La desesperación de Vega

Andreina abrió sus ojos cafés de golpe. Miró la oscura habitación casi vacía en la que se encontraba, mientras se levantaba de la cama.

- Maldito infeliz- gruñó enojada.

Caminó rápidamente hacia la puerta y la abrió con fuerza. Salió al iluminado pasillo de aquel piso y comenzó a caminar por él hasta llegar al enorme espejo al fondo. Su reflejo, con el vestido blanco y sucio y con la boca aun con rastros de sangre, la miró un instante.

- ¿Qué puede hacer Wendy, que no puede hacer ninguna otra de las Cuarenta?- preguntó el reflejo.

- Puede dormir a los humanos con su canto- dijo Andreina en tono agresivo.

- Correcto- dijo el reflejo.

Andreina miró su reflejo un segundo, y luego se sintió confundida.

- Pues, entonces déjame pasar ya- le ordenó.

- Lo siento- dijo el reflejo- Por órdenes de la princesa Ivy, no puedo dejarte salir.

- ¿Qué?- dijo ella incrédula e irritada- ¿Ivanna me prohibió la salida? ¿Quién se cree que es?

- Solo se te dejará salir, cuando el príncipe Ya´qob crea que puedes hacerlo- agregó el reflejo.

- Ah, entonces es obra de Diego- dijo ella impaciente.

- Se te recomienda volver a tu habitación, Andreina Halliwell- dijo el reflejo.

Andreina frunció el ceño, enfadada, y rápidamente, le dio un fuerte golpe al espejo. Pero no pasó nada, el espejo ni siquiera se agrietó.

- Andreina- dijo el reflejo manteniendo un tono cordial- Regresa a tu habitación.

Ella estaba que estallaba de la rabia. Enserio quería volar en pedazos aquel espejo y luego encarar a su hermano.

- Si yo fuera tú, le haría caso- dijo una voz femenina detrás de ella.

Andreina se giró para ver a una mujer alta y de largos cabellos verdes, la cual estaba parada a pocos metros de ella. Tenía una bata de dormir, color negra, que casi mostraba sus enormes pechos. Sus hermosos y brillantes ojos verdes como esmeraldas, resaltaban en su rubio rostro.

- Jade- dijo Andreina, aun en tono agresivo y con mirada asesina.

- Cariño, esa actitud tuya te traerá muchos problemas en esta casa- dijo la mujer- Sobre todo, estando Miranda aquí.

- El espejo no me deja salir- gruño Andreina- Ya respondí su pregunta.

- Obviamente tiene órdenes de no de dejarte salir- dijo Jade- Y si sigues gritando y golpeando, solo empeorarás tu situación.

- ¿Y qué hago?- preguntó desesperada.

- Relájate- dijo Jade, y luego sonrió con unos dientes grandes y blancos- Espera a que Diego venga a buscarte.

Andreina la miró un segundo. Luego algo vino a su cabeza. Algo que le provocó una expresión de desconcierto.

- Tampoco te deja salir- dijo, y luego sonrió con ironía- ¿Cierto?

- Ordenes de Jessica- dijo Jade con fastidio- Debo esperar mi juicio.

- Si...- sonrió Andreina recordando algunas cosas- Claro, estás arrestada.

- Si… al parecer algún idiota le dijo a mamá que tengo una nieta humana y que la he estado ocultando todo este tiempo.

- ¿Y la tienes?- preguntó Andreina.

- Claro que no- dijo ella con fastidio- Ni siquiera tengo hijos ¿Cómo voy a tener una nieta humana? Alguien trata de fastidiarme. Es todo.

- Bueno…- dijo Andreina pensativa- Puede que ahora que Diego trajo a un despertar a la casa, nadie le preste atención a tu supuesto crimen.

- Cierto…- sonrió Jade con una expresión de incredulidad- Oye tienes que contarme de esa mujer.

Andreina suspiró y miró el espejo un segundo, luego miró a Jade de nuevo.

- ¿Un café?- le preguntó resignada.

