Los días pasaron y llegó abril, Mireya perdió el temor de ser regañada o despedida por nadar en la fuente. El recuerdo de ese hombre se desvanecía cada vez más de su mente. Seguía pensando en trabajar, comer lo suficiente, dormir cómoda, comprar lo necesario y continuar de nuevo.
En el ala este, el duque Alexander se encontraba en una reunión con los tres capitanes de su ejército. Cada uno daba sus reportes de los asuntos de seguridad, el entrenamiento de los aprendices y los movimientos extraños del emperador y el marqués Jassein.
Cuando los capitanes se fueron, Hugo se acercó a su señor para decirle que el emperador le dio la orden a su espía de envenenarlo. Alexander sabía que, para no arriesgarse, usarían a los espías de la princesa. Entonces, supo que había llegado el momento de comenzar con la trampa. Llamó a su ama de llaves para que le consiguiera lo que le pidió para la noche. Henrietta asintió y se apresuró a ir a su oficina para escribir una carta.
En el ala oeste, una supervisora llamó a tres sirvientas para que ayudaran a limpiar el salón de música que se arruinó en el ala este. La encargada seleccionó en persona a las que consideraba trabajadoras y calladas, obvio que Mireya fue escogida. Eso despertó los celos e ira de Josefa, no veía justo que una harapienta, que hacía sus trabajos, tuviera la oportunidad de ir al ala este.
Mireya solo tuvo miedo de perderse, cruzó el centro del castillo, entre pasillos y escaleras. Por fin llegó al ala este que se veía un poco más decorada que la otra ala. Pero no hubo tiempo de notar esas pequeñas diferencias, la encargada llamó a las tres seleccionadas hasta el salón de música. Las tres no podían porque todo estaba arruinado: desde las cortinas hasta los instrumentos. Pero lo que más les preocupó, es que había manchas de sangre en el suelo.
—Todas las sirvientas del ala este tienen un trabajo determinado. Las tres sirvientas que limpiaban esta sala fueron despedidas por andar en los pasillos hasta altas horas de la noche. Aquí hay un horario definitivo para despertar y dormir. Después de todo, es en esta ala donde están los aposentos de nuestro señor, el duque de Rouwrey. Así que, limpien todo y vuelvan al ala oeste para su cena. ¿Quedó claro?
Las tres asintieron y pronto se quedaron solas. No perdieron tiempo hablando y comenzaron a limpiar. Mireya suspiro tranquila al ver que ella no limpiaría la sangre, se encargó de arrancar las cortinas, recoger los instrumentos rotos y llevar toda la basura afuera. Un largo viaje donde se perdía a cada momento, pero logró ubicarse poco a poco.
Pronto comenzaron a agotarse, el salón de música era muy grande y el desastre demasiado. Se hacía tarde y las otras dos sirvientas ya conocían la personalidad de Mireya. Se hicieron las lamentables para irse y que ella se encargara de todo. La inocente Mireya les creyó todo y les dijo que se encargaría de todo y no diría nada.
De camino al ala oeste, las dos sirvientas se rieron mientras insultaban la ingenuidad de Mireya. La pobre no se quejó y siguió por su cuenta. Sabía que le tomaría toda la noche, pero creyó que no habría problema si todo lo que hacía era limpiar.
—Puedo acabar —se dio ánimos con una pequeña sonrisa—. ¡Quedará perfecto!
Obvio que no pensó en las consecuencias, creyó estar a salvo en una gran habitación. Sin embargo, olvidó quién dormía en esa ala. Esa noche, el duque Alexander esperaba el encargo del ama de llaves mientras bebía su vino favorito, como siempre acostumbraba. Vestía una bata negra, recién bañado por el cansancio, así que tenía el cabello húmedo.
Henrietta esperaba en la entrada del castillo, cuando vio a una niña llegar como una mensajera. La mujer que solicitó, no estaba en ninguna parte.
—¿Quién es usted? —preguntó Henrietta.
—Yo soy camarera en el burdel, la que tenía que venir aquí me envió. Tuvo un problema con un cliente y no podrá venir.
—¡¿Pero acaso sabe a quién está despreciando?! —Henrietta se molestó.
—La golpearon —dijo la niña—, y era la única que nadie conocía. La señora quería enviarle otra chica, pero todas son conocidas y de lengua suelta.
—No puede ser… —Henrietta se indignó—, era necesaria esta noche, fue una orden del duque. ¡Lárgate, mocosa! —la niña se fue corriendo.
