La princesa desterrada

Diego condujo a las tres chicas hasta una escalera de caracol, que descendía hacia una especie de sótano.

- Oye…- dijo Gabriela en cuanto llegaron a la escalera- ¿Entonces tu fuiste quien ordenó poner esas muñecas en nuestras habitaciones?

- Si- dijo Diego- De esa forma Verona podía verlas a ustedes, y si algo raro pasaba, ella me avisaría.

- ¿Pero por qué lo hiciste?- preguntó ella

- Porque anoche entre a tu cuarto mientras dormías y vi a alguien contigo. No pude ver quien era, solo vi su silueta mientras se esfumaba. Pero quien haya sido, provocó esos sueños y puso ese parasito en tu cabeza.

Gabriela suspiró irritada y muy preocupada a la vez.

- ¿Por eso no has dormido?- preguntó Andreina.

- No es prudente dormirme, con toda la tensión que hay aquí- dijo Diego- Está Miranda, está Jessica, tenemos un despertar, tenemos a Erika, estás tú, el asunto de las cuarenta, Saori…

- ¿Saori?- preguntó Andreina confundida- ¿Qué no vive en Siberia?

- Está aquí- dijo Diego- Y ese es otro asunto que me tiene intrigado. La hicieron venir desde Siberia a darle un mensaje a Marycer.

- Eso no… no suena lógico- dijo Andreina extrañada- ¿Qué mensaje era?

- Se los contaré en el camino.

Diego iba a comenzar a bajar las escaleras, cuando Gabriela lo detuvo poniéndole la mano en su hombro.

- Espera- dijo pensativa- Ignoremos el extraño hecho de que tengo los recuerdos de Rico y de que puedo ver lo que hace ahora. Solo… me gustaría saber ¿Qué buscan exactamente en mi cabeza, o en la de Rico?

- Algo que no está allí- dijo Diego- Quieren saber que pasó en la isla de Abigor. Es decir… la razón por la que la destruyeron.

- Si...- dijo Gabriela recordando su sueño- Entiendo que la muerte de todas esas descendientes de Querubines, sea algo problemático. Pero… ¿Por qué es tan importante ahora? O sea… fue hace doscientos años.

- No lo sé- dijo Diego- Ni siquiera cuando se sospechaba que Marycer habia destruido esa isla, fue tan importante el asunto. Pero… creo que quien entró en tu cabeza, no está interesado en la isla ni en esas mujeres. Está interesado en lo que ellas protegían.

Gabriela recordó la conversación entre Rico y Marycer en aquella habitación extraña. “No tengo idea de que custodiaban exactamente. Pero lo que haya sido… quien destruyó la isla se lo llevó”, había dicho Rico a Marycer.

- ¿Y que protegían?- preguntó Gabriela.

- No se sabe exactamente- dijo Diego- Pero… Se dice que Abigor, un demonio de agua, levantó esa isla para ocultar un valioso pero peligroso tesoro. Y… cuando Abigor cayó, por mano de los Arcángeles, el mismo Dios ocultó la isla de la vista de los humanos y puso a las descendientes de los querubines desterrados a custodiar el tesoro de Abigor. A cambio él les permitiría la entrada al paraíso, una vez que murieran.

- Algo muy idiota si consideramos el hecho de que, a pesar de que ellas eran mortales, podían tardar siglos en envejecer y nunca morirían por causas naturales- Sonrió Andreina- Si me lo preguntan, yo creo que quien destruyó esa isla, les hizo un favor.

- Si- dijo Diego- Eso mismo pienso yo.

- Ah- Exclamó Andreina palmeando el brazo de Diego- Olvidé que debo contarte algo. Es sobre tu ex niñera.

- ¿Galatea?- preguntó Diego.

- Si- dijo ella- Te cuento en el camino. Ya vamos.

Bajaron la escalera en forma de caracol y llegaron a una especie de almacén de autos. Había una docena de autos muy lujosos allí.

- Wou- dijo Gabriela impresionada.

- Se gana muy bien como dama de compañía, al parecer- dijo Andreina.

- Claro que no- dijo Diego- Nuestras hermanas tienen empresas. Además… han tenido mucho tiempo para acumular riquezas.

- ¿Ves?- dijo Andreina mirándolo con reproche- Te dije que debías invertir en el crudo.

- Andreina…- dijo Diego- Soy dueño de tres refinerías de petróleo.

- ¿Y por qué carajos no tengo un poni?- Gruñó ella.

- Lo tuviste- dijo él- Pero te lo comiste ¿Recuerdas?

