Ritsu Hikasa

Gabriela y Miriam se miraron incrédulas y un poco preocupadas.

- Imposible- dijo Gabriela- No pudimos haber dormido tanto.

- ¿Imposible?- dijo Andreina extrañada- De hecho es muy normal. Los demonios solo duermen cuando están casados y eso pasa como mínimo una vez al mes. Pero… cuando dormimos solemos hacerlo por muchos días y no hay forma de que nos despierten.

Gabriela recordó que Diego le había dicho algo similar poco antes de la batalla con Vega. Además recordó la primera vez que vio a Tamara. Ella acababa de despertar de un sueño de dos meses, según Ivanna.

- En mi caso- agregó Andreina- Estuve dormida mucho tiempo en El Llanto Negro, gracias a Diego. Así que no necesitaré descansar por un largo tiempo.

Gabriela miró a Miriam de repente.

- ¿Tu sabías eso?- le preguntó.

- No- dijo Miriam extrañada- Yo no… no había dormido desde hace mucho.

- Llevas meses siendo demonio, Miriam- dijo Gabriela- Debiste haber dormido en algún momento.

- Pues no…- dijo Miriam pensando- Bueno, que yo sepa... no.

- Es lógico- dijo Andreina- Miriam nunca tuvo necesidad de usar su poder demoniaco, sino hasta la batalla de hace tres días. Por eso nunca tuvo que descansar. Pero…

Andreina calló mientras miraba hacia la habitacion detrás de las dos chicas, un poco confundida y extrañada.

- Oigan…- dijo señalando hacia adentro de la habitación- ¿Qué está haciendo esa cosa aquí?

Miriam y Gabriela miraron hacia la dirección que señalaba Andreina, y vieron a una muñeca sentada sobre una mesa de noche. Era de cera y estaba vestida como peregrina.

- Ah, no sé- dijo Miriam- La vi ahí cuando desperté.

Gabriela tomó la muñeca y la detalló. Miró sus ojos cafés, que parecían tan reales. Como si estuviese viva.

- También encontré una en mi cuarto cuando desperté- dijo Gabriela con desconcierto.

- Yo creí que Diego la había dejado ahí- dijo Miriam.

- No…- dijo Andreina acercándose- Esa es una de las muñecas de Verona. Y… no suele dejarlas por allí tiradas.

Miriam recordó el momento en el que pasaba por la puerta cuya placa decía “Verona”. Allí había visto una muñeca recostada. Recordó las palabras que aparecieron escritas en la puerta “No toques mis muñecas”.

- Hay que devolvérsela- dijo Miriam nerviosa.

- No- dijo Andreina- Ni se les ocurra entrar en esa habitación. Ya vendrá a buscarla. Solo… déjenla donde la encontraron.

- ¿Por qué las dejaría en nuestras habitaciones?- preguntó Gabriela mientras devolvía la muñeca a la mesa.

- Como centinelas- dijo Andreina- He oído que Verona puede escuchar y ver a través de sus muñecas. Quizá… quería saber sobre ustedes.

- ¿Por qué?- preguntó Miriam.

- Curiosidad- dijo Andreina encogiéndose de hombros- Es inofensiva, siempre y cuando no se acerquen demasiado a ella, o… a sus muñecas.

Salieron de la habitación y se quedaron mirando el pasillo, sin saber que hacer ahora.

- ¿Y ahora como se supone que saldremos de este pasillo?- preguntó Gabriela.

- Pídanle el favor a Miranda- dijo Andreina.

Gabriela y Miriam miraron a Andreina fijamente, con una expresión de desconcierto y duda. Andreina soltó una carcajada.

- Es un chiste- dijo aun riendo- Ivanna debe estar despierta. Pueden decirle a ella.

- La verdad es que ella también me da un poquito de miedo- dijo Gabriela dudosa- Yo prefiero esperar a Diego.