“No puede ser, el duque se enfadara. Dijo que era importante y por eso le pague a esa chica del burdel. Era nueva, nadie la conocía, virgen y sabía cómo callar la boca. No puedo enviarle cualquier mujer al señor, podrían revelar su secreto”.
Henrietta camino hasta el ala este, no tenía más opción que decirle la verdad al duque. Se sentía nerviosa por cada paso. Se detuvo cuando escuchó un sonido de uno de los salones. Abrió la puerta y se encontró a una sirvienta limpiando, pasando la hora permitida, pues ya pasaban de las once.
—¿Qué haces aquí todavía?
—Ah, perdón, perdón… me dijeron que debía limpiar este salón ya que no podían molestar a las otras sirvientas de esta ala. Iba a acabar rápido, pero…
—Ya basta —Henrietta la reconoció— ¿Mireya Britton?
—¿Ah? Sí, soy Mireya Britton.
“Realmente logró pasar los tres meses. Escuché que trabaja más que nadie, no desobedece ninguna orden y no ocasiona problemas. Por solo verla, estoy segura como fue criada”. Una idea paso por la mente de Henrietta, un plan para no fallarle al duque “No es mala idea y no hay problema si dice algo ¿Quién le creerá a una andrajosa como ella?”
—Deja eso —le ordeno— y acompáñame.
Mireya la siguió hasta un cuarto aparte. Se sentía cansada, había trabajado más duro que cualquier día y solo quería dormir en su cama. Pero obedeció, no dijo nada y se quedó parada mientras el ama de llaves sacaba algo de sus bolsillos.
—Hay una regla estricta de que todos los empleados deben estar en sus habitaciones a las once. Hay 30 minutos de tolerancia, pero tú has pasado ese tiempo. No importa la situación o la excusa que tengas, has roto una regla importante. Además, no te ayuda ser de la otra ala.
—Yo-yo… lo siento… en verdad no quise, por favor… —se arrodillo.
—Puedes compensar tu mal comportamiento. A cambio debes trabajar el resto de la noche y no decir absolutamente nada de lo que harás.
—Si… no diré nada, se lo juro, ama de llaves —Mireya se hundió en la esperanza de mantener su trabajo en pie. Claro que creyó que debía limpiar más, nunca imaginó lo que le esperaba.
—De acuerdo bebé esto, hará las cosas más fáciles —Henrietta le pasó el frasco que tenía en su bolsillo. “Es un afrodisiaco que la mujer pidió que se le preparara. Si lo quería, debe ser necesario para la noche. Así esta andrajosa no se verá tan patética ante el señor”.
—Claro… —Mireya quería preguntar que era, pero la pesada mirada del ama de llaves le advirtió que obedeciera y se callara. Tomó el frasco, lo abrió, sintió un leve mareo por el intenso olor. Aun así, Henrietta la miraba esperando que acabara de una vez. Y Mireya lo bebió.
Tosió por el sabor tan exageradamente dulce. Devolvió el frasco entre toses y recuperó el aliento. El ama de llaves sonrió y le pidió que la siguiera. De camino, a quién sabe dónde, Mireya comenzó a sentir calor y las cosas giraban levemente a su alrededor.
—Mi señor, es el ama de llaves —no se dio cuenta en qué momento paró. Pero el golpe de la puerta la despertó. Henrietta abrió la puerta y arrastró a Mireya adentro, donde, de nuevo, comenzó a sentirse mareada.
—¿Qué significa esto? —preguntó Alexander mirando a la mujer usando un uniforme.
—Ah, vestí a la mujer de sirvienta para que nadie sospechara —mintió el ama de llaves—. Ella ya conoció el castillo hace días, así podrá irse sin problemas.
—Bien, retírate.
—Sí, mi señor.
Esa conversación apenas pasó por los oídos de Mireya. Todo daba vueltas, las voces se escuchaban como ecos lejanos, respiro agitadamente con el calor sofocante. Entonces, sintió que alguien estaba muy cerca de ella.
—Lo del estanque fue un juego, ¿verdad? —preguntó el extraño a su frente—. ¿Tratando de seducirme antes de lo planeado? Imagino que debes creer que tuviste éxito, pero dejaré una cosa en claro: estás aquí por dos cosas.
—¿Qué…? —Mireya no comprendía el sentido de sus palabras, pero sabía que la acusaba de algo. Ella conocía ese tono: la despreciaba y señalaba.
—Estás aquí para satisfacerme y ser una útil carnada que deba soportar todo sin quejarse —él tomó su mentón con su mano bruscamente y miró su cara—. Si no eres así de útil, entonces despídete de tu miserable vida.