- Ah, si…- dijo ella recordando- Fue un invierno difícil. Pobre Chester

Gabriela rió y miró todos aquellos hermosos autos frente a ella. Luego miró la llave en su mano.

- ¿Cuál es el de Ivanna?- preguntó.

- Ese- dijo Diego señalando un Maverick rojo que lucía muy nuevo.

- ¿Cómo sabes?- preguntó Andreina.

- Es la clase de auto que Ivanna compraría- dijo Diego.

- ¿Un Maverick setenta y dos?- Dijo Gabriela asombrada- Esa mujer, aparte de ser hermosa, sí que tiene muy buen gusto.

- Otra marimacha amante de los autos- dijo Andreina mirando a Gabriela con desaprobación.

Efectivamente era el auto de Ivanna. Su olor estaba en todo su interior. Solo en el momento en que Gabriela abrió la puerta del conductor, pudo apreciar con más calma ese delicioso aroma. Era una mezcla de vainilla y miel, con un toque de aceite de rosas. Un aroma muy femenino para una mujer que lucía tan ruda y que no usaba ni un poco de maquillaje.

Andreina y Miriam ya estaban del otro lado del carro. Pero Diego estaba junto a Gabriela mirándola mientras ella veía el interior del auto sonriendo con deleite.

- ¿Sabes?- dijo Diego, y ella lo miró- Es mi hermana mayor con la que estás teniendo fantasías eróticas en este momento.

- ¿De qué hablas?- sonrió ella fingiendo demencia- No estoy haciendo eso.

- Sí, claro- dijo él- ¿Sabes que por lo general nadie sobrevive al sexo con Ivanna? Su... "Ya sabes que", absorbe la energía de su amante. Y la mayoría de las veces lo debilita hasta matarlo. O le deja fuerza suficiente para vivir por pocos días.

- ¿Enserio?- dijo Gabriela un poco perturbada, y un segundo después sonrió- Que rica forma de morir.

- Estás enferma- dijo él.

Ella soltó una carcajada y luego subió al carro. Andreina y Miriam hicieron el asiento del copiloto hacia adelante y se subieron en los asientos de atrás. Diego tomó el asiento del copiloto.

- Si sabes que si le haces un solo rasguño al carro Ivanna te matara ¿No?- le dijo Andreina a Gabriela.

- Estoy consciente de eso, Andreina- dijo Gabriela incomoda- Gracias.

Gabriela encendió el motor del auto y se sintió extasiada al escucharlo rugir.

- Me encanta ese sonido- dijo con deleite.

- Me preocupas- le dijo Diego mirándola.

- ¿Les hago una pregunta?- dijo Miriam de repente asomándose por el medio de los dos asientos delanteros.

- Ah, Miriam- Sonrió Gabriela fingiendo sorpresa- Aun sigues con nosotros.

- Estúpida- rió Miriam.

- Hacía rato no te oía- rió Gabriela- ¿Qué pasa princesa?

- Pues…- dijo Miriam mirando hacia el frente por el parabrisas- Quería preguntar… ¿Quién carajos va a abrir la puerta del garaje?

Todos se quedaron mirando hacia la puerta roja corrediza al final de la rampa frente a ellos.

- Oh- dijo Gabriela y luego rió.

- Andreina, hazte cargo- dijo Diego.

Andreina desapareció de su asiento y segundos después apareció frente a la puerta.

- Por cierto…- dijo Gabriela mientras veía como Andreina corría la puerta con una sola mano- ¿Hacia dónde vamos exactamente?

- Conoces Cumaná ¿No?- dijo Diego.

- Si- dijo Gabriela- Es mi ciudad natal.

- Bueno… solo conduce hacia el castillo.

- ¿Castillo?- preguntó confundida- ¿Te refieres al castillo de San Antonio De La Eminencia?

- ¿Conoces otro en esta ciudad?

- Pero es un casco histórico- dijo ella- Es pura fachada. Su interior está totalmente sellado.

- Tú solo ve hacia el maldito castillo- dijo Diego.

Ella suspiró y puso el auto en marcha. Salieron a una soleada calle que ella reconoció de inmediato.

- Es la calle Bolívar- dijo sorprendida.

De inmediato miró hacia atrás. Vio la parte trasera de la Casa De Las Muñecas. Era una gran pared rosada, sin ventanas. Solo la puerta del garaje.

- ¿Esta casa siempre ha estado aquí?- Gritó desconcertada.