En ese momento, una puerta distante se abrió y una mujer salió de una habitación. Llevaba una franelilla negra y pantalones de cuero ajustados. Su largo y liso cabello negro estaba recogido en una sola cola.

Camino hacia ellas. Se veía en forma a pesar de que parecía de unos treinta años. Al acercarse, Gabriela pudo notar que era asiática, y que sus facciones eran rusticas, pero muy sensuales.

Las miró a las tres, un poco confundida.

- Ritsu- dijo Andreina en tono serio

La mujer la miró y sonrió con un poco de hipocresía.

- Konnichiwa, oneesama- dijo ella, aun sonriendo.

Gabriela notó tres cosas en ese momento. Primero, por el idioma, que era japonesa. Segundo, por su voz, que era la misma chica que la había hecho tirar la fotografía en el cuarto de María hacía ya tres noches. Tercero, que para ser Japonesa, sus pechos eran demasiado grandes, aunque no tanto como los de ella.

- ¿No deberías estar en Tokio?- preguntó Andreina.

- Debería- dijo la mujer- Pero tuve un… pequeño problema con Azusa. Algo así, como… diferencia de ideas. Así que vine a pasar unos días aquí.

En ese momento, Gabriela recordó a la hermosa Azusa diciendo “Nuestra hermana Ritsu lo ha complicado mas de lo que ya estaba”.

- Oh- dijo Ritsu, y entonces Gabriela notó que la estaba mirando a ella fijamente- Esto si es algo que nunca esperé ver.

La cara de la mujer era de sorpresa y satisfacción mientras la veía.

- Ritsu- dijo Andreina- No lo hagas.

Ritsu miró a Andreina un segundo, luego volvió a mirar a Gabriela y tras unos segundos suspiró resignada.

- Como sea- dijo- No es asunto mío.

- Tienes razón- dijo Andreina- no lo es.

Andreina tomó aire y miró a Gabriela y a Miriam.

- Chicas…- dijo- Les presento a Ritsu Hikasa, la única de nuestras hermanas asiáticas, que parece no entender la frase “Quédate en tus tierras”- Ritsu sonrió- Ellas son Gabriela y Miriam. Lo único que queda del clan Halliwell.

- Ah- dijo Ritsu sorprendida- Son amigas de Diego. Eso lo explica. Solo él reclutaría a un despertar.

- No me meto en sus asuntos- dijo ella- Por cierto… que bueno que apareces. Ellas necesitan salir y Jade y yo tenemos arresto domiciliario. Así que… ¿Les harías el favor de abrir la puerta?

- Claro…- dijo ella con naturalidad- Voy de salida de todos modos.

Ritsu comenzó a caminar por el pasillo, en dirección hacia el espejo

- Vayan con ella- dijo Andreina- Estarán bien.

- ¿Tu no vienes?- preguntó Gabriela.

- No- dijo ella- El espejo no se abrirá si yo estoy presente. Me quedaré aquí a esperar a Diego.

- Okey…- dijo Gabriela- Nos vemos entonces.

Comenzaron a seguir a Ritsu, a una distancia prudente. Al igual que el resto de las Lilims que estaban en esa casa, ella no se veía nada confiable.

- ¿Así que… lo que queda del Clan Halliwell?- preguntó ella de repente, mientras caminaba- ¿Qué pasó con… María, Rebeca, Galatea, Priscilla… y esa mujer odiosa llamada Marycer?

- Eh…- tartamudeó Gabriela nerviosa- Pues… María y Rebeca murieron hace tres días. Pero de las otras tres… no sé nada. Ni siquiera las conozco.

- ¿De verdad están muertas? - se extrañó Ritsu- ¿Cómo fue?

- Pues… a Rebeca la mató Diego. Y a María, pues…- Ella recordó el momento en que Andreina desvió el disco cortante de Rebeca hacia María y la cortó en dos- A ella la mató Andreina.

- ¿Que?- se impactó Ritsu- Pero… ¿Por qué?