—Pero… —el toque la puso más nerviosa—, yo no… Mmm —no sabía qué sonidos hacía.
—No hemos empezado y ya estás así de caliente —le cuestiono—. No es tan malo, no soy fácil de complacer y hoy fue un día con mucho estrés.
Alexander se dio cuenta de que la mujer bebió un afrodisiaco. Nunca le gustó ese tipo de sustancias, pero le daba igual en ese momento. Realmente tuvo un día muy estresante y estaba furioso con los espías que se paseaban tan tranquilamente en los pasillos de su castillo. Y pasó tiempo desde que sacó su frustración en la cama. Así que, arrojó a la “prostituta” a su cama sin ningún cuidado, la vio retorcerse y respirar agitadamente. Recordó cuando la vio asustada y empapada a un lado de la fuente.
—Pareces una gran actriz ¿Por qué tomar un afrodisiaco? —tomo su uniforme y se lo rompió. Ella reaccionó ante tal sonido y trató de apartarlo con sus manos.
“Mi uniforme…” se puso triste “No, no mi uniforme, por favor…” Pero no pudo evitar gemir ante tal acción, además, el calor la estaba ahogando cada vez más. Sus manos dejaron de apartarlo y comenzó a jalar su camisón. Aún seguía ardiendo.
—Vaya… —Alexander la miró detenidamente—, eres muy flaca para tu oficio. Si tuviera tiempo, te echaría y pediría algo mejor, pero… —tomó su barbilla, vio atento sus ojos llorosos, sus mejillas sonrojadas, sus labios sedientos y esa expresión de súplica— no está tan mal.
Alexander rompió el resto de la ropa, el camisón quedó hecho trizas, recordó que quería hacer eso desde que la vio en la fuente. Retiró sus medias lentamente sin despegar su vista de la desnudez de la mujer en su cama. Al acabar, desató la cinta de su cabello y retiró su gorro. Se sintió decepcionado de que el cabello castaño solo llegara a sus hombros. “Al menos no estorbara” pensó.
Mireya cada vez estaba más mareada, sus pensamientos estaban hechos un lío. No entendió porque sentía tanto calor ni porque reaccionaba ante cada pequeño toque. Se aferró a las sábanas, quería parar de retorcerse tan vulgarmente frente a un desconocido. Fue entonces, que sus ojos le dieron un breve instante de claridad y reconoció ese rostro.
“¡Es él!” grito internamente “El hombre de esa vez…” Al ver sus ojos azules sin parpadear, Alexander lo tomo como un descaro, no le gustaba mirar a las prostitutas a los ojos ni que ellas lo miraran a él. Le asqueaba como trataban de seducirlo con esos ojos sucios y ambiciosos. Pero noto que la mujer desnuda en su cama no tenía esa mirada. Era miedo, ese mismo temor que tuvo cuando la descubrió mojada.
“Ya veo…” Alexander se retiró la bata “Es esa mirada lo que me gusta. Luce asustada, pero su cuerpo…” toco su abdomen con sus dedos sacándole gemidos y aumentando sus movimientos.
—Y creí que me decepcionaría solo por verte —dijo—, no será tan malo.
Mireya se veía tan pequeña comparada con Alexander. No le ayudaba nada ser delgada, pero eso era más por la desnutrición. Un detalle que el duque pasó por alto, pero pensó que fue porque no era la más bonita entre tantas mujeres expertas en su negocio.
Alexander se puso encima de ella, atacó su cuello aspirando su aroma. “Huele a…” se sentía en un campo de flores solo por ese aroma. Beso su cuello, lo mordió y chupó. Aumento cada acción por los fuertes gemidos femeninos. Sus manos comenzaron a acariciar sus pechos, pellizcó la punta de uno de ellos con fuerza.
Más que besos, parecía que sus labios la devoraban. Bajo de su cuello a su clavícula y luego a una de sus pechos. No fue tierno, sus toques eran bruscos y rápidos. Las reacciones lo emocionaban aún más. Sus dedos bajaron a su entrepierna y comenzó a meter sus dedos al sentir que estaba mojada. Alexander siguió devorando sus pechos y cuello, pero nunca tocó sus labios. Sin embargo, al contrario de lo que él veía, las reacciones de Mireya no decían lo que sentía realmente.
“No…” estaba aterrorizada “¡Basta…!”
No luchó, porque sabía que pagaría caro por resistirse. No se quejó, porque olvido como decir que no. Y conocía poco del mundo, no sabía lo que se bebió, que le ocurría a su cuerpo, que hacía desnuda ni porque ese hombre la tocaba en partes tan privadas.
