Capítulo 8: El cruel rostro ante la mirada sumisa

Mireya perdió su cuarto privado, comenzó a dormir en los establos ya que nadie la quería como compañera. Todos decían: nos contagiaras la suciedad. Sus cosas volvieron a estar en un saco, su dinero lo escondió bajo tierra, los alimentos fueron solo una o dos veces, pero sobras. Pero aún tenía los frutos del bosque y la compañía de Thomas, quien le compartía su comida y le daba mantas.

—¿Qué esperas? Alguien tiene que recoger la leña.

Volvieron las tareas pesadas y todo era más difícil en el ala este. Los maltratos no se comparaban, pues al oeste era una sirvienta insignificante fácil de intimidar. Pero ahí era la “favorita” del duque recibiendo regalos, atenciones, miradas y cuidados. Las demás sirvientas no comprendían porque Mireya llamó la atención de su señor siendo harapienta, simple y sin ningún atractivo.

—Solo mírenla, parece una rata.

—Ni siquiera es bonita, es delgada, con cabello de ardilla y ojos de animales.

—Las cremas y el maquillaje no cambiarán nada. Esos harapos le quedan tan bien.

Ella no decía nada ante los insultos. Siempre con la mirada abajo, dando respuestas simples y cortas. Lo único que temía era romper la orden del duque sobre su peso. Con el frío del invierno recién llegado, no era fácil dormir en los establos. Y por pasar las noches ahí, comenzó a oler mal, no le daban tiempo a bañarse y por ende, le tiraban baldes de agua o la lanzaban a las fuentes.

—¡Apestas! —le gritaban con rabia y otras con carcajadas—. ¡Pordiosera!

Así pasó abril, mayo estaba comenzando y el invierno aumentaba. El duque no regresaba y los maltratos hacia Mireya no disminuían ni un poco. Pero todo eso seguía siendo mejor que la vida que tenía antes, porque quienes la acosaban eran desconocidos, no su madre o su padrastro. Así que, solo el cuerpo le dolía, no su corazón.

Mientras dormía, se despertó por el agua que le echaron repentinamente. Su grito alteró a los caballos junto con las risas de Josefa y sus cuatro amigas. Mireya tosió y se arrinconó a la pared aterrada. No imaginó que Josefa vendría hasta el ala este para molestar.

—Ay, ¿estás bien? —pregunto burlonamente—. Pero, nos enteramos de que hay una harapienta que olvidó su lugar. Así que, como buenas compañeras, vinimos a ayudarte. ¡Sal!

Mireya se levantó temblando y salió del cobertizo con cuidado. La paja se había pegado a su ropa, pero el olor persistía. Algo que molestó a las demás, se cubrieron la nariz y dieron un paso atrás. No tardaron en insultarla con todo tipo de maldiciones.

—Como sea… —Josefa lo tolero—, es necesario darte una lección. ¿Acaso sabes quién será la nueva duquesa de Rouwrey?

—No… —respondió.

—La princesa Casandra —Josefa comenzó a explicarle—. No hay mujer más digna en el imperio para ser la duquesa que la misma princesa. Todo el mundo lo sabe, por eso ninguna simple mujer, pobre o noble, se atreve a acercarse al duque. Nuestra princesa ya afirmó lo enamorada que está de él en varias ocasiones. Es solo cuestión de tiempo para que haya una boda magnífica y tengamos una nueva y gran señora después de seis años. Pero tu…

—¿Yo?

—¡Si, tu…! —Josefa la tomó del cabello— ¡Te burlas de la princesa al acostarte con el señor! ¡La princesa está enfadada y nos pidió darte un merecido castigo! ¡¿Cómo te atreves a codiciar un lugar tan alto?! ¡El duque nunca durmió con nadie desde que su esposa falleció por seis años! ¡¿Qué tienes de especial?! ¡Eres fea, harapienta y una zorra!

—¡Lo sé…! —gritaba Mireya entre lágrimas y gritos— ¡Perdón, lo sé…! ¡Lo siento…!

—¡Pues no te creo! —Josefa lanzó su rostro contra el suelo y no la dejó levantarse. El resto de sus amigas comenzó a patearla en el estómago— ¡Sucia ramera…!

