El tiempo pasó muy rápido para Dagoberto, que se hizo un joven interesante de dialogar, muy amiguero y estimado.
Su casi hermanastro, por la cuestión del padrinazgo del padre de Rigoberto, fue pasando al olvido.
Por lo menos para él, pues, los pocos años que estuvo en Chile, le independizaron inclusive mentalmente.
Dejó de revalorizarse por otros, valorando exclusivamente sus decisiones y la personalidad que le dio, el don de su presencia.
Simpático, como aventajado en prestancia, y aparte el lujo de estudiar fuera de Bolivia y estar en Santiago, era motivo de conversaciones y cuando llegaba a fin de cada año, la puerta de la casa de su tía Elena, en la avenida 6 de agosto, se veía colmada de juventud.
Entonces, el noviazgo con Olivita fue de notarlo.
Doña Genoveva, no quiso interferir mucho en su existencia, esperaba que él vaya a su casa, Piba le sugería decirle a nombre de su tía, si quería venir a servirse un almuerzo, pero entendían que Dago, solamente tenía tiempo para los amigos.
Rigoberto por su vez, andaba metido en las estancias, y fue cuando supo del próximo casamiento de Olivita Vera, con Dagoberto.
Los preparativos para el casamiento demoraron más de tres meses, Dago viajó a Chile por última vez y doña Genoveva le pidió que vea allí el traje para su novia.
Ella lo pagaría, y así todo, se fue realizando hasta el momento en que iniciamos esta historia.
Solamente habría algunas condicionantes que se fueron moviendo por debajo de paño.
Don Rigoberto padre, le consultó a doña Genoveva lo siguiente:
—No entiendo, Genoveva, cuál es el interés de quienes circulan en el entorno de esta pareja. Pero, lo que más me intriga, es que tú, estés apoyando a ese mi ahijado, en su matrimonio, pudiendo hacer lo mismo, pero con mi hijo.
A él, le gusta esa muchacha; esa, es la que le agrada, definitivamente, hasta casi llora el otro día, al saber, que el señor Vera, entregó a su hija, para casarse con mi ahijado. Que no tiene patrimonio.
- No me metas a mí en este asunto.
—Genoveva, siempre te tuve en buen concepto y gran aprecio... pensé que la relación de gran amistad, fue por tu hermana a la cual amé, como a ninguna...
—Cállate mejor. No seas cínico. Aguanté que seas mi cuñado por mi pobre hermana... Y su hija, pero, la dejaste, y aunque eso, supuso, la soledad de ella fue preferible.
Todavía te ayudé, con este pobre muchacho que apadrinaste, entre medio de Piba, a quien, tu hijo viviendo aquí, siempre despreció, y ahora, la humilla, pues parece que Piba se agradó con él, y por suerte no la tocó, eso es lo que supongo y deseo, pues no permitiré que Rigoberto le haga algo, sé, que nunca la querrá, eso me alegra, pues no la veo a mi sobrina, como casada con tu hijo.
Pero, ahora, vienes y me interpelas, como si yo estuviera armando este compromiso, con tu ahijado y esa joven.
—No quería molestarte, nunca te he hablado así, disculpa, pero es que así me han dicho:
"Es, esa doña Genoveva, la que..."
—Cállate, chisme en boca de hombre, es más terrible que viniendo de diez mujeres.
—Bueno, solamente pedirte, que con tus influencias, deshagas ese compromiso. Arreglarlo en favor de Rigo, bien sabes, que se jugaría, o mejor, se arreglaría, un gran problema, que nos compete.
—A mí, que yo recuerde, creo que no me compete contigo, ningún negocio o problema por resolver.
—Pero, sí. Los hay.
—Son varios los problemas que tienes tú. ¿A cuál te refieres, según tu conveniencia ahora?
—Primero, los papeles de la hacienda.
—No le debo satisfacción a nadie, ni tampoco es palanca para mover nada.
La hacienda de por sí, me pertenece, y ni el Ministerio de Hacienda de la República, puede macanearme, habiendo capricho de terceros, entre medio, cuestiones secundarias de orden judicial y otras instancias menos legales.
—Si se casa mi hijo, con esa muchacha, puedes conseguir que se cierre de una vez por todas, cualquier intento gubernamental que pretenda destituir de tu propiedad antigua, puesto que ya hoy, tú no manejas en la práctica y que gracias a mi trabajo tesonero y por demás de sacrificado, se ha mantenido vigente.
Tú no vas a las estancias que hacen parte de todo el territorio demarcado como "Hacienda Campanario".
