Capítulo VIII: Las sospechas que llevan al deseo.

Habían pasado tres semanas desde la pelea entre Henry y Elizabeth y la situación no mejoraba. Ahora los esfuerzos de ella para evitarlo se hacían  más notorios: salía temprano del palacio a atender a los necesitados y hasta había provisto enviar alimentos y provisiones a los condados cercanos a Londres, sin  embargo cuando regresaba se encerraba en sus aposentos bajo llave y no recibía a nadie. Apenas Jasper Tudor era el único que la visitaba, trató en vano de convencerla de hablar con Henry. Elizabeth podía llegar a ser tan inflexible y dura cuando se lo proponía.

Henry seguía herido y enojado por los dichos de su esposa. Le sorprendía el nivel de belicosidad de las respuestas de ella, como si estuviera ante un enemigo y no su marido, era evidente que nunca ocuparía un lugar en la vida de Elizabeth y esta jamás se lo permitiría. Su mente era un campo de batalla entre el orgullo y la furia, contra el deseo y los sentimientos. Durante esas semanas por las noches, caminaba hasta los aposentos de la Reina con la intención de tocar la puerta, luego se arrepentía y regresaba a dormir. Ansiaba verla, aunque fuera para volver a discutir y acabar peleando otra vez.

El Rey, junto con el consejo real, decidieron emprender un viaje por los condados que estaban alrededor de la capital, con el propósito de acabar con los rebeldes que se oponían al reinado Tudor y eran antiguos aliados del anterior Rey York. Empezarían por Norfolk, uno de los condados más grandes y donde residían los mayores nobles yorkistas.

Envió un chambelán para comunicarle su decisión a la Reina. La respuesta de esta fue que el monarca estaba cometiendo una imprudencia, por ende no lo acompañaría.

–Moza salvaje e insolente ¿Cómo responde así?– Lady Margaret estaba furiosa– Que se quede aquí. Inglaterra necesita verte a ti hijo mío como su Rey. Yo iré contigo a tu lado .

–Te lo agradezco lady madre. Vendrás conmigo pero con la procesión de algunos cortesanos que irán. No tomarás el lugar de la Reina. No olvides que Elizabeth es mi esposa– afirmó en un tono tajante.

–Deja de tenerle consideración a esa mujer ingrata. Se negó a acompañarte, de seguro está tramando algo.

El Rey y Jasper Tudor ignoraron la intriga que Lady Margaret insinuó. Henry tenía la certeza que la Reina no caería en esa clase de artimañas, por mucho odio que le tuviera. En el breve periodo de matrimonio aprendió que su esposa enfrentaba a sus adversarios de frente, sin andarse con rodeos. 

El día de la partida, los cortesanos de más alto rango se ubicaron para despedir al Rey y a su comitiva, en una fila esperaban dar sus buenos deseos antes de la partida. Henry Tudor vestía un gambesón rojo acolchado, con una capa de color borgoña y unas botas de montar de cuero. Pasó su mano frente a cada cortesano, la besaron y expresaron sus deseos de bienestar y cuidado…aun así faltaba alguien para despedirlo. La Reina no vino a despedirlo ni tampoco había mandado una misiva mientras se alistaba, Henry miró la fila de principios a fin, disimuló con esfuerzo su decepción, tenía ganas de verla y llevar su imagen en la memoria.

Antes de irse, el Rey Henry encargó  la seguridad de la Reina y del palacio. Sir William Stanley y el Arzobispo John Morton quedó a cargó de la guardia y de mantener la correspondencia con el monarca.

–Majestad, ha llegado una nueva carta para usted de parte del Rey. Ya es la cuarta de esta semana– la dama de compañía sostenía el sobre.

–Puedes dejarlo en ese mueble Beth donde están las otras. Lo que Su Majestad tenga para decir se sabrá a su regreso– respiró relajada.

–Mi Señora. Creo que está siendo muy dura. Después de todo, él es su marido.

–No me casaron para ser la mujer del Rey. Yo sólo estoy aquí para cobrar venganza  y hacer justicia. Ya tengo los nombres de los guardias de la Torre, estoy averiguando dónde están ahora para saber qué pasó con los príncipes.

–No quiero que se exponga, puede ser peligroso…

Comenzaron a tocar la puerta de los aposentos con fuerza. Beth abrió y entró Sir William Stanley.

