Ahora sí... Rigoberto está fregado...se armó una buena.
- ¿Qué pasó? Haber cuenta - insistió Armando a Berto.
- No...no puedo contar.
- No seas amariconado, déjate de hacerte tanto el amigo de una mujer...los hombres guardamos secretos de machos, no de hembras...
- Son unos estúpidos... la amistad no tiene sexo... no me vas a decir, qué debo hacer.
- Lo admites, que sos un mujerengue, cuidando secretitos de mujeres que se hacen las vírgenes e igual se acuestan y se empreñan.
Berto se levanta del asiento muy indispuesto y decepcionado de escuchar aquello. No soporta el modo de pensar de la mayoría de los varones del pueblo.
- Qué pasa - interviene Octavio, que se apega al grupo en un banco de la plaza, en esa tarde calurosa.
- Berto, que está con mariconadas. Sucede que, la que sabemos, se mete con Rigo, mientras la tía alcahueta, le permite, y dice que lo casará... sabes que esa vieja siempre anda en peleas con los Mustafá y ahora quiere agarrarlo a Rigo para casarlo a la fuerza con la mosquita muerta de su sobrina.
- Por Dios, le quitas y le aumentas a tu antojo, los dejo, ya me acobardaron.
Berto cruza la plaza y va a la parroquia, habla con el cura.
- Estimado padre. Mire, hay un lío que, sería muy bueno, si usted pudiese intervenir urgente. Se ha complicado, con la pobre Pibita, ella ha tenido un traspié con Rigo, ya lo sabe medio pueblo y su tía Genoveva que tanto la quiere, la chicoteó, por culpa de la gente, pues, dieron a entender que nuestra amiga, se acuesta desde mucho tiempo con Rigo. Él, se niega, ella llora, se ha escondido de vergüenza.
- Pero dime, Berto, quien fue, que lo hizo grande el problema...
- Pues, Rigo mismo, hacen dos días, estaba por ahí, doña Geno lo llamó, le dijo que sabía, le mostró no se qué...
- Qué, dime tu, sabes...
- El calzoncillo de Rigo, que supuestamente ella encontró bajo la cama de Pibita, y...
- Por san Eulalio...
- Sí padre, y lo peor es que Rigo, niega todo y la señora ya está pensando que es con otro, inclusive yo, entré en el baile.
- Ahora la cosa...
- Un poco más y me casan con ella.
- ¿Lo harías?
- Si padre, ella me agrada mucho y la estimo y respeto. Es una buena señorita.
- Sí, es muy sana y comprometida con la iglesia. Pena, que el pueblo destroza a veces a este tipo de feligresas.
- Padre, si esto sigue así, tendré que irme del pueblo, no soporto estas costumbres y problemas y la manera de resolverlos.
- Ni lo hagas, precisamos de personas como tu. Seguramente te han ofendido los amigos de Rigoberto.
- Sí. ¿Sabe que es lo peor?
- Qué hijo.
- Ella está embarazada. Le vino un mareo y estuvo atenta y no le bajó la regla...
- Y esa intimidad de ella, cómo la supiste.
- Mi madre es amiga de doña Geno.
- Ah. Sí pues. ¿Y te animarías a darle la paternidad con una mentira piadosa ante el pueblo? Ella además te agrada.
- No padre, ya me cerró ella, el sueño de amarla y cuidarla. No podría yo fingir toda la vida. Si haya sabido, antes de que el pueblo, le daba el respaldo. No quiero que se rían, y que, a su criatura le estrujen la verdad en la cara, un día. Me voy a La Paz o a Cochabamba y de allí a Buenos Aires.
- Ay, qué sociedad es esta.
- Padre, deme su bendición. Le encargo a mi madre.
- Bendiciones hijo mío.
Berto se despidió de su familia e intentó hablar con Piba. Pero la casa de los Montesclaros, había cerrado sus puertas, como si hubiesen enterrado algún familiar.
El estado de las dos embarazadas había empeorado. En casa de Piba, era un silencio estremecedor, pues solamente entraban las criadas o quienes ofrecían sus servicios a doña Genoveva. El saldo del tiempo, era, té de esto, mate de aquello, fricción de piernas, toallas húmedas, para la cabeza de Piba. Un rosario en la mano, para cada una, y disculpas y penas para las dos. Piba se avergonzaba de su estado, y su tía, hacía caras para atender a la delicada gestante.
Mientras tanto, en casa de Olivita, era a lo macho. ¿Cómo es eso? Pues, total indiferencia al sentimiento y al dolor de la muchacha, en su estado lamentable, al decir de las gentes. El mismo día que Dagoberto supo que estaba su mujer embarazada, le hizo una interrogación gestual y malhumorada, con las manos y brazos, como diciendo: ¿Y ahora? ¿Qué voy a hacer todos estos meses?... Y después, interrogó a una familiar mujer: ¿Acaso no se puede nada, cuando ellas están así? Yo pues, deseo, disculpe usted, soy bien hombre y me hace falta hacerlo a diario, y varias veces...
- Por el santo cielo, este es un podrido pecador, solamente piensa en eso - Fue el comentario de la mujer. Y concluyó: ¡Pobre muchacha, qué aguante!
Alguien habría de aprovechar esos momentos y días difíciles para algunos cristianos. En el caso de Piba, ¿saben quién sería? Pues nadie más que la guapetona Casilda, que bien rogaría, que ese estado lamentable de Olivita le durara mucho tiempo y que le inculquen a Dago, para que, ni toque, a su mujer, pues le podría ocasionar esto y aquello, y solamente las parteras saben que eso es malo, pues los médicos hombres, no se animan a hablarles claramente a las damas... Y un montón de cosas del tiempo y épocas en una sociedad con muchos prejuicios y timideces para hablar y sincerarse. Ella, sería quien le daría la tranquilidad a Dago.
- Comadre, es usted muy valiente, ji, ji, ji - dedicarse así, al cuidado de un hombre atribulado por la pena, de ver a su esposa, con los pies levantados, nueve meses, pues su embarazo es muy fuerte.
- Ja, ja, ja, sí comadre. Es un gran sacrificio, pero estaré ahí todas las tardes y las mañanas cuando pueda, atendiendo a la petacuda.
- No lo vayas a dejar petacudo a él.
- Ja, ja, ja, si no le voy a dar comida al flojetón de su marido.
- Y claro, tú vas a dedicarte a atender al macho lindo ese, mientras nosotras dos, nos quedaremos aquí, tocando el violín, desde lejos.
- No se preocupen, tengo una cosa que iba a hacer y ahora se las encomiendo: vayan donde doña Genoveva, a traer ropas para que les arregle, vean que sea de Piba, y si es, para darle de la cintura a las faldas, es que de verdad está en cinta. También sean vivarachas para averiguar cómo anda la cuestión con Rigoberto y si hay voluntad de él, para cubrir el hecho con matrimonio.
- Ay, Casilda que eres curiosa. Para qué tanta información quieres.
- ¡Soy curiosa y ustedes mal pensadas, me interesa saber, pues agarramos al toro pos las astas, el traje de la novia para mí, y para ustedes, la torta y los sanduiches y el chancho relleno y la el arroz a la valenciana. ¿Acaso no son los matrimonios, nuestro principal fuente de ingresos? ¡Dejen de ser arpías!
- Ja, ja, ja. mira quien habla de arpías.
***¡Descarga NovelToon para disfrutar de una mejor experiencia de lectura!***
Updated 145 Episodes
Comments