Las campanas de la Catedral de Westminster no paraban de sonar. La hora de la boda entre el Rey Henry Tudor y la Princesa Elizabeth de York ya se aproximaba.
Elizabeth se acabó de arreglar. Realmente lucía hermosa. Su vestido de seda francesa con mangas campanas de color blanco nieve, cristales en el corpiño, y abertura al centro de la falda la hacía parecer una verdadera visión y destacaba su esbelta silueta con curvas. Se negó a recogerse el cabello y a llevar la banda roja que le había enviado la madre del Rey. En cambio, se puso la tiara de diamantes con una rosa blanca grabada que le había regalado su fallecido padre y encima colocó un velo de color blanco que caía por todo su cabello hasta los pies.
—Hija mía, te ves radiante como la luna, no habrá nadie en toda Inglaterra que no hable de tu belleza.
Ya es hora de irnos a la catedral, tus doncellas están esperando— afirmó Elizabeth Woodville.
—Me complace que estés satisfecha, todo esto es gracias a ti. Definitivamente, soy él esclavo que actúa bajo tus órdenes y deseos…
—Quiero que me escuches — la madre sujetó el mentón de su hija — este matrimonio es garantía de salvación, toda tu familia será muerta si no te casas. Ya acabaron con tus hermanos, no permitiré que hagan lo mismo con nosotras. Obtendremos nuestra venganza a través de esta boda. Eres una York, nunca te olvides de eso. Y si pierdes el camino, siempre estará tu madre para guiarte.
— Vamos, entonces, no quiero retrasarme en mi propio funeral…
El séquito de la novia llegó a la puerta de la catedral y avanzó por un amplio pasillo hasta el altar. Había nobles de todo el reino, incluso toda la familia York fue invitada; él Rey quería que fueran testigos de la unión entre las dos dinastías rivales.
Lentamente, Elizabeth comenzó a caminar por un amplio pasillo hasta el altar. Llegó a la cámara sacra, miró con ira a todos sus parientes que estaban allí en el lugar de la novia y luego a su futuro marido que no podía apartar la vista de ella.
Henry estaba vestido con unas calzas color marrón, una capa roja de fino terciopelo, una túnica blanca con pliegues en las mangas y una corona con cruces de oro con rubíes y zafiros incrustados. Se llenó de rabia cuando observó que Elizabeth no llevaba la banda roja y, usaba un velo absolutamente blanco; aunque quedó sin palabras al notar cuán hermosa estaba. En ese instante deseó que llegara pronto la noche de bodas
Ambos novios tomaron su lugar, el sacerdote les pidió arrodillarse para recibir la bendición matrimonial. La novia estiró su mano, un hermoso anillo de rubí rodeado de pequeños diamantes fue puesto en su dedo, miró con enojo al novio pues sabía que el color de la piedra fue escogido a propósito. Con el fin de provocarlo, cuando le tocó colocarle el anillo a él, solo se limitó a abrirle la mano y dejar la sortija en el centro.
El sacerdote los declaró unidos en sagrado matrimonio ante toda la congregación, la cual empezó aplaudir.
Un frío y corto beso selló aquel enlace, para gusto de los nobles invitados.
*
—Ya sabes todo lo debes hacer esta noche, querida hija. Tan solo déjate hacer, hazle creer que estás satisfecha y disfrutando el acto, esa será tu mayor arma en tu matrimonio— repitió la reina viuda mientras ayudaba a su hija a entrar en la cama— Ya viene el Rey con su santa madre.
El esposo entró acompañado por su madre, sus sirvientes personales y el sacerdote, apreció a Elizabeth que hizo una reverencia con la cabeza sin mirarlo. Entró en la cama, entonces el religioso bendijo a la pareja recién casada y salieron todos de la habitación.
Henry volteó a ver a su esposa, que estaba cubierta hasta el pecho y apenas se veían los hombros descubiertos por el camisón, no había duda que ella estaba nerviosa, temblaba sin disimulo, el deseo por hacerla suya ya no podía aguantar, pero se propuso ser delicado para no lastimarla.
—Elizabeth, no haré nada para dañarte, tienes mi palabra. Seré gentil, — la destapó— después ya no te dolerá.
—Eso si yo te permito hacerme algo…
—¿De qué demonios estás hablando? ¿Acaso necesito tu permiso para exigir mis derechos?— respondió jadeando por la furia, la sujetó del brazo con fuerza y trató de colocarse encima de ella.
Ante la ira que se dibujaba en el rostro del Rey, Elizabeth sacó con la otra mano una daga que escondía debajo de su muslo. Se liberó, saltó de la amplia cama y apuntó a su cuello con el arma cerca de la vena principal.