- Desde mil ochocientos veinte- dijo Diego.

- Maldita sea- dijo incrédula- Solía venir por esta calle con Elena desde que tenía como once años.

- Ahora te tomará semanas superar el hecho de que estuviste pasando cerca de una casa llena de demonios todos los días- dijo Diego.

Esperó a una orilla de la calle a que Andreina cerrara la puerta. Al poco rato, ella apareció en el puesto de atrás de nuevo.

- Oye- le dijo Diego mirándola por el retrovisor- No puedes estar teletransportándote en público, Andreina. Los humanos no están acostumbrados a eso.

- Lo siento- sonrió ella- Se me pasó.

- No parece que alguien se haya dado cuenta- dijo Gabriela mirando a la gente cercana.

Continuó su marcha por aquella calle. Era extraño mirar ese lugar ahora con veintitrés años de edad y sin Elena a su lado. Miraba a los estudiantes caminando por las aceras felices, sin ninguna de sus preocupaciones.

- Bueno…- dijo Diego y miró a Andreina de nuevo por el retrovisor- Ahora sí cuéntame lo que me ibas a contar sobre mi Gala…- el miró a Miriam de pronto- Es decir… sobre mi ex niñera Galatea.

- Ah, claro- dijo Andreina.

Andreina contó toda la conversación que había oído tras la puerta del cuarto de Moa. Para cuando hubo terminado de contar, ya habían llegado a la iglesia Santa Inés, la más famosa de la ciudad.

Los escalones de cemento que rodeaban la iglesia y sus altas rejas negras hicieron recordar a Gabriela su primera comunión. La iglesia nunca había cambiado su color blanco ni sus rejas negras. Ella no había entrado desde su misa de graduación de secundaria. Pero sabía que seguía igual por dentro.

- Galatea no tiene el libro del sol- dijo Diego en cuanto Andreina terminó de hablar.

- ¿Y tú?- quiso saber Andreina.

- Tampoco- dijo Diego- Hace ciento cincuenta años envié a Galatea por el libro del sol a Egipto. Y adivinen que.

- ¿Qué?- dijeron las tres chicas al unísono.

- Nuestro querido amigo Vega también intentaba apoderarse de él- dijo Diego- Pero Galatea fue más fuerte y logró huir con el libro.

- ¿Y que lo hizo entonces?- preguntó Miriam.

- Me lo entregó- dijo Diego- Pero luego resultó que era falso. Ya se imaginaran mi decepción.

- Tanto vaina para nada- sonrió Miriam.

- Okey…- dijo Gabriela sonriendo- Ahora rebobina ¿Qué rayos es el libro del sol?

- Los humanos lo conocen como el libro de Ra- dijo Diego- estuvo en manos de los egipcios hace siglos. Pero ellos desconocían su verdadero poder.

- ¿Y cuál es su verdadero poder?- quiso saber Gabriela.

- Revive a los muertos- dijo Diego- O eso me han dicho.

- ¿De verdad?- dijeron las tres chicas.

- Es algo que se hace con la ayuda del sol- dijo Diego- Quería usar ese libro para revivir a Elizabeth. Pero… ya ven.

Él miró a Miriam de nuevo. Ella había puesto cara de tristeza.

- No te conocía entonces, Miriam- dijo él- Ni siquiera pensabas nacer. No te pongas así

- Ya sé…- dijo ella aun con tristeza- Es que me imagino como te sentiste cuando viste que era falso ese libro.

- Fue frustrante, sí- dijo Diego- Pero lo superé

- Por eso Moa duda que lo tengas- dijo Andreina- Dice que solo querrías el libro del sol para una cosa, y han pasado ya ciento cincuenta años desde que Galatea robo el libro. Creo que le parece extraño que no hayas revivido a Elizabeth.

Tomaron una subida un poco más inclinada de lo que debía ser. Gabriela miraba la pequeña colina con arbustos horribles que rodeaba el Castillo De San Antonio De La Eminencia.

- Por cierto…- agregó Andreina un minuto después- ¿Por fin a que fue Saori a casa de Marycer? ¿Qué no es tu casa? Es decir… ¿No es territorio Halliwell?

- Al parecer Rico estuvo viviendo con Marycer los últimos tres años en esa casa, según los recuerdos de Saori- dijo Diego- Y pues... Hay una tonta ley que prohíbe que yo me vea con Rico. Así que, hace tres días, Saori, por razones que aun no entiendo, fue enviada por Moa a decirle a Marycer que persuadiera a Rico para que saliera de la ciudad cuando se supo que yo estaba en la casa de las muñecas.