—¡Lo siento, lo siento, lo siento…!

Los golpes siguieron hasta que las demás pararon solo para recuperar el aliento. Mireya se retorció en el suelo por el dolor. Miro la salida del establo, pero recién se dio cuenta de que las puertas estaban cerradas, hacía mucho frío y ya era tarde. ¿Quién podría ayudarla? Sabía que Thomas dormía lejos del ala este.

—¿Crees que acabó, harapienta? —Josefa se inclinó— Ah, no… apenas comenzamos.

Mireya fue levantada por dos chicas, aún estaba de rodillas pero sus brazos fueron retenidos. Josefa se acercó con una aguja y tomó su mano bruscamente.

—Y recuerda, harapienta… ¡Tú nunca estarás con el señor! Podrás compartir su cama, pero eso no quita el hecho de que eres una sucia ramera y plebeya sin nada en la vida. La anterior duquesa fue la hija de un marqués, la nueva será la misma princesa imperial. ¡¿Tú que eres?! —apuntó la aguja a su ojo—. ¡No eres nada! apenas tienes un nombre y eso ya es un regalo para ti. Por eso, es necesario educarte… ¡para que nunca olvides tu lugar! —Josefa comenzó a pinchar la punta del dedo de Mireya, ella gritó sin poder contenerse. A cada grito o movimiento brusco, la aguja se insertaba más en su dedo.

—¡Lo siento…! —se retorcía de dolor incapaz de huir, las demás la detuvieron entre risas e insultos— ¡Lo siento mucho…! ¡Ah! ¡Duele, por favor! ¡Duele! ¡Ah! —Luego de terminar con un dedo, Josefa siguió con el siguiente, luego otro y otro hasta terminar con cinco dedos. Ahora seguían los otros cinco— ¡Lo siento…! —el miedo y dolor en el rostro de Mireya no detuvo a ninguna de ellas. Es más, solo querían seguir con algo mucho peor.

—Sin duda la princesa estará satisfecha —dijo Josefa—, nadie se mete con su hombre.

Justo cuando la aguja se acercaba a su dedo y el terror en los ojos de Mireya aumentaba con gritos y negaciones, las puertas del establo fueron abiertas bruscamente. Alrededor de 10 guardias entraron y tomaron bruscamente a las cinco sirvientas. Ellas ni siquiera pudieron gritar, pues sus bocas fueron amordazadas y sus ojos vendados.

Mireya cayó al suelo, respiró rápido por el miedo mientras sostenía su mano temblorosa por los dedos adoloridos. Creyó que venían también por ella, ya imaginaba su cabeza en una lanza y le dio igual. Simplemente, ya no podía más, ¿Cuánto más planeaba resistir tanto dolor? Se decía así misma que debía aceptarlo todo hasta el último día de su vida. Pero encontró su límite, no había más opción que el castillo y su vieja casa. Recién noto que la muerte fue la salida que tanto busco.

“No quiero morir, pero… ya no puedo más” Mireya ahogó sus lágrimas “Lo siento abuela, pero tengo miedo… incluso cuando soy feliz tengo miedo, porque sé que tendré que pagar cada sonrisa”.

—¿Sigues viva?

—Ahhh… —Mireya levantó la vista lo más que pudo y se encontró con esos ojos azules.

—Fuiste una buena carnada —le dijo—. Con solo verte, sé que quieres morir ¿no es así? —Mireya no dijo nada, tan solo asintió con la cabeza una vez de forma tan lenta que resultó patético para el duque—. Es justo recompensar los buenos servicios —se inclinó para verla de más cerca—, pero… no quiero hacerlo.

—Mmm… —balbuceo adolorida sin entender a su señor.

—Desobedeciste mi orden, estás más flaca. Pero ya que fuiste útil, no te daré el castigo prometido. En cambio, seguirás viviendo, algo que no quieres. Eso si es justo, al menos para mí.

Mireya perdió la conciencia creyendo que murió. Tan solo quería volver a ver a su abuela, recostarse en el césped del campo junto a los maizales en plena primavera. Y ya sea un sueño, no quería despertar, o la muerte, entonces no quería revivir. Lo único que deseaba era no sufrir más.

