Él llegó.

Mi imagen es desastrosa, estoy segura de eso... Phill lame las heridas que no había notado que tenía en mis manos y pienso en que voy a decir si soy vista por alguien del castillo. Así que aún no me atrevo a regresar... Me siento en la tierra y lloro... ¿Por qué Edrien hizo algo así? Noto las roturas y suciedad de mi vestido y mi cabello despeinado... ¿Alguna vez llegue a amar a ese hombre? Phill se sienta a mi lado, su mirada es tan expresiva... Si el no estuviera aquí, en este momento estaría desbordada. Noto que las horas han comenzado a pasar cuando el sol ya no aparece y el frío es cada vez más cruel. Así que limpio mis lágrimas, tomo a Phill en mis brazos y marchó hacia el castillo otra vez, sin detenerme.

Al llegar veo varios carruajes, que me resultan conocidos. En las puertas del castillo hay un gran tumulto, maldiciones... Alguien ha llegado.

Logro entrar por la cocina, la parte trasera del castillo. Las cocineras me ven y se asustan:

- ¿Princesa que le sucedió? Lira esta desesperada buscándola. Me dice una sirvienta.

- Mi señorita ¿Qué le han hecho? Pregunta otra cocinera.

- Es... Estoy bien, tranquilas. Phill y yo tuvimos una gran caída en el bosque... Es solo eso. Les miento.

Lira escucha el bullicio de la cocina y viene hacia mí:

- Mi señorita ¿Qué pasó? Por Dios, la estuve buscando... ¿Esta bien?

- Lo estoy, vamos Acompáñame a mi recámara.

Ella me sostiene en sus brazos, mi buena Lira, siempre tan cálida y amable. Mi escusa no fue para nada buena... Pero deberán creerla. El castillo es inmenso y el miedo de ser vista por más personas también lo es. Pero Lira y yo somos cautelosas, así es cómo logramos subir sin ser vistas y entrar al dormitorio.

- Lira, prepara mi baño. Intento mantener mi compostura pero me desplomó, caigo al suelo de rodillas y lloro.

- ¡Mi princesa! Sabía que algo le habían hecho ¿Quién fue? Dígame por favor. Lira me abraza y me levanta del suelo.

- Fue... No puedo decirlo.

- ¿Su eminencia hizo esto?

- Lira no digas nada, por lo que más quieras en tu vida.

- Lo que más aprecio es a usted, vivo por usted.

Las dos nos abrazamos y yo lloró, suelto todo aquello que hoy comprimió mi corazón en los brazos de mi dulce dama de compañía... Una vez que logre Calmarme, Lira me dice:

- Mi señorita, hay algo que debo decirle...

- Liel está aquí ¿Verdad?

- Sí... Pero no es solo eso... Parece que hay problemas, el sobrino del Emperador no llego en buenos términos.

- ¿Problemas?

- Sí... Dudan de su pureza.

- Malditas seas... ¿Cómo?

- No lo sé, en cuanto vieron que yo estaba intentando escuchar, fui expulsada del gran salón... Su padre me pidió que hasta que él no mande a llamar a la princesa, usted no aparezca por ahí.

- Oh... Lira, tengo miedo...

- Su eminencia pudo haberla hecho caer en una trampa, princesa.

- Edrien no es capaz de algo así... No... No. Intento convencerme con mis mismas palabras.

- Tiene razón, él la quiere... La quiere mucho. Esto debe ser un malentendido, su padre lo resolverá.

Después del baño caliente y las canciones que Lira canta para mí mientras cepilla mi rojizo cabello, me siento mejor. Phill se acurruca en mis piernas y ambos disfrutamos los tiernos cantos de Lira.

Un caballero golpea con fervor mi puerta y Lira lo atiende:

- El Rey pide la presencia de la Princesa Amelie.

- Si... En seguida voy.

- La espero aquí, para escoltarla.

Mi corazón late con rapidez, tengo miedo... ¿A qué me enfrentare?

Al bajar al gran salón, veo a Liel escoltado por la guardia imperial, sentado en el círculo

Él porta una corona como si fuera rey; sin embargo, no posee título alguno. Igualmente, hago la reverencia ante mi padre y luego ante él:

- Mi señor, que agrado tan grande es verlo.

- No puedo decir lo mismo. Responde, seriamente. Su mirada me juzga.

- Hija... Tú prometido aquí presente asegura que...

Papá es interrumpido: - Mis guardias te vieron revolcarte con un hombre en el bosque.

- Eso es una injuria. Una cruel mentira, mi señor. Respondo segura.

- ¿Acaso dirías que los guardias de nuestro Emperador son mentirosos? Mis guardias jamás mentirian.

- Y yo tampoco, le aseguro mi señor.

- Sin embargo, no puedes negar que no estuviste en el bosque esta tarde.

- Lo estuve, sí. Con Phill, la mascota que nuestro Gran Emperador me obsequio.

- ¿Y nuestra Eminencia también miente?

Edriel entra al salón tras la pregunta de Liel. Se reverencia ante todos, incluso ante mi.

- Su majestad, mi Rey, me presento aquí para decir la verdad en nombre de Dios y de nuestro Emperador.

- Hablé. Ordena papá, con disgusto.

- Lamento decirles que hoy fui víctima de una trampa de la princesa Amelie.

- ¿¿Trampa?? Preguntó gritando.

- Hija callate... No interrumpas a nuestra Eminencia.

- Si... Una trampa... Quizás esto se deba a su juventud, son errores que pueden pasar. Ella debió haber confundido mi labor sacerdotal con amor.

- Edrien ¿Qué? ... ¿Qué dices? No puedo contenerme al escuchar las idioteces que él está diciendo.

- Amelie, una vez más que interrumpas y serás castigada. Papá me amenaza.

- Lo siento, mi señor. Me callaré.

- La princesa me confesó muchas veces su disgusto por este matrimonio y hoy... En medio de mis santas palabras, ella me pidió que la tomara como mujer.

- ¿¿Qué?? El Rey grita. - ¿Es eso verdad Amelie?

- No padre, el miente.

- ¿Un sacerdote mientiendo ante vuestro rey? Que cosas más extrañas aseguras, princesa. Retruca Liel.

- Yo no miento. Lamento que usted haya confundido mi solidaridad y mi afecto por usted, princesa. Pero no puedo mentirle a nuestro Rey ni tampoco al Emperador.

- ¿Y usted, Rey Carson, pretendía casarme con una ramera? Pregunta Liel.

- No sé que decir... Pero por favor mantengamos la serenidad. Mi padre está acongojado y dolido.

En ese momento las campanas de las torres suenan con fuerza y eso solo podía significar algo: El príncipe Maldito llegó.

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