Llegó el día de la boda más esperada de toda esa década. ¿Es privada y muy discreta la boda, pero seamos sinceros, puede ser una boda así? Pregunten a Casilda y sus amigas Eneilda y Lola, si puede ser y pasar desapercibida.
— Ella no dijo nada de mantenernos sin hablar, al final, es nuestro trabajo. Sabe que no podemos estar escondiendo que precisamos esto o aquello para hacer el vestido, la torta y los chanchos.
— Es cierto — defendió alguna vecina. Además yo la vi pasar altiva y feliz.
— Pero la verdad, precisamos saber más cosas. Voy a ir esta misma tarde a saber las medidas de Dominga.
— Y yo, preciso saber de cuántos kilos la torta, pues pidió de tres pisos y no hablamos de los kilos.
— Vos, que te molestaste la otra vez con ella, ahora no vas a querer salir de su casa... ja, ja, ja — Lola echo una carcajada.
— Vamos, vamos las tres, tenemos que parar allá, para que todo salga magnífico — habló Casilda. Tengo mucho para hacer...
— ¡Mucho para averiguar, será! — gritó Lola.
— Soy una perfecta solterona empedernida, uno más que se me va, quiero saber cómo levantará vuelo, esta sí, que es pelea para dirigir desde la mejor esquina.
Claro que sí. Casilda ha entrado en cancha con la mejor predisposición, es como un futbolista que ingresa al campo y sabe que va a golear y así está ella, ni siquiera la arbitraria dueña de casa, puede con los avances a medio campo y lo ataques delanteros, los está poniendo en práctica con el equipo completo, armando el despliegue de entrada en área con toda la capacidad de una verdadera campeona. En medio día, consiguió hacer lo que le llevaría una semana a doña Genoveva.
— Que me disculpem sus amigas señora —le advirtió—¡Si la dejo a usted bajo sus ayuda, llegará el día del matrimonio, y nadie sabrá ni de sus patas!
— Vamos, vamos— solo atinó a decir la señora, visto que la alumbrada Casilda, comenzó a dirigir con total capacidad.
— ¿Y las invitaciones doña Genoveva? ¿Ya vienen de La Paz?
— Ay, no habrán invitaciones.
— ¿Cómo que no habrán? ¿Quién se casa pues? ¿Es la última criada de su casa?
— No pues.
— Da tiempo señora. Hay vuelo todos los días a La Paz. Ya no es como en sus tiempos.
— Si eso lo se...es que es privado el casamiento.
— Por más privado que sea. Las princesas a veces se casan con un mínimo de invitados, pero siempre habrán tarjetas de invitación para guardar de memoria. Esto no es un acto que pase con el viento.
— Está bien, haga el encargo.
— Quiero todos los datos. ¡Ah! Y ya mismo, el nombre de los testigos y padrinos de ambos novios.
— ¿Ah?
— Como si no lo supiera...
— ¿Qué?
— Quiero decir que supongo algunos nombres, pero es usted la que debe decirme.
Doña Genoveva entendió que la privacidad es una cuestión muy subjetiva, en eso de sociedad y su deberes y funciones, lo que rige es la relación inteligente y superficial, que debe moverse bien con cuidado o libremente, pero sí, debe coexsistir en cada acción y decisión humana.
— No se del novio, pero si de mi sobrina.
— Ah, bueno, si ustedes gustan, me pasan los nombres...
— Mi sobrina debe decidir...— Doña Genoveva se ha puesto incómoda. Basta de...uff, esto es dificil. Hacer una celebración visto es que cuesta. Está como acorralada. Es la edad, el cambio provocado por el tiempo en las actividades sociales
Casilda se movió de su posicion para orientar en el área de la cocina y sevidumbre.
— ¿Han visto? jajaja. Milán, Genova, Venecia y qué se más, cadi le dije, cómo si usted vivió por allá, y no aprendió a organizar banquetes, el mínimo de 19 personas en un disque discreto yantar, debe ser detallado y desmenizado en todo por el personal que organiza y actua. Si no fuera por ese mi arroje, estuvieran pensando todavía en qué hacer y vestir y comer y beber, y ya falta apenas una semana del día.
— ¡Tengo aquí mi lista de lo que preciso para todo el banquete incluyendo una lista aparte solo de la torta. ¿A quien le pido?
— Nada, no me mires a mí. Esta señora había tenido mucho de mentecata. Muy de alto estilo y nada en serio con eso de su vida en Europa. No creo que allí sean todos tranquilos, creo que estamos mejor nosotros.
