Ahora sí, el arreglo de los asuntos estaba listo: en cuanto los preparativos de la boda se habían incrementado al punto de ataque de nervios para los principales personajes del acontecimiento, como el novio y la novia, los enlaces políticos de amplio interés, también estuvieron en boga, — la importancia de algunos invitados de ciudades del Beni y Bolivia, — resonaba en las charlas nocturnas, igualmente que los aspectos de orden organizativo. —La fiesta en el club social – era el toque de clase, — pues sería la mejor gala de las pocas en el año. — Primero el civil, en la casa quinta de los padres de la novia. —Así llegó el matrimonio, y salió Piba aquella noche.
Pero más importante a los ojos nuestros, fue lo decisión final de Rigoberto Mustafá: cedió ante el capricho de molestar a Olivia y arruinar su noviazgo y casamiento, llevado por su ambición y la burla sin sentido contra Dagoberto, mucho más joven que él y sus celos por ser ahijado de su padre.
Sus amigos notaron el raro abandono de sus molestias tanto a Dago como a la discreta y comportada Olivia. —Qué bien-. Le dijo uno de ellos. En torno a ese asunto, su padre le pregunto: Vas a hablarle a Piba en la fiesta, bailar con ella y atenderla. Rigo le contestó: —Qué quiere, que de pronto esté champando velas en su casa? Hasta doña Genoveva se dará cuenta, de que me interesa la fulana esa. Mejor, un tiempo, que bajen las aguas.
Así sucedió el matrimonio y lo que pasó después. Ahora Piba está embarazada y hay que arreglar pronto la situación.
Pero, los últimos acontecimientos, son los que nadie tenía previsto. Cabalmente, la situación de la leyenda, que enfocaba esas tierras como el lugar de entierro de un campanario completo, apareció en estos días previos y causó cierto revuelo, queriendo destinar los líos, en los asuntos económicos y judiciales de las tierras en cuestión. Doña Genoveva no quiso preparar su vestido para ir a la boda, pese a que Dagoberto vino a visitarla agradeciéndole por el tiempo vivido allí, bajo su techo y cariño. Ella le adelantó sus motivos para no asistir, sin mencionar para nada a los Mustafá, y él se despidió con afecto cariñoso y se marchó con recuerdos de su paso por esa casa. Volvería junto a su esposa para llevar el regalo consistente en un juego completo de bandejas y platos hondos y pandos en porcelana fina color verde claro.
Genoveva ha seguido paso a paso esta semana, los incidentes últimos y ahora fija su atención en Piba, esperando que sus santos intercedan para salvarla de un desastre personal, quedando a cuidar hijo sin padre y la boca de la gente ocupada en esos temas privados de su sobrina.
En ese estado nuevamente lento de novedades, encontramos a las Montesclaros.
Justo al mes del matrimonio, amaneció Trinidad con un frío templado — cuando hace frío en Santa Cruz de la Sierra, luego llega a esta ciudad.
Piba despertó con el viento sonando fuerte sobre las tejas y los árboles de los patios de la casona. Se levantó y abrigándose, fue hacia el cuarto de su tía, alumbrándose con un mechero a kerosene. Abrió la puerta y vio a su tía despierta, sentada en una silla baja, junto a un ropero que guardaba trajes de su madre y padre. Quiso hablarle, y en eso notó, que algo brillaba en las manos de la señora. Entonces, doña Genoveva levantó el objeto y este sonó repicando levemente. Era una campanilla muy sonora y preciosa. De oro por supuesto. Intentó cerrar la puerta:
- Pasa.
- Disculpe tía.
- Mira...es la más pequeña de todas.
— Qué maravilla, qué precioso sonido — Piba se aproximó muy delicadamente. Un secreto escondido de su tía, era a no hacer ruido al saberlo.
Genoveva Montesclaros, no podía tener secretos escondidos que no fueran de valor estimable. Eso lo demostraba ahora. Levantó la campanilla que no pasaba del tamaño de su palma delicada. Qué bella mujer realmente fue y es todavía, lo pensó de inmediato su sobrina Dominga de las Casas o Piba.
