Capítulo X: Celos

–John de la Pole, mi querido primo ¡Bienvenido a la Corte!–exclamó Elizabeth con alegría

–Su Majestad–John se inclinó– La Reina de Inglaterra. Debo decirle que su belleza crece con cada primavera.

Dejando atrás las formalidades y como estaban en el salón del trono privado, los dos primos se abrazaron con cariño. John tomó a su prima menor en brazos y empezó a dar vueltas de alegría.

–No me llames por mi título. Para ti siempre seré Elizabeth, tu prima menor.

–Por supuesto, nunca dejarás de ser Beauty Elizabeth.

John tenía 25 años. Era alto, de hombros anchos y corpulento. Tenía el cabello rubio platinado y los ojos azules como la mayoría de la dinastía York, su tez era blanca y tenía una amplia sonrisa que podía encantar a cualquier mujer. A la muerte de su padre heredó el Ducado de Suffolk y un gran fortuna. Su visita a la Corte real pretendía obtener ciertos beneficios de parte del Rey y, otras intenciones personales.

Desde el segundo piso del salón Henry vigilaba con absoluto desagrado. Lleno de celos vio el efusivo abrazo que Elizabeth y John se dieron. Lo hubiera golpeado de tan solo ver que pretendía tocarla, sabiendo que ella era la esposa de otro

–Correcto, viene un primo con un apodo estúpido y le permite abrazarla, pero a mí esta terca mujer me huye y me rechaza–pensó molesto– Eres mía Elizabeth, de nadie más.

–El primo de Su Majestad es muy cariñoso ¿No lo cree usted mi Rey?– intrigó Lady Anna que acababa de llegar– Note lo feliz que está la Reina con la compañía del Duque. Deben compartir sentimientos muy tiernos siendo primos.

–¡Lady Anna! Modere sus palabras. Está hablando de su Soberana, quien intente murmurar contra ella me falta el respeto a mí.

–Lo siento Su Majestad, solo estaba comentando la llegada del Duque de Suffolk...

Si necesitas a alguien que te haga compañía, sabes que me tienes a mí Henry.

–Lady Anna, la madre del Rey la está buscando y solicita que esté en la capilla. Mejor vaya a su encuentro– mintió Jasper Tudor.

Lady Anna miró al Rey aguardando que dijera algo. Decepcionada, obedeció la orden dada.

–¿Qué sucede Henry? ¿No te agradó el huésped de la Reina?. Me parece que es beneficiosa su muestra de lealtad, es el primer York que lo hace.

–Espero su visita sea breve...

–¿Acaso tienes celos?–Jasper echó una risa– Son primos, es normal que sientan afecto el uno por el otro. John de la Pole viene como nuestro aliado y nos conviene tenerlo así.

–Parece que nadie nota lo que mis ojos ven– señaló al Duque sentado a la mesa del primer piso del salón– ¿Te das cuenta tío la manera en que la mira? No tengo dudas que este hombre vino aquí por mi esposa. Aunque no lo dejaré que la aparte de mí.

–Mi querido sobrino estás viendo cosas irreales. Lizzie no se atrevería a dejar la Corte. Es cierto que no le gusta estar aquí pero es orgullosa, no haría nada que comprometiera su honor.

Henry volvió a mirar a los dos primos que compartían la comida en la mesa, no paraban de reír y John sostenía la mano de prima de manera continúa; además el invitado no quitaba los ojos de Elizabeth y eso provocaba en el Rey una descarga de celos por todo el cuerpo.

–Ven tío, acompáñame a recibir a nuestro invitado.

Cuando entró al salón junto con su tío, John de la Pole se levantó de su silla e hizo una reverencia. Henry tenía ante sí a su competencia, el hombre que tenía mucho más con la Reina. Simultáneamente, Elizabeth apreciaba el primer encuentro del Rey y su primo, apenas el primero entró pudo percibir la tensión en su rostro; lo atribuyó a su desconfianza hacia todos los York debido a la emboscada en Norfolk.

–Majestad, es honor para mí estar aquí en la Corte. Mi familia y yo estamos agradecidos por su bondad y beneplácito.

–Un monarca valorará cualquier muestra de lealtad y respeto. Su excelencia sabe lo importante que es la unión después de la guerra.

–Desde luego mi señor. No dude en contar con mi casa a su servicio. Más aún cuando Beauty Elizabeth es la Reina de Inglaterra–expresó con impertinencia.

–¿Beauty Elizabeth?– cuestionó el Rey incómodo

–Es su apodo desde niña–acercándose a la Reina– Siempre ha sido la chica más hermosa de todo el Reino. Una verdadera belleza.

Elizabeth río algo avergonzada, su primo exageraba en sus elogios y parecía que lo hacía apropósito, como si pretendiera molestar a alguien más. De reojo notó que el Rey no estaba para nada complacido y el tío Jasper ocultaba las carcajadas sin razón.