- Nos traicionaron- dijo Gabriela- Intentaron robar la espada Nica junto con otros demonios.

- Rayos…- dijo ella incrédula.

Llegaron hasta el espejo y él reflejo de Ritsu las miró a las tres.

- ¿Qué tienen en común Felicia Aldana, Laura Camperter y Sara Usher?- preguntó el reflejo.

- A las tres me las comí delante de sus hijos- respondió Ritsu.

El espejo se abrió como una puerta. Entonces Gabriela miró a Ritsu con horror.

- ¿De verdad hiciste eso?- Le preguntó horrorizada.

- Eran brujas que adoraban a mi madre- dijo Ritsu- Yo quería comerme a sus primogénitos como castigo por traicionar el aquelarre. Pero ellas prefirieron sacrificarse en su lugar.

- ¿Pero delante de sus hijos?

- Tenía que dejar claro el mensaje- dijo Ritsu- Además… si no lo hacía, enviarían a Diego a hacer el trabajo. Y créeme que él, no solo se hubiese comido a los primogénitos sino a todos sus hijos. Y yo habría quedado como una incompetente.

- Diego no hubiera hecho eso- dijo Miriam con seguridad.

- ¿No?- sonrió Ritsu mirando a Miriam- Obviamente no lo conoces, muchacha.

Entraron al pasillo público, y cuando llegaron a la escalera, vieron a Diego, que venía subiendo. Miriam corrió a abrazarlo.

- Si…- dijo Diego con su acostumbrada ausencia de emoción mientras Miriam lo abrazaba- Yo también te extrañé, Miriam.

- Nos dejaste dormir tres días, Diego- le reprochó Gabriela.

- Aunque las hubiese golpeado con el mazo de Andreina, no habrían despertado- dijo Diego.

- Eso es cierto- dijo Ritsu.

Miriam soltó a Diego y él se quedó mirando a Ritsu fijamente.

- Justo la hermana Asiática que quería ver- dijo él.

Gabriela notó algo extraño en Diego. Se veía un poco distinto al Diego que conocía.Tenía su mismo rostro inexpresivo de siempre. Pero definitivamente había algo distinto.

- ¿Por qué?- sonrió Ritsu- ¿Extrañas mis postres?

- Pues… si- dijo él- Por eso y porque estoy noventa por ciento seguro de sabes algo que yo quiero saber.

Ritsu suspiró con pesar y fastidio, luego lo miró fijamente.

- Oniichan, ya tuvimos esta conversación hace diez años- dijo ella- Y honestamente no sé dónde está Rico. Pero, aunque lo supiera… sabes que no puedo decírtelo.

- Sé que lo sabes- dijo él- Eres su hija favorita. Te crió hasta que tuviste veinte años. Y nunca ha perdido el contacto contigo.

Ella volvió a suspirar, esta vez con resignación.

- Okey… lo vi hace cinco años- dijo- Vivió conmigo por unos meses. Luego se fue.

- ¿A dónde?- preguntó él

- No lo sé. Él… se topó con Priscilla una tarde y al día siguiente me dijo que se iba con ella. Pero… no dijo a donde.

- Qué curioso- dijo Diego- ahora está con la única hibrida que nadie puede rastrear, y que cambia de domicilio como cambiar de pantaletas.

- Oye…- Negó ella con fastidio- Te estoy diciendo la verdad. No tengo idea de donde pueda estar.

De pronto, Diego hizo aparecer la espada Nica en su mano, y Ritsu retrocedió con terror.

- Oye…- dijo ella temblorosa- Te juro que no se nada, Diego.

- No te creo- dijo Diego avanzando hacia ella.

Gabriela, asustada y preocupada, se movió velozmente hacia Diego y lo abrazó con fuerza.

- Sé dónde está- le susurró al oído- De alguna forma lo sé.

