Capitulo 19: Defender a capa y espada.

Capítulo 19:

Oliver POV

—Little Cherry, Little Cherry, ¿estas en posición? ¡Little Cherry no digas que te perdí!

—Oliver, estoy al lado tuyo.

¿Esta mujer no puede tener un poco de alegría en su vida?

Ruedo los ojos, irritado, bastante irritado y volteo hacia ella rogando a la cosa que esta alla arriba por paciencia. Cuando ya la logro ver noto que tiene demasiado sueño, comprensible, son como las tres de la mañana.

—Quiero irme, tengo frio y quiero llorar porque no me dejas dormir —con la oreja de su peluche de conejo se limpia una lagrima que empezó a salir.

Ay no.

Toda la irritación que sentía al instante se va cuando solloza un poco.

—No, no, no llores, mira apenas yo los pueda agarrar nos vamos a dormir —no quería que llorara, le limpio con mis dedos las pequeñas lágrimas.

Esta sensible, se supone que a ella no le importa mucho el hecho de hacer travesuras conmigo, así que tengo la leve sospecha de que puede tener la menstruación pero no estoy seguro.

—Quiero dormir, tengo muchos cólicos además de que nos pueden descubrir en cualquier momento ¿Y si nos llevan a la cárcel? —Sus lágrimas paran y sus ojos reflejan miedo.

Si, ahora pude confirmar que tiene la menstruación. Qué bueno, sino me tocaba preguntar y me vería como un completo patán.

—No nos llevaran a ningún lado, solo me trepo mientras tu vigilas, agarro los mangos y nos vamos. Es el plan más fácil del mundo.

Sorbe sus mocos y no dice nada por lo cual, es una afirmación de que quiere seguir con esto. Con ayuda de ella me subo a la cerca teniendo cuidado de no caer al otro lado, no necesito estar en el patio de la vecina solo quiero agarrar una de las ramas y acercarlo a mí para agarrar esas jugosas frutas que están en su punto exacto para chuparlas.

Es difícil hacer esto sin hacer ruido alguno, pero por lo menos los alcanzo.

¡Yo soy lo máximo!

La nasa no me busca porque soy muy inteligente para ellos.

Cuando le lanzo el tercer mango a Olivia por pura desgracia pierdo el equilibrio.

—Olivia, Olivia, ¡¡Olivia!! —Trato de agarrarme por la rama del árbol pero por lo delgada que es… Bueno, ya saben ¡SE ROMPE LA ESTUPIDA RAMA!

No, no, no, no, ¡NO! ¡Soldado caído! Repito ¡SOLDADO CAIDO!

Y lo peor es que no cai en el patio de mi abuela como una persona con suerte le pasaría ¡NO! ¡TENIA QUE CAER EN EL PATIO DE AL LADO!

—¡Oliver! ¡¿Estas bien?!

—Si mírame, ¿no ves que aún sigo allá arriba? —Ruedo los ojos a pesar de que ella no me pueda ver.

Me levanto con un dolor punzante en mi brazo, todo mi cuerpo amortiguo mi caída en el, me arde la cara junto con otras partes, estoy sucio de pies a cabeza y para rematar también está rota mi pijama.

¡Parezco un vagabundo!

Me muevo para devolverme y enseguida una alarma ensordecedora empieza a sonar mientras que unas luces se encienden apuntando dejándome por completo ciego.

Ya no quiero esto, es todo culpa de Olivia, ella atrajo el mal diciendo que nos iban a atrapar, quiero llorar, quiero a mi mami.

Parpadeo varias veces tratando de adaptarme a lo brillante y con los ojos entrecerrados logro ver a dos figuras, una de ellas, la más grande, tiene algo en la mano.

Ay.

¿Eso es un bate?

¡ME VAN A MATAR!

—OLIVIA AYUDAME, ME SACARAN LAS VISCERAS —golpeo muy fuerte la cerca respirando agitadamente.

Ella tenía razón.

Me van a atrapar, me van a llevar a la cárcel ¡y solo por robar mangos! No puedo ir a la cárcel solo por semejante estupidez, por asustar a la gente en un cementerio tal vez, oye… no es mala idea, puedo vestirme de fantasma para…

—Pequeño engendro Calloway, ya decía yo que tenía demasiada paz estando ustedes dos por ahí, pequeños escurridizos.

Aprieto los ojos y cuando me siento preparado me volteo lentamente para ver a dos señores que conozco muy bien.

Los vecinos Caslin.

Si… Digamos que no he sido un buen chico cuando se trata del vecindario de la abuela.