Contrario a sus pequeños y lejanos sueños, comenzaba a despertar. Sentía una toalla húmeda en su frente, escuchaba el sonido de la leña al fuego y algunas voces y pasos lejanos. Aparte de eso, su cuerpo adolorido no podía moverse por más que quisiera. Noto que aún vivía, así que opto por no abrir los ojos esperando poder morir después.

—¿Y ahora en cuanto tiempo despertara? —preguntó el duque.

—Pues podrían ser días, mi señor… —James acomodaba sus cosas después de trabajar toda la noche—. No puedo ni creer que aún siga viva. La desnutrición era más grave, una fiebre demasiada alta, peores moretones y sus dedos… —miró sus dedos vendados—. Ah… al menos está fuera de peligro, pero tendré que vigilarla cada día.

—Realmente acabaron con ella en casi un mes —Alexander no apartó la mirada de la sirvienta—. Gracias, James. Puede que te llame para atender a otras sirvientas, pero no tratamientos enteros, solo lo necesario para que no se mueran.

—Yo dudo que me necesite para eso. Seguro que le dirán todo, hasta luego mi señor.

Alexander se quedó solo en el pequeño cuarto de la sirvienta. Observó que no había rastro de los regalos que Hugo envió en su nombre. Le dio igual quien los agarrara, solo ordenó que encontraran y se deshicieran de cada presente. Las sirvientas que fueron atrapadas con los regalos de Mireya fueron castigadas con golpes y una rebaja en sus sueldos.

—Sigue respirando —Alexander se acercó más y colocó su dedo bajo su nariz—. Mireya…

El duque salió del pequeño cuarto, el sol estaba a la vista, aunque eso no quitaba el frío. Pero para el gobernante del ducado del norte Aenker, el frío era su hogar. Camino entre los pasillos hasta llegar al sótano extenso. A primera vista se veía un largo pasillo con varias puertas, algunas de madera y otras de acero reforzado. Alexander avanzó unos cuantos metros y entró en una puerta de acero reforzado. Ahí estaban Hugo y el capitán de los Caballeros Cuervos, sir Damián.

—¿Dijeron algo? —preguntó el duque sentándose en una silla frente a las cinco sirvientas amarradas y de rodillas. Comenzó a fumar mientras deshacía el nudo de su corbata.

—Cuatro no saben nada importante —dijo Damián—. Dijeron que la princesa les pago para vigilarlo desde lejos y a cualquier mujer que se le acerque. Pero una de ellas no ha dicho nada.

—¿Quién? —Damián señaló a Josefa, temblorosa, callada y asustada—. Ya veo, imagino que está enviaba cartas con información a la princesa —Alexander pisó su rodilla sacándole un fuerte grito—. Esta es la hiena que me dará a la víbora que se pasea en mi castillo.

—Por favor… —susurraban las sirvientas— señor, perdónenos… —lloraron y sollozaron. Sus dedos estaban adoloridos, Damián y dos de sus subordinados habían clavado agujas en sus dedos para interrogarlas, a pedido del mismo duque. Con eso habían perdido las fuerzas para gritar.

—Entonces… —Alexander las ignoró—, cuatro no sirven pero una sí. Que las saquen de aquí a las celdas, corten sus lenguas y dedos día a día hasta que atrapemos al verdadero espía.

—¡Mi señor…! —gritaron desesperadas, pero no las escucharon. Entraron guardias vestidos de negro como Damián, las arrastraron sin tomar atención a sus gritos y suplicas. Pronto sus voces desaparecieron, aunque eso no decía que dejaran de sufrir.

Solo quedaron Josefa, sir Damián y el duque. La sirvienta estaba aterrada, pero aún no abría la boca. Tenía la esperanza de que podría salvarse mientras no dijera nada. A diferencia de las otras cuatro, a ella le dijeron que había otro espía que la sacaría en caso de que la descubrieran. Fue la misma princesa Casandra quien le aseguró eso con una gran bolsa llena de monedas de oro.

