Mireya no veía nada, tampoco quería abrir los ojos. Escuchaba la dulce voz de su abuela cantando la canción de la leona. Sentía su gentil mano acariciando su cabello, no quería despertar de su sueño y recordar lo que sea que le haya sucedido. “¿Me golpeó mi mamá por tardar con el agua? ¿O fue mi padrastro por no cuidar bien de mi hermano?” Sin embargo, su propia abuela le dijo que debía despertar porque no cambiaría nada retrasando el sufrimiento.
Abrió sus ojos miel con cuidado, mediante leves parpadeos por la luz del sol que entraba desde la ventana “Pero la ventana está al otro del cuarto” pensó extrañada. Frotó sus ojos mientras balbuceaba. “Cierto, debo trabajar, no debo seguir durmiendo…” Intentó levantarse, pero se sintió cansada, imagino que era por el exceso de trabajo de anoche. Y al recordar el encargo en el cuarto de música, todo lo sucedido pasó por su mente bruscamente.
—¡Ah! —gimió de dolor por su cabeza— ¿Qué…? —intentó sentarse a pesar del cansancio. Fue cuando noto que estaba desnuda. Respiro lento y nerviosamente, cubrió su desnudez con las sábanas— ¿Dónde estoy…? —noto que no estaba en su cuarto, sino que seguía en el mismo lugar donde el ama de llaves la dejó antes.
—No te muevas —esa misma voz de anoche volvió, tocó su frente y la obligó a echarse—. El médico ya viene. Tenemos mucho de qué hablar, Mireya Britton.
La fuerte mirada de ese hombre no la tranquilizó para nada. Pero le dijo que no se moviera y ella obedeció. Aunque él ya no estaba mirándola, seguía en el cuarto, lo escuchaba caminar, respirar, suspirar y otra vez caminar. Se acercó otra vez, Mireya cerró los ojos cuando sintió sus dedos ásperos y gruesos en su frente.
—Sé que estás despierta —le dijo, en un tono más aterrador que sus padres. Y eso que no le grito—. Odio que traten de engañarme, ¿viste las cabezas afuera del castillo? Son los idiotas que subestimaron mi apellido y se creyeron inteligentes. Ahora no piensan mucho con sus cabezas estancadas en lanzas y con los cuervos devorándolos poco a poco.
Cada palabra la aterro, pero se negaba a abrir los ojos. Alexander no reaccionó ante su miedo, pero dejó de acariciarla cuando el médico tocó la puerta. James pasó con su maleta y saludando. Le pidió a Mireya que se sentara, ella obedeció a pesar del agotamiento.
—¿Cómo estás? —le pregunto con una sonrisa—. Seguro que el afrodisiaco ya no está en tu cuerpo. Pero tuviste mucha fiebre y seguro estás adolorida. Voy a hacerte una serie de preguntas ¿de acuerdo? Y es necesario que me respondas sinceramente.
—Ah… —miro de reojo al hombre de mirada azul—, si-si… —respondió nerviosa.
James sintió el temor de su paciente y le pidió que esperara. Se acercó a su señor y le pidió si no le molestaba salir un momento. Alexander se sintió indignado por tener que salir de su propia habitación, chasqueó la lengua al ver el temor de la sirvienta por él y se fue dando solo dos minutos.
—Bien, ahora que estamos solos, empezaré —dijo James—. ¿Has tenido alguna enfermedad reciente? ¿Algún accidente? Pregunto esto por tu desnutrición y moretones.
—Ah… ¿desnu…? —Mireya apenas entendió algunas palabras—. Mmm… mis moretones, eso es… ah… soy muy torpe y me caigo… —mintió con la cabeza abajo—, perdón.
—No tienes por qué disculparte —James entendió su situación—. Y la desnutrición es, ¿Cómo decirlo…? Ah, es cuando no comes adecuadamente y quedas demasiado delgado.
—Pero yo como bien… —James le preguntó los alimentos que ingería—. Ah… desayuno pan y leche, a veces almuerzo papa con lechuga y tomate, y ceno pues… algunas veces frijoles. Hay días en los que no termino mi trabajo a tiempo y no puedo cenar.
—¿Llegaste en mal estado al castillo?
—Me asaltaron de camino, un señor me ayudó trayéndome a Liomert. No pude curar mis heridas hasta que llegue. Pero… ¡Ahora estoy bien, lo juro! ¡Prometo no ser un estorbo!