Soy medianamente famoso por bromas con éxito completamente increíble. Las bolas de pintura, el papel higiénico, los sustos que doy en Halloween... ahora que lo pienso soy el diablo.

—Hola vecinos… ¿Qué tal la noche? —Son tan aterradores que suben la ceja al mismo tiempo.

—Con pintura aún en mi odio, gracias por preguntar —esa sonrisa falsa de la señora da miedo.

En efecto, va a ser una larga noche.

(****)

—¿En qué cabeza cabe, que robar mangos en la madrugada es lo más normal del mundo? —Mamá se masajea la sien mientras nosotros estamos manchados de comer la fruta.

No íbamos a dejar que se desperdiciara tal delicia.

Después de que nos descubrieron, papá y mamá le pidieron disculpas a los vecinos por tales molestias y le agradecieron de no llamar a la policía, la abuela no les dijo nada, es mas, ella le abrió la puerta con la expresión más seria del mundo, casi los insulta cuando le dijeron lo que hicimos porque no creía que sus hermosos nietos hayan hecho tal estupidez, cuando se dio cuenta que era verdad nos siguió defendiendo.

—En nuestra defensa —digo con la boca llena— ¿Quién pone alarmas de seguridad con movimiento en su patio? Me parece ridículo y muy insignificante —cruzo la pierna indignado.

Papá esta callado pero he notado en varias ocasiones que está aguantando las ganas de reír, la abuela en cambio está en la cocina asomando su cabeza de vez en cuando también comiendo un mango, por suerte, gracias a Olivia, cuando escucho oír la alarma salió corriendo con la mercancía.

Cobarde, pero útil.

Mamá rueda los ojos.

—La gente que no quiere que le roben Oliver.

—Ridículo e insignificante.

—No puedo seguir con esto —mira a papá y en cuanto lo ve, no puede evitar reírse.

Mi madre es la persona más bipolar que conozco en serio.

—Creo que está pasando por un momento de diversión ¿Deberíamos salir corriendo? —Le susurro a Olivia.

—Creo que nos alcanzara si lo hacemos, quedémonos hasta que veamos otro comportamiento extraño.

Pensé que sería una risa ligera pero se vuelve cada vez más estrepitosa y es tan contagiosa que me empiezo a reír junto con todos los demás. Y la sala se vuelve un lugar lleno de ruidos que podrían parecer molestos pero es divertido.

—¡Es la cosa más tonta por la cual los estoy regañando! ¿Mangos? Al menos díganme que están dulces.

Asentimos frenéticamente ofreciéndoles un poco. Lentamente se va haciendo silencio, y nosotros parecemos bebes porque estamos demasiados manchados que en pocas palabras somos un asco.

—Como castigo, no puedo dejarlos sin castigo alguno —la sonrisa que teníamos desaparece— ayudaran con la limpieza cuando desocupemos toda la casa, ya que como saben tenemos que dejar la casa limpia.

—¡Pero para eso esta el personal de limpieza! —Reclama Olivia.

—El personal de limpieza son ustedes.

Ofenderse es una gran opción.

(****)

Esto de ser personal de limpieza es horrible ¡y lo peor es que es sin paga alguna!

Ya estamos por terminar pero siento que todo esto me está agobiando, la abuela en secreto nos dijo que iba a contratar unas cuantas personas para limpiar pero siento que hicimos más que ellos en todo el día, ya casi es de noche y nos vamos en una hora.

Estamos limpiando las ventanas y descubrí algo nuevo de mí.

Me estresan las manchas que no se quitan.

Estoy a punto de llorar por una pequeña mancha que no se quita sin importar cuantos productos ya le haya puesto.

—Oliver, se te va a reventar esa vena en la frente si sigues con lo mismo.

No le respondo, no quiero gritarle por algo que se perfectamente que no es su culpa.

—¡Atrás hombre obsesivo por la limpieza! Llego la abuela con los tips de señora.

La abuela trae una olla en mano que al parecer se ve medio caliente, la deja a un lado y con el trapo que saca y exprime empieza a limpiar. El olor a vinagre inunda mis fosas nasales y arrugo la cara.

—El vinagre junto con el agua caliente sabe limpiar de a poco las ventanas. Recuérdenlo y me lo agradecerán en un futuro —nos guiña el ojo.

En el momento en que esa cosa que me causo estrés durante tanto rato desaparece como si al ver a la abuela quiso ir a molestar a otra persona.

La odio tanto.

A la mancha, no a la abuela, a la abuela la amo, ella es la mejor señora que hay en este mundo.

—Ya mis niños han trabajado demasiado, vayan a dormir, les dire si sus papas llegan para que se levanten.

