La casa de las muñecas

Entraron a un pasillo limpio y bien iluminado, el cual estaba rodeado por innumerables puertas de madera y paredes cubiertas con cortinas de seda roja. Comenzaron a caminar por este pasillo con cautela. Gabriela miró una pequeña licorera junto a una puerta; tenía una botella de champaña en hielo sin destapar y dos copas. Entonces miró a Diego.

- ¿Qué es este lugar?- Preguntó- ¿Un hotel?

- No precisamente- dijo Diego sin dejar de ver hacia el frente

- Es un lugar en donde ningún Lilim menor quiere estar- dijo Andreina, y luego frunció el ceño- No siento a Wendy, ni a las demás.

- Las Cuarenta siempre han sido expertas en ocultarse- dijo Diego, luego la miró- Tu sabes eso.

- ¿Y por qué se querrían ocultar?- Le preguntó Andreina algo inquieta.

De pronto, todos comenzaron a sentir una presencia oscura y aplastante, justo cuando pasaban junto a una puerta, que tenía gravado algo que parecía un nombre sobre ella. Aquel nombre rezaba “Miranda”. Se detuvieron frente a esa puerta.

- Dime que no hay un demonio allí adentro- dijo Gabriela nerviosa.

- Miranda- dijo Andreina un poco preocupada, pero luego sonrió y miró a Diego- A que no le tocas la puerta.

- ¿Qué?- dijo Diego mirándola.

- A ver...- sonrió Andreina desafiante- Tócale la puerta.

- ¿Por qué creo que no deberíamos hacer eso?- preguntó Gabriela dudosa y nerviosa.

- Porque no debemos- dijo Diego.

- Gallina- murmuró Andreina.

Diego miró a Andreina un segundo con sus ojos amarillos y su rostro inexpresivo, luego miró de nuevo hacia la puerta.

- No estoy de humor para juegos, Andreina- Dijo él.

- Vale, yo lo haré- dijo Andreina y se acercó a la puerta.

- Oye, no...- dijo Diego, pero fue demasiado tarde.

Andreina toco tres veces y con fuerza, mientras Diego hacia crecer sus uñas como dagas, lo cual hizo que Gabriela y Miriam se pusieran muy nerviosas.

- ¿Quién?- dijo una voz femenina, algo ronca y adormilada, del otro lado de la puerta.

- Soy Andreina- dijo Andreina con tranquilidad.

- ¿Quién es Andreina?- dijo la voz.

- La número uno de las cuarenta- dijo Andreina algo extrañada- Soy tu hermana ¿No me recuerdas?

- Ah, sí...- dijo la voz, aun se escuchaba adormilada- ¿Qué haces aquí, muchacha?

- Andreina, Basta- dijo Diego- No la molestes.

- Quería saludarte- dijo Andreina ignorando a Diego- ¿Puedes salir un momento, Miranda?

Diego tomó a Andreina bruscamente por un brazo, la puso contra la pared, y luego le colocó una gran daga contra su garganta.

- ¿Qué crees que haces?- le dijo él con su voz pasiva, mirándola a sus ojos cafés, y por supuesto, sin mostrar expresión alguna.

- Quiero verla- dijo Andreina con voz inocente.

Gabriela miró de nuevo el nombre en la puerta, y recordó aquel momento en que María, le apuntaba con un revolver mientras Diego trataba de negociar con ella. “Si sabias lo que estaba haciendo... ¿Por qué no me eliminaste hace un mes?”, le había preguntado María a Diego en ese momento, “Simple”, le respondió Diego, “Mi hermana Miranda vendrá a pasar la semana santa conmigo, y pensé en hacerle un obsequio ¿Puedes adivinar cuál iba a ser ese obsequio?”. Entonces recordó la expresión de horror en el rostro de María al preguntar: “¿Hablas de Miranda La Devoradora?”

- Diego...- dijo la voz de Miranda, de repente, igual de adormilada- ¿Eres tú?

Diego soltó a Andreina y miró hacia la puerta, aun cerrada.

- Si- dijo él, tan inexpresivo como siempre- Soy yo, hermana. Lamento interrumpir tu descanso. Castigaré a Andreina por eso.

- Sabes bien, que no deberías estar aquí- dijo ella.

- No nos quedaremos mucho- dijo Diego- Solo estamos de paso.