Son varias propiedades, mira, solamente cinco estancias, abarcan más de veinte mil hectáreas y cinco mil cabezas de ganado hay aproximadamente en cada una hay en ellas. Tres estancias, las más extensas, conteniendo las mejores tierras de pastos naturales, rodean la hacienda central. Son en total, unas doscientos mil reces, que pastan en ese territorio, sabes que muchas eran cerriles, así como decenas de caballos aún cerriles también, que provienen de la riqueza dejada por la antigua Casa Suárez del Beni y por los Jesuitas.
Al todo, estimada Genoveva, casi tenemos el dominio de un millón de reses, muchas estancias trabajan al partido con nosotros.
Nos estamos haciendo viejos. Tú eres mayor que yo, los papeles hereditarios deben hacerse ya...
- ¿Y qué querrías? Casar a Piba con Dago, no tiene sentido, casar a Piba con Rigo, no le veo e qué ayude, casar a tu hijo Rigo con esa muchacha Olivita... ¿En qué ayudaría?
—Ahí es que está, sabías que el padre de la muchacha, es primo del Secretario General del Ministerio de Hacienda y cuñado de...
—Uh... eso no me convence... veamos... Si se casara, Rigo con la chica, qué gano yo...
–Ah... ahora sí. Estás entendiendo.
—Ya lo capté todo... solamente oírlo de tu boca.
—Rigo quedaría de albacea de las tierras, en caso de la llegada de nuestros decesos. Eso, por una parte.
—Yo tengo ciertas cuestiones adelantadas, si es por esos miedos.
—¿Puedo saber?
—Mira, Rigoberto Mustafá, pese a todo lo sucedido antes, eres la única persona en que he confiado de alguna manera, a fuerza del tiempo que nos conocemos y a los acontecimientos familiares, que nos unen, en la cuestión de la ganadería.
Por ello, y sin querer ofender lo ganado hasta hoy en términos del trabajo atendiendo mis intereses, mantendremos total cordialidad, pero no me presiones con esas palancas pueblerinas del dizque y no dizque, pues bien sabes cómo me eduqué y comprendí el mundo estando en Italia.
Soy fría a los lamentos de las comadres y de los abogados que a veces se aprovechan de esos manifiestos hereditarios, te dejo a ti, intentar mover ese matrimonio si es que puedes hacerlo. Ya está casi hecho.
Si quieres intentar algo, pues inténtalo a través de tu propio ahijado, acaso no entiendes eso de cábala?, eso del destino?
- Claro que entiendo algo...
—Entonces por qué no te agarras del lomo de tu ahijado... si quieres algo de provecho con esa familia Vera, padres de la Olivita, pues apégate a Daguito, él no tiene padre, no tiene tíos, tiene solamente un padrino, que actualmente no le dé la mínima atención, y lo precisa ahora más que nunca, que represente a su padre, y acaso no es la cuestión que más representa a un padrino? Estar junto a sus ahijados en los momentos más importantes de su vida?, ¿si no están los padres?
Aprovecha. Será bien para él. Y para lo que precises tú, en términos de tus negocios e intereses personales. Es, mi única opinión que te puede ayudar. Es este mi consejo. Del resto no, no me importa lo que hagas.
—Creo que he arado en el mar, dijo Simón Bolívar.
—Tú no has arado nada. Solamente áreas vacas, bueno, desde lejos, cuando te faltan algunos peones a tu mando y pagados con mis dividendos.
—Uy - expresó don Rigoberto Mustafá al salir de la sala mayor de la casona, mientras caminaba desairado, por el pasillo hacia la salida. Genoveva no era hueso de roer, ya dijimos, y peor de hacer favores extras, aún más pinchando con malevolencia.
—Qué pasó papá - le inquirió Rigoberto hijo, al salir su padre a la calle–Tardaste en charlar con la vieja fea de tu ex cuñada.
—Uy, uy, uy, es dura la vieja hecha la italiana – respondió el padre.
—Algo se trae con ese Dagoberto. Me han dicho, que aparte del traje, pagará la cena y fiesta en el club social.
—No quiere saber de chismes. Quiere que tú, si eres bien hombre, te la robes aunque sea a esa Olivia, pero que seas bien macho, no que llores por ella, si ni siquiera la mano le has topado. Se la está llevando un ahijado mío, no pedido ni estimado y mi hijo se queda de mirón, y yo con una serie de problemas que bien podría su padre de ella ayudarme a resolverlos en La Paz.
—Qué problemas pues papá.
—De tierras pues, de tierras valiosísimas, que quiero adjudicarme y el padre de esa muchacha, es uno de los toros del partido Liberal y estará de Ministro de Hacienda, nada menos.
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