¿Ven? La mejor.

Si les digo la verdad, nunca nos despertó solo se que al abrir mis ojos ya estaba en mi cuarto escuchando los gritos de mi mamá para despertarnos.

Empezar esta semana con buena actitud se me hace difícil por el cansancio que siento. Me duele todo el cuerpo como si un camión me hubiera arrollado.

¿Y si me reporto enfermo?

No es muy difícil solo tendría que empezar a estornudar y decir que me duele el estómago, aunque me darían sopa para curarme, pero es mejor eso antes que ir a una escuela en dónde ya no tengo a mi mejor amigo.

Por qué si, lo extraño. Aún recuerdo el día que se fue y lo último que me hizo prometerle, lo he cumplido, pero de todas formas me hace mucha falta, y sin contar el hecho de que ni siquiera se ha comunicado. Él era y es mi mejor amigo y hermano, mi compañero de copias en el examen que puede que no esté aquí, pero se que volverá, con ese característico sentido del humor que tiene.

—Oliver...—mamá entra y yo me arrepiento de inmediato al no haberme quedado en cama—. ¡Oh! Ya te levantaste, perfecto, rápido, se les hace tarde y no podrán desayunar.

Cierra la puerta y yo miro a mi cama como mucho sueño, bostezo con la pereza más grande del mundo. Agarro la toalla junto con mi uniforme y voy lentamente al baño rogando que Olivia se esté bañando primero, pero al no verla me imagino que ya bajo.

La necesidad de hacer un berrinche es alta.

Pero se supone que ya estoy grande para eso...

¡NO QUIERO IR A LA ESCUELA!

Doy un pisotón para quitar mi rabia y poder bañarme en paz. ¿Spoiler? No lo hago. En todo momento me doy pequeños golpes contra la pared esperando volverme a dormir.

Salgo ya vestido y peinado, solo falta mi mochila junto con las materias que me tocan hoy.

—¡Oliver apresúrate!

—¡Ya voy!

Con rapidez entro a mi cuarto y guardo todos los cuadernos para salir enseguida. Creo que hasta guarde demás, pero, si ya me están apurando es por qué ya se está haciendo tarde.

Saludo a todos y me siento a comer juntos con mi hermana. Se le nota también lo cansada, al parecer siente que la estoy mirando y cuando me la devuelve me lee el pensamiento.

—Faltemos hoy, por favor, en cualquier momento voy a desmayarme.

—¡Buenos días, familia! —Esa voz.

Esa horrible voz chillona hace que apriete los ojos pidiendo paciencia.

De verdad, ¿alguien me podría dar algo de eso?

Suspiramos Olivia y yo para acto seguido fingir una sonrisa. La tía Janna ignora por completo que todos tenemos una cara de perro increíble y se sienta en la mesa para desayunar.

—No los ví ayer todo el día ¿a dónde fueron?

¿Qué le importa?

—Fuimos a ayudar a mi madre con la mudanza —le responde papá.

Menos mal que lo hizo porque en cualquier momento se me saldría esa pregunta tan jugosa.

—¡Vaya! No me quiero imaginar lo cansados que están —es más falsa que su preocupación no me la creo— Olivia, ¿qué le hiciste de comer a tu hermano?

Algo en mí dice que es muy peligroso responder.

—En realidad, Oliver me hizo algo de comer mientras terminaba de hacer unas cosas.

No podía dejar que mi hermana estuviera muerta de hambre. La tía tiene un diminuto tic en el ojo, pequeño, si no prestaba atención la verdad es que no lo hubiera notado.

—Pero si Olivia se tenía que encargar de alimentar al muchacho.

Esto no está bien.

Miro detenidamente a cada uno y ninguno estamos comiendo, quedamos paralizados. El ambiente estaba tenso y no queríamos hablar pero al parecer la tía amaneció parlanchina hoy.

—¿Por qué nadie habla? ¡Es la verdad! Olivia es mujer y tiene que hacerle de comer al pobre muchacho que está dando su mayor esfuerzo.

—Yo también estaba dando mi mayor esfuerzo —Olivia está a la defensiva—, simplemente el me hizo de comer algo rápido, no le veo problema alguno.

—¿Cómo que "no le veo problema alguno"? Ya lo dije, tu eres una mujercita, y al serlo tienes que hacer la comida.

—Si a Olivia se le quema el agua.

Papá y su intento de humor tratando de aligerar la situación pero solo la empeora. La tía Janna deja la cuchara en la mesa con más fuerza de lo habitual.

—Olivia ya esta grande, y tiene que hacer la comida.

