La casa de doña Genoveva va a temblar.
Por lo menos es lo que piensa y quiere la gente. Y es que la gente se sigue por el impulso de las acciones y pensamientos de los seres que se entusiasman por algo en la vida de otras personas, ya sea por admiración, desprecio, interés, o envidia.
Claro que sí — eso piensa también un personaje antagónico a una personita tan sencilla y calmada como, ¿saben quién?— La bonita, Piba, que de pronto se sorprende como si una ola de tamaño considerable en el mar, se le venga de pronto encima.
— ¡Oiga qué le pasa! — grita en el corredor y se escapa de sus garras, corre, hacia el fondo del pasillo y se quita nuevamente los pesados brazos de él, sigue corriendo pero, la toma de la cintura y la aprieta contra su pecho, la apoya en uno de los pilares redondos que bordean el patio mayor repleto de rosas y jazmines, y la besa sin pudor ni pena. Ella le muerde y consigue zafarse nuevamente, entra a un cuarto, y tranca por dentro las dos hojas y él arremete contra la puerta. — Salí — le ordena, o déjame entrar, no creas que me voy a ir, no está la vieja de tu tía, fregada, casamentera, que ahora va a pagar todo lo que me ha hecho, de tratarme como a un cualquiera, haciéndolo grande lo que pasó por tu culpa pues no te lo pedí, vos lo quisiste y lo queréis, salí, ven, se me acabó la paciencia contigo, ahora vas a saber quién soy yo y cómo sé amar... esa es mi forma, abrí... el portón lo tranqué... así que no tenéis como escapar.
— Por favor, váyase, no quiero nada.
— Ya está bien, me voy a calmar, si te gusta así entonces seré calladito, pero de una vez abrí, no me aguanto más, y si queréis tanto ser mi mujer vas a comenzar ya mismo.
—Está bien, mejor, me voy a calmar, y lo voy a hacer no por vos, sino por tu tía, ya que, puede darle un patatús y la mando al cementerio, bien que ya debería irse...a ver, escúchame — susurra por entre la apertura de las dos hojas: —Voy a ser suave, no soy malo, apenas, de vez en cuando, me enojan, me agrada ser un poco así, pero vos, tenéis...
— Váyase, Rigoberto por favor, su padre y mi tía ya no tardan... no les va a gustar que usted me asuste así.
— ¿Ah? Eso acaso no es lo que quieres, que los dos me llamen la atención, para quedar mal, de abusivo, de malo, de ambicioso, no te voy a dejar salir, ya te dije, me cansé de ser bueno y paciente con tus cartas y celos, lo hacías con la intención, de que no moleste a Olivia, me hiciste caer en tu cama, como que yo era pícaro, loco, y perverso.
— Por favor, Rigo váyase, su padre le puede pegar, por favor.
— Ah... creo que estás con él y tu tía es sus alcahuete.
— Cállese está hablando burreras.
En eso, golpean la puerta.
—Pu... ves ya llegaron. Disimula que si no, voy a decirles que vos cerraste la puerta. —. Rigoberto se acomoda la ropa y a pasos rápidos va por el amplio corredor interno y dobla en la esquina cuadrangular del enorme jardín y entra al pasillo antiguo para finalmente bajar el picaporte del portón de dos hojas.
— Qué pasó — exclamó doña Piba.
— Qué fue, Rigo, hijo, por qué cerraste el portón.
— Para que no se entren esos caballos.
— Dónde está mi sobrina, qué hace. No deberías cerrar el portón.
— Está...está haciendo refresco.
— Para qué, si hay harta chicha fresca. Recién hicieron ayer.
— No se, pero se fue a la cocina.
Piba ha escuchado eso, sale desesperada y va hacia el fondo, a la cocina y saca una jarra, de unos cántaros arroja en una jarra y endulza chicha de maíz blando. Pone vasos en una charola e intenta levantar, pero tiembla y casi caen. se agacha un poco, un jalón en el bajo vientre le acomete, se dobla más y apoya en el mueble de la amplia cocina. Viene doña Genoveva por el corredor. Asustada. Algo ha pasado. No le engañan.
— Qué has hecho Rigo. Espero que no sea algo malo. No pierdes tu tiempo y cometes tonterías. Te dije que seas amable con ella, pero no abusivo.
— Nada hice.
— ¡Ay! — grita Piba.
Doña Genoveva ha llegado a la cocina y la encuentra, doblada de dolor. Acciona de inmediato — pásame la silla — le pide a don Rigoberto. —Se quiere desmayar—una domésticas vienen y ayudan a levantarla y llevan a su dormitorio.
La acuestan.
Las mujeres cierran la puerta.
Don Rigoberto y su hijo, caminan por el corredor. Una de las criadas salió a carreras y vuelve con una mujer, entran ellas y sale la otra hacia la cocina — Pon una olla a hervir agua —. Dice la mujer. A los minutos entran y salen, con toda una serie de cosas y medicamentos.
Don Rigoberto espera que salga Genoveva. Al fin ella sale. Rigo se mantuvo sentado en un sillón de mimbre antiguo, junto al jardín. No dice nada. Ni siquiera observa el movimiento causado.
— Casi lo pierde.
Expresa doña Genoveva, y se sienta en una silla antigua.
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Comments
José Luís DURÁN
Esta novela está casi completada, lo que estais leyendo es la primera parte, que no estaba escrita. La novela con las generaciones xe mucha juventud ya está escritay esperan su piblicacación, esta primera parte es la vida de los personajes principales mayores, en sus juventud. Pronto despediremos a Genoveveva y don Rigoberto padre, y entonces arrancarán lss nuevas generaciones, llenas de pasiones juveniles, belleza y mucho amor y aventuras de acción y suspenso. No te pierdas este desarrollo novelístico para el cine latinomericano. Vamos, sigue a Hacienda Campanario.
2022-09-25
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