“Está bien, estaré bien… la princesa aseguro mi vida y yo nunca le falle. Le informe cada movimiento del duque. Me salvarán mientras no diga nada”.

—Tal vez tus dedos no fueron suficiente para que hables —Alexander suspiro—. Pero, a diferencia de sir Damián, yo no soy muy paciente —se levantó y dobló sus mangas—. Y realmente estoy molesto por las tonterías que tuve que hacer para hacerlas actuar, hienas estúpidas.

Alexander no dijo más, tampoco Josefa. Sir Damián le paso un cuchillo pequeño muy afilado y una mordaza. Había una mesa cerca con varias herramientas: desde martillos hasta machetes.

—Así es como funciona —el duque cubrió la boca de Josefa y esta sollozo aterrada—, yo no te pregunto nada, no hasta que vea que estás dispuesta a hablar o solo cuando me aburra. Hasta que lleguemos a eso, tú aprenderás de mi propia mano, lo que pasa cuando me subestiman. No te preocupes por tus dedos, los dejaré en paz. Hay otras partes que se pueden marcar.

—Mmm… —Josefa intentó hablar, pero la mordaza estaba muy ajustada.

—Comencemos con tu cara, luego seguiré con los dedos de tus pies —Alexander se veía como una pesadilla a los ojos de Josefa quien seguía intentando hablar—. No trates de hablar, aún no te pregunte nada.

Fueron dos horas de tortura para Josefa. Si pudiera quitarse la mordaza, diría todo lo que sabe. Aunque estaba dispuesta a decir todo desde que el duque habló. Pensaba en cómo había una gran variedad de mujeres locas por tal hombre. Su belleza era deslumbrante al igual que su título y reputación. Pero Josefa no veía nada de eso, “no es un hombre, es un monstruo”, pensó

—Ahora te ves más dispuesta a hablar —dijo Alexander. Dejó a la sirvienta con la nariz sangrando, cortes en su cara al rojo vivo, le había cortado los dedos gordos de sus pies y terminó con arrancar pedazos parte de su piel—. Responderás cuando te pregunte y dirás solo lo que quiero saber ¿de acuerdo? —Josefa asintió aterrada y el duque le quitó la mordaza.

—Ah… —jadeo de dolor, pero se calló de inmediato.

—Parece que lo entendiste —Alexander se sentó frente a ella—. ¿Quién es el otro espía?

—No-no… lo sé…

—¿Cómo te comunicas con él o ella?

—De-dejó cartas en-en… la chimenea de… de… —trago saliva— a la biblioteca…

—¿Cuál biblioteca? Hay tres.

—La-la… del a-ala oeste…

—¿Cuándo recoge las cartas?

—Un día… a-a… la-la…. se… se-semana… un lu-lunes, luego… un martes… y así…

—¿Qué día toca esta semana?

—Miércoles…

—¿Hoy? —Alexander se rio—. Justo a tiempo, parece que la suerte me sonríe. Sir Damián, ya sabes que hacer.

—Sí, mi señor.

—En cuanto a ti… —el duque se levantó dispuesto a irse—, tendrás el privilegio con tus amigas de ser una nueva muestra de amenaza.

—¡No…! —Josefa gritó— ¡Por favor, no, mi señor!

Esa noche, en la biblioteca del ala oeste, un sirviente entró para dejar la leña. Parecía un trabajador común y corriente, con un rostro jovial y de confianza. Mientras dejaba la leña, estiró su mano hacia arriba y la deslizó por la piedra hasta dar con un papel.

—Bingo… —dijo feliz.

“Aunque no son más que observaciones de tontas niñas de la princesa. Pero sirven para enviar la información importante al emperador y culpar a esas descerebradas en caso de ser descubiertos”.

Mientras dejaba un pequeño papel en el interior de la carta, fue sorprendido por dos caballeros negro ocultos en la oscuridad de la biblioteca. Lo retuvieron, amordazaron y tomaron la carta. Entonces, lo arrastraron en silencio hasta el sótano donde lo amarraron a una silla.

