La hermana mayor

Llegaron a una gran puerta roja, sin cerradura. Diego detuvo su mano segundos antes de golpear con sus nudillos. Luego se volvió y miró hacia el techo.

- Maldita sea- dijo con su acostumbrada voz fría y pasiva y su rostro sin expresiones.

Gabriela sintió un escalofrío horrible y una pequeña punzada en el pecho.

- ¿Qué es esto que siento?- preguntó con la mano en el pecho.

- Se siente horrible- dijo Miriam agitada.

- Es Priscilla- Dijo Diego, aun mirando hacia el techo- Está peleando con... algo en el techo

- ¿Crees que esté bien?- Preguntó Andreina.

- Es difícil de saber- dijo Diego- Parece que hay más de un demonio con ella y son muy fuertes.

- Tenemos que ayudarla- dijo Gabriela.

- No Podemos- dijo Diego- Esa pared que atravesamos hace un momento ya quedó cerrada, y la única que puede abrirla desde adentro es Lilu.

- ¿Y vamos a dejar que Priscilla Muera?- Preguntó Gabriela preocupada.

- Priscilla es un demonio muy poderoso, Gabriela- dijo Diego- No caerá tan fácil. Tendremos tiempo para volver y ayudarla.

Él se acercó a la puerta y antes de que pudiera tocar, esta se abrió con un chirrido espantoso.

- Adelante- dijo Diego- No tengan miedo.

Ellas atravesaron la puerta un poco asustadas. Diego se quedó allí parado y miró hacia el techo sobre él. Gabriela le puso la mano en su hombro y él la miró fijamente. La expresión de Gabriela era de preocupación; más por él que por Priscilla.

- Nos dará tiempo- sonrió ella tratando de animarlo.

Pero era imposible ocultar la preocupación que ella misma tenía.

- Dejé morir a Elizabeth- dijo Diego- Jamás me perdonaría a mí mismo si ahora dejara morir a su hermana menor.

- Ya te lo dije- dijo Gabriela- La muerte de Elizabeth no fue tu culpa. Y tampoco lo será la de Priscilla, porque regresaremos a tiempo para salvarla.

Él la miró de nuevo en silencio y asintió con la cabeza.

- Hey- dijo Miriam en voz muy baja desde la habitación en donde se encontraba ahora- Escuchen.

Diego y Gabriela cruzaron la puerta y se colocaron cerca de Miriam.

- ¿Escuchan?- preguntó Miriam aun con voz baja.

Era una voz muy dulce, cantando a lo lejos.

- Parece la voz de Wendy- dijo Gabriela también en voz baja, recordando a Wendy cantando para dormir a los habitantes de El Llanto Negro.

- No- dijo Andreina- No es la voz de Wendy. Llevo cincuenta años escuchándola cantar. Reconocería su voz donde fuera.

- ¿Quién más podría ser?- preguntó Gabriela confundida.

- Es lo que vamos a averiguar- dijo Diego poniéndose en marcha.

Las chicas caminaron tras él. Cruzaron por un túnel a su derecha y entraron a un enorme salón redondo, cuyo piso de mármol estaba bien pulido, y el cual estaba rodeado por ocho puertas rojas. Frente a ellos se encontraba una enorme silla de piedra.

El cántico ahora se escuchaba demasiado cerca, pero no había nadie allí.

- ¿Ya podemos irnos?- preguntó Miriam asustada.

Una pequeña figura salió desde detrás de la silla. Ella seguía cantando mientras los veía. Era una niña rubia como de siete años, y llevaba una bata blanca, similar a la de las cuarenta.

- ¿Esa es Lilu?- preguntó Gabriela confundida y asustada.

- No- dijo Diego- Ni siquiera sé quién es.

La niña dejó de cantar y los miró sonriendo.

- ¿Quién eres?- preguntó Andreina agresiva- ¿Dónde están mis hermanas?

La niña continuó sonriendo como si nada.

- ¿Qué le pasa?- preguntó Andreina confundida.

