—De acuerdo, asistiré a la misa. Pero sólo por protocolo. Este matrimonio es solo un trato…
Las palabras "trato" o "acuerdo" parecían puñaladas que clavaban hasta lo más íntimo del Rey. Volvía a confirmar que Elizabeth tenía muy presente sus condiciones y, se las repetiría una y otra vez cuando tocaran él asunto.
—Aunque sea por… este trato– balbuceó– cumpliremos con este protocolo.
Elizabeth asintió fríamente.
—Quiero algo a cambio si. Es justo, pues tendré que simular una sonrisa feliz por mucho tiempo– expresó ella sin titubeos.
—¿Simular una sonrisa? Y dime ¿qué es lo que quieres?.
—Los aposentos de la reina. Su madre los está ocupando. Los quiero para después de mañana o no asisto a la misa.
—Sabes negociar, Elizabeth. Acepto. Tendrás tus aposentos para ese día y tú estarás en la misa de San Valentín.
—Su Majestad…
La Reina se inclinó sin bajar la mirada y se retiró a paso ligero. Ella se salía siempre con la suya, por lo tanto Henry asumió que podía seguir las mismas tácticas para obtener lo que quería.
Lady Margaret, no sin antes protestar y llorar, abandonó los aposentos y fue ubicada en unos más alejados de la cámara privada. Con rabia admitió que no tenía control sobre él Rey, pero Elizabeth con su carácter impetuoso lograba torcerle las decisiones. Concluyó que era momento de impedir un posible acercamiento entre Henry y Elizabeth, ya fuera utilizando a otros o desprestigiando la reputación de Elizabeth con falsedades.
*
Ya estaba lista la capilla del palacio para la ceremonia. Había rosas rojas en todas las bancas con lienzos y un pasillo de pétalos se trazó por él pasillo.
—Su Majestad sólo falta colocarle el velo y la tiara.
—Sólo espero que la misa sea breve. Me dolerá él rostro de tanto sonreír.
—El Rey estará feliz de seguro.
—No me interesa si está feliz o triste. Hago esto para poder seguir saliendo del palacio sin levantar sospechas. Poco información he conseguido estos días.
—He acabado. Luce realmente hermosa. Con esta manteca roja en los labios, quedará perfecta.
Otra dama de compañía informó que él Rey esperaba por la Reina para ir juntos a la capilla.
Los aposentos de la pareja real estaban cerca, sólo un largo de unos 10 metros separaba ambos espacios. Una puerta con un pasillo privado conectaba las habitaciones, al final había dos puertas que daban al baño privado y a la recámara.
Henry esperaba al final del pasillo con su tío Jasper, cuando escuchó las pisadas de un calzado femenino detrás de el, se giró.
Ahí estaba ella, con un vestido con escote de falda abierta de cola larga de color verde esmeralda que hacía contraste con su cabello cobrizo, una tiara de cristales y perlas y un velo verde oscuro adornaba su cabeza. Henry no sabía si estaba viendo una visión, pero no podía quitar los ojos de Elizabeth mientras se acercaba.
—Luce hermosa ¿cierto?– Jasper sonrió tocando él hombro de su sobrino.
Henry al parecer no lo oyó, tenía aún la vista fija en la mujer que estaba sólo a unos pasos de él.
Elizabeth se paró e hizo reverencia a su manera ya conocida. Al notar que él Rey no dijo nada, aparentaba estar hipnotizado mirándola, le hizo un movimiento con la mano para ver si llamaba su atención.
—¿Qué es lo que está observando, Su Majestad?– indagó mientras arreglaba la falta.
—Su Majestad sólo está embelesado ¿no es así?– Henry miró tímido a su tío– La Reina va a captar todas las miradas. Y se combinaron en los colores, verde y azul– afirmó Jasper con alegría.
Henry vestía de azul, camisa y una sobretas del mismo tono y botas negras.
A la entrada de la capilla, el Rey extendió su mano para tomar la mano derecha de la Reina, esta hizo un gesto de extrañeza y hasta puso un gesto de molestia, en cambio él puso su mano frente al rostro de ella y movió la cabeza insistiendo. Finalmente, Elizabeth de mala gana y con una falsa sonrisa estiró su mano, Henry satisfecho se la estrechó con fuerza.
Empezaron a avanzar por el camino de pétalos, Elizabeth notó como las miradas curiosas de los cortesanos se posaban sobre ellos.