—Tranquila, no tienes que asustarte. No creo que pierdas tu trabajo. Solo quería saber cómo fue tu salud. Pero entiendo que algunas cosas que digo son complicadas de entender para ti. No voy a presionarte más ¿sí? A cambio, quiero que me prometas que seguirás mis instrucciones para mejorar tu salud. Debes ganar peso, descansar y tomar mucha medicina.
—¡Ah, lo haré! ¡Se lo prometo! —juntó sus manos para jurar por Dios—. Pero, ¿Qué debo hacer a cambio…? —pregunto nerviosa.
Antes de que James pudiera decirle que no sabía que tendría que pagar, la puerta se abrió bruscamente por el duque. Alexander dijo que el tiempo se acabó y entró para escuchar el estado de la sirvienta. James se alejó y comenzó a explicarle sin que Mireya pudiera escuchar.
—Estoy seguro que ya sufrió maltratos antes de venir aquí. Tiene una nutrición mala con la que ha lidiado varios años. Tal vez no se notó mucho anoche, pero tiene moretones que están casi desaparecidos. Eso no quita que tenga los huesos demasiado dañados. A pesar de estar delgada, parece estar acostumbrada a los golpes, pero no a los medicamentos o cualquier sustancia. Eso explicaría porque el afrodisiaco la perjudicó bastante.
—¿Cuánto tiempo necesita descansar? —fue lo único que preguntó Alexander.
—Dos meses —respondió el médico—, pero ya puede trasladarse a otra habitación. El primer mes es importante, debe caminar poco y no saltarse ninguna comida o medicina. Para el segundo mes, si ha cumplido con todas las indicaciones, podrá moverse más tiempo y reducir la medicina.
—Qué molestia… —Alexander se enfadó—. Como sea, explícale todos los medicamentos de una vez. Tengo que hablar con ella de algo importante.
James obedeció, le explicó con cuidado y paso por paso a la joven sirvienta. No eran más que seis medicinas, tres con comida y tres aparte. Sobre la comida, en ese detalle se tardó más, pues no era nada sencillo para Mireya procesar nombres de alimentos y cantidades.
—Mejor haz una lista —dijo Alexander—, ya le explicara alguien más.
El médico hizo caso y se fue. Mireya agarró más fuerte la sabana al notar que se quedó completamente sola con ese hombre. Pero algo le decía que no era cualquier persona si no era la única que obedecía sin dudar.
—¿Sabes quién soy? —pregunto a lo que ella negó varias veces con la cabeza—. Lo imagine, trabajas en el ala oeste y yo nunca paso por ahí. Para que te quede claro: soy el duque de este castillo, la persona para quien trabajas, tu señor.
Mireya miró al duque a los ojos y no vio mentiras en ellos. Bajo la cabeza rápido e intento bajar de la cama para suplicar piedad. Sin embargo, Alexander la detuvo que se quedara quieta para no perder más tiempo en cuidarla. Mireya no sabía que decir, solo balbuceaba palabras que pronto molestaron a su señor. Pero fueron interrumpidos por la llegada de Hugo.
—Mi señor —saludo—, traje toda la información que pidió. No fue complicado.
—De acuerdo —Alexander tomó distancia de la sirvienta y se apoyó en la pared—. Adelante.
—Ah… si —Hugo quería preguntar si no dejaría que la sirvienta se vistiera, pero vio que a su señor no le importaba. Sabía que estaba ocupado como para perder más tiempo. Apartó la mirada de la mujer en la cama y procedió a leer los papeles que trajo—. Mireya Britton nació el 4 de marzo en el pueblo de Alt que no pertenece a ninguna ciudad. Su abuela, Annette Britton, era originaria del reino de Zalys que viajó al pueblo por una cabaña a su nombre. Tuvo una hija, Sara, que más tarde se involucró con un mercenario el cual la dejó embarazada. Cinco años después de dar a luz, se casó con un granjero. Y la carta de recomendación que uso, le pertenecía a otra persona. No fue enviada para ella sino para una ex sirvienta del castillo que se la envió a su sobrina quien vivía en el pueblo de Alt.
—Así que robaste una carta de recomendación —dijo Alexander mirando a Mireya—. Y el personal no lo noto.
—Yo… —Mireya tenía miedo, ya veía su cabeza en una lanza— ¡En verdad lo siento…! —no espero más para arrodillarse con una sábana envuelta en su cuerpo— ¡Por favor, no me mate..! ¡Se que hice mal, pero no tenía opción, mi madre amenazó con matarme si no me iba, es la verdad!
“Voy a morir…” Mireya comenzó a sollozar con su cabeza pegada al suelo “Moriré…”
—¿En serio piensas que te creeré solo por suplicar? —Alexander seguía indiferente—. Llegaste a este castillo en base a mentiras. ¿Qué valor tiene tu palabra?