- Eso está abajo- dijo Jade- Pero podemos tomar el té con Verona.

- Sí, claro…- dijo ella con sarcasmo- Muy graciosa.

Jade rió. Luego ambas comenzaron a caminar de regreso por aquel pasillo.

- Tengo galletas- decía Jade mientras caminaban.

- Eso basta- dijo Andreina.

Mientras tanto, Diego ya había bajado las escaleras y se encontraba caminando por la sala principal. Llegó a una enorme y lujosa cocina, en donde abrió una habitación de dos puertas. Era un refrigerador del tamaño de su cuarto en la casa Halliwell de “El Llanto Negro”. Todo lo que allí había eran órganos en recipientes y sangre en bolsas. Hasta pudo ver un cadáver desnudo de un hombre colgando de un gancho como res.

- Luego- se dijo así mismo y cerró aquel refrigerador.

Caminó hacia una nevera grande que estaba junto a una gran estufa, muy limpia. Abrió la nevera y vio mucha comida normal. Pero todo necesitaba cocinarse.

- ¿Por qué a mí?- se preguntó

- Revisa el horno- dijo una voz pasiva y hueca detrás de él.

Se giró sin prisa, para ver a Miranda parada del otro lado del enorme mesón que rodeaba el espacio en donde él estaba.

- Verona siempre deja torta allí- agregó.

Diego miró el gran horno a un metro de él. Fue hacia el horno y lo abrió. Bingo. Allí estaba media torta sin adornar, en una tortera de aluminio. Entonces miró a Miranda.

- ¿Desde cuándo Verona sabe repostería?- le preguntó.

- Lleva ochenta años aquí encerrada- dijo Miranda- Algo debe hacer para distraerse.

Sacó la tortera y la puso en el mesón frente a Miranda. Luego sacó un cuchillo de sierra de una de las gavetas debajo de dicho mesón, y comenzó a picar un pedazo enorme.

- Veamos qué tan buena es- dijo terminando de picar.

Arrimo una silla alta de madera y se sentó frente al mesón, luego tomó el pedazo que había picado en sus manos y le dio un mordisco.

- Nada mal- dijo y luego tragó- ¿Quieres?

- No- dijo Miranda- A diferencia de ti, yo no disfruto de la comida que ingieren los humanos. Sin embargo… verte comer me resulta muy… estimulante.

- Te compadezco- le dijo él mirándola con su inexpresivo rostro.

La oyó suspirar debajo de aquel cabello negro que cubría su rostro por completo. Entonces ella acerco su mano lentamente hacia su rostro. Pero Diego retrocedió antes de que lograra tocarlo.

- ¿Temes que entre a tu mente?- le preguntó ella regresando su mano.

- No- dijo Diego- Mi mente es un laberinto. Lo que temo es que me dejes en coma como la última vez.

Se oyó una sensual risita debajo de su cabello.

- Eso fue tu culpa- dijo ella.

- Bueno, eso si- dijo él, dándole otro mordisco a su torta.

Miranda guardó silencio mientras el masticaba.

- Ya´qob- dijo de pronto.

- No me llames así- dijo Diego, con su acostumbrada voz fría y pasiva.

- Lo siento- dijo ella- Diego. Hay algo que necesito preguntarte. Es… algo que me tiene pensativa.

- ¿Qué cosa?

- Es sobre Nica- dijo ella- Oí decir a alguien que Lady Marycer, la tiene. Pero… te vi invocarla hace unas horas, y dársela a Erika para que me atacara. ¿Cómo es eso posible?

- No lo sé- dijo él- Pero Mary siempre ha sido buena engañando a los demás. Posiblemente logró hacer una réplica. Como lo hizo Lilu.

Ella lo miró fijamente, en silencio, mientras él continuaba comiendo su trozo de torta.

- ¿Me la muestras un momento?- preguntó ella.

Diego la miró fijamente con sus ojos amarillos y su rostro sin expresiones.

- ¿Dudas de mi palabra?- preguntó él.