—Parece que lo admiran, Su Majestad, todos lo están mirando– susurró
—Por lo visto la Reina tiene problemas en la visión. Así como veo, todos te están mirando a ti– contestó el monarca sonriendo.
Con total indiferencia, ella lo vio a los ojos y siguió caminando en silencio
La misa transcurrió con normalidad y según el protocolo. En el primer banco estaba la pareja real seguido por nobles de la Corte, según su posición. Hubo momentos en que Elizabeth notó que Henry la observaba fijamente, irritada solicitó al Rey mirar al sacerdote y no a ella.
—Ahora procederemos con la ceremonia de los anillos del Rey Henry y la Reina Elizabeth. Que su unión sea bendecida por Dios.
Luego seguirán los cortesanos según su rango – expresó él sacerdote oficiante
—Disculpe padre ¿es necesario hacer esta ceremonia? Ya tenemos los anillos– la Reina protestó esforzándose por disimular su molestia.
—Esto es para que su matrimonio sea fuerte, prospero, feliz y para siempre. Ahora, Su Majestad coloque esta alianza de oro con su nombre grabado en la mano de su esposa – encomendó él religioso al Rey.
—Puedo ponermela yo misma la alianza, Su Majestad ni debe tomarse la molestia.
—Mi Señora, es deber del marido colocar la alianza. Por favor.
Sin previo aviso, Henry con una expresión de regocijo, tomó la mano de su esposa y fijando su vista en sus ojos le puso la alianza en él dedo que llevaba él anillo de rubí.
Elizabeth siguió con el ritual de mala gana, con rudeza tomó la mano del Rey y puso él anillo en su dedo.
—Su Majestad puede dar él osculum (beso) a su mujer para acabar con la ceremonia – demandó él sacerdote.
Al oír esa petición, la Reina enrojeció de vergüenza y tensó su cuerpo al pensar que tendría que besar al hombre que tenía a su lado y era su enemigo, todavía peor frente a todos en la capilla.
Henry se giró para mirarla a la cara y ella no se atrevía ni a levantar la cabeza hacia él.
—Padre, mi señor. No es necesario hacer esto, la misma iglesia aconseja que demostraciones como esta deben hacerse en privado no en público – inventó una coartada de lo nerviosa que estaba.
Él sacerdote la miró curioso. Henry la tomó del brazo y en un instante la puso frente a él.
—Mi Reina, eres muy rápida con las palabras pero muy lenta con tus labios…
Henry se aproximó a su boca, sin antes antes fijarse en sus ojos azules oscuros que tenían una mezcla de rabia y temor, pudo aspirar el aroma que ella emanaba. Lleno de deseo por probar su boca, la tomó por la nuca y arrebató sus labios. Desde que la había visto en él pasillo del palacio, guardaba el ansia de saborear esos labios pintados de rojo, ahora que tenía la oportunidad no la iba a desperdiciar.
Elizabeth quedó sin aliento, un calor le empezó a subir por su cuerpo, él no soltaba sus labios, ni paraba de presionarlos y saborearlos. Probablemente, por impulso o deseo, ella reaccionó a los besos que su marido le entregaba.
De pronto la soltó, volviendo a la realidad para su fastidio. Elizabeth estaba roja y agitada. Fueron apenas unos minutos, pero para Henry significaron instantes de eternidad que se convirtieron en una imperiosa necesidad de volver probar su boca, incluso, gozar de su cuerpo y sentir su piel desnuda.
Él sacerdote quedó complacido con el término de la ceremonia a la pareja real, que luego siguió con los otros matrimonio de la Corte.
—¿Ves que no es difícil dar un beso? Hasta tú me besaste – murmuró él Rey en voz baja.
—Esto fue más que un beso, cruzaste una línea. Ni pienses que me volverás a besar.
—Ojalá todos los días hubiera misa de San Valentín ¿No lo crees así? No me mires así, o te besaré otra vez– contestó Henry riéndose.
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Comments
Fanny mend
yo me imagino que al final elizabeth se va a enamorar de Henry,y es más ,creo que cuando investigue sobre las muertes de sus hermanos,,descubrira que Henry no es un asesino,,y se enamorara,
2024-03-14
1
K✨rla SantaMaría
Hay Elizabeth, nunca digas de esta agua no beberé.
2022-11-04
3