Gabriela sintió algo deslizándose por su hombro. Al girar su cabeza para ver de qué se trataba, vio una tarántula que colgaba a medio centímetro sobre su hombro. Ella la apartó con su mano rápidamente y miró hacia arriba para ver si había más arañas sobre ella. Lo que vio, hizo que su estómago se encogiera y que su corazón latiera más rápido.

- Mierda- dijo con ganas de salir corriendo.

Miriam la miró extrañada. Luego miró hacia donde veía su amiga. Se quedó paralizada del miedo. Andreina volteó a Mirarlas y luego miró también hacia arriba.

- Tiene que ser una broma- Dijo Andreina.

- ¿Qué cosa?- preguntó Diego volteando hacia ella.

Él miró también hacia arriba. Debía haber alrededor de cincuenta mujeres colgadas de cabeza en aquel techo. Llevaban vestidos blancos y todas ellas dormían con sus brazos sobre sus pechos.

- ¿Por qué no las sentimos cuando llegamos?- Preguntó Andreina, nerviosa

- Ya te lo dije- dijo Diego- Son muertos vivientes. Sentimos almas, esencias, poder demoniaco. Estas cosas no tienen nada de eso. Solo son cuerpos vacíos.

- ¿Ya podemos irnos?- Preguntó Miriam con ganas de llorar del miedo.

- ¿Irse?- Preguntó la niña rubia y ellos la miraron- Yo creo que no. Nadie puede irse.

Ella sonrió, enseñando sus enormes y filosos caninos.

- Yo no haría eso si fuera tu- dijo Diego.

La niña lanzo un rugido y brincó hacia ellos. Diego hizo aparecer una bola de fuego en su mano y se la lanzó mientras estaba en el aire. La niña se prendió en llamas y cayó al suelo. No tardo en calcinarse por completo.

- Eso fue fácil- dijo Andreina extrañada.

- Son cadáveres- dijo Diego- El fuego es altamente letal para ellas. Más aún si son muy antiguas.

Varios gemidos comenzaron a escucharse. Ellos miraron hacia arriba y vieron como aquellas mujeres empezaban a moverse.

- Esto no es bueno- Dijo Diego- Vayan hacia la puerta.

- ¿Qué?- preguntó Gabriela asustada.

Una de aquellas mujeres cayó de pie frente a ellos y los miró mostrándoles sus colmillos. Parecía furiosa y extasiada a la vez.

- Ahora- dijo Diego con su acostumbrada voz calmada.

Gabriela y Miriam corrieron hacia la puerta roja que habían atravesado. Diego Miró a aquella mujer vampiro.

- Tu ama se enfadará mucho si me lastimas- le dijo.

Ella no hizo caso. Corrió hacia Diego velozmente. Pero Diego fue más rápido. Hizo aparecer una espada negra en su mano y con un solo movimiento decapitó a la mujer.

- No sirve de nada hablar con ellas ¿Verdad?- preguntó Andreina.

- Ya intenté eso- dijo Diego- Tu lo viste.

Más mujeres comenzaban a caer del techo. Todas ellas listas para atacar.

- ¿Vamos a morir?- preguntó Andreina haciendo aparecer su mazo metálico en sus manos.

- Hay probabilidades de que si- Dijo Diego- Ya que me estoy debilitando cada vez más y no creo que estos sean los únicos vampiros del castillo.

Miriam y Gabriela llegaron hasta la puerta roja. Pero estaba cerrada. Intentaron derribarla, pero fue inútil.

- ¿Cómo la abrió Diego?- gritó Miriam asustada.

- Se abrió sola- dijo Gabriela- Tu misma lo viste.

- Se necesita ser un Lilim- musitó una voz ronca detrás de ellas.

Ambas giraron rápidamente. Una vampira morena estaba parada ante ellas, sonriendo con malicia.

- Solo se abre cuando un Lilim natural se acerca a ella- añadió comenzando a caminar despacio hacia ellas.

- Miriam…- dijo Gabriela asustada.