- No comprendo- dijo Gabriela confundida.

- La casa de Marycer está justo en la otra costa- dijo Diego- Nada lejos de aquí. Yo podría sentir a Rico a tan poca distancia, y él a mí.

- Espera, espera…- Dijo Andreina agitando la cabeza- ¿Saori fue enviada hace tres días? ¿Exactamente el día que llegamos a la casa de las muñecas? ¿No te parece extraño eso? ¿En qué momento Moa pudo haberle avisado a Saori, la cual estaba en Siberia, que tenía que ir a llevarle ese mensaje a Marycer, la cual, está a menos de una hora de aquí?

- Andreina tiene razón- dijo Gabriela confundida- Es muy raro todo eso, Diego.

- ¿Creen que no lo sé? - dijo Diego- Hay gato encerrado en todo esto. Pero en este momento, no puedo pensar con claridad. Necesito dormir.

Cuando llegaron a la entrada – Que era otra subida aún más inclinada- Gabriela miró la calle que se elevaba en frente del Castillo, la cual tenía el cementerio de la ciudad de un lado y el liceo José Antonio Ramos Sucre al otro. Miró a los estudiantes que transitaban por allí.

- Ahí estudiaba yo- dijo ella con melancolía.

- ¿De verdad?- preguntó Miriam.

- Si- sonrió Gabriela, luego suspiró con pesar- Hasta que mi padre me cambió y me puso en un liceo privado.

- Hay un demonio hibrido en ese liceo- dijo Andreina de pronto.

- ¿Qué?- Preguntó Gabriela desconcertada.

- ¿Estas segura?- preguntó Diego.

- Es un hibrido de clase A- dijo Andreina- Es muy poderoso. Debe tener unos mil o dos mil años de edad.

- Gaby, date prisa- dijo Diego.

- Si- dijo Gabriela acelerando un poco por la entrada del castillo.

Llegaron a la cima. Era una su superficie amplia, con suelo de concreto. Había banquetas de cemento debajo de árboles muy grandes.

Ellos bajaron del auto. Hacía mucha brisa allí y había muy poco sol. Miriam miró el castillo a pocos metros de ellos, mientras Gabriela miraba a Diego, quien caminaba hacia el pequeño muro que rodeaba el borde de aquel lugar.

Desde el borde en el que Diego se encontraba, se podía ver gran parte de la Ciudad de Cumaná. Podía verse el mar a lo lejos y gran parte de la península de Araya. Él miró hacia el castillo, al cual lo rodeaba un muro que, si se miraba desde arriba, se podía apreciar mejor su forma de estrella.

Recordó aquella tarde en que él y Rico miraban el mar, sentados en aquel muro. Esa fue la tarde en que Rico le contó ese sueño tan extraño, donde lo veía a él luchando con Vega y Rebeca, en aquella casa que, él ahora sabía, era su casa en El Llanto Negro.

Volvió a mirar el mar, mientras Gabriela se acercaba por detrás de él.

- Hermoso ¿No?- le preguntó Gabriela cuando estuvo cerca.

- Antes era mejor- dijo Diego mirando aun el mar, luego lo señaló- ¿Ves el mar? Antes cubría toda la parte de la ciudad que ahora ves.

- Si…- dijo ella- Así dicen los historiadores ¿Estuviste aquí en esa época?

- En el año mil seiscientos y algo- dijo Diego, y luego la miró- En este lugar, vi por última vez a mi hermano Rico.

- ¿De verdad?- dijo ella sintiendo pena por él.

- Si…- dijo él- Una mañana, solo… me fui mientras él dormía.

Ella se quedó pensando en eso. No debía ser fácil para él estar en ese lugar en ese momento.

- Oye…- suspiró ella con pesar- ¿Por qué hay una ley que prohíbe que tú y Rico se vean?

- Pues, porque…- dijo él.

- ¡Diego!- Gritó Andreina de pronto, corriendo hacia él con Miriam- Ese hibrido que sentí hace un momento viene hacia acá. Creo que se percató de nuestra presencia.

- Tiene que ser una broma- dijo Diego.

- ¡Maldición!- gritó Andreina y miró a Diego preocupada.

- ¿Qué?- preguntó Diego.

- Es de la realeza- dijo ella nerviosa.

- Eso es imposible- dijo Diego- Es territorio Lilim. ¿Segura que no es a Lilu a quien estás sintiendo?

- No es ella- dijo Andreina- Es un hibrido.