“¿Qué pasa?” se preguntaba tan aterrada de sentir dolor y cosquilleos “¿Qué me pasa…?” comenzó a llorar, pero esas lágrimas fueron confundidas por Alexander. Creyó que ella lloraba de placer y eso lo provocó aún más. “Tengo miedo… Abuela, por favor, no sé qué pasa…”
Un afrodisiaco alteró el cuerpo de Mireya, la hizo sensible a cualquier sutil y pequeño toque. No conocía el acto tan íntimo que hay entre un hombre y una mujer. De hecho, no sabía de dónde venían los bebés porque nunca se lo había preguntado. Y Mireya, cuyo cuerpo conoce solo los golpes, no entendía el significado de esas caricias. Tal vez no era tan doloroso, pero era eso lo que más temía. “Dolerá, en algún momento dolerá peor”. Porque la vida le dijo que por cada pequeña caricia que sentía, recibiría diez golpes como precio. Esa era la maldición del Camino del Corazón. Mireya creyó que pagaba el precio aceptando los maltratos de Josefa y el resto de las sirvientas, pero ¿Qué era lo que sucedía entonces?
Se sentía como aquella vez con su padrastro, cuando su cuerpo se congeló y sus uñas se aferraron al suelo, sintió esa misma desesperación. No sabía el motivo del porque le sucedía esto. “¿Por qué a mí? Trabaje bien, limpie cada lugar, no me queje de Josefa ni de nadie”.
Su cuerpo y mente tan débiles cedían ante el afrodisiaco cada vez más. Los mareos aumentaron y su temor no ayudaba. Las palpitaciones de su corazón eran cada vez más fuertes, su respiración ya era demasiado rápida. Alexander noto eso, entonces paró y vio que estaba asustada.
—Oye, ¿Qué te ocurre? —el duque le tomó la temperatura—. Tu… —Mireya se desmayó.
Ni siquiera Alexander supo porque se levantó de la cama, se puso su bata y llamó a un sirviente para que el médico del castillo viniera lo más rápido posible. También pidió por Henrietta, el duque noto que no le envió una prostituta, sino una joven inexperta y empleada del castillo.
—¿Qué motivo tuviste para mentirme, Henrietta? —preguntó Alexander, sentado frente a la chimenea mientras el médico revisaba a Mireya.
—¡Cometí un gran error, mi señor! —El ama de llaves se arrodillo asustada—. La joven que pedí, y que cumplía con los requisitos que pidió, fue golpeada hoy mismo en el burdel. No había tiempo, así que envié a esta joven, es callada, obediente y no recrimina nada.
—Eso no quita tu crimen, me mentiste, a mí. Llevas trabajando aquí desde niña, conociste a mi abuelo, trabajaste para mi padre. Por ese motivo, decidí conservarte, Henrietta. Pero fallas, mientes y ahora crees que arrodillada conseguirás mi perdón.
—No es así, mi señor. Sé que le falle y eso no tiene perdón. Aceptaré mi castigo.
—Mañana decidiré —dijo Alexander—, vete y dale a Hugo toda la información de esta chica.
Alexander suspiró cansado, tomó más vino hasta acabar la botella. Miró al médico atendiendo a la sirvienta en su propia cama. Él se conocía lo suficientemente bien como para saber que debería enviarla fuera de su habitación sin importarle su estado. Pensó que se debía a la piedad por la situación a la que fue arrastrada sin justificación.
—¿Cómo está? —preguntó el duque.
—Ah, ya limpie la mayor parte del afrodisiaco de su cuerpo, el resto desaparecerá mientras descanse. Sobre su desmayo… solo le dio un fuerte ataque de pánico. Recomiendo que no se mueva por un par de días. Su cuerpo sufría secuelas de desnutrición y fracturas.
—No puede ser… —suspiro molesto—, bien. Gracias por trabajar hasta tarde, James. Puedes irte si ya acabaste. Te llamaré mañana en cuanto despierte.
—Siempre estaré a su servicio, mi señor. Que descanse —se retiró con sus cosas dejando a su débil y joven paciente con un hombre lleno de alcohol y lujuria, pero ese hombre era su señor.
***¡Descarga NovelToon para disfrutar de una mejor experiencia de lectura!***
Updated 67 Episodes
Comments
AMANECER
😔😳😳
2024-01-12
0
Liliana Diaz
ese dique no me gusta es demasiado de severo
2024-01-06
0
juana cova
Y ahora que?
2022-12-13
1