que todo por chocar su espalda con su fuerte pecho. No pudo mirar abajo porque estaba sentada entre las piernas del duque. Se sintió más tranquila cuando le dijo que podía moverse, así que, sin perder ni un segundo, se apartó al otro lado de la enorme bañera. Claro que eso no quitaba la incómoda situación, así que solo se bañaron en silencio.
—No te desveles hoy —le dijo el duque mientras salía de la bañera—, debo salir, así que no volveré por un par de días. Solo asegúrate de mantener mi habitación limpia.
—Sí, mi señor.
Casi al medio día, el duque salió del castillo con varios escoltas. Mireya limpió el cuarto por completo, bajó a la cocina para almorzar en cuanto terminó. Pero en el camino, varias sirvientas la miraban, otros empleados la insultaban sin moderación. Luego, fue empujada varias veces hasta caer seguido de una serie de carcajadas. Finalmente, su comida fueron sobras.
—Qué pena… —dijo una sirvienta—, pero seguro no debes tener tanta hambre. Apuesto que comiste mucho anoche —las demás se rieron y soltaron sus platos con sobras sobre el suyo hasta que se amontonaron y cayeron—. Aquí trabajamos arduamente para recibir un pago justo, ¿no crees que es demasiado injusto que tengas privilegios por calentar una cama?
Mireya no comprendía del todo esas acusaciones. Creyó que ellas la acusaban de comer la comida del duque y que se quejaban de que durmiera en la cama del duque. Aunque de haber entendido el significado detrás, igual hubiera pedido disculpas. Su actitud sumisa solo aumentó las ganas de seguir molestándola.
—¿Qué esperas? ¡Come! —la obligaron a sentarse—. Ahora que lo pienso, tu piel está pálida. La favorita del duque debería verse más linda ¿no creen? —Acercaron un estuche con maquillaje. Pero antes de seguir, le ordenaron que comiera cada plato con cada sobra.
—Era una sirvienta, así que debes limpiar con tus dedos y boca como lo haces con el duque —así le dijeron—. Limpia, favorita, mientras nosotras te hacemos más bonita.
Mientras Mireya comía sobras con sus dedos, su cara era maquillada en medio de un mar de risas. Cada toque le aterraba tanto que a veces soltaba las sobras. Aun así, le insistían en que debía seguir comiendo cada pieza. Luego, una de ellas agarró un plato y le dijo que debía lamerlo.
—Los platos no están limpios ¿Qué esperas? —se rieron más fuertes al ver como Mireya lamía los platos como un perro callejero. Su cara terminó como la de un bufón y solo se quedaron con ella hasta que lamió el último plato sucio—. Más que harapienta, es una perra.
“Está bien…” Mireya se consoló en silencio “Debo pagar todo lo bueno… así que está bien”. Derramó lágrimas, pero no sollozo ni se quejó. Desde ese día, las cosas comenzaron a empeorar para ella, pues el duque no estaba y la favorita nunca se quejaba de los malos tratos.
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Comments
Rafael Martínez
una indefensión aprendida muy canija de quitar, es como un trauma que sólo supura y hace más profundo el dolor. Ojalá en algún momento pueda hacerse fuerte, independiente y sea capaz de hacer frente a sus demonios, con ellos también a sus torturadores
2024-01-16
2
AMANECER
jaja 🤭🤦👍
2024-01-13
0
Laura Aguado
pobrecita, espero q reaccione pronto
2023-12-14
0