—De acuerdo… —el hombre alzó la vista y se encontró con el duque—. Hablar contigo si me interesa. Aunque hay que dejar las cosas en claro, sir Damián empieza tú.

Alexander estuvo en el sótano el resto de la tarde. Fue en la noche que convocó una reunión de emergencia con nobles vasallos leales para enviar a un capitán una ubicación secreta donde protegía a alguien. La orden fue clara para el capitán y sus caballeros: mover a cierto individuo a otra casa de seguridad.

Fueron cuatro nobles los que asistieron, los más leales al duque y a su propósito: derrocar al actual emperador. Un plan que sería sencillo de no ser por otro noble de la capital. Pues el emperador actual no era más que un ebrio lujurioso. Pero seguía en el poder gracias al marqués Jassein, un hombre que había jurado destruir a Alexander en venganza por algo que le robó.

—Bien… —Alexander estaba sentado con los nobles a su lado—. Comencemos…

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Comments

juana cova

juana cova

A ver jijos de la novela, ahora verán recibirán au merecido

2022-12-15

1

Angi Jose

Angi Jose

hasta cuándo Mireya seguirá así, no tiene ni un poco de amor propio.

2022-11-22

1

🍒CHELI🍒

🍒CHELI🍒

Bueno, sus métodos para averiguar son algo sádicos pero dan resultados certeros 😅😅😅, y digamos también que Josefa y sus compinches lo tenían más que merecido.

2022-11-12

2

Total
Capítulos
1 PRÓLOGO
2 Capítulo 1: Nacida en el Ocaso
3 Capítulo 2: Una salida desesperada
4 Capítulo 3: Su nueva vida
5 Capítulo 4: Noche en lágrimas
6 Capítulo 5: En la mira del duque
7 Capítulo 6: La unica sirvienta del duque
8 Capítulo 7: Suspiros y trampas
9 Capítulo 8: El cruel rostro ante la mirada sumisa
10 Capítulo 9: Rebeldes y soledad
11 Capítulo 10: Heridas que sanar
12 Capítulo 11: Cancion nocturna
13 Capítulo 12: Ducado Aenker, el norte del imperio.
14 Capítulo 13: El frio corazón del duque
15 Capítulo 14: Al calor del fuego
16 Capítulo 15: Habitación cerrada
17 Capítulo 16: La princesa Casandra
18 Capítulo 17: La calma antes de la tormenta
19 Capítulo 18: La princesa quiere ser duquesa
20 Capítulo 19: El dolor es estar enamorada
21 Capítulo 20: Sin saberlo...
22 Capítulo 21: La última noche Parte 1
23 Capítulo 22: La última noche Parte 2
24 Capítulo 23: Comenzar de nuevo
25 Capítulo 24:Kenian, un pequeño lugar en Zalys
26 Capítulo 25: Si al sur vives, gentil eres
27 Capítulo 26: La guerra de él, la memoria de ella
28 Capítulo 27: La cruel imaginación
29 Capítulo 28: Flores marchitas
30 Capítulo 29: El muro que los separa
31 Capítulo 30: La futura reina no quiere una cita
32 Capítulo 31: Una obsesión incontrolable
33 Capítulo 32: Prueba de fe
34 Capítulo 33: Corazones sinceros
35 Capítulo 34: Trampa para preguntar
36 Capítulo 35: La promesa de Louren
37 Capítulo 36: El festival de la cosecha
38 Capítulo 37: De regreso al norte
39 Capítulo 38: La tristeza del Rey del Este
40 Capítulo 39: Una desición inocente
41 Capítulo 40: El primero en años
42 Capítulo 41: El duelo
43 Capítulo 42: La última rosa Parte 1
44 Capítulo 43: La última rosa Parte 2
45 Capítulo 44: El milagro de Mireya
46 Capítulo 45: Una nueva promesa
47 Capítulo 46: Deseos contenidos
48 Capítulo 47: El único heredero de Caleshen
49 Capítulo 48: Louden, el reino del oeste
50 Capítulo 49: El milagro para el rey y patriarca
51 Capítulo 50: El hombre sin culpa
52 Capítulo 51: Confrontación
53 Capítulo 52: Invernadero
54 Capítulo 53: Advertencia de salvación
55 Capítulo 54: La salvación del marqués Jassein
56 Capítulo 55: Mi luz
57 Capítulo 56: Por un nuevo ocaso
58 Capítulo 57: La fortaleza Roinar
59 Capítulo 58: Salvación cálida
60 Capítulo 59: La Santa
61 Capítulo 60: Sentencia en el mar
62 Capítulo 61: Al borde del fin
63 Capítulo 62: La trampa de Casandra
64 Capítulo 63: Milagro en el infierno
65 Capítulo 64: Justicia del este, Venganza del norte y Paz del oeste
66 Capítulo 65: Louren en el Ocaso
67 EPÍLOGO
Capítulos