- Solo quiero observarla más de cerca- dijo ella- Nunca he tenido la oportunidad.

Continuó mirándola unos segundos. Entonces apareció la espada Nica en su mano izquierda y la puso sobre el mesón, cerca de Miranda.

- Ahí la tienes- dijo él- El arma más sobrevaluada del universo.

Miranda la acarició con sus dedos, lentamente. Luego la tomo en su mano y la observó minuciosamente. Entonces, deslizo su dedo índice por su hoja, haciéndose una pequeña cortada. Se miró su dedo.

- No esperes que desaparezca- dijo Diego- Esa herida sanará con los días, al igual que las heridas de los humanos.

- Interesante- dijo mirando aun su dedo, luego calló y ladeó su cabeza. Diego supuso que sus ojos lo miraban a él- Podría Atravesarte con ella ahora mismo y ver cómo te desangras hasta morir.

- Alguien ya lo intentó hace más de doscientos años- dijo Diego- Pero aún sigo aquí. Por eso digo que es un arma sobrevaluada.

- O quizá… Verónica solo… tuvo mala puntería- dijo Miranda- ¿Lo has pensado?

- No. Pero puede ser.

La oyó suspirar. Ella puso la espada en el mesón nuevamente.

- ¿Sabes, hermano?- dijo ella- Milenios antes de que tu nacieras, yo ya tenía dientes.

- ¿Y eso que significa?- preguntó Diego.

- Sé que ocultas algo- dijo ella- Y no sé por qué, ni que tan grave sea. Pero nada permanece oculto si está entre el cielo y el infierno.

- ¿Me estás amenazando?

- Tú me conoces, Diego ¿Cuándo me has visto amenazar?

Ella le dio la espalda, y comenzó a alejarse lentamente. Diego la miraba mientras se alejaba. Entonces tomó la espada del mesón, y se la lanzó con fuerza contra su espalda. Pero ella se giró velozmente y la esquivó. Pasó a una velocidad sorprendente al lado de aquella espada y en una fracción de segundos, llegó hasta Diego, lo tomó del cuello con una mano, lo puso contra una pared, hizo aparecer una gran daga en su otra mano y se la metió por su boca, atravesandolo por su nuca y clavándolo contra el muro.

Diego pudo ver uno de sus ojos claros con pupilas verticales, parecidas a los de algún enorme reptil. Ese ojo se veía furioso, mientras ella hundía mas la daga en su boca.

Miranda se acercó a su oreja izquierda, aun sosteniendo la daga.

- No siempre estarás en ese pedestal en el que te tiene mi madre- le susurró ella al odio con deleite- Algún día caerás, y yo estaré en primera fila para ver cómo te desmiembran lentamente. Luego disfrutaré comiéndome cada uno de tus deliciosos pedazos.

Ella deslizó su húmeda lengua por la mejilla de su hermano. Diego sintió el ancho de aquella lengua cubriendo toda su mejilla, y como, al final acariciaba su oreja con dos húmedas puntas.

- Oh, si- susurró excitada y más cerca de su oreja- Ruego a Satán por qué ese día llegue pronto, hermanito.

Soltó la daga y retrocedió lentamente, mientras él tomaba la daga con su mano y la retiraba con fuerza de su boca. Al sacarla se desclavó de la pared y cayó de rodillas soltando un torrente de sangre por su boca. Pero no gritó ni se quejó. Ni siquiera mostró expresión alguna.

- Conserva la daga- dijo Miranda- Para que recuerdes esta noche siempre.

Ella despareció del lugar. Diego se puso de pie y se limpió la sangre en su boca con la manga de su suéter.

- Si…- se dijo con su acostumbrado tono pasivo, luego miró la Nica, que había ido a clavarse en una pared lejana- Eso fue una estupidez de mi parte.

Aquella noche Vega miraba la ciudad desde el alto balcón de un edificio, con sus ojos cafés llenos de melancolía y desesperanza. Recordaba la visita que había recibido en su oficina, hacía cuatro horas ya. Un Hades rubio y vestido de negro, que disfrutó darle malas noticias.