- ¿Sí?- preguntó Miriam aún más asustada.

La mujer seguía acercándose cada vez más.

- ¿Qué tan fuerte pateas?- Preguntó Gabriela.

Miriam la miró y luego miró a la vampiresa.

- Hay que ver- dijo y le dio una patada en el estómago a aquella mujer con todas sus fuerzas.

La mujer se inclinó por el impacto pero permaneció en el mismo sitio. Y antes de que pudiera incorporarse de nuevo, Gabriela le clavó su garra izquierda en la garganta e intentó levantarla pero la mujer ponía mucha resistencia. Miriam se colocó rápidamente detrás de ella y tiró con fuerza de sus cabellos. El resultado fue que la mujer cayó hacia atrás y su mandíbula quedó en manos de Gabriela.

- ¡Ah!- gritó Gabriela con asco y lanzó la mandíbula al suelo.

La imagen de Rebeca arrancándole la mandíbula a Cesar vino a su mente de repente.

- Eso fue fácil- Dijo Miriam extrañada.

Gabriela miro el cadáver en el suelo.

- Dijo que un vampiro era fácil- dijo Gabriela- Lo difícil es cuando atacan en grupo.

Ella volvió a mirar a Miriam.

- Tenemos que ayudarlos- agregó con seriedad- Diego está débil porque no ha dormido

Los vampiros atacaban frenéticamente a Diego y a Andreina. Varios habían logrado morderlos. La corta estatura de Andreina y el peso de su gran martillo, la ponían en desventaja. Aun así, había logrado eliminar a varios vampiros.

- ¡¡Nunca se terminan!!- gritaba mientras golpeaba y esquivaba.

Diego con su espada negra había logrado decapitar a varios. Pero su larga cabellera suelta, era un fastidio. Un vampiro saltó por los aires hacia él mientras luchaba por quitarse a otro de encima. Lo vio mientras caía hacia él pero no podía hacer nada. El otro vampiro no lo dejaba moverse.

- ¡¡Diego cuidado!!- Gritó Andreina.

Miriam saltó de la nada y atrapó al vampiro antes de que llegara hasta Diego. Al caer al suelo, ella se puso sobre el vampiro y comenzó a arañarlo brutalmente con sus garras. Los trozos de carne y las vísceras volaban por todas partes. Diego se liberó de su atacante y le cortó la cabeza. Luego miró a Miriam que aún seguía masacrando al vampiro.

- Esa es mi nena- dijo en voz baja.

Gabriela golpeaba con sus puños y esquivaba los ataques. Pero no estaba logrando nada. Sus ataques no parecían dañar a los vampiros. Optó por usar las patadas. Pero el vampiro al que intentó patear, atrapó su pierna y la lanzó por los aires. Al caer en el suelo, ella miró a aquel mismo vampiro corriendo rápidamente hacia ella. Diego le silbó y ella volteó, entonces él le lanzó la espada negra, la cual cayó a su lado. Rápidamente y sin levantarse, ella tomó la espada y atravesó el pecho del vampiro en cuanto este llegó hasta ella. Luego se puso de pie mientras aquella criatura veía la espada enterrada en su pecho. Gabriela se sintió confundida.

- Eso no funciona- le dijo Diego.

Ella retiró la espada del pecho del vampiro rápidamente y le cortó la cabeza. Y ese fue el último vampiro.

- ¿No van a revivir?- preguntó Miriam preocupada y un poco cansada.

- Sabes que pudiste quemarlos a todos tú solo ¿Verdad?- Preguntó Andreina a Diego molesta.

- Me estoy quedando sin poder- dijo Diego- Además… ¿Un tornado de fuego demoniaco en un espacio cerrado? ¿Estás loca?

Gabriela miró las ojeras de Diego. Ahora eran mucho más oscuras.

- Oye…- dijo preocupada.

No pudo terminar de decir lo que iba a decir, pues un chirrido llamó su atención. Dos de las ocho puertas se abrieron. Nuevos vampiros, esta vez hombres y mujeres, comenzaron a salir de esas dos puertas y los rodearon.