— Sí querida, Los puercos están bellos, pero no hay uno que esté como para rellenarlos. Tienrn en su chiquero cuatro, son muy lechones y no cam a aguantar el arroz a la valenciana.
— Véme la lista para el vestido fe novia — pidió Casilda a Eneilda.
— Pero cuál padrón vas a seguir.
— El mismo de Olivia.
— Que tono de blanco.
— Suave palo de rosa.
— ¿Irán a querer ese tono en flores y demás detalles?
Casilda gira el cuerpo muy preciosamente.
Allí delata su belleza. Tiene cuerpo perfecto aunque es bien delgada por lo que no se le notan las curvas como a la mayoría de las trinitarias. Pero no deja de ser una mujer linda. — ¿Cómo decís? — su interrogación es una demostración más de su habilidad en la conquista de una personalidad muy propia y la ganancia del conocer humano. — ¿Acaso no sabes que está embarazada? En esas cuestiones del traje blanco, la iglesia tiene sus preceptos. Por ello, para no causarles problemas de vergüenza, voy a sugerir ese tono,? Respetuoso. Ella se está casando con el dueño de la barriga.
— Y está llegando el dueño de la otra barriga — dijo Lola— y la mujer y la nueva novia.
Efectivamente, llegaban Dagoberto, su esposa y Piba.
—Bien, cuádrense que llega el capitán Dago.
— Y tu muy contenta — rió Eneilda.
— No te entra ni una aguja a martillazos — bromeó Lola.
Casilda camina con pasos firmes por el corredor del ala derecha de la mansión colonial de doña Genoveva.
En ese su caminar acentúa, hoy, su donaire aparecido hace unos instantes y de forma tan voluptuosa pero discretísima, mirando directamente a un foco:
¡Dagoberto Soriano!
Que se vio visto y seguido por esa mirada llena de fuego, y se coló en su vestido al cuerpo, en moda del final de los cincuenta, perfectamente acabado para su figura.
Extasiado, incrédulo y atraido al instante por esa marcante entrada en escena. La vida sí imita al arte y viceversa, pero vamos a agregar: La vida es una escena, o mejor decir, actuamos siempre y la vida se no ríe, como si fuéramos títeres, o eso, actores en nuestra propia escena de la vida misma.
Entonces es así mismo.
Mientras Piba atiende a Olivia, mostrándole el jardín en un lance solicitado mentalmente por Casilda, y aceptado por el yo cuántico universal Algunas flores, las llamaron y en los tres pasos que dieron hacia el borde del corredor, fue lo suficiente para que esas miradas se crucen y Dago sienta un deseo loco y ella le sonría captándolo.
Y así la presa se le vino al cazado de frente y con toda su energía, le dijo casi al oído: llegó lo mejor del momento.
— Chií —.
— Llévalas a la sala de tu casi tía y te espero en los chiqueros.
Y zas. Salió de escena por el ángulo lateral a las bambalinas del corredor izquierdo de la gran teatro que armaba un estreno magnífico.
Así que obediente y bueno, Dago les dice:
— Olivita, Pibita, vamos a la sala grande que tía Genoveva está ya molesta por la tardanza.
Los pasos para llegar allí, fueron tan rápidos, que si hablaran, dirían lo desesperado que estaba Dago por volver, de inmediato sobre sus pasos y desviarse hacia esos rincones de la casona.
— Tía, ya volvimos del notario de fe pública, ya están registradas las firmas de mis testigos y padrinos.
— Olivita, voy al baño ya me orino, quédate aquí y vean de una vez los trapos, y que vas a regalarle vos, y cómo debo estar yo y esos mejunjes para la. Boda. Ah, no vayas tras de mí que voy a hacer del cuerpo, me hicieron daño las salteñas de esta mañana. ¿Entiendes?
—Ya. —Ya.
Le faltó volar. Asesando caminó hacia el lado opuesto, cruzando el jardín por encima del pasto; chocando con las macetas y golpeándose la canilla en un balde, pero él llegó al otro corredor y ya oscureciendo, ingresó en un área más oscura por la cantidad de plantas y cuando ya se escuchaba a los puercos, al entrar en el otro patio, Casilda lo agarró del brazo.
— Chií —. Ven aquí estoy.
— Estás linda, oh — no me imaginé que habías venido aquí... mmm, eres una loca, aquí no.
— En cualquier parte del mundo y cuando quieras.
— Ahh— amor.
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