- Fallaste- le dijo aquel Hades con una sonrisa odiosa- Rebeca y sus dos amigos murieron. Al igual que María Halliwell.

Vega lo miró desde detrás de un escritorio, desconcertado e irritado por su expresión de satisfacción.

- ¿De verdad pensaste que podías asesinar al hijo de Lilith?- agregó aquel Hades.

- ¿Puedo saber por qué viene un Hades a decirme eso?- gruñó- ¿Qué no son neutrales?

- Lo somos- sonrió él- No estoy participando. Pero… me divierte presenciar estas cosas. Y pensé… que debía informarte eso, para que actuaras antes de que esto se vuelva aburrido.

Su mente volvió al presente y él suspiró mientras se rascaba su barba perfectamente rasurada.

- Idiota- murmuró.

Escuchó pasos acercándose por detrás de él. Eran tacones.

- Veo que volviste muy rápido- dijo él sin voltear a ver a Akane.

- No fue difícil escoger- dijo Akane, luego suspiró cansada- De hecho… solo traje a uno conmigo.

- ¿Qué?- Dijo él desconcertado, y volteó a mirarla- ¿Uno? ¿Qué se supone que haré con uno solo, Akane?

- Es un despertar- dijo Akane, y él se sorprendió- Fue lo único fuerte que encontré.

- ¿Un despertar?- dijo confundido- ¿Descendiente de quién?

- ¿Quién sabe?- dijo ella encogiéndose de hombros- Pero es muy fuerte.

Vega suspiró y negó con la cabeza, un poco preocupado.

- No es suficiente, Akane- dijo él- ¿Qué hay de las Kitties? ¿Ya llegaron a la ciudad?

- Llegaran mañana- dijo Akane.

- ¿Y Snow?

- Aún no sabemos de ella.

- ¡Maldita sea!- gritó desesperado.

- ¿Cuál es la prisa?- preguntó Akane confundida- Ni siquiera sabes a donde fue Diego.

- No- dijo Vega- Pero él no va a tardar en saber en dónde estamos nosotros.

- ¿Crees que se tome la molestia de buscarnos?- sonrió Akane- Para él, no somos tan importantes.

Vega la miró a los ojos, irritado e impaciente.

- Atacamos su casa- dijo él- Asesinamos a varios miembros de su clan, intentamos matar a su niñera y a su novia, enviamos Kamikazes a sus tierras, los cuales atrajeron a los Arcángeles. Créeme, Akane, él vendrá por nosotros. ¡Por todos nosotros!

Akane se quedó pensando en aquello con seriedad. Los Halliwell no eran conocidos por su estilo burócrata ni compasivo. Eran más bien conocidos por ser sanguinarios y vengativos.

- ¿Y qué haremos?- preguntó ella.

- Tratar de localizarlo antes de que él nos localice a nosotros- dijo Vega.

- ¿Eso es todo?- dijo ella desconcertada y nerviosa.

- Y reunir a nuestros elementos más poderosos en esta ciudad- dijo él.

Ella sonrió y negó preocupada.

- Dime que al menos tienes un plan de ataque, solo en caso de que encontremos a Diego Halliwell- dijo ella.

- Lo tengo- dijo él, luego la miró pensativo- Llama a la tal Betzabeth.

- ¿A la hija del Querubín?- se extrañó ella- ¿Para qué?

- Me interesa su versión sobre lo que pasó en la isla de Abigor- dijo él- ella... dijo algo la última vez que… me dejó pensativo.

- Se rehusó a colaborar con nuestra causa, Vega- le recordó ella.

- Tu solo llámala- dijo Vega.

Dicho esto, pasó por el lado de Akane y entró a su elegante y enorme penthouse, y fue hacia una licorera al fondo. Akane fue tras él.

- No confió en esa mujer- decía ella mientras lo seguía.