- Mierda- dijo Gabriela asustada.

Los terroríficos seres se acercaban a ellos despacio.

- Tienes que incendiarlos- dijo Andreina nerviosa- No hay opción.

- Aunque ese plan funcione, seguirán saliendo más- dijo Diego- Y yo ya no tendré fuerzas para mantenerme despierto, Andreina.

- Entonces vuela el puto castillo- dijo Gabriela con su corazón a punto de estallar- Yo sé que tú puedes.

Diego lo pensó por unos segundos. ¿Que tenían ellos que perder? si sus hermanitas estaban allí, ellas sobrevivirían a la explosión.

- Hazlo- dijo Andreina- Si te duermes te sacaremos de aquí.

Él volvió a pensarlo. Se metería en serios problemas con Lilu y su madre por aquello.

- Como odio tener que recurrir a esto- dijo él levantando su mano izquierda hacia arriba.

Una gran bola de fuego rojo apareció sobre Diego. Los vampiros la ignoraron y siguieron caminando despacio hacia ellos. Y justo cuando Diego ya se disponía a volar el castillo…

- ¿Qué es toda esta conmoción?

Fue una voz sensual y pasiva, que se escuchó en todo el salón e hizo estremecer los corazones de los cuatro demonios. Los vampiros se detuvieron. Pero aun sonreían perversamente. Diego hizo desaparecer la bola de energía y bajó la mano.

- Esa voz…- dijo Diego.

Una hermosa seda blanca volaba sobre ellos. Nadie supo de donde había salido, ni como volaba si no había viento en aquel lugar. Solo la miraron fijamente, mientras se dirigía hacia la enorme silla de piedra. Al llegar a la silla se expandió como una cortina frente a ella y una mano casi tan blanca y pulcra como esa hermosa seda la tomo desde atrás por una esquina y la sacudió fuertemente. Aquella cortina de seda, ahora era la cola del vestido blanco de una mujer con larguísimos y lisos cabellos negros como el ébano, que estaba parada de espalda a ellos.

- Es ella- dijo Andreina nerviosa

La mujer se volteó hacia ellos muy despacio. Fue un movimiento extraordinario. Parecía como si estuviese flotando en el aire.

- No puede ser- dijo Gabriela admirando la increíble apariencia de aquella mujer.

Su perfecto y hermoso rostro era tan blanco como la tiza. Sus labios, sin embargo, eran rojos y carnosos. No había abierto los ojos.

- Lilu- Dijo Diego.

Entonces ella abrió los ojos. Gabriela apenas podía creerlo. Sus ojos… sus ojos eran… de un color extraño. Ella los definió en su mente como “Ojos color rubí”, ya que a pesar de ser rojos, eran brillantes. Parecían llenos de vida. Lucían más vivos que los de Diego, de hecho. Incluso estando a la distancia que estaba de aquella mujer, podía ver cada “rayita” que adornaba el iris de sus ojos.

Era oficial: Eran los ojos más bellos que había visto en su vida.

- Háganse a un lado- ordenó ella a sus esclavos con la misma voz sensual y pasiva de antes.

Los vampiros se apartaron de ellos. Lilu sonrió extasiada. A Gabriela le pareció excitada.

- Hermano- sonrió con el mismo éxtasis- Eres tú de nuevo.

- Hola Lilu- dijo Diego.

Ella hizo un sonido repetido con su lengua y sus dientes mientras negaba con su dedo índice.

- Niño malo, malo- dijo fingiendo voz de bebé- No debiste venir aquí.

- Lo sé- dijo Diego- Pero yo…

- Ven aquí- interrumpió ella.

Él se quedó parado por unos segundos en silencio, luego comenzó a caminar hacia su hermana. Ella lo abrazó y él a ella. Pero Gabriela notó cierta hipocresía por parte de Diego. No había sido un abrazo como el que le había dado a Ivanna o a Tamara. No vio tanto cariño como el que vio cuando él se dejó besar por Erika. Era obvio que no le tenía mucho aprecio.