–Su Majestad, tengo que informarle que el Rey sufrió un ataque cuando salía de Norfolk.

–¿Quién lo atacó? ¿Él está bien?

–Lord Francis Lovell. Un partidario yorkista funcionario del Rey Richard. De seguro lo conoce perfectamente o estaba enterada de esto.

–¡Cuide sus palabras Sir William!. No está ante cualquier persona. Evite sacar conclusiones apresuradas sin pruebas.

–Discúlpeme. Con permiso Mi Señora– salió apresurado de los aposentos.

La comitiva casi llegaba a Londres. El Rey venía furioso y confundido, la advertencia de su esposa sonaba una y otra vez en su mente y evitaba los pensamientosque lo hicieran sospechar o acusarla del ataque. Por otro lado, su madre no paraba de acusar a la Reina como la responsable y pedir un castigo para el atacante como para el autor intelectual; Lady Margaret hasta sugirió tener un espía permanente en los aposentos de la Reina para tener un testigo para acusarla ante un tribunal.

Afuera del palacio había cerca de cien soldados que aguardaban al soberano. Francis Lovell había escapado, razón suficiente para doblar la guardia en el palacio y la capital.

El Rey y sus acompañantes se acercaban al Palacio de Westminster. Henry observó con nostalgia el edificio, por un momento imaginó no volvería a casa y lo más terrible aún: no ver a Elizabeth nuevamente a los ojos, no volver a escuchar voz ni apreciar su cabellera colorina.

A pesar de sus miedos y temores  después de casi un mes, Henry tenía a su esposa frente a él. Ahí estaba Elizabeth en el balcón de una de las torres, con el cabello suelto iluminado por el sol de media tarde y despeinado por el viento. Él bajó del caballo sin apartar sus ojos de los de ella, se inclinó haciendo una reverencia adecuada para su soberana; ella respondió al saludo reclinando su cabeza con un gesto de amabilidad sin bajar la vista.

–Debes castigarla Henry, es la culpable de la emboscada. El pueblo debe ver como eres de severo con quienes te traicionan–Lady Margaret quería a toda costa ver a su nuera reprendida y humillada.

–¡No me confundas lady madre! Primero voy a hablarle y escuchar lo que tiene para decir. Y si es la responsable no dudes de justicia–miró a la torre, pero Elizabeth ya no estaba.

–Su Majestad no debe precipitarse en sus acusaciones. Cualquiera de la familia York pudo haber planeado esto, todos ellos son sospechosos–Jasper Tudor trataba de calmar los recelos del Rey.

–¡No escucharé más! Acaban de intentar matarme y el criminal escapó. Ordené que lo busquen y lo traigan ante mí. Entraré al palacio, estaré en mis aposentos y no quiero que nadie me moleste.

Henry dejó atrás a su madre y su tío. Las prisiones y consejos de uno y el otro no lo ayudaban en nada, al revés, confundían más sus pensamientos y sospechas ¿De verdad Elizabeth sería capaz de armar una celada en su contra? Si no era así ¿Por qué le advirtió que el viaje era una imprudencia? Mientas se quitaba la camisa y quedaba solamente con las calzas, le vino la idea de espiar a la Reina a través de los corredores que conectaban ambas habitaciones. Henry quería descartar sus conjeturas a como de lugar.

Tomó la puerta que daba al baño, pues de esa manera nadie notaría su presencia. Con cuidado abrió la vieja puerta secreta que estaba detrás de un separador con rendijas, el cual quedaba detrás de la bañera. No se iba a arrepentir de haber entrado por el baño. La Reina tomaba un baño con la asistencia de sus damas, había una que tocaba el laúd mientras las otras vertían agua en la bañera.

Elizabeth se puso de pie en la bañera, mientras una criada le echaba agua tibia por la espalda. El corazón de Henry palpitaba con fuerza y el calor empezó a subir por su cuerpo, la imagen de su esposa desnuda la había visto en sus sueños durante muchas noches y ahora estaba frente a sus ojos. Su virilidad se despertó con ardor cuando Elizabeth se giró e inconsciente dejó la parte frontal a vista de él. Henry pudo apreciar los pechos grandes y redondos que eran refregados con el jabón, parecía disfrutar tocarse a sí misma; él se mordió el labio por el deseo que nacía al verla bajar su mano hasta el centro de su feminidad, ella encogió una pierna dejando más al descubierto su intimidad.