- Así lo espero- dijo Miranda, su voz no cambiaba el tono adormilado- Pero mientras estés aquí, trata de no dar problemas.

- Me portaré bien- dijo él.

- Confiaré en tu palabra- Se oyó un bostezo y luego Miranda agregó- Ahora aléjate de mi puerta; necesito dormir. Estoy muy cansada.

Su voz no volvió a escucharse. Diego se quedó mirando la puerta unos segundos, luego miró a Andreina.

- Haces algo como eso otra vez y te cortaré los dedos- dijo él.

Andreina le sacó la lengua de manera burlona.

- Ahora entiendo por qué la dormiste en El Llanto Negro- suspiró Gabriela.

Miriam miró otra puerta cercana, y vio salir un espeso líquido rojo por debajo.

- Diego...- dijo nerviosa- ¿Qué es eso?

Diego miró aquel líquido desde su posición, al igual que Gabriela y Andreina.

- Huele a sangre- dijo Gabriela, y su estómago rugió de tal manera, que todos la miraron.

- ¿Eso fue tu panza?- dijo Miriam sorprendida.

- Lo siento- sonrió ella apenada, sujetando su vientre.

Diego miró a Gabriela un instante, luego miró la sangre que salía por debajo de la puerta.

- Si- dijo él- Es sangre. Nada fuera de lo normal en esta casa.

Aquella puerta hizo un ruido metálico y ellos miraron como la manilla giraba despacio. Gabriela dio un paso hacia atrás, aterrada, al ver como aquella puerta se abría despacio hacia adentro, y Miriam corrió hasta aferrarse con fuerza al brazo de Diego, olvidando por completo que estaba molesta por lo que había pasado en el poso. La puerta solo se abrió unos pocos centímetros, y solo se pudo ver oscuridad al principio, pero luego, un pequeño ojo verde y brillante como esmeralda se asomó.

- ¿Les molestaría dejar de hacer tanto escándalo?- dijo la voz quejumbrosa de una mujer desde las entrañas de aquella habitación.

- Lo siento- dijo Diego- No creí que hubiese alguien en este piso.

La mujer calló unos segundos mientras los miraba con su hermoso ojo verde.

- Hola Pa´...- dijo la mujer- Que gusto verte.

- Igualmente- dijo él, luego miró el charco de sangre un instante y volvió a mirar hacia aquel ojo verde- Lamento interrumpir tu cena.

Algo en el saludo de aquella misteriosa mujer, hizo que Gabriela se quedará pensativa.

- Descuida- dijo ella- Valió la pena.

Diego se la quedó mirando unos segundos sin decir nada.

- Si tú lo dices- dijo finalmente.

- Espero que te quedes- dijo ella.

- Eso no va a ser posible- dijo él- ¿Miranda? ¿Lilu? ¿Verona? ¿Mi madre? No es un lugar donde me gustaría estar mucho tiempo. De hecho… me gustaría irme antes de que…

- ¿De qué mamá se entere de que estás aquí?- interrumpió la mujer.

Él no dijo nada, solo se quedó mirándola, fijamente.

- Aun espera una respuesta ¿Sabes?- dijo ella

- ¿Y ahora vas a delatarme con el consejo?- preguntó él.

- ¿Por quién me tomas?- preguntó ella- Yo jamás te delataría. Sin embargo… no puedes contar con la discreción de muchas en esta casa.

- Yo me preocuparé por eso, Jade- dijo Diego, luego miró de nuevo el charco de sangre, y volvió a mirarla a ella- Tu cena se enfría.

Se oyó un suspiró, luego la puerta se cerró. Gabriela pudo ver un nombre grabado en la puerta que rezaba "Jade"

- ¿Qué fue todo eso?- quiso saber Gabriela- ¿De qué hablaba?

- Nada importante- dijo Diego.

- ¿Y por qué te llamó Pa´?- preguntó ella, aun pensando en el saludo- No es tu hija ¿O sí?

- No…- dijo Diego- Es mi hermana menor. Pero yo la crié desde que nació hasta… los quince años, creo.

- Me pareció mayor que tú- dijo Gabriela extrañada.

- Pero no lo es- dijo él, y luego miró a Andreina- ¿Cuantas presencias Lilim puedes sentir en este lugar?