— Sí — expresó Genoveva en voz muy clara como una nota de operista de Milán o Génova.
—Por esto, no me casé.
— ¿Qué dice?— interrogó Dominga de las Casas.
— Eso mismo... no me casé por cuidar esta belleza de patrimonio universal.
Por el Santo Altar, piba estaba escuchando un secreto de veras maravilloso, mejor era, no emitir ni el mínimo aliento.
— Muchos hombres soñarían con un tesoro así. Le darían más atención a este tesoro que a mí, y sería la perdición de cualquier matrimonio que yo pretendiere. La ambición del hombre supera a cualquiera de las ambiciones de la mujer. Nosotras hija, con tener un hijo o varios hijos, nos contentamos con la vida, allí logramos el triunfo de nuestra existencia. Tener un hijo o una hija es para nosotras el obsequio mayor de Dios y de la vida.
Piba se enterneció y sus ojos se humedecieron, para brotar sus lágrimas...— No llores, no vayas a llorar hija. Te entiendo, pero es mi verdad. Me han tachado de dura, de mezquina, de egoísta y ambiciosa. Y he aquí mi realidad íntima.
Piba respiró hondo y preguntó a su tía:
— Pero solamente es una campanilla preciosa. ¿Valdría tanto para que un hombre prefiera ese objeto en vez de su amor?
— Tu manera de pensar es muy ingenua y pura. No entendería más allá del sentido que te provoca esta pieza valiosa.
— Sí tía, disculpe que no entienda.
— Es que esta pieza, no es única Pibita.
— ¿Nooo?
— Esta es la más pequeña, es la benjamina, la preciosa. Mírala... ve aquí al borde esos...
— ¿Brillantes?
— Sí. Esta es una pieza histórica de grandísimo valor. Valdría algo así como para comprar unas tres casas como esta y otro tanto de dinero para vivir feliz un buen tiempo...—Piba estaba muda— Es la menor, de ocho bellas campanas de todo tamaño, idénticas pero inmensas. Una de las medianas, no cabe en mi sillón de mecer y la mayor no entraría en el campanario de las torres de la catedral de Santa Cruz ni de Trinidad.
— ¡Señor!
Un ruido en el patio, de pronto, detuvo la confesión.
— No te muevas. Tranca la puerta. Quédate aquí, acuéstate, vamos a dormir, es casi la una. Es peligroso salir. Saben que somos solas. Que se roben lo que quieran.
— Está bien tía.
Genoveva, guardó la campanilla en el cajón de abajo del enorme ropero negro. Piba se acostó y durmió a su lado. El mechero y las velas fueron puestas en el suelo.
Al amanecer, las dos mujeres salieron a ver si no hubo entrado alguien y cual no fue sus sorpresa, al percibir que una gata había bajado del techo y parió tres hermosas crías bajo la máquina antigua a pedales de marca Singer del año 1901, que fue de la madre de Genoveva.
Así que la señora, muy enternecida, mimó a los recién nacidos y anunció:
- Por Dios, esto es un aviso...
— De qué tía.
— Qué van a venir varios niños a esta casa.
- ¿Solamente porque nacieron tres gatos, se sabe eso?
— Cuando nacen debajo de una cocina o de una máquina de coser.
—Ah... — Piba, tragó saliva, disimuló el vaticinio de su posible futuro: varios niños, ¿Serán sus hijos? ¿Ese "achaque" de: gatos nacidos debajo de una máquina de coser, y la máquina misma no será su destino? Sabe costurar y le agrada, eso no querrá decir, que va a tener tres hijos y ¿una vida sacrificada de costurera? Su tía siempre acierta en sus predicciones: que va a llover y llueve y cuando hace mucha calor que llegará frío de madrugada. Y llegó el frío de madrugada.
-... Y entonces yo, oye Piba, ¿en qué piensas? Te estaba contando que...
— ¿Qué tia?
— ¡Vaya che! ¡Yo hablando solita!
— Disculpe tía.
—¿¡Te has visto en tu mente casada con Rigoberto!?
— ¿Qué dice usted?
— No te hagas... ya sabes por qué te digo. Y te vas a casar con él. Pues no hay otro modo.
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