- Mataste a muchas de mis chicas- dijo Lilu mientras terminaban de abrazarse.

Diego la miró a los ojos por unos segundos.

- Trataron de matarnos- dijo- No nos dejaron de otra.

- Tienen órdenes de matar a todo el que entre aquí- dijo ella- Sea quien sea.

Su excitante voz no cambiaba de tono. era en verdad muy estimulante escucharla.

- ¿Hasta tus hermanos?- preguntó Andreina.

Lilu volteó rápidamente hacia ella. La miró fijamente por un segundo.

- La número uno- Sonrió con malicia- Así que estás viva.

- Mi nombre es Andreina- dijo ella desafiante- No número uno.

- Hermana, por favor- Dijo Diego a Lilu y ella lo miró

- Shhh- siseó Lilu colocando su dedo índice sobre los labios de Diego- Una orden es una orden. La número uno es la líder de las cuarenta.

- ¿Pero quién puede darte una orden a ti Lilu?- Eres la mayor de todos nosotros. Tú no recibes órdenes, las das.

- Oh…- sonrió ella acariciando la mejilla de Diego- Mi dulce hermanito. Parece que has olvidado que hay alguien por encima de mí. Y es nuestra querida madre. Fue ella quien dio la orden.

- ¿Cuál orden?- preguntó Andreina confundida.

- Mientes- dijo Diego ignorando la pregunta de Andreina- Hicimos un trato.

- Y tú incumpliste con tu parte- dijo Lilu.

- He vivido con ellas cincuenta años- dijo Diego-Jamás dieron problemas. No puede hacer esto solo por un pequeño descuido que tuve.

- No discutas conmigo, Diego. Es con mamá con quien debes hacerlo. Yo solo cumplo con lo que me ordenó.

- Mamá vendrá a Cumaná en unos días-dijo Diego- Tamara me lo dijo.

- Bien- sonrió ella- Hasta entonces, las cuarenta se quedarán aquí. Incluyendo… a esa niña de allí- ella señaló a Andreina.

- ¿Qué?- preguntó Andreina asustada.

- Se me pidió hacerme cargo de las cuarenta- dijo Lilu- Y sin ti, solo tengo treinta y nueve.

- Debe haber algo que podamos hacer para evitarlo- dijo Gabriela de repente.

Lilu la miró. Apenas se había percatado de la presencia de aquella mujer.

- Un despertar- sonrió ella excitada.

El movimiento fue tan veloz que ni Diego pudo verla. En menos de un segundo ya estaba parada a un centímetro de Gabriela. Ella se encontró con aquellos ojos rojos que le habían llamado la atención. Si era más hermosa que Ivanna pero daba aún más miedo.

- Fascinante- dijo Lilu mojándose los labios con su lengua. Parecía muy excitada mientras la miraba de arriba a abajo- En todos mis años, jamás creí que llegaría a ver esto.

- Aléjate de ella- dijo Diego.

Lilu lo miró sin moverse de allí. Luego sonrió y volvió a mirar a Gabriela, quien estaba paralizada del miedo.

- Es tan hermosa- Susurró mientras acariciaba su mejilla con sus dedos blancos como tiza.

Gabriela sintió aquellos dedos, tan fríos como el hielo, que la hicieron sacudirse como si estuviese sin ropa en medio de la nieve.

- Sería una pena ejecutarla- agregó- Pero tenerla aquí para siempre, eso sí sería un obsequio por el cual te estaría agradecida eternamente, hermano

Diego no contestó pero hizo a aparecer la Nica en sus manos y comenzó a caminar despacio hacia ella. Si solo se atrevía a tocar a Gabriela, la cortaría en pedazos.

- ¿Qué dices?- Le preguntó ahora a Gabriela- Este lugar no es tan malo una vez que te adaptas.

- Lilu, no te atrevas-dijo Diego.

Su sensual voz, ahora perturbaba a Gabriela, quien no dejaba de temblar de miedo. Ella frunció el ceño y se armó de valor.