Ya me cansé de esta estúpida discusión.

—Ella no es ninguna empleada, ella es mi hermana, y si por mi fuera yo le ayudo con la cocina todo el tiempo que lo necesite.

—Tu vas a ser el hombre de la casa en un futuro y se tiene que acostumbrar a servirte.

Esto ya no tiene nada que ver con la comida, sus intenciones no son solo cocinar, esto ya tiene algo que ver con su obsesión.

—Por algo Dios hizo a la mujer, ella tiene que servir al hombre a toda costa y...

—¡Hermana! —Mamá por fin le da un paro— Ya te tienes que ir a terapia —dice con los dientes apretados.

Y como siempre no capta la indirecta.

—No, hoy es mi día libre.

—Entonces los niños ya se tienen que ir, vámonos.

Papá otra vez salvando la situación levantándose de la silla para agarrar nuestras mochilas. Es obvio que le tenemos que seguir y obedientemente lo hacemos dejando sola a mi mamá y a su hermana.

¿No sé supone que esa señora va a terapia? ¿Por qué tiene que tensar la situación tan temprano? ¿Qué necesidad?

La ida a la escuela es silenciosa pero estoy seguro que los tres estamos con muchas cosas en la cabeza.

¿Hacer que Olivia haga algo básico me hace más hombre?

Por supuesto que no.

Es semejante estupidez.

Si quiero ser independiente tengo que por lo menos saber lo básico ¿no? No dejar que otra persona haga el trabajo por mí.

Esas frases de que tengo que ser hombre las vengo escuchando desde pequeño, y nunca estuve de acuerdo, mamá me crío como alguien que se puede valer por si solo y si tengo una pareja en un futuro, las cosas las hacemos los dos, no uno, los dos.

O bueno, ese es mi pensamiento.

No quiero ni siquiera hablar por las clases, porque no le preste atención a ninguna, este tema me dejó con la mente tan abrumada que las cosas que decían los profesores me mareaban.

El recreo se me hace más ligero.

Estoy bajo el árbol que está detrás de la escuela escuchando música tratando de despejar todo pero nada. La melodía se mezcla con mis pensamientos y eso me hace irritar.

Tiro mis audífonos a un lado poniendo mis rodillas en mi pecho.

—Oye no los tires, si no los quieres por lo menos regálamelos.

Alzo la mirada y una Mary divertida aparece en mi campo de visión. No le respondo y ella se sienta a mi lado.

—Como no me respondiste la broma supongo que fue un día difícil.

—Ni te hagas de seguro ya sabes que paso —murmura.

—Más o menos, pero entender a Olivia llorando es como entender a un bebé explicando algo.

Ay, lloro.

—¿Ella está bien? Dios, no debí dejarla sola, debí ir donde ella apenas salí de clases, yo…

—Calma perro protector —pone una mano en mi hombro— está más que bien, nada como una charla de chicas que la pueda calmar —sonríe un poco.

—Pero yo no soy una chica.

—Es por eso que vine, quiero analizar cómo es consolar a un hombre por segunda vez —lo último que dice me deja confundido—, nada que te interese, ¿quieres mi opinión al respecto? —Asiento.

—No tengo a nadie más con quién distraerme así que adelante —me da un pequeño golpe que me hace reír ligeramente.

—A pesar de que te odie, me enorgullece tener a alguien que es un verdadero ser humano. Para ti no hay diferencia de quien haga que, eres alguien que a una corta edad entiende a la perfección que su hermana, madre o cualquier mujer no es una sirvienta, y no sabes la felicidad que sentí cuando supe que defendiste a Olivia contra su tía malvada. Te odio Oliver pero reconozco que fuiste alguien fuerte hoy, alguien que de verdad es digno de admirar.

—Deja de alabarme, ni que fuera Zeus, solo hice algo que cualquier persona con dos dedos en la frente haría.

—Si, algo común, pero esa pequeña acción dice mucho de ti.

Su mirada transmite sinceridad y tranquilidad, hace que algo en mí sienta nerviosismo por tenerla tan cerca, mi corazón se siente acelerado por alguna extraña razón y ni se diga de mis manos sudorosas.

No sé que estoy sintiendo por dentro, pero es un sentimiento que me da paz.

—Ya dejemos la cursilería, escuchemos música antes de que termine el recreo —agarra un audífono y se lo pone en la oreja.

Río un poco y agarro mi celular para solo reproducir la siguiente canción. Me coloco el audífono y cierro los ojos. La canción que empieza a sonar es Love Story de Taylor Swift.

Que casualidad...

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