- ¿Quién podría estar tan desquiciado?- preguntó Diego.

Entonces, Gabriela y Miriam comenzaron a sentir el inmenso poder que se aproximaba. No era tan aterrador y aplastante como el de la imponente Miranda. Pero era enorme e intimidante.

- Puedo sentirlo- dijo Miriam nerviosa.

- Si. Yo también- dijo Gabriela igual de nerviosa.

- Esperen…- dijo Diego, quien también había sentido aquel poder acercándose- Conozco esa esencia tan odiosa.

Él miró hacia la cuesta por la que habían subido. Las chicas también miraron hacia esa dirección. Pero no había nadie allí.

- Priscilla- dijo él.

Una niña de la estatura de Diego apareció en el lugar donde ellos miraban. Tenía hermosos cabellos rubios ondulados y llevaba una falda de gabardina azul marino que llegaba un poco más abajo de sus rodillas, zapatos negro casuales, unas medias blancas que casi llegaban a los ruedos de su falda y una camisa azul cielo de botones. Es decir, llevaba el uniforme de Liceo. Y por su camisa azul, Gabriela dedujo que apenas estaba en primero o segundo año, por lo que debía tener entre 12 y 13 años de edad. O por lo menos los aparentaba.

Comenzó a acercarse caminando con naturalidad.

- Tranquilas- dijo Diego- No teman.

- Se parece a…- dijo Andreina mirándola con desconcierto.

- A Elizabeth- dijo Gabriela.

- No- dijo Andreina- Yo iba a decir “a Saori”.

Gabriela la miró mientras se acercaba. Ciertamente, la chica se parecía a Elizabeth, aunque lucía un poco más juvenil y ligeramente menos voluptuosa. Pero también se parecía increíblemente a Saori, la chica rubia que había visto solo unos minutos, antes de ser asesinada temporalmente por Diego.

La chica se detuvo a pocos centímetros de ellos y miró a Diego con una sonrisa. Tenía ojos Azules como el cielo, una boca pequeña y una hermosa tez rubia.

Cuando Gabriela la miró bien, le pareció una mezcla entre Saori y Elizabeth. Pero se podía diferenciar de ambas perfectamente, a pesar de lo increíblemente hermosas que eran las tres chicas. ¿Quién de las tres era más hermosa? Era algo que no podía saberse ni detallándolas a las tres durante siglos.

- Te equivocaste, Andreina- dijo Diego mirando a la chica- No es miembro de la realeza. Dejó de serlo hace quinientos años, cuando traicionó a su padre, el príncipe Asmodeus. Ahora se puede decir que es… una princesa desterrada.

- Volvería a traicionar a mi padre si me dieran la oportunidad- sonrió la chica, con una voz dulce e infantil- Además… sigo teniendo sangre real.

- Y tu poder demoniaco no ha disminuido en nada, según veo- dijo Diego.

- El mismo poder que siempre ha estado fiel al clan Halliwell- sonrió ella.

- Te extrañé, mi niña- dijo él.

- Ven acá, cabezón- Sonrió ella abriendo sus brazos.

Se abrazaron fuertemente por casi un minuto entero. Cuando se soltaron, ella volvió a sonreír alegremente. Pero cuando vio a Gabriela, su expresión de alegría se cambió por una de impacto e incredulidad. Ella miró a Diego con la misma expresión.

- ¿Qué carajos…? - dijo ella, casi gruñendo, pero manteniendo aquella expresión.

- Pris…- dijo Diego- Te juro que no tenía idea de su existencia. La conocí hace como dos meses.

Priscilla volvió a mirar a Gabriela con su expresión de impacto, la cual, luego se convirtió en una expresión severa. Gabriela, por otra parte, estaba confundida y aterrada. Esta chica parecía estar más afectada por su existencia que las hermanas de Diego.

- Pris… no lo hagas, por favor- dijo Diego, y entonces Priscilla lo miró a los ojos- No es su culpa. Es… inocente.

Ella lo estuvo mirando a los ojos por largo rato, en silencio.

- ¿Es broma?- preguntó extrañada.

- No- dijo él.

Priscilla suspiró y negó con la cabeza, inconforme con todo aquello. Entonces miró a Gabriela nuevamente, esta vez por varios segundos.

- Disculpa- dijo Priscilla, luego suspiró y se calmó a si misma- No estoy acostumbrada ver despertares tan… directos.

- ¿Directos?- preguntó Gabriela confundida, y aun muy nerviosa.