—Yo…
—Nada —respondió el duque—, tu palabra no vale nada. Pero tus acciones tal vez sí, puede que eso salve tu pequeña vida. Según tus superiores, haces un gran trabajo, no respondes, nunca fallas y eres como la sirvienta perfecta. Aunque dudo que seas una buena actriz, eres muy tonta.
—¿Qué…? —Mireya alzó la cabeza levemente.
—Da igual… —Alexander suspiró aburrido—. Ya sea que tuviste mala suerte, me servirás.
—No entiendo…
—A partir de ahora serás mi sirvienta personal. Serás la única que limpie mi cuarto, me atienda en todo lo que pida sin ningún error. ¿Lo entiendes?
—Si… mi señor —dijo Mireya algo aliviada, pero asustada también.
—Hasta entonces, descansarás según las indicaciones de James ¿quedó claro? Si me entero que te saltaste un solo paso para evitar trabajar, desearás que decapite lo más pronto posible.
—Sí, mi señor… se lo juro… ¡no le fallare!
—Bien —Alexander camino con Hugo hasta la puerta—. Hay ropa nueva en la mesa, vístete y Henrietta te guiará a tu nueva habitación.
—Sí, mi señor…
Alexander y Hugo se retiraron directo a la oficina principal. Una vez ahí, el asistente dejó los papeles y se preparó para el trabajo. Pero le invadió la incertidumbre sobre el destino de la pobre chica en la habitación del duque.
—Mi señor, ¿planea usar de carnada a esa chica?
—Que no fui claro —respondió mientras miraba un montón de papeles—. Aunque no pasó nada, queda claro que pasó la noche conmigo y en mi cama, James la revisó y ahora será mi sirvienta personal.
—Pero no sabe nada y tampoco…
—Hugo —se molestó— ¿desde cuándo me importa el destino de una simple y tonta sirvienta? Deja de hacer preguntas inútiles, una vez que ella deje de serme útil, se irá de aquí con una buena compensación por su trabajo. Hasta entonces, seguirá con trabajo sin saber nada, así sus reacciones serán sinceras. Lo bueno es que no pregunta nada, obedece sin dudarlo.
—Entiendo, mi señor.
“Si, es mejor quitar las molestias de la princesa” pensó Alexander “Será una buena carnada…” recordó a Mireya, durante la noche apenas vio algo de su cuerpo, pero le gusto tocarla. Aunque, esos deseos desaparecieron durante la mañana, cuando la vio delgada, aterrada y aburrida.
Mireya se sentía mal, arrodillarse no le hizo bien. Al menos, le hizo feliz tener un nuevo uniforme, agradeció que su medallón no se hubiera perdido. Supuso que se enredó en su ropa y se salió, después de todo, el colgante no era más que hilo grueso. Decidió despejar su mente de todo, a pesar de que su cuerpo recordaba el terror de anoche. Sin entender nada, salió de la habitación ya lista y vio al ama de llaves esperándola con su típico ceño fruncido.
—Ah… —Mireya intentó saludar pero el ama de llaves solo avanzó sin querer mirarla. Le dijo que recorrería el castillo luego de un mes. Así que, solo la llevo a su nueva habitación, ubicada en el 1° piso del ala este. Era pequeña, con una cama, un ropero de madera de abeto, una ventana al centro con cortinas blancas. También había un baúl, una alfombra redonda y anaranjada, velas y una mesa con su silla. Lo sorprendente para la joven, fue que había una puerta en la esquina, al abrirla vio que era un baño, con un espejo, un mueble con un recipiente, bañera mediana y una repisa con toallas, jabones, velas y cepillos—. ¿En serio es mi habitación?
—No te acostumbres —le dijo Henrietta toscamente—. Considera que son tus vacaciones por solo un mes. Al siguiente trabajaras, aunque no hagas nada pesado, no serán cosas sencillas.
El ama de llaves cerró la puerta bruscamente. Camino rechinando los dientes de ira al saber que ahora esa harapienta tendría una sirvienta por un mes. Era obvio que no estaba arrepentida de lo que le hizo a Mireya. Al contrario, Henrietta sentía una gran injusticia por no ser agradecida. “¿Y que si no era una prostituta?” se preguntó “Es una chica cualquiera fácilmente de usar y desechar”.