Diego mantuvo la vista fija en la asustada Ritsu. Segundos después, desapareció la espada y Gabriela lo soltó. Ambos se miraron a los ojos.

- ¿Qué sucede aquí?- dijo de pronto Moa, quien venía caminando hacia ellos por el pasillo.

- Na… nada- tartamudeó Ritsu mirándola- Solo… una simple discusión.

Moa la miró un segundo, luego miró a Diego y frunció el ceño extrañada.

- Que mal luces, hermano- dijo.

Gabriela lo miró. Era cierto. Lucía diferente y obviamente no era ella la única que lo notaba.

- Créeme, me he visto peor- dijo Diego.

- No me gustaría estar allí para verte en esos días- dijo Moa aun extrañada. Luego miró a Ritsu- Tu ven conmigo. Tenemos que hablar.

- Claro…- dijo Ritsu pasando el susto.

Moa y Ritsu se alejaron por el pasillo. Gabriela golpeó a Diego en el hombro.

- ¿De verdad ibas a matar a tu hermana?- le preguntó.

- Si- dijo Diego mirándola con su rostro inexpresivo- Es que estoy de mal humor.

Más tarde, Moa se encontraba sentada en su cama, al lado de Ritsu, conversando.

- Dicen que dejaste escapar a Galatea en Tokio- decía Moa- ¿Puedo saber por qué?

- Se me ordenó interrogarla- dijo Ritsu- No asesinarla.

- ¿Cómo es eso?- sonrió Moa confundida- ¿Galatea te dijo que no sabía nada del libro del sol y tu… la dejaste ir?

- Oh, no- negó Ritsu- Efectivamente, Galatea robó el libro del sol en Egipto. Pero… no para ella.

- ¿Entonces para quién?- quiso saber Moa.

- ¿Tú para quien crees?- Dijo Ritsu con fastidio.

- Para Diego- dijo Moa con seguridad.

- No me lo dijo, Obviamente- dijo Ritsu- Pero no podía sacarle las respuestas a golpes. Galatea es amiga de Rico y Diego. Si le hago un rasguño, ellos lo sabrán. Y aunque Rico sea mi padre adoptivo, me castigará severamente. Y será peor si caigo en manos de Diego. Es decir, Galatea es su niñera.

- ¿Fue por eso que Azusa se molestó contigo?- preguntó Moa- ¿Por no torturar a Galatea?

- Exacto- dijo Ritsu- Y sigue creyendo que Galatea tiene el libro.

Moa suspiró pensativa y se levantó de la cama. Caminó un poco por la habitación y luego miró a Ritsu, aun pensando.

- Diego no se atrevería a venir aquí si tuviera el libro del sol con él- dijo.

- Lo sé- dijo Ritsu en tono de derrota- No es idiota.

- Además…- dijo Moa ahora con expresión de duda- Ambas sabemos lo que Diego haría con ese libro. Pero… no lo ha hecho. Galatea robó el libro hace ciento cincuenta años ¿Por qué esperaría Diego tanto tiempo para utilizarlo?

- Lo sé. No tiene lógica- dijo Ritsu- Pero… ¿Para quién más robaría Galatea un artefacto tan poderoso? Y más importante aún… ¿Por quién más arriesgaría así su vida?

- Pues…- suspiró Moa inquieta- Eso solo lo sabremos preguntándoselo a ella. Y… se lo preguntamos nosotras, o… dejamos que mamá se lo pregunte.

- Sabes que mamá la torturará hasta matarla.

- Lo sé- dijo Moa- Y ni aun así, logrará sacarle algo. Esas mujeres son fieles al clan Halliwell hasta la muerte.

Las cuarenta, poseían un don único en el mundo Demoniaco. Tenían el poder de volverse totalmente invisibles e indetectables para los demonios, incluso para los demonios más poderosos que ellas. Por esta razón, ni Moa ni Ritsu, pudieron sentir a Andreina escuchando aquella conversación desde el otro lado de la puerta de la habitación.

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