- Se refiere a que no solo desciendes de un demonio- dijo Diego- Eres la primera humana que desciende de dicho demonio.

- ¿Es decir?- preguntó ella con interés, aunque ya imaginaba a lo que se refería.

- Es decir que eres hija de un hibrido- dijo Diego- No eres la tataranieta de un nacido de un hibrido, Gaby. Eres… la hija de un hibrido

- ¿Qué?- dijo Gabriela impactada y casi sin palabra. Luego frunció el ceño con rabia- ¿Y tú lo sabías?

Diego calló unos segundos, y luego asintió con la cabeza. Ella levanto su dedo índice a la altura de su nariz, en señal de amenaza hacia Diego. Su enfado y su desconcierto, era tan grande que su cuerpo temblaba.

- Tu y yo…- dijo aun con su índice levantado- Tenemos mucho de qué hablar cuando lleguemos a casa, Diego Halliwell.

- Si…- dijo Diego- Lo sé.

- Lo siento- le dijo Priscilla a Diego apenada.

- Lo sentirás más cuando yo haya dormido y recuperado todo mi poder- le dijo Diego- Puedes creerlo.

Andreina agitó su cabeza confundida y sin poderlo evitar levantó su mano como una periodista en busca de la atención de Priscilla

- Oye…- dijo ella- Tengo una pregunta.

- Si…- sonrió Priscilla- Dime.

- ¿Por qué te pareces a Saori?- preguntó ella- ¿No se supone que eres la hermana menor de Elizabeth? Eso fue lo que me contó Diego.

- Ah…- Suspiró ella con un poco de pesar y desagrado que trató de ocultar- Pues… eso es porque... Saori también es mi hermana.

- ¿Qué?- se impactó Andreina.

- Bueno, media hermana- dijo Priscilla- Tenemos el mismo padre.

- ¿Saori es hija de Amadeus?- preguntó Andreina.

- Si…- dijo Priscilla- También Moa y Miranda.

Gabriela, quien había estado mirando a Diego con recriminación y enojo, se impactó al escuchar eso. Entonces miró a Priscilla.

- ¿Eres hermana de Miranda?- preguntó confundida.

- Si- dijo Priscilla- Tenemos el mismo padre. Pero no la misma madre. Lo que significa que Diego y yo no tenemos ningún parentesco. Solo tenemos tres hermanas en común. Es todo.

- Pero es raro…- dijo Andreina un poco perturbada- Porque… pues… Elizabeth era tu hermana. Es decir que también era hermana de tres de nuestras hermanas. Pero Diego fue novio de Elizabeth. Eso… me suena a incesto.

- Claro que no- rió Priscilla- Ya les dije que no tenemos la misma madre, por lo cual… ni Elizabeth ni yo, somos hermanas de Diego, ni tampoco de Rico, ni tampoco tuyas. No tenemos ninguna conexión sanguínea con ningún Lilim, salvo con Miranda, Moa y Saori

- Igual es raro- dijo Andreina.

- Si…- dijo Gabriela un poco seria- Lo es.

- Bien…- dijo Diego, luego miró a Priscilla- Pris, ellas son… mi hermana Andreina, mi niñera Gabriela y…

Él se quedó un largo rato callado mientras veía a Miriam, quien lo miraba con recriminación.

- Miriam…- dijo él.

- ¿Tu Novia?- sonrió Priscilla.

- Si- dijo Diego.

- Cálmate…- sonrió ella- Ya pasaron más de doscientos años, Diego. Le guardaste luto a mi hermana por mucho tiempo, y te lo agradezco.

- Hace cincuenta años no parecías muy agradecida- dijo él.

Priscilla rió, luego agito su mano para saludar a las chicas amablemente.

- Encantada chicas- dijo sonriendo.

- Chicas…- dijo Diego- Ella es Priscilla…

- Princesa Priscilla- le corrigió Priscilla.

- Ya supéralo- dijo Diego- Fuiste desterrada.

- Oh- dijo ella- Cierto. Ya no soy princesa por nacimiento. Pero soy princesa por matrimonio ¿Recuerdas?

- ¿Ese matrimonio aún existe?- preguntó él.

- Oh… si- sonrió ella- Aun somos cuñados después de todo.

- Okey…- dijo Diego, luego volvió a mirar a las chicas- Esta cosa fastidiosa, inquieta e inestable en todos los sentidos posibles, es la Princesa Priscilla Halliwell, la hermana menor de Elizabeth, la esposa de mi hermano, Rico Halliwell, y para mi desgracia… mi cuñada.

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