- Acabo de contar ocho, aparte de nosotros dos- dijo Andreina.

- ¿Alguna de Lilu?- preguntó Diego.

- No- dijo ella- Por suerte.

- ¿Moa?

- Tampoco.

- ¿Entonces quien dirige este lugar?- preguntó Diego.

- No lo sé- dijo ella- Pero bajemos mejor a la sala.

Siguieron caminando, y mientras lo hacían, Gabriela leía en su mente los nombres grabados en las puertas a su derecha y a su izquierda. Ella Leía nombres como: Jessica, Casey, Azuza, Ritsu, Lisa, Kimberly, Melinda, Ivanna, Misha, Erika, Laura...

- ¿Todos esos nombre son de Lilims?- preguntó ella de repente.

- Si- dijo Diego- Esto es algo así como... una central Lilim.

- ¿Cómo una casa matriz?- preguntó ella.

- Exacto- dijo él.

- Pero... no hay cuartos para todos los Lilims ¿O sí?- dijo ella un poco extrañada- Es decir... no creo que cada uno tenga un cuarto.

- Cada cuarto se modifica automáticamente dependiendo del Lilim que lo quiera ocupar- dijo él- Y se queda así hasta que otro Lilim quiera ocuparlo.

- Ah, ya entiendo- dijo Gabriela.

Ella volvió a mirar los nombres en las puertas, y se detuvo en el nombre de “Ritsu”. Recordó aquel almuerzo con Diego y Miriam, cuando él le mencionó que tenía una hermana llamada Ritsu, la cual vivía en Kioto y era repostera. Miriam, por otra parte, miraba una muñeca de trapo que yacía recostada frente a una de las puertas, y mientras seguía caminando leyó el nombre grabado en dicha puerta: "Verona". Entonces logró ver como nuevas letras aparecían grabadas debajo de ese nombre; estas nuevas letras rezaban "No toques mis muñecas". Ella se sintió algo intimidada, pero calló y siguió caminando.

Llegaron al final del pasillo, y se encontraron frente a un espejo enorme y rectangular. Se quedaron allí mirando el espejo por unos segundos, hasta que Gabriela, notó que el reflejo de Diego paseaba su vista por todos ellos, mientras que el propio Diego, solo estaba mirando fijamente su reflejo.

- ¿Todas vienen contigo?- preguntó el reflejo de Diego, con el mismo tono pasivo y calmado y el rostro sin expresiones del Diego original.

- Si- dijo Diego- Nos están esperando.

- Primero debes contestar una pregunta que solo el verdadero Diego contestaría- dijo el reflejo.

- Entiendo que para entrar a este pasillo sean necesarias esas medidas de seguridad- dijo Diego- Pero ya estamos adentro. Queremos salir.

- Te recuerdo que el portal que conecta esta casa con las otras casas Lilims, está de este lado del pasillo- dijo el reflejo- Hay que estar seguros de que el Lilim que atreviese el portal, no sea un impostor

- Mamá está realmente paranoica ¿No es así?- dijo Diego.

- Me reservo el derecho a contestar- dijo el reflejo.

- De acuerdo- dijo Diego- Haz la pregunta.

- Hace más de trecientos años, Lilith, tu madre, te dio una misión a ti a tus dos hermanos, Rico y Verónica- comenzó a decir el reflejo- Los envió a buscar algo, que ella no había podido encontrar. Esta es mi pregunta ¿Qué fue eso tan importante que ella les envió a buscar?

Diego calló unos segundos, mientras miraba su reflejo fijamente.

- El libro del tiempo- dijo finalmente.

Se escuchó un cerrojo detrás de aquel espejo, y luego se abrió hacia adentro como una puerta. Entonces ellos entraron a un pasillo igual al anterior y el espejo volvió a cerrarse detrás de ellos. Comenzaron a caminar por aquel pasillo, y Gabriela notó que a pesar de tener la misma decoración del otro pasillo, este se sentía menos aterrador. Además, pudo notar que las puertas de madera no tenían ningún nombre grabado en ellas.

- Okey… - suspiró confundida mientras caminaban- Explícame donde estamos ahora.

- Seguimos en la misma casa- dijo Diego- Este es el pasillo que está abierto al público. Es decir, a los clientes humanos.