Si diera rienda suelta a su lujuria, hubiera expulsado a las damas de compañía, se quitaría la ropa y entraría a la bañera con su esposa para poseerla con excitación. Podría saborear su piel, sentir sus gemidos cuando tocara la entrepierna y ver el delirio reflejado en su mirada. A pesar de su ardiente pasión, Henry no la tomaría a la fuerza ni contra su voluntad, antes que nada tenía respeto y consideración por Elizabeth, no haría nada que la pudiera dañarla o lastimarla. Tendría paciencia y esperaría la ocasión en la cual su esposa sintiera el anhelo de estar con él, en la que su cuerpo se estremeciera por sus besos y su piel se calentara ante sus caricias calcinantes.

Capítulos
1 Capítulo I: Deber y venganza
2 Capítulo II: Solo es un acuerdo.
3 Capítulo III: Te doy mi palabra.
4 Capítulo IV: Primeras diferencias.
5 Capítulo V: Reina de Inglaterra.
6 Capítulo VI: Lenta con los labios.
7 Capítulo VII: No eres mi marido
8 Capítulo VIII: Las sospechas que llevan al deseo.
9 Capítulo IX: Proximidad
10 Capítulo X: Celos
11 Capítulo XI: La singular cobranza para un premio.
12 Capítulo XII: Yo no perdono.
13 Capítulo XIII: El cielo en sus ojos.
14 Capítulo XIV: El Flashback
15 Capítulo XV: La salida de la discordia.
16 Capítulo XVI: El riesgo de no perdonarlo.
17 Capítulo XVII: Huésped indeseable.
18 Capítulo XVIII: Esta mujer tiene dueño.
19 Capítulo XIX: Eres linda, aunque no tanto.
20 Capítulo XX: El Ataque
21 Capítulo XXI: Mi vida va a perder sentido.
22 Capítulo XXII: Regresa a mí.
23 Capítulo XXIII: Ha llegado la hora de actuar.
24 Capítulo XXIV: Enemigos.
25 Capítulo XXV: El Plan.
26 Capítulo XXVI: La Tregua.
27 Capítulo XXVII: ¡Él es mi marido!
28 Capítulo XXVIII: Íntima.
29 Capítulo XXIX: Propuesta.
30 Capítulo XXX: Acuerdo.
31 Capítulo XXXI: Juntos.
32 Capítulo XXXII: Panorama sombrío.
33 Capítulo XXXIII: Regalo.
34 Capítulo XXXIV: Días contados.
35 Capítulo XXXV: Cartas.
36 Capítulo XXXVI: Perdiste Elizabeth.
37 Capítulo XXXVII: Obligación.
38 Capítulo XXXVIII: Toda la repugnancia.
39 Capítulo XXXIX: Alejarme.
40 Capítulo XL: Baile del final.
41 Capítulo XLI: Se ha ido.
42 Capítulo XLII: Expuestas.
43 Capítulo XLIII: Volverá.
44 Capítulo XLIV: Lejanía.
45 Capítulo XLV: Esperanzas.
46 Capítulo XLVI: Sentimientos.
47 Capítulo XLVII: Una señal.
48 Capítulo XLVIII: Destino.
49 Capítulo XLIX: Ilusión idílica.
50 Capítulo L: Soy su marido.
51 Capítulo LI: Tuyo.
52 Capítulo LII: Confesión.
53 Capítulo LIII: Ella ya no está más.
54 Capítulo LIV: Secretos dolorosos.
55 Capítulo LV: Pieza de ajedrez.
56 Capítulo LVI: Corazón quebrado.
57 Capítulo LVII: Me amas, me deseas.
58 Capítulo LVIII: A mí no.
59 Capítulo LIX: Estoy sola.
60 Capítulo LX: Henry.
61 Capítulo LXI: Gracias.
62 Capítulo LXII: El trato se anuló.
63 Capítulo LXIII: Sigan en lo suyo.
64 Capítulo LXIV: Lealtad.
65 Capítulo LXV: La Furia del Amor.
66 Capítulo LXVI: El mar.
67 Capítulo LXVII: Luna de Miel.
68 Capítulo LXVIII: Ocaso.
69 Capítulo LXIX: Sangre.