- Bueno…- dijo él tomando una botella de brandy de la licorera- es el único ser en esta ciudad que odia a Diego Halliwell. O por lo menos el único que se atreve a actuar en contra de los Lilims.

- Quiere la cabeza de Marycer Halliwell- le recalcó ella mientras él se servía un trago en un vaso- Y está dispuesta a hacer cualquier cosa por conseguirla. Eso incluye vendernos.

- Por favor…- suspiró él fastidiado, sosteniendo su vaso con brandy- Te pasas te paranoica, Akane Hirasawa. Necesitas algo de fe a veces ¿Sabes?

Akane lo miró fijamente a sus ojos, deduciendo algo que la preocupaba más que él mismo.

- Estás desesperado- le dijo manteniendo su ojos fijos en los de él- Estás… tan asustado por lo que Diego pueda hacer, que estás dispuesto a confiar hasta en los Arcángeles si tienes que hacerlo.

Vega tomó su trago rápidamente y puso el vaso junto a la licorera con brusquedad, luego la miró un poco alterado.

- Óyeme bien- le dijo levantando su dedo índice a la altura de su nariz- No le temo a ese enano, ni a su tropa de mujeres locas. Pero sí estoy dispuesto a pactar hasta con los Hades si es necesario con tal de conseguir esa maldita espada ¿Entiendes? ¡Haré lo que sea!

- ¿Eso incluye recibir otra paliza de Galatea Berzelius, como la que te dio en Egipto hace ciento cincuenta años cuando trataste de quitarle el libro del sol?- dijo ella apretando los dientes.

- Galatea ya no pertenece al clan Halliwell- le recordó él

- Los Halliwell siempre serán Halliwell- dijo ella- Y por cierto… desde mil ochocientos sesenta, es Lady Galatea Halliwell. Un miembro de la nobleza Lilim, lo que significa que, aparte de poderosa, es intocable.

En ese momento, un hombre musculoso y rubio apareció junto a ellos, de la nada.

- ¿Qué nadie usa las puertas en este edificio?- dijo Vega irritado.

- Lo siento- dijo el hombre apenado.

- ¿Qué sucede, Erick?- quiso saber Vega.

- Encontramos a Priscilla Halliwell- dijo el hombre

- ¿Qué?- dijeron Vega y Akane al unísono, totalmente impactados.

- ¿Cómo así?- preguntó Vega incrédulo- ¿Dónde está?

- Está en esta ciudad- dijo el hombre- Ha estado aquí desde hace tres años. Pero… se hace llamar Priscilla Tonks, ahora.

- Un apellido inglés en un país latinoamericano- suspiró Akane con desaprobación- Los Halliwell tienen un extraño sentido del humor.

- Debemos enviar a alguien por ella- dijo Vega de inmediato.

- ¿Qué?- gritó Akane desconcertada- ¿Sigues queriendo reclutar a Priscilla? ¿La hija de Asmodeus? ¿La cuñada de Diego Halliwell?

- Ex cuñada- corrigió Vega.

- ¡Es una Halliwell!- le recordó ella- Y es peor que una Lady. ¡Es una Princesa!

- Pues por eso será de gran utilidad- dijo él.

- ¿Qué parte de “es una Halliwell” no entiendes, Vega?- dijo ella perdiendo la paciencia- No solo se negará a ayudarnos, sino que matará a quien sea que envíes por ella, y pondrá sobre aviso a Diego.

- ¡No tengo opción!- gritó Vega irritado y la miró un segundo a los ojos- Le daremos a Priscilla lo que pida. Cualquier cosa. Pero tenemos que conseguir que coopere con nosotros.

Ella lo miró un instante, preocupada. Dudando del juicio de su amigo. Luego negó con la cabeza despacio.

- Sobrepasas los límites de la desesperación, Vega- dijo ella- Estás loco de remate.

- Los resultados decidirán si lo estoy o no- dijo Vega y luego miró a Erick- Arregla una reunión con Priscilla. Pero que sea lo antes posible.

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