- ¿Entonces si es un hotel?- preguntó ella.

- No- dijo Diego- Bueno… no del todo.

Finalmente, llegaron a una escalera, la cual tenía una alfombra roja y pasa manos que parecían de caoba.

- ¿Por qué siento que hay demasiada elegancia en este lugar?- preguntó Gabriela deslizando su mano por el pasamanos mientras bajaban.

- A mis hermanas les gusta vivir bien- dijo Diego- Y presumir que lo hacen.

Llegaron a la planta baja, que parecía el lobby de un hotel, con el piso lleno de alfombras rojas, las ventanas cubiertas con cortinas de seda, también rojas y muebles que parecían recién comprados. Había un enorme candelabro en el centro del alto techo. Pero lo que más le extraño a Gabriela fue la barra al final del pasillo, detrás de la cual había licores de diversas clase. Ella miró los acolchonados y hermosos asientos, y las pequeñas mesas de vidrio con copas vacías sobre ellas.

- O... oye...- dijo ella, algo perturbada- ¿Qué es exactamente este lugar?

- Le dicen "La casa de las Muñecas"- dijo Diego.

Gabriela recordó aquella mañana cuando Diego leía el periódico y ella miró el encabezado que decía "PTJ halla cadáver en la casa de las muñecas". También recordó la fachada de la casa; una gran puerta de madera y muchas ventanas. Entonces una idea se le vino a la cabeza.

- ¿Es un burdel?- preguntó con una sonrisa incrédula.

- Si- dijo Diego- El más famoso de Cumaná.

- ¿Cumaná?- se impactó Gabriela- ¿Me trajiste a Cumaná? ¿No recuerdas que soy fugitiva?

- No estaremos aquí mucho tiempo, Gaby- dijo Diego- Además estamos en una fortaleza. Relájate.

Gabriela tomó aire y trató de calmarse, luego caminó hacia la barra, donde Andreina ya se servía un vaso de refresco.

- Imita a Andreina- le dijo Diego.

Miriam tomó a Diego de la mano y el la miró directo a sus hermosos ojos verdes, que lo veían con algo de vergüenza, aunque también con una notoria rabia.

- ¿Qué ocurre, Miriam?- preguntó él.

- Diego...- dijo ella en voz baja y aun con su mirada de vergüenza y rabia- ¿Que es un burdel?

- ¿Es en serio?- preguntó él, tan inexpresivo como siempre.

Miriam asintió con la cabeza, avergonzada por no saber algo que de seguro hasta un niño sabía.

- Bueno- dijo él- De un modo simple, un burdel es un lugar donde los hombres pagan por acostarse con las mujeres que trabajan en él.

- Ah, ya- dijo ella entendiendo perfectamente, y luego puso cara de desconcierto, aunque seguía mostrándose enojada- ¿Y por qué estamos aquí?

- Porque también es la casa de mi madre- dijo él- Bueno, una de sus tantas casas. Aquí estamos más seguros que en cualquier lugar de Venezuela.

Andreina volvió con un vaso de refresco en la mano.

- Oye...- dijo en voz un poco baja y con expresión seria- ¿Por cuánto tiempo crees que puedas controlar a tu niñera

- Así que ya te diste cuenta ¿No?- dijo Diego.

- Había ignorado el asunto, pero si- dijo Andreina, luego frunció el ceño mientras pensaba- Y ahora que lo pienso… esa tipa es peligrosa. No debiste traerla. Te estás buscando muchos problemas.

- Oye, deja de hablar como si no tuvieras nada que ver- le dijo él- Ambos estamos metidos en este paquete, hermanita.

- No…- sonrió Andreina fingiendo demencia- te equivocas, hermano. Según las leyes Lilim, tú eres mi padre adoptivo, y estoy obligada a obedecerte, aunque no quiera. Así que, soy solo una víctima inocente.

- ¿Ah sí?- dijo Diego- ¿Y quién abogará por la víctima inocente cuando la juzguen por haber expuesto nuestro anonimato en “El Llanto Negro”?

- Era tu responsabilidad- sonrió ella con cinismo.

- Anda, dile eso al concejo. Luego veremos quién se hará responsable de ti y de tus hermanas.