Updated 67 Episodes

1
PRÓLOGO
2
Capítulo 1: Nacida en el Ocaso
3
Capítulo 2: Una salida desesperada
4
Capítulo 3: Su nueva vida
5
Capítulo 4: Noche en lágrimas
6
Capítulo 5: En la mira del duque
7
Capítulo 6: La unica sirvienta del duque
8
Capítulo 7: Suspiros y trampas
9
Capítulo 8: El cruel rostro ante la mirada sumisa
10
Capítulo 9: Rebeldes y soledad
11
Capítulo 10: Heridas que sanar
12
Capítulo 11: Cancion nocturna
13
Capítulo 12: Ducado Aenker, el norte del imperio.
14
Capítulo 13: El frio corazón del duque
15
Capítulo 14: Al calor del fuego
16
Capítulo 15: Habitación cerrada
17
Capítulo 16: La princesa Casandra
18
Capítulo 17: La calma antes de la tormenta
19
Capítulo 18: La princesa quiere ser duquesa
20
Capítulo 19: El dolor es estar enamorada
21
Capítulo 20: Sin saberlo...
22
Capítulo 21: La última noche Parte 1
23
Capítulo 22: La última noche Parte 2
24
Capítulo 23: Comenzar de nuevo
25
Capítulo 24:Kenian, un pequeño lugar en Zalys
26
Capítulo 25: Si al sur vives, gentil eres
27
Capítulo 26: La guerra de él, la memoria de ella
28
Capítulo 27: La cruel imaginación
29
Capítulo 28: Flores marchitas
30
Capítulo 29: El muro que los separa
31
Capítulo 30: La futura reina no quiere una cita
32
Capítulo 31: Una obsesión incontrolable
33
Capítulo 32: Prueba de fe
34
Capítulo 33: Corazones sinceros
35
Capítulo 34: Trampa para preguntar
36
Capítulo 35: La promesa de Louren
37
Capítulo 36: El festival de la cosecha
38
Capítulo 37: De regreso al norte
39
Capítulo 38: La tristeza del Rey del Este
40
Capítulo 39: Una desición inocente
41
Capítulo 40: El primero en años
42
Capítulo 41: El duelo
43
Capítulo 42: La última rosa Parte 1
44
Capítulo 43: La última rosa Parte 2
45
Capítulo 44: El milagro de Mireya
46
Capítulo 45: Una nueva promesa
47
Capítulo 46: Deseos contenidos
48
Capítulo 47: El único heredero de Caleshen
49
Capítulo 48: Louden, el reino del oeste
50
Capítulo 49: El milagro para el rey y patriarca
51
Capítulo 50: El hombre sin culpa
52
Capítulo 51: Confrontación
53
Capítulo 52: Invernadero
54
Capítulo 53: Advertencia de salvación
55
Capítulo 54: La salvación del marqués Jassein
56
Capítulo 55: Mi luz
57
Capítulo 56: Por un nuevo ocaso
58
Capítulo 57: La fortaleza Roinar
59
Capítulo 58: Salvación cálida
60
Capítulo 59: La Santa
61
Capítulo 60: Sentencia en el mar
62
Capítulo 61: Al borde del fin
63
Capítulo 62: La trampa de Casandra
64
Capítulo 63: Milagro en el infierno
65
Capítulo 64: Justicia del este, Venganza del norte y Paz del oeste
66
Capítulo 65: Louren en el Ocaso
67
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