- No…- dijo con un hilo de voz- Le pertenezco al clan Halliwell.

- Pero eso no será por mucho, cariño- Dijo con aquel mismo tono sensual, y luego sonrió. Sus Dientes eran demasiado blancos- Cuando mi madre se entere de tu existencia, ordenará tu ejecución inmediata. Y ni Diego, ni tu padre, podrán hacer nada al respecto.

Eso último llamó su atención. La llamó tanto, que por un segundo se olvidó del miedo.

- ¿Mi padre?- preguntó con interés- ¿Sabes quién es mi padre?

- Lilu…- dijo Diego.

Lilu la miró unos segundos a los ojos. Entonces soltó una carcajada encantadora y al mismo tiempo aterradora. Luego miró a Diego sonriendo.

- ¿No son divertidas estas criaturas?- le dijo aun sonriendo y con su mismo tono sensual.

Volvió a ver a Gabriela, quien había recuperado el miedo. Pero quien aún esperaba una respuesta. Entonces Lilu simplemente suspiró y miró a Miriam por unos segundos, luego a Gabriela nuevamente, y finalmente a Diego.

- Bueno, ese no es mi problema ¿Verdad?- sonrió ella a Diego

- No directamente- dijo Diego- Solo… deja a ver qué pasa ¿Si?

Ella suspiró resignada y volvió a mirar Miriam.

- Hola Miriam- le dijo.

- Ho… hola, Lilu-tartamudeó Miriam.

A Gabriela le desconcertó un poco que Miriam y Lilu se conocieran. Pero recordó que Lilu había estado en “El Llanto Negro” meses atrás, dándole una paliza a Snow, quien había ido a buscar a Nica. Y que había sido ella quien había puesto el domo alrededor del pueblo.

- ¿Sabes?- le dijo Lilu a Miriam- En verdad lamento que Snow haya arruinado mi visita a ese pueblo. Me hubiera gustado conocerte mejor.

Dijo eso con cierta malicia. Pareció hablar en doble sentido.

- Snow sigue con vida- dijo Diego- Por si te interesaba saberlo.

- No me extraña- dijo ella dándoles la espalda- Es un demonio original

Ella comenzó a caminar hacia la silla de piedra.

- Pero ahora luce diferente- dijo Diego- Parece una niña de siete años.

- ¿Enserió?- rió mientras se ponía cómoda en su trono- Que humillante debe ser para ella.

Hizo un ademan con su mano derecha y sus esclavos se retiraron. Diego desapareció la espada Nica.

- ¿Sabes que quiere matarme?- preguntó Diego.

- Todo el mundo quiere matarte, mi amor- dijo Ella- También a mí. Es lo malo de vivir demasiado. Acumulas muchos enemigos.

- Sí, pero este enemigo en particular es muy poderoso- dijo Diego- No estoy muy seguro de poder con ella, Lilu. Además esta con un Ángel negro, que… tiene un ejército, del cual no tengo información.

- ¿Y desde cuando Diego Halliwell le da importancia a esos detalles?- preguntó ella- Recuerdo muy bien lo mucho que disfrutabas pelear con seres poderosos. Y nunca perdiste una sola batalla. Deberías sentirte más que orgulloso. Eres una leyenda.

- Las cosas eran diferentes- dijo diego- Teníamos más libertad. Ahora no podemos ni eructar sin tener que preocuparnos por qué un Arcángel nos huela.

- Oh, como extraño los viejos tiempos- dijo Lilu con excitación.

- Si, también yo- dijo Diego.

Hubo un silencio largo, durante el cual, Lilu y Diego solo se miraron fijamente.

- Entrégame a las niñas, Lilu- Le dijo él de pronto- Yo me encargaré de hablar con mamá. Se lo explicaré.