Andreina puso cara de preocupación. No había considerado eso en sus cálculos

- Te dormirán de nuevo- Agregó Diego- Y considerando lo maternal que son nuestras hermanas mayores, yo diría que pasará más de un milenio antes de que tus hermosos ojos vuelvan a ver la luz de un nuevo día- él miró la cara de horror de Andreina un segundo- Así que... es mejor que veas bien en quien depositas tu lealtad, hija mía.

Diego miró hacia Gabriela, quien venía acercándose con un vaso de jugo de naranja.

- Como sea, no tengo opción- dijo Diego, aun en voz baja- No La puedo tener en ese estado por mucho tiempo. Y ocultarla de mis hermanas es inútil. Tendré que ser honesto con todas, incluso con ella.

- Es tu pellejo- suspiró Andreina, más preocupada por si misma que por él o Gabriela.

Gabriela llegó hasta ellos con su vaso de jugo.

- Me tomé el abuso- dijo ella mostrando el vaso de jugo- Tenía sed.

- Tranquila- dijo Diego.

De pronto, una potente ráfaga de viento pasó rozándolos a los cuatro y levantó violentamente las cortinas. Todos miraron hacia la dirección en la que iba aquella ráfaga, y se encontraron con una mujer alta, de larguísimos cabellos rojos como el fuego, que llegaban hasta sus rodillas, un mono azul ajustado, y una blusa que dejaba al descubierto un hermoso ombligo y un perfecto abdomen. Tenía grandes y perfectos pechos también.

- Ivanna- dijo Diego.

- ¡Cariño!- sonrió la mujer con los brazos abiertos.

Diego corrió velozmente hacia ella y se le lanzó encima. Ella lo atrapó entre sus brazos y ambos se abrazaron con fuerza. La mujer besaba su cabeza una y otra vez como si se tratase de un bebé.

- Amor, no sabes lo feliz que estoy de verte- decía la mujer alegre, mientras lo seguía abrazando y besando.

Gabriela miró a Andreina, un poco confundida e incómoda.

- ¿Quién es ella?- le preguntó en voz baja.

- Es mi hermana Ivanna- dijo Andreina- No te dejes engañar; por lo general es muy violenta, aunque nunca con Diego.

- ¿Segura que es su hermana?- dijo Miriam con cara de enojo y dolor.

Ivanna puso a Diego de vuelta en el suelo, luego lo miró sonriendo.

- Me tenías preocupada, Bebé- le dijo.

- Lo sé- dijo Diego- Cuando me hablaste por telepatía, realmente creí que irías a El Llanto Negro y matarías a todo el mundo.

- Iba a hacerlo- dijo ella con seriedad.

Ella suspiró y volvió a sonreír, luego miró a las chicas.

- Hola Andreina- dijo sonriendo.

- ¿Qué onda hermana?- saludó Andreina

- No te hagas la idiota- dijo Ivanna- Ven acá.

Andreina sonrió y fue hasta ella. Ambas se abrazaron y se dieron un beso en la mejilla, luego Ivanna la miró con expresión seria.

- Le causaste muchos problemas a tu hermano en ese pueblo- le dijo.

- Lo sé- suspiró Andreina apenada.

- Ya hablaremos de eso- dijo ella, luego miró a Gabriela y a Miriam- ¿Y ellas son?

- Mi nuevo clan- dijo Diego y señaló a Miriam- Ella es Miriam Martínez.

Ivanna estrechó la mano de Miriam con una sonrisa radiante.

- Encantada- dijo ella.

- Igualmente- dijo Miriam

- Eres muy bonita- dijo Ivanna sonriendo en cuanto soltó su mano- ¿Qué edad tienes?

- Trece- sonrió Miriam.

- Hermosa edad- dijo Ivanna con nostalgia- Yo quería quedarme de trece años, pero mi naturaleza no me lo permitió. No tuve la suerte de Diego.

Miriam rió, luego Ivanna miró a Gabriela y su expresión alegre se tornó en una confusa y de preocupación. Gabriela la miró incomoda y nerviosa, por como aquellos ojos azules como zafiros la miraban.

- Ho... hola- dijo Gabriela nerviosa.

- Vaya- dijo Ivanna, y luego dibujó media sonrisa en rostro, que mostraba algo de incredulidad- Hablando de desastres naturales.

- Ella es Gabriela- dijo Diego.