Mireya, por el contrario, sentía una gran felicidad que demostró en una pequeña sonrisa. Recordó las órdenes del duque: debía seguir las instrucciones del doctor James sin excepción. Lo primero que hizo fue cambiarse porque debía reposar, algo que considero extraño. “¿Y ya…? ¿Solo me echo?” Antes de pensar en algo más, una joven entró con una bandeja. Esta no dijo nada, miró a Mireya y bufo molesta. Dejó la comida en la mesa y se fue. “¿En serio debe ser así?” seguía preguntándose, no comprendía el sentido de estar echada y recibir tanta comida.
—No discutas, Mireya —se dijo así misma—. Si lo haces, tu cabeza terminará en una lanza.
Estaba en la mira del duque, algo que la asustaba lo suficiente. Aunque su madre amenazó con matarla, con ese hombre el miedo lo era todo. Y más cuando recordaba las extrañas formas en que él la tocó, eso traía a su mente a su padrastro.
Así pasó un mes. Fue tan extraño cada día para Mireya. Caminando poco, comiendo más de tres veces sopas, arroz, carne, pollo, verduras cocidas, pan recién horneado. Teniendo baños preparados por alguien más con jabones nuevos, toallas suaves, cepillos costosos y un espejo. “De verdad soy fea…” dijo la primera vez que se vio al espejo luego de un baño. Le disgustó sus mejillas huecas, su piel áspera y sus ojos miel que su madre tanto maldecía.
Con lo que nunca pudo lidiar, fueron los regalos del duque que venían de vez en cuando. Un nuevo pijama de seda tan suave que Mireya durmió abrazando la prenda. Cremas, ¡cremas!, tuvo que preguntar lo que era porque nunca había visto u oído algo similar. Y en vez de aplicarlo a su cuerpo, las olía de vez en cuando porque adoraba sus aromas. Siguieron zapatos, cada vez que despertaba contaba los zapatos sin poder creer que tuviera más de un par. Al tener una corta caminata en su cuarto, siempre miraba los lindos y brillosos zapatos. ¿Qué más? Pues perfumes que mantenía intactos por sus inusuales colores, abrigos en los que apoyaba la cabeza por la suavidad, guantes que usaba para frotar sus mejillas y soltar pequeñas risas.
Para el resto, se veía como una presumida por ser la “favorita” del duque. Comenzaron a susurrar el nombre de Mireya y decir cosas peores con algunas verdades. Pronto los chismes llegaron al ala oeste, Josefa casi escupe su comida al escuchar cada palabra.
—¡Imposible! ¡¿La harapienta es amante del duque?!
—¡Shuuu! —le callaron sus amigas—. No lo digas tan fuerte… pues sí, me dijeron que pasó la noche con él la vez que fue a limpiar el salón de música del ala este. Dicen que sedujo al duque y él la arrastró a su cuarto.
—Yo escuche que le pidió un médico al día siguiente para ella ¿pueden creerlo? Ahora será su nueva sirvienta personal. ¡Es una zorra!
—Todo el tiempo fingió ser una tonta niña que no sabía nada. Lo que me asusta es que tome represalias contra nosotras.
—No digan tonterías —dijo Josefa enojada—. Sigue siendo una harapienta y parece que tendremos que darle una fuerte lección.
—Pero, Josefa… ¿y si nos acusa con el duque?
—¿Olvidaron quién nos apoya a las cinco? —Josefa sonrió—. Nada malo nos pasará… —miró a sus alrededores y habló en voz aún más baja—. La princesa estará satisfecha si nos encargamos de esa zorra, no olviden que ella será la duquesa muy pronto.
Esas palabras aliviaron al resto de las cuatro sirvientas/cómplices de Josefa. No tardaron en reírse sobre las cosas que le harán a la harapienta que olvidó su lugar. Sin saberlo, pronto caerían ante la trampa del duque. Una pequeña y tonta trampa para que él pudiera dar con el verdadero espía de su castillo, aquel que trabajaba bajo las órdenes del emperador.
Mireya comenzó a usar su nuevo uniforme, no se mira al espejo. Los nervios la mataban cada segundo. Según el doctor, no podía hacer trabajo pesado, pero el ama de llaves le dijo que haría cosas sencillas, aunque debían ser perfectas. Ya no era una sirvienta más en el castillo, era varias cosas: la favorita del duque, la harapienta, la sirvienta del señor y la carnada.
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Updated 67 Episodes
Comments
Tina Ixchiel Puthod
no gustan las protas tan idiotas!
2023-11-15
0
Angi Jose
ya hay que ponerle carácter a Mireya, ya está bueno ya que la tengan como titere 😠
2022-11-22
5
Monse Malvaez
Ay que nervios 😩
2022-11-06
0