- Hermano no insistas- dijo ella fastidiada pero igual de sensual que siempre- Puedes pedirme lo que quieras ¿Quieres más poder? Te otorgaré más poder. ¿Quieres una casa nueva? Te daré mi casa en Rumania, ¿Quieres que te ayude con Snow? Te ayudaré. Pero no me pidas que deje ir a las niñas. No puedo hacerlo, mi amor. Mi madre no me lo perdonará.

Diego miró a Andreina. Ella aún seguía asustada.

- Sé lo mucho que quieres a esas niñas- Continuó Lilu- Y lo lamento.

- No, no es cierto- dijo él volviendo a mirarla- En verdad disfrutas de esto.

- No seas ridículo- dijo Lilu- ¿Cómo podría disfrutar con el sufrimiento de uno de mis hermanos?

- Hablas como si quisieras mucho a tus hermanos- dijo Diego- ¿Siquiera sabes el nombre de las cuarenta? ¿Sabes qué edad tienen? O por lo menos… ¿Sabes cuantos Lilims viven en Venezuela?

- Como si tú supieras todas esas cosas- sonrió Lilu.

- De hecho si- dijo Diego- Hay ciento tres Lilims en Venezuela, incluyéndonos. Las cuarenta tienen cincuenta y dos años y cumplen cincuenta y tres el ocho de octubre. En cuanto a sus nombres, son: Andreina, Wendy, Scarlet, Ana María, Venus, Lola, Patricia, Casandra, Sharon, Natasha, Carmín, Milena, Jennifer…

- ¡Suficiente!- Gritó Lilu.

La ira de su rostro desapareció después de un segundo y sonrió.

- Es fácil para ti recordar tantos nombres- dijo Sonriendo- Sobre todo cuando fuiste tú quien las nombró a todas ellas cuando tenían dos años.

- Y las he criado desde entonces- dijo Diego- Cosa que ni tú, ni mi madre, pudieron hacer. ¿Con que derecho me las quitan ahora?

- Son hijas de Lilith- sonrió Lilu- Ella tiene todo el derecho a quitártelas.

- ¿Y para qué?- preguntó Diego- ¿Para encerrarlas en una mazmorra? ¿Dónde están mis hermanas Lilu? Dímelo.

- ¿De verdad quieres saberlo?- preguntó Lilu.

- Si, si quiero.

- Bien- Ella se puso de pie- Ven conmigo.

La siguieron hasta una de las ocho puertas rojas. Ella abrió la puerta y los invitó a pasar. Era una enorme habitación. Diego se detuvo al ver lo que había allí.

- Maldita mujer- dijo él en voz baja.

Gabriela, Miriam y Andreina, entraron detrás de él y se paralizaron al ver aquello.

- No puede ser- Dijo Andreina con ganas de llorar.

Todas las niñas estaban allí. Cada una acostada inmóvil sobre una mesa de concreto, con los ojos cerrados.

- ¿Lilu, que has hecho?- Preguntó Diego.

Había mesas de concreto hasta donde podía verse. Algunas estaban vacías.

- Scarlet- dijo Andreina con dolor al ver a la pequeña niña de cabellos cobrizos y un poco gordita sobre una de las mesas.

Ella dirigió la mirada hacia la niña pálida y de cabellos negros en la mesa siguiente.

- Angélica- dijo con lágrimas saliendo de sus ojos.

- Venus…- Dijo Miriam con tristeza al ver a una niña morena en una mesa a su lado- Amiga… ¿Que te hicieron?

Gabriela miró hacia una pequeña niña pelirroja y se acercó a la mesa en donde estaba puesta. No pudo evitar que una lágrima se le escapara.

- Wendy- dijo con un nudo en la Garganta.

Recordó la primera vez que había visto a Wendy. Fue cuando entró por primera vez a la casa Halliwell. Ella estaba sentada en la escalera. Era hermosa apesar de su aspecto andrajoso.

- ¿Cómo pudiste?- le preguntó Diego a Lilu.

- Era lo mejor- dijo Lilu- Y así debió ser siempre.

Andreina hizo aparecer su mazo en sus manos y corrió hacia Lilu.

- ¡Te voy a matar!- gritó llena de ira.

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