El Rey se movió para quedar al lado de su esposa, dando la señal a John que él era el marido de su prima.

–Sin duda, Elizabeth es una mujer hermosa, nadie podría negar eso salvo que fuera ciego o imbécil. Sin embargo, más allá de su encanto y gracia, es la fuerza que refleja en sus ojos lo que la hace auténtica – la contempló para sujetar su mano con delicadeza– Soy afortunado de tenerla por mujer.

Ella pensó que no era necesario que le tomara la mano para expresar más alabanza, las cuales ya la estaban aburriendo. Conocía a su primo John como el que siempre se jactaba de sus cumplidos; eran parientes y se tenían un inmenso apego. Mientras que con el Rey apenas era un trato, era su marido en apariencia, tenían vidas separadas y no confiaba en él; sabiendo que su acuerdo acabaría en apenas un año más.

Las fiestas y bailes por la noche eran la mejor parte de la vida en el palacio. Había espacio para comida, bebida, hasta cortejos y coqueteo entre pretendientes. John de la Pole era el centro de atención de muchas damas solteras, no solamente por sus atributos físicos sino por su inmensa riqueza. En otro extremo, muchos consejeros del monarca desconfiaba de la repentina llegada a palacio, de uno de los nobles York más importantes de Inglaterra.

Elizabeth empezaba aburrirse. Este tipo de celebraciones le recordaban a su padre; evitaba asistir para no inundar su mente de recuerdos. Se disponía a retirarse. Entonces apareció John de la Pole con un juego de ajedrez, era la diversión favorita de su prima y quería echar una partida con apuesta, para pasar más tiempo con ella.

Desde la mesa de comida, Henry observaba el juego. John no llevaba ni un día en palacio y ya le fastidiaba su presencia, se esforzaba por mantener la atención de la Reina en él y sin reparo le dedicaba acicalados gestos. Jasper Tudor aconsejó a su sobrino no perder su tiempo en el Duque de Suffolk ya que no iba a estar por tanto tiempo.

–Sigues sin cuidar tus pasos John. Jaque mate, tu reina se ha quedado sin movimiento. Te he ganado, como siempre– Elizabeth se levantó de su puesto para tomar una copa.

–Majestad, nunca dejaría a mi Reina sin protección. Un brindis– alzó una copa– por el triunfo de la Reina Elizabeth, invicta en el ajedrez ¿Quién podría retarda a un nuevo juego?

–¡Yo reto a Mi Señora a una otra partida!–clamó Henry– ¿Está Su Majestad dispuesta?

–En efecto. Que comience la diversión. ¿Algo que desee apostar Majestad?

–Lo diré cuando el juego haya finalizado...

Se sentaron alrededor de la mesa de juegos, frente a frente. Ordenaron las piezas e iniciaron los movimientos. Se analizaban los ojos como si intentaran adivinar los pensamientos del otro. Había instantes en los que Henry fijaba la vista en los senos de la Reina, se veían redondos gracias al escote rectangular del fino vestido anaranjado que Elizabeth usaba.

–Concéntrate en tus turnos Henry Tudor–pensó– o ella va a percibir que estás mirando su busto frente a todos.

Por fin, el juego ya estaba acabando. Elizabeth le hizo un gesto a su primo y movió su pieza.

–Mi Señor está bloqueado, tengo rodeado a sus reyes.

–Un momento de distracción puede ser perjudicial. Me temo Mi Señora que usted se quedó atrapada– movió su rey hasta el lugar de la reina en el otro extremo de la tabla– Jaque mate.

Elizabeth no sabía que decir, volvió a observar sus piezas y se indignó contra sí misma por su error. Era vencida por primera vez en el ajedrez. Todos aplaudieron a Henry, pues habían estado atentos al juego con mucho afán.

–Venció limpiamente Su Majestad. ¿Puedo saber qué cobrará como parte de la apuesta?

–Lo pensaré antes de decirlo.

Los Reyes volvieron a sus lugares. Al mismo tiempo empezaban los bailes y las cortesanas se ofrecían como pareja al Duque de Suffolk.

–Tu primo no pasaba desapercibido. Tiene encanto como todos los York– Henry giró su cabeza.

–Sweet Johnny es muy agradable. Se gana rápido la simpatía de todos.

– Me doy cuenta–contestó celoso– Por cierto, ya decidí lo que pediré– se acercó al oído de Elizabeth– Quiero un beso tuyo...

–¿Cómo me pide eso? Y aquí frente a todos– la cara se le puso roja por la ira– Qué vergüenza mi señor.

–¿Por qué vergüenza? Estamos casados y podría ser aquí o en tus aposentos, no me molestaría para ser sincero.

–Prefiero ser besada por mi caballo antes que por usted. Quizás en sus sueños llegue a pasar.

–Si tan solo supieras lo que pasa por mis sueños querida–Henry soltó una risa– Está bien no será ahora, pero me cobraré la apuesta más adelante.

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