70 Capítulo LXX: Abismo.
71 Capítulo LXXI– Un niño.
72 Capítulo LXXII: Maldito destino.
73 Capítulo LXXIII: Guerra.
74 Capítulo LXXIV: Saldremos muertos.
75 Capítulo LXXV: Hija de Judas.
76 Capítulo LXXVI: Barrera
77 Capítulo LXXVII: Juramento.
78 Capítulo LXXVIII: Escondido.
79 Capítulo LXXIX: Irá y Júbilo.
80 Capítulo LXXX: Fantasma de Mujer.
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1
Capítulo I: Deber y venganza
2
Capítulo II: Solo es un acuerdo.
3
Capítulo III: Te doy mi palabra.
4
Capítulo IV: Primeras diferencias.
5
Capítulo V: Reina de Inglaterra.
6
Capítulo VI: Lenta con los labios.
7
Capítulo VII: No eres mi marido
8
Capítulo VIII: Las sospechas que llevan al deseo.
9
Capítulo IX: Proximidad
10
Capítulo X: Celos
11
Capítulo XI: La singular cobranza para un premio.
12
Capítulo XII: Yo no perdono.
13
Capítulo XIII: El cielo en sus ojos.
14
Capítulo XIV: El Flashback
15
Capítulo XV: La salida de la discordia.
16
Capítulo XVI: El riesgo de no perdonarlo.
17
Capítulo XVII: Huésped indeseable.
18
Capítulo XVIII: Esta mujer tiene dueño.
19
Capítulo XIX: Eres linda, aunque no tanto.
20
Capítulo XX: El Ataque
21
Capítulo XXI: Mi vida va a perder sentido.
22
Capítulo XXII: Regresa a mí.
23
Capítulo XXIII: Ha llegado la hora de actuar.
24
Capítulo XXIV: Enemigos.
25
Capítulo XXV: El Plan.
26
Capítulo XXVI: La Tregua.
27
Capítulo XXVII: ¡Él es mi marido!
28
Capítulo XXVIII: Íntima.
29
Capítulo XXIX: Propuesta.
30
Capítulo XXX: Acuerdo.
31
Capítulo XXXI: Juntos.
32
Capítulo XXXII: Panorama sombrío.
33
Capítulo XXXIII: Regalo.
34
Capítulo XXXIV: Días contados.
35
Capítulo XXXV: Cartas.
36
Capítulo XXXVI: Perdiste Elizabeth.
37
Capítulo XXXVII: Obligación.
38
Capítulo XXXVIII: Toda la repugnancia.
39
Capítulo XXXIX: Alejarme.
40
Capítulo XL: Baile del final.
41
Capítulo XLI: Se ha ido.
42
Capítulo XLII: Expuestas.
43
Capítulo XLIII: Volverá.
44
Capítulo XLIV: Lejanía.
45
Capítulo XLV: Esperanzas.
46
Capítulo XLVI: Sentimientos.
47
Capítulo XLVII: Una señal.
48
Capítulo XLVIII: Destino.
49
Capítulo XLIX: Ilusión idílica.
50
Capítulo L: Soy su marido.
51
Capítulo LI: Tuyo.
52
Capítulo LII: Confesión.
53
Capítulo LIII: Ella ya no está más.
54
Capítulo LIV: Secretos dolorosos.
55
Capítulo LV: Pieza de ajedrez.
56
Capítulo LVI: Corazón quebrado.
57
Capítulo LVII: Me amas, me deseas.
58
Capítulo LVIII: A mí no.
59
Capítulo LIX: Estoy sola.
60
Capítulo LX: Henry.
61
Capítulo LXI: Gracias.
62
Capítulo LXII: El trato se anuló.
63
Capítulo LXIII: Sigan en lo suyo.
64
Capítulo LXIV: Lealtad.
65
Capítulo LXV: La Furia del Amor.
66
Capítulo LXVI: El mar.
67
Capítulo LXVII: Luna de Miel.
68
Capítulo LXVIII: Ocaso.
69
Capítulo LXIX: Sangre.
70
Capítulo LXX: Abismo.
71
Capítulo LXXI– Un niño.
72
Capítulo LXXII: Maldito destino.
73
Capítulo LXXIII: Guerra.
74
Capítulo LXXIV: Saldremos muertos.
75
Capítulo LXXV: Hija de Judas.
76
Capítulo LXXVI: Barrera
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