—¡Soy capaz de acabar conmigo misma, antes de dejarme tocar por ti!— apuntó hacia él— No te rías, sé perfectamente bien cómo usar una daga para poner fin a la existencia.
—¿Estás loca? Podría mandarte a la muerte por amenazarme.
—¡Hazlo! Vamos a llama a la guardia. Pero antes — volvió a apuntar la daga, su cuello—, acabaré yo con mi vida, que de darte el gusto de matarme. Si no quieres que haga nada, me vas a escuchar lo que tengo para decirte.
—¿De verdad serías capaz de matarte? Eso es un pecado, Elizabeth. ¡Por favor baja el arma! — solicitó con un poco de temor, impávido de ver a una mujer alzando una daga.
—No sin que antes escuches mi demanda y la aceptes. — presionó más la daga a su cuello ante la mirada incrédula de Henry.
— Primero, no estaremos casados por siempre, nos casamos sin el permiso legal del papa y este matrimonio puede anularse porque somos primos en tercer grado. Por lo tanto estaremos casados por un año y seis meses, después de ese tiempo, solicitaremos la anulación del matrimonio alegando nuestro parentesco, así él honor de ambos queda protegido. Seré tu reina, te acompañaré, me sentaré contigo en él trono; me necesitas para afirmar tu gobierno en el reino y acabar con los rebeldes, mas no tu mujer. No, no me vas a tocar nunca.
—¿Cómo?— Henry hundió las cejas en señal de desaprobación y asombro — No sabes que soy un hombre y soy el Rey, requiero de una mujer para que atienda mis necesidades. Eres mi esposa, por si no te quedó claro hoy en la catedral.
—Tu esposa si, tu mujer no. Eso le debe quedar memorizado en su mente, Su Majestad. No me molestará si tienes amantes, hasta mi padre las tuvo, sin embargo, no esperes afecto ni mucho menos amor de mi parte. Por último, no olvides que mi nombre es Elizabeth de York, así nací y así moriré — afirmó con firmeza y sin soltar la daga.
Impactado, Henry se levantó, caminó alrededor de la cama y se puso frente a ella. Notó un leve temblor en ella, empero no titubeaba en sujetar el arma, ni sus ojos se apagaban por la evidente llamarada de coraje que ardía dentro de sí.
—Me sorprende tu valentía, ya quisiera que mis hombres la tuvieran.
—¡Soy tan valiente como cualquier hombre!. Nunca te atrevas a dudar de mi valor y mis agallas.
—Te di mi palabra que no te haría daño. Como monarca y como hombre, te doy mi palabra que acepto tu demanda y respetaré nuestro acuerdo. Ahora, por favor, — estiró la mano — dame esa daga, te puedes lastimar.
—No, este puñal se quedará conmigo, por si acaso. Tengo la sábana untada con sangre escondida en ese armario. Quemaremos esta sábana limpia y pondremos la otra. Así entregaremos la prueba del supuesto matrimonio consumado— Elizabeth guardó la daga y caminó hacia él mueble.
—Vaya, veo que pensaste en todo. ¿Alguna otra cosa escondida que yo no sepa, Elizabeth?— cuestionó Henry con una sonrisa burlona
— Soy una York ¿Por qué te sorprendes?— firmó ella con toda petulancia.
Colocaron la sábana. Llamaron a los testigos para que contemplaran la prueba de la consumación. Cercioraron que fuera efectivamente sangre y luego se retiraron de los aposentos.
Minutos después volvían a estar solos.
—Ahora puede irse a sus aposentos, Su Majestad. No compartiré el mismo lecho con usted. Que tenga buenas noches. Hasta mañana
Elizabeth se metió de nuevo a la cama, apagó la vela, cerró los ojos para dormir y se despreocupó del Rey. Pronto se quedó profundamente dormida.
Henry cerró la puerta al salir, caminó por el pasillo hasta sus aposentos, antes de continuar se dijo a sí mismo
—Tengo un año y seis meses para ganarme tu afecto. Vas a ser mía Elizabeth, ya lo verás...
O es por las buenas o será por las malas. Ningún otro hombre será tu señor, únicamente yo te haré mía de una vez y para siempre.
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Comments
Faty
ya me atrapó la historia!!
2023-07-07
1
Cynthia Alfaro
Ese tipo me gusta, pero me gusta más Elizabeth con ese cara ter y valentía, es novela, pero en realidad son mujeres pioneras de los derechos de mujer....
2023-03-06
1
Teresa Villarreal
muy emocionante
2023-01-03
1