Ivanna continuó mirándola minuciosamente por varios segundos. Entonces miró a Diego y le sonrió.

- ¿Puedo quedármela?- le preguntó, ahora con una sonrisa inocente.

- ¿Qué?- dijo Gabriela nerviosa y desconcertada.

- Es mi niñera- dijo Diego- No puedes tenerla, Ivanna.

- Ya tienes una niñera- le recordó Ivanna con el ceño fruncido- Galatea Berzelius.

- Pues...- dijo Diego, con su acostumbrado rostro de maniquí- Ahora tengo dos.

- Eso no se puede.

- ¿Según quien?

- Según las leyes de las niñeras- dijo Ivanna.

- Eso no existe, Ivy.

- ¡No me llames Ivy!- Grito ella. Se había enfadado repentinamente y sus ojos azul zafiro se tornaron rojos como la sangre.

- Lo siento- Dijo Diego.

Ivanna lo miró por unos segundos, con enfado, luego suspiró mientras sus ojos volvían a ser azules. Entonces sonrió de nuevo, de una manera amistosa. Miró a Gabriela, la cual no solo estaba confundida sino aterrada.

Gabriela miró a aquella mujer, la cual era tan alta como ella misma. Miró sus ojos azules y sus rasgos fuertes pero sensuales, sus labios delgados y su fuerte barbilla.

- Es broma- Sonrió Ivanna mirando a Gabriela con una extraña expresión de deseo- Te pertenece. No puedo hacer nada al respecto.

- Me alegra que lo entiendas- dijo él.

- Pero debo recalcar, que dejar que una criatura como esta, sirva de niñera, es un desperdicio

- ¿Sabes?- dijo Diego- No estás siendo muy amable, Ivanna.

- No está en su naturaleza serlo- dijo otra voz de repente.

Todos miraron hacia una mujer alta y de vestido negro, que venía caminando hacia ellos. Tenía largos y lizos cabellos negros que llegaban por sus rodillas.

- Jessica- dijo Diego.

- Tienes mucho valor viniendo a esta casa- dijo Jessica acercándose a Diego con actitud hostil.

- Jessica- dijo Ivanna- No vayas a...

El sonido de la bofetada se oyó en toda la sala y Diego cayó al suelo con la boca sangrando. Gabriela y Miriam intentaron ir contra aquella mujer, pero Diego les hizo una señal de alto con su mano, y se detuvieron.

- Dame una razón para no echarte de esta casa- dijo Jessica a Diego, quien aún se encontraba en el suelo.

- Según tengo entendido, esta casa le pertenece a mamá- dijo Diego con su voz fría y calmada, y sin expresión alguna- Solo ella puede echarme.

Jessica miró con sus ojos cafés hacia Gabriela, Miriam y Andreina, luego miró a Diego, quien ya se había puesto de pie.

- Dejaste que las cuarenta llamaran la atención en ese pueblo- dijo Jessica- Expusiste nuestro anonimato, guiaste a los cazadores y a los Arcángeles a Venezuela, y no conforme con eso traes a esa cosa a nuestra casa- señaló a Gabriela- ¿Qué crees que hará mamá cuando se entere?

- No fui yo, ni tampoco las cuarenta quienes trajimos a los Arcángeles a Venezuela- dijo Diego- Fue Lilu quien lo hizo. Ella mostró nuestra existencia en este país- Diego la miró con su inexpresivo rostro- Pero a ella no eres capaz de pegarle ¿Cierto?

Jessica lo miró con odio y levantó su mano para golpearlo de nuevo, pero una mano detuvo su brazo de repente. Ella miró de quien se trataba. Era una mujer alta y rubia, quien la miró con unos ojos marrones muy claros, como los de una leona.

- Tocas a mi hermano de nuevo, y te aseguro que esa mano no volverá a tocar a nadie más- dijo aquella mujer rubia en tono serio.

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Comments

gabriela rojas

gabriela rojas

Woow hasta ahora voy en el tercer capítulo y ya lo quiero terminar es tan interesante....Me encanta

2023-01-07

0

Winona Fleming

Winona Fleming

hasta que por fin alguien lo golpea

2022-11-30

1

Nellys Cabeza

Nellys Cabeza

muy bien ,porque hay tantas niñas o mujeres y pocos varones???

2022-11-16

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